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El reloj de Obama no marca las horas

Estimados,

Hace cuatro años, el senador Barack Obama inició su carrera a la Casa Blanca con la promesa de una política exterior alejada del enfoque belicista del entonces presidente de EE.UU, George W. Bush, que priorizara el multilateralismo y la diplomacia como forma de resolver conflictos.

Uno de los ejes de esa política era la mano tendida a Irán, a quien ofreció «negociaciones sin condiciones». Obama fue seriamente criticado por ello. Se le tildó de «ingenuo». Su rival en las primarias del Partido Demócrata, Hillary Clinton, le reprochó que fuera demasiado blando y los republicanos llegaron a acusarle de practicar una política de apaciguamiento similar a la que llevó a cabo Chamberlain con Hitler para tratar de evitar la Segunda Guerra Mundial.

Que Obama optara por una vía conciliatoria no quería decir que no tuviera claros sus objetivos. Desde el primer momento, antes y después de llegar a la presidencia, dejó claro que las pretensiones de Irán de desarrollar armas nucleares eran «inaceptables». En abril de 2009, en el discurso de Praga en el cual expuso su visión de un mundo sin armas nucleares, Obama abundó en su oferta a Teherán de un diálogo «basado en el respeto y los intereses mutuos», pero advirtió que la república islámica debía elegir entre ocupar el lugar al que tiene derecho dentro de la comunidad de las naciones o un aislamiento creciente, presión internacional y una potencial carrera de armas nucleares en Oriente Medio que incrementaría la inseguridad de todos.

Cuatro años después, y con la tensión entre Washington y Teherán disparada, resulta evidente que la política de mano tendida del mandatario norteamericano fracasó. El problema es que con el régimen de los ayatolas ya se intentó todo para tratar de poner fin a su programa nuclear. Hubieron negociaciones e incentivos que no condujeron a nada; una guerra a oscuras y una campaña de sabotajes que aún funcionan; sanciones internacionales, etc. Pero lo cierto es que, pese a todo ello, los sucesivos informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) indican que el proyecto nuclear iraní avanza y no deja dudas acerca de su carácter militar.

Después de varios años de tire y afloje, cuatro rondas de sanciones decretadas por la ONU, aquéllas que aplicó EE.UU y las más recientes de la Unión Europea, no inmutaron al Gobierno de Ahmadinejad, porque no apuntaban a los intereses vitales del país. Eso parece cambiar. El ultimo día del 2011 Obama firmó una ley que penaliza a instituciones financieras que hagan tratos con el Banco Central de Irán, el conducto principal para los ingresos procedentes del petróleo. Mientras tanto, la UE decidió aplicar a los ayatolas un embargo petrolero, al que sumó Australia, y al cual se acoplarían Japón, Corea del Sur y posiblemente China, lo que privaría a Teherán del 20% de sus recursos.

La guerra encubierta atribuida a Israel y EE.UU, quizá con el apoyo de Gran Bretaña, incluye prácticas diversas que van desde introducción de virus informáticos para inutilizar centrifugadoras al exterminio de científicos nucleares y a una serie de explosiones misteriosas en instalaciones militares iraníes. Esta campaña logró retrasar varias veces el desarrollo del proyecto, pero no lo detiene. Las estimaciones de cuándo Irán alcanzaría la capacidad técnica de fabricar armamento atómicos varían. Las más alarmistas dan menos de un año.

Por otro lado, más allá de los enormes riesgos de todo tipo que entrañaría, tampoco está claro que un ataque militar a las instalaciones nucleares iraníes pueda ser efectivo y lograr el objetivo perseguido. Algunas centrales están en búnkeres bajo las montañas, aunque varios expertos aseguran que EE.UU e Israel disponen de la capacidad tecnológica para hacerlo.

La gran mayoría de la población de Israel cree que un Irán nuclear, gobernado por un régimen teocrático que cada dos por tres promete borrarla del mapa, sería una amenaza existencial. No hay consenso interno para una operación militar, pero la presión por la inseguridad está ahí. En todo caso, resultaría inconcebible sin el beneplácito de EE.UU y no parece que Obama esté por dar luz verde.

El peligro de la actual escalada de tensión es que el presidente norteamericano, ocupado actualmente hasta la coronilla en su reelección, deje pasar demasiado tiempo y la lleve al punto en que no le quede otra opción.

Y como ya sabemos, el tiempo es el único recurso verdaderamente no renovable.

¡Buena Semana!