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Así se queman las bases de un país

Casi todo lo que no dispara en el Estado de Israel goza de tercera y cuarta prioridad, porque los gobiernos - el actual y también los que lo precedieron en la última década - rechazan internalizar el hecho de que hoy en día la retaguardia es el frente.

La primera señal de desestabilización de EE.UU como potencia económica y política no fue precisamente la guerra en Irak y Afganistán; tampoco la crisis de créditos hipotecarios.

La indicación fue cuando el huracán “Katrina” puso al descubierto la impotencia del gobierno americano en todos los aspectos; comenzando por el desmoronamiento de los diques de contención en Nueva Orleáns, que las autoridades locales no se ocuparon de fortalecer, y el escandaloso funcionamiento de la Agencia Federal para Situaciones de Emergencia por el cual perdieron la vida centenares de personas y muchos otros sus hogares y pertenencias.

Eso fue otra demostración de algo que los historiadores vaticinaron tiempo antes: En el momento que las autoridades abandonan las estructuras nacionales, físicas y humanas, y permiten su desmembramiento, comienza el hundimiento del país o imperio como organismo funcional capaz de brindar seguridad física y cubrir las necesidades imprescindibles de los habitantes.

Esto fue lo que le sucedió al imperio romano y al imperio otomano, y en nuestros días a una serie de países desde Yemen hasta Cuba.

Y esto es lo que puede sucedernos a nosotros mismos.

El Estado de Israel por así decirlo se encuentra en el comienzo de esta cuesta resbaladiza.

El país sufre de la grave escasez de agua debido a la demora en la fabricación de dispositivos de desalinización, las rutas están atascadas y los accidentes aumentan dado que no existe una infraestructura de transporte público digna, pero lo peor es el abandono casi total de los servicios de salvamento y extinción del fuego que sufren de  sub- inversiones crónicas para medios y mano de obra.

La impotencia que demostró dicho sistema en el siniestro catastrófico en el Carmel y últimamente en el incendio en el edificio Migdal Shalom en Tel Aviv, son sólo hitos ardientes que atestiguan esa desatención.

Debemos entender. La principal amenaza militar estratégica actualmente sobre Israel coincide casi absolutamente con la intimidación que se perfila de los desastres naturales.

Los muertos y heridos no caerán por la descarga directa de misiles y raquetas sobre las personas, sino debido a la destrucción de edificios por incendios, y por la expansión de materiales y gases venenosos hacia zonas urbanas. Esos son exactamente los daños que provocan los gigantescos incendios, los temblores de tierra y los accidentes en las industrias petroquímicas.

Por ello, una casa cuya construcción esté preparada para soportar terremotos ofrecerá una protección adecuada para los habitantes ante los ataques de cohetes.

Si los servicios de salvamento y extinción del fuego están organizados y equipados adecuadamente, salvarán la vida de quienes queden apresados en los pisos altos de las cotizadas torres de las grandes ciudades, ni menos, ni más -quizás más - que los sofisticados  y exactos ataques de Tzáhal en el que Israel invierte decenas de billones.

Pero hasta ahora el gobierno se niega a presupuestar el centenar de millones que se requiere para la creación de un sistema de servicios de salvamento y extinción serio.

Casi todo lo que no dispara en el Estado de Israel goza de tercera y cuarta prioridad, porque los gobiernos - el actual y también los que lo precedieron en la última década - rechazan internalizar el hecho de que hoy en día la retaguardia es el frente y que se deben brindar los medios que le permitan enfrentar los desastres - incendios, por ejemplo - aún cuando el desencadenante del mismo sean misiles que cayeron en nuestros territorios o una combinación mortal entre un viento huracanado, el clima seco y una chispa como resultado de la negligencia de paseantes, un tacho de basura tratado con descuido o un provocación intencionada.

La imposibilidad de los bomberos para dominar el fuego en el Carmel no provino de falta de motivación o preparación. Por el contrario, ellos junto con los policías, los carceleros y el personal de Maguen David Adom, demostraron valentía e ingenio excepcionales.

Los culpables son aquéllos que no proporcionaron a estos héroes anónimos ni siquiera la posibilidad de vencer en la contienda, quienes no se ocuparon de darles los medios y organizarlos como es debido.

Un explorador de incendios en días de calor intenso, aviones y avionetas de extinción, grúas de salvamento y mangueras de largo alcance, reservas de agua preparadas y excavadoras pesadas - todo eso podría superar el fuego sin que necesitemos implorar ayuda a Turquía o Bulgaria.

Un acoplamiento nacional de personas capacitadas y entrenadas como bomberos, paramédicos y personal de asistencia, podía haber evitado el desesperado clamor de un vocero del departamento de bomberos en Eilat llamando a presentarse en la estación para ser transportados a Haifa.

Lo sorprendente es que una reserva como esta existe en el comando de la retaguardia, pero la división entre los servicios de emergencia y su movilización desorganizada, obstaculizaron la inmediata llegada de personas de dicha reserva a la zona del incendio.

El gobierno y el Parlamento harán un gran favor a los ciudadanos si en esta ocasión renunciaran a una comisión oficial de investigación. Alcanza con una simple investigación policial para verificar los motivos de la expansión del incendio catastrófico en el Carmel y aprender la lección. Es una lástima perder tiempo, dinero y nervios en otra comisión que investigará el porqué colapsó el sistema nacional en el desastre. Casi todos los datos del análisis y las conclusiones ya se encuentran en borradores del informe del Contralor del Estado acerca de los servicios de extinción que se publicará a la brevedad.

Se trata simplemente de ponerlo en práctica.

El gobierno podría concretar una decisión valiente y comprometer a los jóvenes de los seminarios rabínicos y jóvenes árabes a pasar una instrucción como bomberos y el resto de profesiones de salvamento y emergencia para que estén dispuestos en un marco de media hora a tales acciones en sus lugares de residencia. Se trata de decenas de miles de jóvenes sanos que saben declamar el proverbio “salvar una vida posterga el Shabat”. Mucho más si se trata de días hábiles.

Pero sus rabinos e imanes, y principalmente los políticos como el ministro de Interior Eli Ishai, prefieren que sus súbditos no dejen sus filacterias y  “se sacrifiquen en el estudio de la Torá" a que brinden  su aporte para salvar vidas humanas del fuego y la destrucción. A lo sumo están dispuestos a recolectar sus cadáveres en el marco de la fuerza ortodoxa voluntaria de salvamento denominada Zak”a.

Hasta que este distorsionado orden de prioridades presupuestario, social y ético no cambie por medio de una resolución gubernamental y un decreto en el Parlamento, continuaremos sufriendo pérdidas y daños y seguiremos golpeando las puertas de extraños que nos salven en los momentos de angustia.

Fuente: Yediot Aharonot - 5.12.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il