Estimados,
Hay fotografías que cambian nuestra perspectiva. Momentos que marcan un punto de inflexión en debates políticos o conflictos. Imágenes como la del soldado nazi apuntando al niño judío que, con sus brazos en alto, marcha hacia la muerte, o la de Yigal Amir baleando por la espalda a Rabín en Tel Aviv, o la de los primeros paracaidistas agotados que llegaron al Muro de los Lamentos de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días.
También están las que tomaron Robert Capa durante la guerra civil española o Eddie Adams en la guerra de Corea y la de Vietnam, reflejos de esos instantes congelados que muestran la crudeza de los tiempos más amargos de nuestra historia.
Igual sucede ahora con la crisis de refugiados que, huyendo del horror de las masacres en Siria, Irak, Yemen o Afganistán, entre otras, naufragan antes de alcanzar las costas europeas.
Un fotógrafo turco captó la imagen que dio la vuelta al mundo. El niño sirio Aylan Kurdi, de 3 años, devuelto sin vida a una playa mediterránea, se clavó en nuestras retinas, helando nuestra sangre y abofeteando cada rincón de nuestra conciencia.
Habrá quien critique la foto por amarillismo, pero la imagen se hizo viral hasta convertir la crisis de los refugiados en un tema central, no sólo de la política europea, sino también de la propia comunidad internacional.
No olvidemos; la crisis de los refugiados comenzó mucho antes que la imagen de Aylan Kurdi. La guerra de Siria empezó hace cuatro años, tras las manifestaciones de la mal llamada «primavera árabe».
Aquellas concentraciones pronto se tornaron en un conflicto violento entre partidarios del dictador Bashar al-Assad y sus oponentes. En este segundo grupo están, entre otros, los yihadistas de Jabhat al-Nusra (Al-Qaeda), salafistas como Ahar al-Sham, la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular, el Ejército Libre de Siria y los megaterroristas del Estado Islámico (EI).
Así, la crisis de refugiados, con la muerte de más de 2.500 personas en el Mediterráneo según la ONU y otras 300.000 intentando llegar a Europa, encontró en la desgracia de Aylan Kurdi la imagen para retratar por completo a nuestra sociedad.
Durante años, el conflicto bélico en Siria fue ignorado deliberadamente a cuenta de los ataques entre Israel y Hamás. También lo era la salida de miles de personas huyendo de las armas químicas. Sin embargo, tuvieron que ser las brutales fotografías de refugiados muertos en el mar las que despertaran el interés de la opinión pública.
El conflicto de Siria, la mayor tragedia humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, no es el único tema olvidado durante años. El interés social por lo que ocurría en aquel país, así como la situación de inestabilidad y guerra en otras zonas como Irak, Afganistán o Eritrea, fue muy desigual en los diferentes países del globo.
Durante las últimas semanas, salvo excepciones, los gobiernos europeos bloquearon sus propios acuerdos para solventar la crisis; una crisis que se llevó la vida de criaturas inocentes como Aylan Kurdi, y que deberían hacerlos reflexionar sobre el futuro que pretenden construir.
Ese escenario dantesco, exhibido en los principales medios del planeta, hizo repentinamente tomar conciencia sobre la tragedia de la guerra civil siria, que ya transita por su quinto año y que tiene hasta aquí un balance de 240 mil personas muertas, entre ellas miles de niños.
Los europeos, recién ahora, cuando los cadáveres de quienes intentan huir del horror se aproximan a su continente y miles de personas desesperadas se concentran en sus fronteras, parecen descubrir la magnitud de un fenómeno que prefirieron ignorar o negar.
Hoy Europa se sacude con la imagen del niño sirio muerto en la playa turca, pero aparte de dar refugio a algunos miles que escapan de la barbarie, no utiliza todo su potencial económico y militar para detener una masacre que se venía gestando sin pausa y muy cerca de su territorio. Dificilmente pueda trocar su cinismo por una acción concreta que conduzca a aliviar el problema.
Las guerras en Oriente Medio pasaron de tocar las puertas de Europa a estremecer los mismísimos cimientos de su aparente unidad.
Aylan, su hermano Galib, de 5 años, y su madre, Rihan, de 35, están muy lejos de ser las únicas víctimas detrás de una foto conmovedora.
¡Buena Semana!