El estudio de la resolución de conflictos está basado en la idea de que las dos partes enfrentadas desean alcanzar un acuerdo mutuamente aceptable sin importar cuán complicado resulte. Sin embargo, el comportamiento de Israel y los palestinos sugiere todo lo contrario.
Ambas partes no hacen más que desafiar los principios esenciales de la resolución de conflictos, prolongándolo en lugar de concluirlo.
Rendimientos decrecientes
Para lograr una solución efectiva, las partes deben convencerse de que la continuación de su disputa sólo producirá rendimientos decrecientes. Es decir, cuando han agotado ya todas las posibilidades para mejorar su posición individual, mientras que la situación sólo puede prosperar a través del compromiso y la cooperación.
Los acontecimientos recientes indican que ni Israel ni los palestinos han sido capaces de lograr tal conclusión. De hecho, cada lado ha contribuido a la preservación del statu quo: Israel, mediante la construcción de asentamientos y el ejercicio de una arrogante intransigencia al no reconocer ningún mérito a las posiciones palestinas; los palestinos, a través de su negativa a regresar a la mesa de negociaciones y por su insistencia sobre el derecho de retorno de los refugiados, inaceptable para Israel.
El status quo se ha convertido en un recurso político de gran valor para cada parte, aun a riesgo de operar como una responsabilidad estratégica para el futuro de ambos pueblos. Además, con las consideraciones políticas de corto plazo que dominan el discurso en Ramallah y Jerusalén, ninguna de las partes ha manifestado una mínima voluntad de tomar siquiera el tipo de riesgo calculado que se necesita para resolver los conflictos.
Asimismo, el costo que se debe pagar por mantener el conflicto hoy en día resulta actualmente aceptable para ambos lados. La economía está prosperando en Israel y Cisjordania, e incluso muestra una mejora notable en la Franja de Gaza, donde Hamás ha logrado afianzar y renovar su relación y su frontera abierta con Egipto. Desde la perspectiva de cada parte, los desacuerdos resultan manejables a corto plazo, aun cuando ambas partes parecen estar encaminadas hacia un no muy lejano abismo.
Un juego de suma cero
La resolución exitosa de conflictos requiere también un enfoque de suma no nula basado en compromisos y beneficios mutuos. Hoy en día, no existe tal toma y daca entre israelíes y palestinos. Ambas partes creen que cualquier compromiso constituye una "pérdida" con la consecuente ganancia del otro lado. Esta situación se ve agravada por la falta total de confianza entre ellos. Sin confianza, se considera que es prácticamente imposible tomar algún tipo de riesgo, ya sean reales o políticos, como en el caso de la seguridad.
Con sus posiciones intransigentes y su retórica de línea dura, cada lado no hace más que disminuir la posibilidad de mutuos beneficios en el futuro. Sus acciones son todavía peores. El "dar"- por ejemplo, en relación a las concesiones territoriales - es visto como un sacrificio, y el "recibir" se considera tardío. Las posturas no se describen en términos de lo que es posible sino según "lo que es nuestro". Esto resta valor a cualquier serie de concesiones mutuas posible; hace que sea más difícil de realizar, y complica mucho más aún las probabilidades de éxito en los esfuerzos que tienen como fin la resolución de conflictos.
La falta de presión externa
Si las partes en conflicto se encuentran bajo cierto grado de presión externa para llegar a un compromiso, hay un mayor incentivo para realizarlo. Hoy en día, la comunidad internacional está cansada del conflicto palestino-israelí, y su enfoque resultante sólo sirve para perpetuarlo en lugar de resolverlo.
No se ejerce presión sobre israelíes o palestinos para instarlos a actuar. De hecho, incluso su intransigencia ha sido apoyada y hasta alentada por sus benefactores internacionales. En el caso de Israel, la imagen de un buen número de fervorosas ovaciones por parte de los miembros del Congreso en respuesta a la diatriba plagada de condiciones del primer ministro Binyamín Netanyahu, confirma la inútil e incluso perjudicial actitud de laissez faire que el Parlamento norteamericano ha adoptado en relación con las políticas auto-destructivas de Israel. Mientras tanto, la comunidad judía norteamericana permanece igualmente inactiva. En lugar de protestar enérgicamente, no duda en brindar su apoyo frente a cualquier política israelí, sin importar cuán insensata pueda resultar.
La negativa de los palestinos a retornar a la mesa de diálogo ha sido alentada por el creciente apoyo que ha recibido por parte de la comunidad internacional la resolución de la Asamblea General de la ONU que ignora la posibilidad de un acuerdo negociado. Es probable que los palestinos cuenten con mayor sostenimiento internacional en la actualidad que en cualquier otro momento de su historia. En lugar de interpretar esto como un soporte frente a los riesgos calculados que deben considerarse en la consecución de la paz, lo han entendido como incentivo adicional para afirmar su rechazo de reanudar las tratativas, por lo cual prefieren persistir en su postura esperando obtener de ese modo mayores ganancias en el futuro.
Además, y al igual que en el caso de los norteamericanos judíos que apoyan a Israel mediante sus temerarios enfoques, el mundo árabe opta por brindar ciegamente su apoyo a los palestinos en lugar de animarlos a alcanzar un acuerdo de paz histórico, mientras que Irán opera decididamente para fomentar la continuación del conflicto a través de los estímulos que dispensa a sus aliados, Hamás y Hezbolá.
Complacencia local
Las radicales protestas internas que claman por una resolución del conflicto generan una mayor voluntad política encaminada a establecer los pasos más convenientes para alcanzarla. En Israel, el crecimiento económico y un entorno de seguridad estable han terminado por cegar a los israelíes en la creencia de que el status quo es sostenible. Casi no existe apoyo para la realización de concesiones necesarias a fin de lograr un acuerdo. Tras el discurso de Netanyahu ante el Congreso - en el que presentó su anteproyecto para la prolongación del actual estado de estancamiento - su índice de popularidad alcanzó el 13 por ciento. El público se ha mostrado igualmente satisfecho del lado palestino. El incremento de su activismo se ha centrado en una serie de esfuerzos que tienen como objetivo lograr el aislamiento de Israel y exigir el final de la separación entre Al Fatah y Hamás; no han sido en ningún caso esfuerzos orientados a lograr un compromiso histórico con Israel.
Esta satisfacción tiene tres razones: En primer lugar, cada parte le teme a lo desconocido. La primavera árabe ha logrado que la región experimente un período de cambio sin precedentes en la región. En lugar de intentar proactivamente darle alguna forma a este período, la resistencia que opera en cada una de las partes se basa en el temor de que lo malo conocido - la continuación del conflicto - sea tal vez mejor que lo malo por conocer: un acuerdo integral.
En segundo lugar, hay una falta de consenso político en ambos lados. Sin un camino claro desarrollado por los dirigentes de cada parte, lo que hace cada una de ellas no es más que conformarse con el denominador común más bajo. Sin consenso, Jerusalén y Ramallah sólo pueden decidirse a asumir compromisos internos de mediocridad e inacción.
Por último, cada parte permanece encerrada en antiguas narrativas políticas que se enfrentan entre sí, mientras en cada lado va cundiendo una división interna muy poco propicia para el logro de una acción política conjunta.
Israel sigue centrada en una arcaica noción de seguridad a pesar del distinto panorama en materia de guerra y defensa que presenta la región. En lugar de reconocer que la única garantía posible para la seguridad se realiza por medio de una paz completa, Israel persiste en su incapacidad para comprometerse a causa de sus responsabilidades y temores en esa materia. Del otro lado, los palestinos insisten en su compromiso a favor de la causa del imposible retorno de los refugiados, y de las repetidas amenazas existenciales por parte de Hamás. La enseñanza de estas narrativas en las escuelas y la defensa del "derecho de retorno" que realizan los políticos frente la opinión pública palestina resultan políticamente convenientes. Sin embargo, estos empeños han servido solamente para endurecer aún más una posición que es del todo incompatible con los genuinos esfuerzos destinados a alcanzar una solución de dos Estados duradera.
El pesimismo imperante
La condición fundamental para la resolución de un conflicto es que ambas partes crean en la posibilidad de una solución exitosa. Si el inicio mismo de una negociación carece de la creencia básica de que llevará a alguna parte, la misma no será al final otra cosa que una "profecía autorealizada". Eso es lo que está ocurriendo actualmente en el conflicto palestino-israelí: Ninguna de las dos partes cree en los méritos de las negociaciones. La opinión pública se muestra igualmente escéptica sobre las posibilidades de paz. Es ciertamente una combinación peligrosa. Si la paz no es posible, ¿por qué intentarla?
Al no existir esperanzas de soluciones, tampoco puede haber motivación suficiente para trabajar en la consecución de un compromiso histórico. Es allí que la violencia aparece como el resultado más probable. Y lo que es más grave aún: en la atmósfera pesimista actual las ideas creativas para la búsqueda de una solución son sofocadas y rápidamente rechazadas, cuando no condenadas al ostracismo.
Después de años de fracaso, las partes y la comunidad internacional consideran con el mismo recelo a los conceptos que ya han demostrado su ineficacia como a aquellos más nuevos e inventivos que van apareciendo.
El componente religioso
En la resolución de conflictos se consideran y se negocian diferentes ideas políticas hasta alcanzar un compromiso, siempre que las partes se hayan comprometido a lograr un acuerdo. Incluso en conflictos insolubles, el tiempo termina por poner de manifiesto la incapacidad de sostener posiciones ideológicas acentuadas, lo que lleva finalmente a dar cumplimiento a los beneficios que se derivan de un cambio en las tácticas; cambio que se realiza con el objetivo de lograr un mayor compromiso y cooperación.
Los componentes religiosos del conflicto palestino-israelí han ofuscado este proceso. Por ejemplo, la afinidadde los judíos con Jerusalén y la exigencia por parte de los palestinos de que Jerusalén Oriental sea su futura capital, están profundamente arraigadas en convicciones de tipo religioso más que político.
Independientemente del tiempo que pueda pasar y de los avances que se produzcan, la religión, especialmente en sus formas más fundamentalistas, proporciona una base sólida respecto de la cual las partes no pueden alejarse. Es muy difícil, aunque no imposible, reconciliar estas creencias.
La paz es todavía posible a pesar de lo sombría que pueda resultar su imagen hoy. Sin embargo, es necesario modificar de manera profunda la dinámica geopolítica para superar las actuales deficiencias en el logro de una solución exitosa. Se debe atender a cada uno de los obstáculos que hemos mencionado, ya que la alternativa frente al actual estancamiento resulta mutuamente peligrosa. Por tanto, lo que se necesitan son medidas enérgicas capaces de cambiar la dinámica del conflicto de manera dramática.
Una visita del presidente Obama a Jerusalén y Ramallah con el fin de hablarles directamente a israelíes y palestinos, explicando las ventajas de la paz y los efectos nocivos que entraña el estancamiento continuo, podría tener un impacto significativo sobre ambas partes en la generación de estímulos que las impulsen a la acción y al ajuste de sus cálculos internos relacionados con la continuación del conflicto.
Del mismo modo, una presión ejercida por los Estados árabes dominantes para revitalizar la iniciativa árabe de paz podría empezar a disipar el ambiente de intransigencia y pesimismo que invade la región. De hecho, a pesar de la actual crisis regional, y quizá a causa de ella, la iniciativa sigue siendo esencial para el éxito de cualquier negociación encaminada a lograr la finalización del conflicto.
Además, se requiere de un diálogo continuo entre los grupos religiosos. Los líderes religiosos judíos y musulmanes tienen la responsabilidad de encarar en nombre de sus enseñanzas una búsqueda de solución para el componente teológico, el cual tiene un peso fundamental sobre el conflicto todo.
Más importante aún es el hecho de que cualquier oportunidad de mejorar las perspectivas de resolución del conflicto habrá de requerir un elemento crítico que escasea demasiado: el liderazgo. Sin liderazgo suficiente para actuar en respuesta al peligro que la actual situación de estancamiento plantea, israelíes y palestinos - y sus patrocinadores - seguirán prolongando insensatamente un conflicto que es posible controlar a pesar de que lleva ya un largo y peligroso tiempo de incubación.
Si las cosas continúan así, habrán de despertarse un día con la irrupción de un estallido social terrible y violento capaz de sacudir por completo la región.
Fuente: The Jerusalem Post - 17.6.11
Traducción: www.argentina.co.il