Estimados,
Los complejos lazos entre los países de Oriente Medio, marcados por décadas de enfrentamientos, pueden verse alterados por el descubrimiento y explotación de grandes reservas de gas natural. El principio de acuerdo anunciado para la normalización de las relaciones entre Israel y Turquía, degradadas tras el abordaje a la flotilla de Gaza en 2010, parece tener como fondo una carrera por la riqueza de la energía a la que se sumaron vecinos como Chipre o Egipto.
Turquía se había mantenido firme hasta ahora en su controversia con Israel en los últimos cinco años. La muerte de 10 de sus ciudadanos en la operación lanzada por comandos israelíes en aguas internacionales para interceptar el buque turco Mavi Marmara, que encabezaba la flotilla que navegaba rumbo a Gaza, arruinó las estrechas relaciones de cooperación que Ánkara mantenía con Jerusalén.
Recep Tayyip Erdogan, entonces primer ministro y hoy presidente de Turquía, exigió tres condiciones para la reconciliación: disculpas del Gobierno israelí, indemnización a las familias de las víctimas y levantamiento del bloqueo a la franja palestina. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, arrancó con fórceps las disculpas del primer ministro Binyamín Netanyahu durante su visita a Jerusalén en 2013. El jefe del Gobierno israelí ya aceptó además el pago de 20 millones de dólares en compensaciones para los familiares, a través un fondo internacional.
Queda por ver cómo arbitrarán Erdogan y Bibi el peliagudo tercer punto sobre Gaza. Un alto cargo del Ministerio de Exteriores turco declaró que también se había producido un acercamiento en este asunto, sin precisar más sobre la cuestión. En su columna en el diario «Maariv», la analista Smadar Peri apuntaba que Netanyahu parece estar dispuesto a anunciar un levantamiento parcial del bloqueo, dejando constancia de que toda la ayuda humanitaria que llegue a Gaza sería aceptada y que los residentes en el enclave podrían recibir permisos de salida «en función de sus necesidades».
Aunque ambos países aliados de Estados Unidos retiraron a sus respectivos embajadores y suspendieron la cooperación militar y de seguridad, las relaciones económicas entre Israel y Turquía no dejan de aumentar. El volumen del comercio bilateral se duplicó desde el abordaje a la flotilla hasta alcanzar un monto de unos 7.700 millones de dólares en 2014.
La presencia de Rusia como nuevo actor regional, tras su intervención militar en Siria, contribuyó también a alterar los equilibrios en las relaciones diplomáticas. Israel teme el despliegue de los misiles tierra-aire S-400 rusos, capaces de interceptar a sus aviones de combate más modernos. Turquía, que comienza a sufrir ya los efectos de las sanciones de Moscú tras el derribo de un bombardeo ruso al que acusó de violar su espacio aéreo, ve como se esfuma el proyecto de gasoducto hacia Europa a través de Anatolia impulsado por el Kremlin. Precisamente más de la mitad del gas que consumen los turcos tiene su origen en Rusia.
La partida de póquer para desbloquear las relaciones turco-israelíes se jugó en apenas una semana. Primero fue Bibi - que acaba de dar un puñetazo legal sobre la mesa del Parlamento para aprobar la explotación del yacimiento de gas Leviatán - quien desveló en la Knéset que su Gobierno iba a negociar la venta de gas a Turquía. Luego fue Erdogan quien advirtió de que la reanudación de las relaciones podría ser beneficiosa para toda la región. Finalmente trascendió que altos cargos diplomáticos de ambos países se habían reunido en secreto en Suiza para cerrar los detalles de un principio de acuerdo.
Por el lado israelí se exige el compromiso de limitar las actividades de Hamás y de expulsar de Turquía a uno de sus jefes de operaciones, Saleh Aruri, al que se acusa de teledirigir atentados terroristas en Cisjordania. A la espera de la evolución de los acontecimientos, el reciente encuentro mantenido en Estambul entre Erdogan y el líder de Hamás, Khaled Mashal, puede ser interpretado como una advertencia a los islamistas palestinos.
Por parte turca se intenta ante todo transmitir a Rusia que existen otras fuentes alternativas de suministro de gas. De ahí que en todas las informaciones que trascendieron sobre el principio de acuerdo alcanzado en Suiza figure la negociación de la exportación de gas israelí a Turquía.
El yacimiento Leviatán, con unas reservas estimadas en 622.000 millones de metros cúbicos y que empezará a producir a finales de esta década, garantizará la independencia energética de Israel, que ya tiene cubiertas casi la mitad de sus necesidades de gas tras la puesta en servicio en 2010 del campo Tamar, también en aguas próximas a Haifa.
El Gobierno de Bibi contaba con poder exportar los excedentes a Jordania y Egipto a través de una red de gasoductos ya existente, pero el descubrimiento del yacimiento Zhor en la zona de explotación económica egipcia le arruinó esos planes. La compañía italiana ENI, que llevó a cabo las prospecciones, estima que las reservas de gas localizadas superan a las de Leviatán, con un volumen que vendría a satisfacer las necesidades del consumo interno y permitiría devolver a Egipto el papel de país exportador de energía.
Desarrollar las interconexiones llevará tiempo. A pesar de que la cotización de las acciones de la compañía turca Zorlu Energy, que negoció la construcción de un gasoducto con empresas israelíes, se disparó hasta un 10% en la Bolsa de Estambul.
Analistas israelíes dicen de que se trata de un proyecto complejo - hasta 2.000 metros de profundidad - y costoso - un mínimo de 4.200 millones de dólares, pero enseguida recuerdan que, como en las partidas de póquer, las apuestas por la guerra suelen ser mucho más caras.
¡Buena Semana!