Ojalá los temores sean infundados. Ojalá los escépticos que abrigan dudas sobre la llegada de la democracia al mundo árabe, vean que esta vez se equivocaron. Ojalá que quienes vaticinan un régimen islamista radical en Egipto, vecino en paz de Israel, tengan que comerse el sombrero.
Quisiéramos tener certeza que el Dr. David Bukai, experto en Oriente Medio en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Haifa, que nos dijo tajantemente esta semana que "Occidente no entiende; analiza las cosas en términos ajenos al mundo árabe" y que "las únicas opciones allí son regímenes basados en la fuerza militar o el islam radical", no está en lo cierto.
Preferiríamos llegar pronto a la conclusión que quien tuvo razón, de entre todos los pesimistas, optimistas y realistas con quienes hablamos esta semana, fue Ahmed Aweidah, destacado economista palestino, Director de la Bolsa de Valores palestina en Nablus, quien tras trazar un interesante análisis del trasfondo económico de la crisis actual en el mundo árabe, afirmó: "Esto es el comienzo de una nueva era. Es la primavera del mundo árabe; no menos dramática que la caída del Muro de Berlín".
En diferentes informes y comentarios periodísticos publicados en distintas partes del mundo en los últimos días, se mencionó con tono crítico, que Israel expresó apoyo al presidente Hosni Mubarak de Egipto, mientras medio mundo estaba celebrando la fiesta democrática en el país del Nilo.
Más allá de la aclaración de que es prematuro vaticinar que esto termina realmente en democracia (aunque las manifestaciones fueron auténticamente populares y eso es una gran cosa), es imperioso aclarar que la postura israelí debe ser analizada con cuidado. Es verdad que la paz con Egipto fue firmada con un gobierno no democrático, tal cual era el del presidente Anwar el-Sadat, y mantenida con su sucesor, el tampoco democrático presidente Hosni Mubarak. ¿A alguien se le habría ocurrido rechazar la posibilidad de paz porque Egipto tenía un régimen autoritario?
Israel no está en favor de un régimen autoritario en Egipto, sino en favor de la preservación de su acuerdo de paz. Cuando el primer ministro de Israel Binyamín Netanyahu se refirió al tema por primera vez, hace pocos días, en la sesión semanal del gabinete, fue tajante: "Nuestros esfuerzos están destinados a preservar la estabilidad y la seguridad en nuestra región. La paz entre Israel y Egipto se mantiene hace ya 30 años y nuestra meta es garantizar que se sigan manteniendo". Si Mubarak era la única forma de garantizarlo, pues Israel se apegaba a él. Si otros están dispuestos a respetar la paz, Israel lo respetará.
Sería oportuno recordar: no fue Israel quien determinó el sistema de gobierno en Egipto. Su "falla" regional es su intento de sobrevivir en un entorno sumamente complicado, por decirlo delicadamente, donde la democracia no es la norma sino que intentos poco exitosos de acercarse a ella, son la excepción.
El presidente de Israel, Shimón Peres, lo resumió muy bien: "No digo que todo lo que hizo Mubarak está bien, pero los israelíes le estaremos agradecidos siempre por una cosa muy clara: mantuvo la paz con Israel".
De todos modos, el miércoles Netanyahu abordó el tema de fondo, al dirigirse a la Knéset y dejar en claro que si hay democracia en Egipto, ello no amenazará la paz con Israel. "Todos aquellos que valoran la libertad, se ven inspirados por los llamados a reformas democráticas en Egipto", señaló. "Un Egipto que adopte esas reformas será fuente de esperanza para el mundo. Cuando los fundamentos de la democracia son más fuertes, también los fundamentos de la paz son más fuertes".
Es legítimo si Netanyahu dice estas palabras, abrigando quizás en su fuero íntimo serias dudas. Es el vecindario de Israel la fuente de esas dudas. Siempre se pensó en Israel que si su entorno árabe fuera democrático, habría sido mucho más fácil, hace tiempo, lograr la paz. Un régimen democrático, casi por definición, por naturaleza, piensa en el bienestar de su pueblo, es generalmente más moderado y menos extremista que un régimen autoritario. Es más cuidadoso al salir al campo de batalla y más presuroso en buscar la conciliación. Eso lo hace más proclive a la paz que a la guerra. Si eso falta en la zona, no es por Israel, sino por sus vecinos, que llenaron Oriente Medio de dictaduras y sumieron a sus pueblos en la falta de libertad.
Claro que la eventualidad de que tampoco ahora, después de las revueltas en Egipto, el resultado sea democracia sino una opción mucho peor todavía que el régimen de Mubarak, es la razón de los grandes temores. La opción del islam radical tomando control de la situación no es una mera disquisición teorética sino una posibilidad.
Irán espera a la vuelta de la esquina y eso nadie lo duda en la región. Algunos de sus clérigos se manifestaron explícitamente sobre el tema esta semana, diciendo que "en El Cairo están repitiendo lo que pasó en Irán". Dios nos guarde...
Hay un elemento que agrava la sensación de preocupación, al confirmar que aún cuando los árabes se matan entre si, Israel termina "ligando" algún coletazo. Es el comodín siempre pronto para sacar de la manga.
En las manifestaciones en la plaza Tahrir de El Cairo, había quienes tenían su forma de criticar al presidente Mubarak: pegándole Estrellas de David en la frente, presentándolo como traidor por sus relaciones de paz con Israel. No sorprende; estaba claro de antemano que entre los que piden apertura y democracia, están también los enemigos de la paz, aquellos que nunca apoyaron el acuerdo con Israel. Y no son sólo los radicales de los Hermanos Musulmanes.
Pero lo peor todavía es que el miércoles por la noche, la propia televisión oficial egipcia comenzó a agitar contra Israel, alegando que agentes israelíes estaban detrás de los disturbios, que en Sinaí había sido detenido un ingeniero israelí por razones poco claras y que cuatro periodistas israelìes habían sido detenidos en la plaza Tahrir "por violar el toque de queda". Esto, a pesar de que tal cual todo el mundo vio en los últimos días, todo El Cairo violaba el toque de queda y cientos de miles andaban por las calles.
Este tipo de fenómenos son la fuente de la desconfianza por la que Israel a veces se encierra detrás de dudas; lo que algunos llaman "mentalidad de sitio". Esto no quita nada a la importancia del acuerdo de paz mantenido durante más de 30 años por Egipto, pero también recuerda la paz fría, el hecho que para no ser echado otra vez de la Liga Árabe, Mubarak optó por no visitar jamás Israel, salvo en el funeral de Itzjak Rabín.
Es un mosaico complejo, entre cuyas dolorosas piezas Israel no tiene más remedio que maniobrar. Y también, ante la incertidumbre del futuro, Israel deberá resolver no pocos dilemas y decidir si intensifica sus esfuerzos por lograr la paz con los palestinos a fin de intentar neutralizar a los radicales que le culpan de todo, o si opta por protegerse más firmemente todavía que hasta ahora, de las tormentas que están aún por venir.