Estimados,
Una vieja costumbre turística es recurrir a la sabiduría múltiple de los taxistas del lugar que se visita a fin de poder saber el pronóstico del tiempo, el tipo de cambio de la moneda, los deportes o la situación social, política y económica del país.
Digo ésto evocando mi visita a Granada. Recuerdo que le pregunté al taxista que me llevaba a conocer la Alhambra, acerca de la situación económica de la región. Ante mi total sorpresa y sin conocer mi identidad, respondió sin tartamudear: «Mal señor, muy mal; de hecho, desde que echaron a los judíos de aquí, ésto nunca volvió a ser lo que era antes…»
Reconozco que una sensación rara, mezclada de justicia y dolor, invadió mi interior.
Más vale tarde que nunca - dije para mis adentros.
La historia suele brindanos a veces esas pequeñas «venganzas del chinito», aquellas que por un instante, hacen que repentinamente se abran los cielos y uno sea testigo de un pequeño estado de plenitud y conformidad.
Si el taxista tenía razón, ¿Qué determinó entonces la expulsión de los judíos de España en 1492 por los Reyes Católicos? ¿Tan ávidos estaban de empeorar la situación inmediatamente después de la Reconquista?
Las causas de la expulsión de los judíos dieron lugar a un intenso debate historiográfico en el que se manejaron interpretaciones muy diversas. Se argumentaron explicaciones basadas en la presión de la opinión popular antijudía, el odio del pueblo hacia los judíos a causa de la práctica de la usura y de su acumulación de riquezas. También se esgrimieron causas fundamentadas en alineamientos sociales, un episodio de la lucha de clases entre los tradicionales grupos privilegiados de la nobleza y el clero y la incipiente de los judios, o la expulsión como alianza de las oligarquías urbanas antijudías con la monarquía.
Sin embargo, en aquella época, ni la opinión de las masas populares tenía gran incidencia en las decisiones de la alta política, ni la ecuación judíos=burguesía tenía fundamento, como tampoco la tenía el antagonismo nobleza <> judíos, pues muchos de ellos eran administradores de los estados de la aristocracia; asimismo las oligarquías ciudadanas tampoco tenían la impronta suficiente para imponer una decisión de tanta trasendencia sobre una monarquía autoritaria que, por otro lado, controlaba a los municipios a través de los corregidores.
A pesar de la dificultad de establecer con precisión la razón última que llevó a Fernando e Isabel a la expulsión, hay algunos puntos que parecen bastante asentados en el debate historiográfico actual. Uno sería el hecho de que la iniciativa partió de los inquisidores que pretendían, con tal radical medida, acabar con el «herético contrato» de convivencia entre judíos y cristianos en el mundo occidental. En segundo lugar, en general, se reconoce un fondo político a esta decisión: constituir un paso más de la monarquía autoritaria de los Reyes Católicos en su afán para lograr una mayor cohesión social, repetidamente resquebrajada por los tumultos antijudíos de la década de los '80 del siglo XV, a partir de la unidad de la fe.
En este sentido algunos historiadores llegaron a afirmar que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón esperaban que la eliminación del judaísmo facilite la asimilación definitiva y la integración de los conversos en la sociedad española; mientras que otros sostenían que los reyes aspiraban a un máximo religioso, concretado en la unidad de la fe católica, que habría que interpretar como un elemento de la maduración del poder de la monarquía en la construcción del futuro Estado moderno español.
¿Suena conocido, no?: opinión popular, asimilación, integración, unidad, contratos heréticos, cohesión social…
El caso es que la izquierda española debe estar muy preocupada: los movimientos independentistas de catalanes, vascos y gallegos, la ineficacia de los estatutos autonómicos, la inmigración ilegal, la barrera de Melilla, los enfrentamientos ideolígicos con la Unión Europea, las elecciones nacionales que se vislumbran en el horizonte, etc.
Al parecer, es demasiada carga para aportar respuestas después de haber dejado al país en la bancarrota, y puede que cayó en la cuenta de que su imagen en la opinión pública no esté a la par de sus aspiraciones. Son de esos momentos claves en la historia en los cuales debe decidir si obra con una visión estatal o con una política oportunista.
La izquierda y el movimiento BDS español, que llaman a boicotear a Israel, escogieron: en lugar de cordura y sensatez optaron por la demagogia, el populismo y el antisemitismo. Sin darse cuenta, vendieron su primogenitura por un suculento, momentáneo y esperanzador plato de lentejas cargado de lo que ellos llaman integracion, unidad, opinión pública y autoritarismo.
La izquierda española y el BDS, conocedores de los últimos sondeos nacionales, saben contar el número de votos posibles de judíos o árabes a la hora de la verdad; analizan con extrema sensibilidad la proveniencia del capital inversionista en España con fuerte olor a petróleo impregnado en las camisetas del Real Madrid o del Barça, entre otros.
A la sombra de esos datos, el BDS español vio la tensión en Oriente Medio - no el paro ni la recesión económica local - como un oportunidad en la que puede apoyarse para satisfacer sus más inmediatos intereses y no tardó más de un minuto en aprovecharla. Así de simple; ese es el motor de sus planteamientos en política internacional totalmente relacionados con la ropa sucia que debe lavar en casa.
La situación es clara. La izquierda española renunció al rol de mediación que mantuvo España en nuestra región durante años; un papel iniciado en la etapa de Felipe González. España, desde su nueva era democrática, siempre fue una voz escuchada y tenida en cuenta en momentos de tensión tan intensos como los actuales.
Sin embargo, el BDS español prefirió optar por una actitud grotesca y caduca que lo lleva a ponerse de parte de grupos terroristas islámicos yihadistas tanto en Siria como en Irak, Yemen, el Sinaí, Gaza y Líbano mantenidos por Irán. No aprendieron nada después de los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004 que les pavimentaron el camino al poder contra todas las encuestas, cerrando de esta forma la línea de comunicación con Israel que permanecía ininterrumpida desde hace años.
Ahora, en un nuevo gesto irresponsable, se lanzaron a lo más fácil y cruzaron la línea roja que separaba al disfraz de sus verdaderas intenciones. En el mejor estilo antisemita, le anunciaron al cantante judío norteamericano Matisyahu que «aquí nadie entra si antes no se alinea con nuestra plataforma». «¿Usted quiere cantar en nuestros festivales?, OK; primero pronúnciese en contra del sionismo imperealista-opresor y a favor de la causa palestina».
Emulando a los Reyes Católicos (que hoy serían juzgados por crímenes de lesa humanidad), 523 años después del Edicto de Granada, izquierdistas españoles del BDS deciden expulsar nuevamente a un judío de su territorio sólo por su identidad nacional y religiosa y optan así por un frente en el que el terrorismo desestabiliza a Oriente Medio y a todo el mundo occidental.
La posterior disculpa proporcionada fue tan carnavalesca, que los mismos voceros de los gobiernos nacional y valenciano reconocieron como un grave error, aludiendo que «fue sin querer».
Pero en esas esferas de la política, ese tipo de gestos no se hacen sin querer. Hay iniciativas que significan más que mil disculpas; ésta es una de ellas. Dificilmente la olvidaremos; sí lo harán Irán, Siria, Siria, Yemen, el Estado Islámico, Al Qaeda, Hezbolá y Hamás. Si ya en la Antigua Roma no se les pagaba a los traidores, menos aún éstos, que la van de sanguinarios justicieros de Alá y se proponen limpiar el mundo de infieles; de todos los infieles.
Que al BDS y a la izquierda española no les gusta para nada que Israel esté donde está y se defienda de lo que tiene que defenderse, resulta tan obvio como sus intenciones. Que son solidarios con países en los que la democracia brilla por su ausencia, se evidencia en las manifestaciones contra el Estado hebreo y contra su derecho legítimo a combatir a quienes desde hace años anuncian una y otra vez que pretenden borrarlo del mapa. Pero que comprometan la posición internacional de España con acciones antisemitas que no se les ocurren más que a Nicolás Maduro, Evo Morales y a toda esa chusma de caudillos de plastilina, es comprometer de forma muy delicada a todos aquellos representantes españoles en el exterior que procuran mantener una posición de equilibrio y concierto en un endemoniado conflicto, que, evidentemente, no se solucionará con boicots oportunistas a judíos de todo el mundo.
Si la izquierda española y el BDS no me creen, que vayan y le pregunten a mi taxista de Granada.
¡Buena Semana!