Estimados,
«Canten la canción por la paz, pero no susurrando una plegaria. Mejor canten la canción por la paz con un grito enorme».
(«Canción por la paz» - Letra: Yaakov Rotblit. Música: Yair Rosenblum)
La letra de la «Canción por la paz», escrita en una hoja de papel que después guardó en su saco, fue entonada por Itzjak Rabin junto a más de 100 mil personas que ese sábado 4 de noviembre de 1995 colmaban la Plaza de los Reyes de Israel, en Tel Aviv, rebautizada después con su nombre.
Pocos minutos antes de ese canto compartido que cerró el masivo acto, en el cual participé junto a mi esposa y mis hijos, Rabin había dicho a la multitud: «Estoy convencido de la oportunidad que tenemos de conseguir la paz. La paz lleva intrínsecos dolores y dificultades para poder conseguirla, pero no hay camino sin esos dolores; y las desgracias de las guerras son infinitamente mayores».
Un poco después, cuando se dirigía hacia su automóvil y la plaza seguía entonando consignas esperanzadas de un futuro de convivencia, Yigal Amir le disparó tres veces a quemarropa y por la espalda. Minutos más tarde, se anunciaba que Rabin había muerto en el hospital al que fue trasladado desangrado por los disparos.
Esa fatídica noche, las heridas mortales no sólo mancharon de sangre la cartulina con la «Canción por la paz». Todo el proceso negociador con los palestinos, iniciado en Oslo y coronado en los jardines de la Casa Blanca recibió también el impacto fatal.
El mutuo reconocimiento entre Israel y la OLP y el apretón de manos de Rabin con Arafat ante Bill Clinton, fue la postal que antecedió al Nobel de la Paz, pero también la imagen que sus detractores más radicales ultrancionalistas y mesiánicos israelíes usaron para acusarlo de traidor y vendepatria.
La fórmula de paz por territorios que Rabin abrazó en su segunda gestión al frente del Ejecutivo hebreo, propició el establecimiento de una autonomía palestina en Gaza y Jericó, con un plan que la extendería hacia otras zonas de Cisjordania.
Nadie tenía más autoridad que Rabin para negociar con el enemigo. Él, que combatió por la independencia de Israel, que salvó a Jerusalén del sitio en 1949 y la reunificó en 1967. «La paz no se hace con amigos. Cualquiera hace la paz con Noruega o Dinamarca», decía.
Los avances en el proceso de paz, que en 1994 acordaron también otro pacto sellado con el rey Hussein de Jordania, no sólo fueron torpedeados por enemigos políticos israelíes. Atentados terroristas de Hamás y la Yihad Islámica, además de sembrar pánico, angustia y desamparo, reforzaron el rechazo de algunos sectores israelíes a cualquier negociación. Pero fue el extremismo judío, con su prédica en favor del «Gran Israel» y la defensa de los asentamientos, el que más agitó una atmósfera hostil.
Lea, Dalia y Noa, esposa, hija y nieta de Rabin, respectivamente, señalaron con amargura a políticos que con sus discursos beligerantes alimentaron ese clima contra él. Entre los principales apuntados estaba Netanyahu, quien de manera paradójica - o no tanto - llegaría por primera vez al poder en mayo de 1996.
El caso es que mientras hace unos días las evocaciones volvieron a poblar por vigésima vez la plaza en Tel Aviv, israelíes y palestinos seguimos inmersos en un conflicto sangriento sin soluciones a la vista, a pesar de que en cada campaña electoral Bibi no se cansa de volver a comprometerse con nuestra seguridad personal.
El odio y la desesperación de la población palestina, que lleva a disparos, achuchillamientos y atropellamientos contra inocentes, y los aires mesiánicos de una ocupación colonial militar despótica de territorios «prometidos por la Divina Providencia» - que no otorga derechos civiles mínimos a la población -, son sólo consecuencia de una paz que los líderes de ambas partes se niegan a acordar.
Por su propio bien, Israel debe poner en práctica la solución de dos Estados. Un Oriente Medio en largo estado de ebullición, la cruenta guerra en Siria y la irrupción terrorista del yihadismo islámico en sus múltiples facetas, suman inquietud en una región donde el impacto de aquellas balas en la espalda de Rabin vuelve a retumbar nuevamente cada 4 de noviembre con macabro eco.
¡Buena Semana!