Estimados,
El arresto de Jonathan Pollard por espiar para Israel generó uno de los casos de espionaje más desastrosos en las relaciones entre el Estado hebreo y Estados Unidos, encendiendo pasiones y provocando tensiones diplomáticas por varias décadas.
Treinta años después, Pollard, que cumple una sentencia de cadena perpetua, recibirá libertad condicional y será excarcelado en unos meses.
Pero las disputas continúan. Sus abogados dijeron que pedirán clemencia a Obama para que le permita viajar a Israel, algo que no puede hacer sin autorización bajo los términos de dicha libertad condicional.
«Esperamos con ansiedad que lo liberen; se trata de un héroe judío», afirmó el ministro israelí de Educación, el ultranacionalista religioso Naftali Bennett, al referirse a la noticia.
Lo cierto es que el «affaire Pollard» causó divisiones políticas y fue usado a veces como ficha de negociación desde el día de 1985 en que fue arrestado cuando trataba de asilarse en la embajada israelí en Washington.
Sus partidarios ven al ex analista de inteligencia de la Marina como un mártir que recibió un castigo exagerado en vista de que espió para un aliado de Estados Unidos. Sus detractores, no obstante, lo consideran un traidor que difundió secretos a cambio de dinero.
Si bien la decisión fue anunciada pocas semanas después del acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán al que se opone Israel, la Casa Blanca negó que haya relación alguna o que la excarcelación de Pollard sea una concesión a Netanyahu.
Bibi, por su parte, señaló que, aun cuando ve con agrado la liberación, no dejará de condenar el pacto con Irán.
El Departamento de Justicia destacó que, bajo las normas vigentes cuando fue sentenciado, Pollard podía ser liberado bajo palabra después de 30 años de cárcel. El Departamento no se opuso a la solicitud, basada en el buen comportamiento registrado durante su sentencia y el hecho de que no se considera que vaya a cometer nuevos delitos.
Sus partidarios afirman que suministró información vital para los intereses de seguridad de Israel en momentos en que el país estaba amenazado por sus vecinos de Oriente Medio. Los fiscales y varios miembros de la comunidad de inteligencia dicen que entregó una cantidad tal de documentos clasificados que se tornó en uno de los espías norteamericanos que más información revelaron.
Estados Unidos indicó que entregó información acerca de cómo burlar radares y cómo contrarrestar capacidades electrónicas de naciones hostiles a Israel, incluida Arabia Saudita.
Una declaración del entonces secretario de Defensa, Caspar Weinberger, señaló que «Pollard provocó daños irreparables al suministrar a los israelíes más de 800 documentos y más de 1.000 mensajes y cables clasificados». Weinberger añadió ante una comisión del Senado que la difusión de esa información llegó a poner en peligro a tropas estadounidenses.
Que Pollard no es ni héroe ni mártir ni nada que se le parezca es muy fácil de comprobar. Alcanzaría con entender de qué manera se comportarían las autoridades israelíes en caso de que descubrieran aquí a alguien similar que entregara información clasificada a Estados Unidos o a cualquier país de Europa occidental.
Pero hay algo peor. Mucho peor. En enero de 2004 Israel aceptó liberar a 400 terroristas de Hezbolá y palestinos a cambio de Eljanán Tenembaun, un ex alto oficial del Ejército que aprovechó su cargo para traficar drogas con Líbano. No obstante, cuando el «héroe» Pollard fue descubierto y entró en la embajada israelí en Washington en busca de la protección prometida de antemano, fue echado a la calle bajo amenazas por sus «patrones», Rafi Eitán y Aviam Sela, que «valientemente» abordaron el primer avión a Tel Aviv y hasta hoy no pueden entrar en Estados Unidos por tener orden de captura.
Bendito seas Israel, que así tratas a tus «héroes».
¡Buena Semana!