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¡Ehud, es hora de dejar la silla!

En lugar de proponer iniciativas vacías para salvar al país de esa catástrofe que él mismo predice, hay una sola cosa que Ehud Barak debe hacer: Dejar el gobierno junto con sus colegas, unirse a Livni en la oposición, y desde allí, liderar la lucha contra el estancamiento diplomático de Netanyahu.

El ministro de Defensa, Ehud Barak, es un hombre valiente, no sólo por sus operaciones durante sus días en las unidades especiales de Tzáhal, o su propuesta en Camp David para dividir Jerusalén. También lo es por su voluntad de mantenerse al margen del coro gubernamental y decir cosas impopulares en los días de ataques terroristas y duelo.

Pocas horas después de los funerales de la familia Foguel de Itamar, Barak brindó una conferencia en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional. Supo arreglárselas con unas breves condolencias y pasó rápidamente a su asunto principal: la seria advertencia acerca de un inminente "tsunami político" que Israel podría enfrentar si no inicia inmediatamente un plan para dividir el país.

"Es necesario un comportamiento responsable incluso en el ápice del dolor y la ira", afirmó Barak, al mencionar los peligros que enfrenta Israel si se mantiene el congelamiento diplomático. El peligro que asoma con mayor fuerza es un deterioro de la relación esencial con Estados Unidos. También advirtió sobre los esfuerzos que los opositores de Israel están haciendo para empujarlo hasta un sitio que antes era ocupado por "la antigua Sudáfrica", excluida y aislada.

Barak hizo un llamamiento a encarar una iniciativa diplomática israelí que conduzca hacia una solución de dos estados junto a la anexión de los grandes bloques de asentamientos y la evacuación de aquéllos que están aislados. De lo contrario, advirtió, Israel será golpeado por una terrible ola de deslegitimación internacional que habrá de provocar un daño económico importante y se verá obligado a enfrentar un levantamiento en los territorios.

Barak guardó la parte más dura de sus afirmaciones para su buen amigo y actual socio político, el primer ministro Binyamín Netanyahu. Sin mencionar directamente su nombre o cargoo, el ministro de Defensa se ocupó de la peligrosa debilidad en el liderazgo. Describió a Netanyahu como todo lo contario a un líder al mencionar "la inacción, la parálisis, la búsqueda por medio de una fina veleta de lo que el público de derecha o izquierda quiere oír en determinado momento para luego declamar esas mismas palabras".

Barak rechazó de plano los argumentos y las explicaciones de Bibi que daban cuenta del suplicante pedido de negociaciones por parte de Israel negado por los palestinos. No hace más que declamar y reclamar, afirmó Barak. En los últimos dos años, Israel se ha negado a discutir los asuntos principales. Es difícil imaginar una luz roja de advertencia más intensa o una crítica más razonada a Netanyahu por parte del hombre más cercano a él; el que realmente lo conoce.

Barak no se equivoca al afirmar que el actual gobierno no es idóneo para afrontar los retos que se le presentan ahora a Israel. Y, sin embargo, insiste en aferrarse a su silla y dejarse utilizar como andamio por Netanyahu, a pesar de que ningún valor se le otorga a su permanencia en el ejecutivo. Incluso después de cientos de horas de conversaciones privadas y reuniones con limitado número de participantes, Netanyahu no ha aceptado ni uno solo de sus consejos: Ni la reanudación de las conversaciones con Siria, ni una iniciativa diplomática cara a cara con los palestinos, ni otro congelamiento en los asentamientos, ni una guerra preventiva contra Irán, ni la incorporación de Kadima al gobierno. Nada.

La eficacia de Barak se agotó en noviembre cuando se desechó desairadamente su propuesta de prorrogar la moratoria sobre la construcción en los asentamientos por nueve meses a cambio de garantías políticas y de seguridad por parte de Washington. Ehud le vendió a Bibi el acuerdo alcanzado con el gobierno de Obama, pero el ánimo en el gabinete de los siete ministros ya había cambiado, con un ministro de Asuntos Estratégicos, Moshe Yaalón, liderando a la oposición y poniendo de su lado a Netanyahu. Desde entonces, Yaalón se ha convertido en el rival más serio de Barak, y su probable sucesor como ministro de Defensa en el caso de que éste abandone el gobierno.

Desde ese momento, Barak ha estado muy ocupado tratando de sobrevivir. No es fácil. El ejercicio político que supuso abandonar el Partido Laborista para formar una fracción fantasma - Independencia - ha destruido su imagen en la opinión pública. Logró deshacerse de los elementos de la izquierda del laborismo que le hacían la vida imposible, y ahora la derecha exige su destitución. Pero él insiste con su "deseo de ejercer una influencia desde el interior".

Incluso por su propio método, la diputada Tzipi Livni (Kadima) y "el hombre que le susurra al oído"- una clara alusión a Haim Ramón - pueden ejercer mayor impacto que él. Y eso es válido desde las filas de la oposición, con Ramón no siendo ni siquiera diputado. Ahora Barak pretende que ellos se unan a la coalición para no tener que enfrentar solo a Netanyahu, a Yaalón y a sus amigos de la derecha.

En vez de proponer este tipo de iniciativas vacías, hay una sola cosa que Barak podría hacer para salvar al país de esa catástrofe que él mismo predice: Dejar el gobierno junto con sus cuatro colegas, unirse a Livni en la oposición, y desde allí, liderar la lucha contra el estancamiento diplomático de Netanyahu.

Las advertencias de Barak resultan escalofriantes, pero si decide permanecer en el ministerio de Defensa habrá de ser plenamente responsable por el desastre que él mismo prevé. Ha llegado el momento de que muestre otra vez su valentía.

Fuente: Haaretz - 17.3.11
Traducción: www.argentina.co.il