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Siempre el mismo Bibi

Netanyahu tiene mucho que decir en su defensa: No me vengan con quejas, no me digan que no me conocían cuando me eligieron de nuevo. Así soy, así dirijo, me hice una costumbre fija: un engaño por semana. No soy yo, son ustedes quienes se tragaron el anzuelo.

El público no tiene capacidad para juzgar "alta política", no tenemos cómo medirla. Sin embargo, las expresiones y los hechos se ven y se oyen en reiteradas oportunidades faltos de lógica e interpretación. Pero quien sabe, quizás ellos, allá arriba, los entienden. No puede ser que la ceguera sea tan profunda y la necedad tan fatal.

Nuestras imágenes nos engañan, y sólo la casualidad las acomoda tal como son en realidad. Alcanza con un pequeño grupo de configuradores de opinión pública, que declare a alguien como "futura promesa" o "exitoso", y ese mismo inútil será considerado un tesoro; con él podremos dormir tranquilos.

Nuestra impresión sobre fulano o mengano pasa por un fatigoso procedimiento de elaboración de imagen. Nosotros no nos nutrimos o impresionamos por el árbol del conocimiento del bien o del mal.

Un periodista o agente de relaciones públicas, representa la absoluta oposición a una gallina que anda libremente por el campo: ella pone huevos de la mejor calidad; Él, en cambio, coloca huevos podridos. Y éstos son los que comeremos en el desayuno junto con los periodistas. Es cierto que también un gallo ciego, en ocasiones, rebusca un grano verdadero, pero el consumidor debe observar lo que le dan en la boca.

Para mejorar la capacidad de juzgar hacia arriba, es preferible mirar abajo, ver las cosas que nos venden de cerca. La experiencia personal de una hora de vida enseña mucho sobre el mundo.

Por ejemplo: Una persona conoce muy bien su bolsillo, y un daño al bolsillo duele especialmente. El carterista gentil no golpea, introduce su mano. De repente, a pesar de la rabia, descubriremos que nuestros bolsillos se vaciaron. Nos prometieron una baja en los impuestos, esperábamos facilidades y recibimos agobios. Todo es más caro, y no sólo por el encarecimiento mundial, también por dictámenes locales.

Después de todos los trucos - bajan y suben los precios en un santiamén - no hay quien diga con precisión cuál es el mensaje; ¿ganamos, perdimos o viceversa? Una mano da, la otra quita, y quizás no hay necesidad de quitar, porque nada se da. Anulan el impuesto adicional al combustible, aumentan el sueldo mínimo, abaratan el consumo del agua. El pueblo escucha los aletazos del cuervo, cuyas plumas son arrancadas una tras otra.

Después de los beneficios de Binyamín Netanyahu no resulta complicado detectar sus tintineos y zigzagueos; esto ya es su "política baja". Tampoco es complicado entender que así no se designa un Jefe del Estado Mayor; así no se nombra al Administrador de Servicios del Estado, tampoco al embajador en la ONU o en Londres. Así no se dirige una oficina en Jerusalén y una casa en Cesárea; en general tareas bastante pueriles, pero, al parecer, demasiado complicadas para él; entonces ¿en qué se destaca su capacidad? ¿en dirigir un país entero?

Netanyahu tiene mucho que decir en su defensa: No me vengan con quejas, no me digan que no me conocían cuando me eligieron de nuevo. Así soy, así dirijo, me hice una costumbre fija: un engaño por semana. No soy yo, son ustedes quienes se tragaron el anzuelo.

El gallo ciego cojeará sobre sus patas y encontrará los granos gustosos en este documento de defensa: los electores de Netanyahu no lo compraron sin saber de qué se trataba. También ellos debían entender que el mecanismo de tomar decisiones no cambia en el traspaso de una política baja a una política alta, cuando alguien se ocupa no sólo del litro de gasolina, sino también de nuestra libra de carne y de nuestro litro de sangre. Es siempre la misma especulación, el mismo primer ministro, el Bibi de siempre, que aún es el centro de gravedad del Comité Central del Likud.

Y hasta que las estadísticas no le demuestren que los ciudadanos de Israel ya entienden lo que aquí nos pasará a todos en la próxima guerra, no moverá un dedo para evitarla.

Fuente: Haaretz - 18.2.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il