Estimados,
La estrategia de Obama para combatir al Estado Islámico (EI) se encuentra en entredicho tras el avance de los extremistas y la caída de importantes enclaves en Irak, Siria y Libia.
La última semana fue un muestrario concentrado de la guerra múltiple que enfrenta el mandatario, quien comanda los infructuosos esfuerzos internacionales para anular al EI en Oriente Medio y además juega un arduo ajedrez político para conciliar intereses con sus aliados en esta región y sortear las críticas de sus adversarios en Washington.
A finales del mes pasado, Obama se reunió con Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y aseguró que Estados Unidos y sus socios del Tratado coordinan una estrategia contra el EI en Libia e Irak.
Tras la caída de la ciudad de Ramadi (a 115 kms de Bagdad) en manos de los terroristas - un importante «retroceso», según el Pentágono -, Obama se dispuso a reforzar los cuerpos de seguridad iraquíes y sumó nuevos envíos a anteriores suministros de armas, al entrenamiento de tropas y a la campaña de bombardeos aéreos contra EI.
El presidente no demoró en despachar a Irak más de 2.000 armamentos antitanques.
En cosa de un mes, contribuyó también con más de 22 millones de municiones para armas ligeras y 12 mil proyectiles de morteros, así como más de 250 vehículos a prueba de minas, 2.000 cohetes antitanques Hellfire y 20 mil fusiles M-16, entre otros medios.
Pero mucho más ágiles fluyeron las declaraciones. Al principio, las voces oficiales fueron cautelosas y se limitaron a catalogar los sucesos de Ramadi como un «retroceso táctico»; luego, el Pentágono se mostró algo más explícito: «Fue un fracaso de un montón de cosas, el liderazgo es uno de ellos, la táctica es uno de ellos», afirmó su vocero.
De cualquier manera, advirtió que «la guerra es una cosa fluida, hay victorias, pero, en este caso, el enemigo fue capaz de ganar la mano», apuntó.
Sin conocerse aún los golpes asestados por EI en Palmira, Siria, y Libia, Obama dijo no creer que Estados Unidos esté perdiendo la guerra.
En entrevista con «The Atlantic», el líder explicó que Ramadi era vulnerable desde hace tiempo, sobre todo, porque en ese caso no se trataba de fuerzas de seguridad iraquíes entrenadas y reforzadas por Estados Unidos.
«El entrenamiento de las unidades iraquíes, las fortificaciones, los sistemas de mando y control no fueron suficiente rápidos en Al Anbar», indicó Obama antes de citar el norte del país, donde operan agrupaciones kurdas, como una zona de progresos de la campaña prohijada por Washington.
Anteriormente Susan Rice, asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, declaró que la captura de Ramadi por EI exponía las debilidades de las fuerzas de seguridad de Irak.
Pero fue el secretario de Defensa, Ashton Carter, quien elevó la tesitura en los comentarios al culpar sin muchas contemplaciones a los iraquíes de esa derrota.
Carter afirmó que, aun cuando las fuerzas gubernamentales no fueron superadas en número por los extremistas, las mismas «fracasaron en la lucha y se retiraron del sitio, lo que me dice a mí, y creo que a la mayoría de nosotros, que tenemos un problema con la voluntad de los iraquíes para pelear contra el EI y defenderse».
El titular norteamericano agregó que a los iraquíes se les puede ofrecer «formación, equipos, pero obviamente no podemos darles la voluntad de luchar».
Tras la protesta del primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, el vicepresidente Biden debió llamarle por teléfono a modo de desagravio.
De acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, Biden honró a las tropas iraquíes y volvió a prometer a Al Abadi «completo apoyo, incluida la provisión acelerada de equipos y entrenamiento».
En mayo, el Pentágono entrenaba nueve brigadas de las fuerzas armadas de Irak, tres de ellas integradas por kurdos, y para eso contaba con la presencia en ese país de poco más de 3.000 efectivos, la mayoría pertenecientes a las Fuerzas de Operaciones Especiales.
Por otro lado, Washington encabeza en Iraq una campaña aérea integrada por Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Jordania, Holanda, Bélgica y Reino Unido, mientras que en Siria - donde se lleva a cabo desde septiembre pasado, sin anuencia gubernamental - se suman Bahréin, Jordania, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
El Comando Central - encargado de las operaciones militares estadounidenses en Oriente Medio - informó que los más recientes bombardeos buscan «negar ventajas tácticas a los yihadistas» y se concentran en objetivos estratégicos como refinerías y en las inmediaciones de ciudades iraquíes como Ramadi, Faluya y Bagdadi.
Asimismo, ese mando dio cuenta de avances por tierra de fuerzas gubernamentales que, junto a los ataques aéreos, estarían degradando capacidades de EI en algunas zonas de Al Anbar, de mayoría sunita.
En paralelo, la ONU denunciaba que los golpes aéreos de la coalición contra el EI provocaron víctimas civiles en suelo sirio.
El informe, presentado en el Consejo de Seguridad, cita en particular la muerte de 64 personas cerca de Alepo, durante uno de los más de mil 350 bombardeos con drones y aviones tripulados ejecutados hasta la fecha sin que los yihadistas detengan su ofensiva.
Con independencia de lo que ocurra en el futuro próximo -y ciertamente se descarta una derrota del EI a corto plazo -, ya la estrategia de Obama es blanco de innumerables críticas en el Congreso por parte de los republicanos.
Sus adversarios no dejan de avivar el discurso sobre la supuesta incapacidad del dignatario como comandante en jefe y garante de la seguridad de los estadounidenses y de sus aliados en Oriente Medio.
Voces como la de John McCain - jefe del Comité de Servicios Armados del Senado - abogan por el envío de tropas norteamericanas al terreno.
A su vez, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, sostuvo que Obama debe reconsiderar su solicitud al Congreso para el uso de la fuerza militar a fin de ganar más poder en el enfrentamiento a la amenaza creciente del EI.
Según el congresista republicano, la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar - presentada en febrero - resulta irresponsable a la luz de los hechos recientes y debido a las características de la lucha en la que está involucrado Estados Unidos.
Desde el envío al Capitolio de ese proyecto, los republicanos iniciaron sus ataques con el argumento de que carecía de un basamento estratégico e imponía demasiadas restricciones a los jefes militares.
La propuesta de Obama busca dar basamento legal a la actual campaña aérea y proveer un marco flexible para la conducción de operativos sobre el terreno en circunstancias limitadas; es decir, en caso de rescates, en acciones de fuerzas especiales contra el liderazgo extremista o cuando se emplee personal de la coalición.
De igual modo, la iniciativa - válida por un plazo de tres años - autorizaría el uso de fuerzas estadounidenses para operaciones de inteligencia, misiones para permitir ataques aéreos y labores de asesoría.
El Pentágono y la clase política en Washington celebraron a mediados de mayo la eliminación, mediante una incursión de fuerzas especiales, de uno de los líderes del EI en Siria, Abu Sayyaf, y la captura de su esposa, Umm Sayyaf.
Se trata de un triunfo que supuestamente legitimaba la apuesta presidencial
Ashton Carter calificó la operación de «golpe significativo», pero enseguida la euforia pasó, justo en la medida en que llegaban las noticias sobre la pérdida de Ramadi y el progreso galopante de los extremistas en la propia Siria - amenazando los tesoros arqueológicos de Palmira - y en Libia.
Oriente Medio - región fundamental para Washington por su posición estratégica militar y comercialmente, y por las enormes reservas de crudo de su subsuelo - plantea difíciles teoremas para Obama, incluidos el interminable conflicto israelí-palestino, la desestabilización interna y posterior agresión a Yemen, así como las negociaciones en curso sobre el programa nuclear de Irán.
En busca de cartas ganadoras para sus intereses en esa área, Obama fue el anfitrión hace algunas semanas - en Camp David - de una cumbre sobre seguridad con sus aliados del Golfo a fin de zanjar desencuentros a puertas cerradas.
Participaron altos representantes de Omán, Bahréin, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar, pero sólo estas dos últimas naciones asistieron con sus más altas autoridades: los emires Sabah al-Ahmad al-Sabah y Tamim bin Hamad al-Zani, respectivamente.
Lastrada por la ausencia del rey Salman de Arabia Saudita - lo que se interpretó como un desplante por diferencias sobre las negociaciones nucleares con Teherán -, la cumbre tuvo como objetivo la restauración total de la mutua confianza y el intercambio, entre otros temas, sobre el avance del EI en la región.
Como ya vimos, pocos días después el incremento del accionar de los extremistas del EI justificaría - todavía más, si es que era necesario - la creciente preocupación de Obama y sus socios sobre la situación en este lado del mundo.
¡Buena Semana!