Quien boicotea es por lo general quien también pierde. Es de esperar que la lección del Informe Goldstone se internalice: Las Naciones Unidas y sus instituciones son organismos políticos, no jurídicos, y no se puede renunciar a la lucha política.
Aún después de haberse retractado de su determinación de que Israel atentó intencionalmente contra civiles en Gaza, el daño político y moral que le originó a Israel el Informe Goldstone, no desaparecerá.Al igual que la absolución de Kastner en la Suprema Corte de Justicia no borró las aterradoras palabras que manifestó el juez Binyamín Halevy durante la sentencia en la Corte Estatal ("Vendió su alma al diablo"); tal es la fuerza de las apariencias frente a los hechos reales.
Desde el punto de vista de Israel, la lección es simple: no se debe boicotear foros internacionales, aún cuando resulta claro que éstos juegan en su contra.
La decisión de no colaborar con la Comisión Goldstone fue tomada luego de una recomendación del ministerio de Exteriores. Se pueden entender los motivos, pero fue un error. Está claro que el mandato de la comisión era parcial, y el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU ya demostró su hostilidad hacia Israel.
Pero los abogados del ministerio de Exteriores ignoraron el hecho de que los contactos con la ONU no tienen un interés netamente judicial, en los que se puede esperar un juez objetivo; sino político y público. Así le provocaron a Israel un enorme daño.
Israel debería haberse presentado ante la Comisión y mantenerla ocupada durante semanas, trayendo testigos de las poblaciones del sur que podían haber demostrado ante ella el significado de la vida a la sombra de misiles durante años; debería haber presentado películas y fotos de cada vivienda dañada, y mostrar en Ginebra los restos de proyectiles y misiles disparados directamente a la población civil.
Y por sobre todo - y este es un punto clave que los perseverantes abogados y competentes expertos en esclarecimiento no tomaron en cuenta - no sólo frente a la comisión se tendría que haber presentado testigos y pruebas, sino ante los medios de comunicación internacionales que estaban en Ginebra.
Antes de que la Comisión Goldstone emitiera su informe, los televidentes en todo el mundo ya habrían visto durante días a los israelíes - todos civiles, incluyendo la familia Shalit - damnificados.
Todo esto debería ir acompañado por la presencia de un representante distinguido de Israel, que conociera los hechos, hablase un inglés fluido y supiese cómo dirigirse a la comunidad internacional.
Porque los verdaderos Tribunales en Ginebra no era la Comisión, sino el público de televidentes internacional, en cuya conciencia debería haberse grabado la información sobre el terror de Hamás. En ausencia de todo esto, lo que el mundo vio fueron las fotos que presentaron los palestinos y sus adeptos.
Es difícil saber si esta actitud hubiera cambiado las decisiones de la Comisión Goldstone; pero la conciencia mediática y pública estaría colmada de argumentaciones y fotografías que representaban la posición israelí.
Israel reincidió en su error, cuando no se presentó ante la Corte de Justicia Internacional en La Haya en el asunto de la valla de seguridad. También allí le dejó el espacio al lado árabe. Habría que haber enviado al juez Aharón Barak a que presente allí la posición responsable y equilibrada del Tribunal Superior de Justicia que presidió, y que reconoció el derecho de Israel a la autodefensa mesurada.
Ante estos dos errores sólo resta añorar aquellos días en los que el representante de Israel en la ONU, Haim Herzog, rompió en pedacitos ante la Asamblea la hoja de la resolución que comparaba al sionismo con el racismo: esas son las acciones que se graban en la memoria colectiva internacional.
En el pasado hubo boicots a instituciones de la ONU, pero por parte de los árabes. Los palestinos boicotearon la comisión de investigación de la ONU (Unescop) que propuso a la Asamblea General la partición de Palestina.
Quien boicotea es por lo general quien también pierde. Es de esperar que esta lección se internalice: La ONU y sus instituciones son organismos políticos, no jurídicos, y no se puede renunciar a la lucha política.
Fuente: Haaretz - 10.4.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il