Estimados,
Se cerraron las urnas. Ahora que sabemos que Netanyahu le ganó a todos los sondeos, a las profecías de los ex líderes de seguridad, a los medios nacionales e internacionales, a los académicos, a los intelectuales y a los expertos en Ciencias Políticas, entre otros, podemos dedicarnos a pensar en nuestro futuro con su nuevo gobierno.
Israel se debate entre la exigencia de garantizar su seguridad en un entorno regional hostil y de lograr una solución con los palestinos, por un lado, y las crecientes desigualdades económicas y sociales, entre las más altas de los países de la OCDE, por otro.
Cuando Bibi forme el nuevo ejecutivo tendrá que lidiar con ambos problemas. Estos serán sus principales retos.
Suspendidas desde abril de 2014, las tratativas con la Autoridad Palestina (AP) languidecieron durante el mandato de Netanyahu, que en el cierre de su campaña electoral proclamó - contradiciendo su discurso en la Universidad Bar Ilán - que no habrá un Estado palestino mientras él siga en su cargo.
Los líderes de la AP iniciaron una Intifada diplomática, que busca para su causa el reconocimiento de las instituciones internacionales.
Tras incorporarse con el estatus de país observador no miembro a la ONU, la AP firmó recientemente el tratado por el que se rige la Corte Penal Internacional (CPI), que podría entrar a considerar, por ejemplo, si en la ofensiva «Margen Protector», contra Hamás en Gaza en el verano de 2014, Israel cometió crímenes de guerra.
El Likud de Bibi y su futura coalición rechazarán la fórmula de dos Estados como solución al conflicto y harán hincapié en que no se dividirá Jerusalén y en que la ocupación militar de Cisjordania proseguirá sin conceder derechos civiles a los palestinos que allí residen.
Además, el discurso de Bibi ante el Congreso norteamericano, en el que advirtió contra un acuerdo con Irán por su programa nuclear, no parece haber surtido efecto, ya que las negociaciones entre Washington y Teherán prosiguen.
A Netanyahu le será muy difícil restablecer las deterioradas relaciones con Obama. La Casa Blanca recordó que confía en que el nuevo gobierno hebreo defienda la solución de dos Estados. El presidente bien podría presentar a las partes su propia «Hoja de Rutas», aunque en la recta final de su mandato y con un Oriente Medio convulsionado por el yihadismo, no muchos le prestarían atención.
Con respecto a la situación socioeconómica de Israel, Bibi, que fue titular de Finanzas entre 2003 y 2005, está detrás de la liberalización de la economía israelí. Al término de su tercer mandato, dejó un crecimiento del PIB del 2,9% en 2014, una tasa de desempleo que se sitúa en el 6% y una renta per cápita de 38.000 dólares en la pasada legislatura que duró 22 meses.
Pero las brechas sociales no dejan de aumentar. Un problema que deberá intentar solucionar para no retornar a las multitudinarias protestas de «indignados» de 2011.
Para concretar: Enfrentarse al Grupo Sionista de Herzog y Livni es una cosa. Medirse con la Unión Europea, la ONU y la comunidad internacional sin el apoyo de Obama, el Pentágono y el Departamento de Estado, sin contar con el veto asegurado de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, sin tomar ninguna iniciativa regional y con una intransigencia total hacia los palestinos, es otra totalmente diferente.
Bibi tiene todo el derecho de sentirse satisfecho hasta el Seder de Pesaj. Pero cuando despierte de su sueño sobre los laureles y deje de creerse Moisés, si es que eso sucede, el mundo le demostrará que su triunfo fue apenas en una batalla, y que de no recapacitar, las diez plagas están por volver. Y esta vez no precisamente a nuestro favor.
¡Buena Semana!