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¡Número 1!

En el contexto de nuestra inestable vida política, donde no hay gobierno que dure demasiado tiempo y ningún primer ministro consigue sobrevivir por más de un período y medio en su cargo, el Rabino Ovadia Yosef emerge como toda una isla de estabilidad.

Estuvo aquí cuando el novato Binyamín Netanyahu inició su período como embajador en la ONU y cuando el inexperto Barack Obama trabajaba con los jóvenes de los barrios pobres de EE.UU. Ya en aquel entonces, su palabra lo era todo; los políticos se inclinaban ante él buscando su aprobación. Nadie, en realidad, entendía su lenguaje y sus explicaciones, pero todo el mundo lo elogiaba y trataba de congraciarse con él.

En el contexto de nuestra inestable vida política, donde no hay gobierno que dure demasiado tiempo y ningún primer ministro consigue sobrevivir por más de un período y medio en su cargo, el Rabino Ovadia Yosef emerge como toda una isla de estabilidad. Un dictador religioso que divide el mundo en buenos y malos de acuerdo con conservadoras visiones religiosas, y quien, dentro de la democracia israelí, detenta incluso mayor poder de decisión que cualquier ministro elegido por voluntad popular; a veces, hasta resulta más influyente que el mismísimo primer ministro.

De algún modo, durante 26 años y después de debates y negociaciones, de votos del gabinete, viajes a Estados Unidos y comentarios de la prensa, todo siempre parece reducirse a la decisión del rabino; aún no hemos hallado a ese audaz primer ministro que afirme con decisión: ¡Basta. No voy a verlo!

La kipá habrá de salir del bolsillo y se colocará en la cabeza; mientras tanto, el rabino esperará en su silla a que el invitado de turno ejecute su reverente inclinación y estreche su santa mano; de ahí en más, todo dependerá de las particulares habilidades que el visitante posea en el arte del regateo y la persuasión; a veces, sólo dependerá del estado de ánimo de Su Alteza.

Dicho sea a favor del Rabino Ovadia: en las encrucijadas verdaderamente importantes, él no vacila ni por un momento en conceder su completa bendición a las resoluciones propuestas por el gobierno. Entre sermón y sermón, y en medio de su llamamiento a deshacerse de Mahmud Abbás o de caracterizar a los maestros de Israel como sujetos que no enseñan y sólo evaluan alumnos, el rabino terminó respaldando firmemente las conversaciones de paz y los compromisos de Israel, la retirada del Líbano y la contención militar cuando esta es necesaria. No debería sorprendernos si también decide aprobar la actual moratoria.

La triste verdad

Debemos preguntar qué nos señala una situación así acerca de nuestra propia política. La respuesta no deja de probar lo poco serio que todo esto resulta. El liderazgo, la necesidad de trabajos de investigación y de decisiones convenientemente ordenadas, están siendo reemplazados por nimiedades políticas, y el partido ultraortodoxo Shas es justamente la política de poca monta en su máxima expresión. No es otra cosa que regatear y rascarse la espalda unos a otros, todo graciosamente envuelto por el manto sagrado del rabino. Sin embargo, detrás o debajo de él se esconde la verdad, una triste verdad.

Mientras más indiscutible resulta la estabilidad del rabino y más urgente se torna la necesidad de recurrir a él, más visible se vuelve la ausencia de un liderazgo real; ese que se supone necesario para tomar decisiones y conducir en lugar de apelar continuamente al último recurso de las avenencias con el Rabino Ovadia.

Sin embargo, aun siendo éste el caso, al menos deberíamos estar agradecidos de que las decisiones del rabino tengan más sentido que las afirmaciones que conducen a ellas. Si no poseemos una verdadera democracia, al menos nos queda un dictador religioso, el más iluminado posible, dispuesto a asistir fervorosamente al alicaído liderazgo secular.

Este hombre singular, que se ha mantenido a lo largo de ocho primeros ministros y ocho gobiernos, es, a fin de cuentas, el político más experimentado con que cuenta Israel. Es poco divertido y mayormente triste, pero, al final, será el Rabino Ovadia quien otorgue su bendición a un acuerdo de estatuto definitivo.

Fuente: Yediot Aharonot - 25.11.10
Traducción: www.argentina.co.il