Si Liberman hubiera sido ministro en el gabinete de Putin, hace tiempo que se lo habría relevado de sus funciones. Si el ministro de Exteriores ruso hubiera humillado a Rusia en la forma en que Liberman humilla a Israel, hace tiempo ya que habría sido enviado al exilio.
Un año y medio atrás, el ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, se reunió en Moscú con el presidente Dmitry Medvedev, el primer ministro Vladimir Putin y el canciller Serguei Lavrov. Las conversaciones, que fueron muy optimistas, prosiguieron en Rusia, y, entre otras cosas, se ocuparon de criticar duramente a Estados Unidos. Por esa razón, provocaron gran agitación e interés en la embajada estadounidense en Moscú. Según Wikileaks, la subjefe de la misión, Alice Wells, envió un cable secreto a Washington con fecha 2 de junio de 2009, afirmando que los altos funcionarios del gobierno ruso ven a Liberman como uno de los suyos.
No es difícil imaginar lo que habría sucedido en Israel si se descubriera que los rusos, los chinos o los franceses consideraran al primer ministro Binyamín Netanyahu, al ministro de Defensa, Ehud Barak, o al ex primer ministro israelí, Ehud Olmert, como uno de los suyos. La cuestión es que la revelación de Wikileaks no ha provocado ninguna reacción aquí. Ni grandes titulares, ni investigaciones periodísticas sobre el asunto, ni editoriales. Así como no sabíamos nada sobre la vida en Europa Oriental del ministro de Exteriores antes de Wikileaks, tampoco sabemos nada al respecto hoy. El hombre fuerte de la política israelí ha sido y sigue siendo todo un misterio.
Wikileaks no está solo. En conversaciones muy privadas, en voz muy baja, muchos altos funcionarios israelíes expresan su preocupación acerca de Liberman. Uno de ellos declaró no tener idea de quién es Yvet. Otro dijo que, incluso después de años de trabajar con él, no tiene idea de qué mueve a Yvet, cuáles son sus consideraciones y con quien trabaja realmente. Un tercer funcionario afirmó que nada le sorprendería acerca de Yvet. Pero ninguno de estos hombres están decididos a hacer públicas sus preocupaciones.
Ningún líder de la corriente principal del centro de Israel advierte el peligro que supone Liberman. Netanyahu le tiene miedo. La diputada Tzipi Livni confía en él. Barak guarda silencio. Curiosamente, el sistema político israelí está trabajando en favor del ministro de Exteriores más extraño que se haya desempeñado aquí.
Liberman realmente puede sentirse como uno de los suyos en el Kremlin. Su visión del mundo es la de Putin. Su sistema de valores es el de Putin. Liberman es tan democrático como Putin, tan iluminado como Putin y tan delicado como Putin. Se diferencian en un solo detalle: la seriedad. Putin, a su manera, es un líder serio. Él sirvió con honor a su patria, la fortaleció y logró hacer de ella nuevamente una potencia internacional. En contraste, Liberman no es ninguna figura sensata. Él prefiere sabotear a su patria, debilitarla y convertirla en un hazmerreír internacional. Liberman no es Putin, sino más bien su caricatura. Lúcida y cínicamente, se dedica a perjudicar los intereses fundamentales de Israel.
La imagen pública de Liberman es la de un archi-patriota. Pero no lo es. Si lo fuera, no se ocuparía en socavar los cimientos del gobierno, en dividir la sociedad y en poner en peligro la alianza con Estados Unidos. Si fuera un patriota, no provocaría en el país un conflicto interno ni profundizaría su aislamiento en el exterior. Si realmente fuera un patriota, no haría del Estado y del gobierno, al cual le ha jurado su lealtad, un trapo viejo. Sin lealtad no hay ciudadanía ni liderazgo, dijo él. Sin embargo, Liberman se esfuerza por construir un liderazgo a pesar de su expresa falta de lealtad hacia el país al cual se supone que debe servir.
Si Liberman hubiera sido ministro en el gabinete de Putin, hace mucho tiempo que se lo habría relevado de sus funciones. Si el ministro de Relaciones Exteriores ruso hubiera humillado a Rusia en la forma en que nuestro ministro de Exteriores humilla a Israel, hace tiempo ya que habría sido enviado al exilio.
Países serios como Rusia no permiten que personas para nada serias, como es el caso de Liberman, provoquen un grave perjuicio. Pero Israel no es un país serio, por lo que Netanyahu no se decide por desechar a Liberman, Livni no tiene intención de boicotearlo y Barak se mantiene en silencio. El liderazgo nacional en su conjunto ha llegado a un acuerdo con respecto al fenómeno de Liberman y lo ha convertido en una amenaza real.
¿Habrá de ser el Fiscal General, Yehuda Weinstein, quien elimine la amenaza? Tal vez. Pero si no presenta una acusación en el caso Liberman, el camino directo al poder quedará del todo allanado para Yvet. En primer lugar, se tragará a Netanyahu, luego, pulverizará a Livni. Más tarde, habrá de convertirse en primer ministro. Bajo el liderazgo de Liberman y la inspiración de Putin, Israel ciertamente será un país diferente. Un país de los suyos.
Fuente: Haaretz - 5.1.11
Traducción: www.argentina.co.il