La reciente crisis con EE.UU acerca de la construcción en Jerusalén indica que resulta sumamente urgente llegar a una solución que determine qué es lo que quedará del lado israelí y qué será oficialmente territorio bajo control de la Autoridad Palestina.
Parece a propósito. Cada vez que el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, se encuentra con alguna importante figura de la administración Obama, alguien se preocupa de arruinarle el ambiente.En tal o cual comisión del ministerio de Interior, algún funcionario revela justo cuando se reúne con el vicepresidente Joe Biden o está por ver a la Secretaria de Estado Hillary Clinton, que fue aprobada la construcción de nuevas unidades de vivienda en Jerusalén Este o en un asentamiento de Cisjordania. “Es contraproducente”, dijo un vocero del Departamento de Estado. “No ayuda, cuando hay negociaciones de paz”, dijo el propio presidente Barack Obama.
Cabe preguntarse, claro, cuál es el rol del propio premier en todo ésto, ya que es consciente sin duda de lo importante de no colocar a los norteamericanos en situacines “incómodas” que parezcan un abierto desafio. Sin embargo, ello no significa que esté de acuerdo en sus críticas. Ya lo aclaró: “Jerusalén no es un asentamiento”.
La verdad es que cuando leímos sobre lo sucedido, nos enojaron las dos partes: el lado israelí, donde alguien parece decidido a complicar las cosas con Estados Unidos y enrarecer la atmósfera, y el lado norteamericano, donde siempre hay alguien que se siente con derecho a dar lecciones de moral.
Pero el punto que quisiéramos destacar aquí, es otro.
Lo que nos parece la conclusión más evidente a la que se llega después de este nuevo incidente-detonado por la revelación sobre 1300 nuevas unidades de vivienda a construir en Jerusalén Este y 800 en la ciudad asentamiento de Ariel en Cisjordania, es que resulta sumamente urgente llegar a una solución que determine qué es lo que quedará del lado israelí y qué será oficialmente territorio bajo control de la Autoridad Palestina.
Cuando los palestinos y los norteamericanos condenan las nuevas construcciones en Jerusalén Este, el término confunde. No se trata de construcciones en barrios árabes sino en los nuevos barrios creados alrededor de la Jerusalén original, que hoy en día son parte integral de la capital israelí, o en poblaciones aledañas. Se trata de zonas que están también en los territorios conquistados en la guerra de 1967, más allá de la así llamada “Línea Verde”, pero que claro está que Israel nunca las entregará porque las considera parte integral de Jerusalén. Es lo que se conoce como parte del “consenso israelí”.
Giló, Ramot Eshkol, Guivá Tsarfatit, Ramat Shlomó y otros, son hoy, para el israelí promedio, barrios de la ciudad, aunque los palestinos los consideren a todos “territorios ocupados”. Lo mejor para poner fin a las discusiones al respecto es sentarse a hablar hasta que salga humo blanco y llegar a una solución también en Jerusalén. En ese marco, debe estar claro que nadie renuncia a esos barrios, pero por otro lado, que los barrios de población exclusivamente árabe, que fueron anexados al perímetro municipal de Jerusalén tras la guerra de los Seis Días, nada tienen que ver con el legado judío ni con nuestra historia. Esas zonas son sólo un dolor de cabeza para Israel y no era en ellas que pensaba el judío que durante siglos oró hacia donde estaba el Templo, diciendo “el año próximo en Jerusalén”.
Comprenderlo e implementar una política que lo refleje, no será una pérdida para Israel, sino un paso que fortalezca justamente la presencia judía, que es la mayoritaria, en Jerusalén.