Estimados,
Jamás podremos acostumbrarnos a la confusión, al pasmo y a la rabia que producen estos tipos de noticias. Aunque sea porque no tenemos anticuerpos contra el dolor y si los tuviéramos serían inservibles para entender la nueva fechoría del fanatismo islamista encarnado esta vez en un terrorista francés, de origen argelino, obsesionado por declarar la guerra a personas inocentes y a poner de rodillas a toda una nación y a todo un pueblo.
¿Nos puede sorprender? Como si no hubiésemos sido testigos de las infinitas muestras de totalitarismo y de maldad que el terrorismo islámico perpetró contra judíos estén donde estén: Israel, Argentina, EE.UU, India, Georgia, Turquía, Tailandia, Reino Unido y Francia, entre muchos otros lugares.
Ahora los judíos volvimos a ser el epicentro de todas sus múltiples locuras, personificadas esta vez en Yonathan, Arié, Gabriel y Miriam, un maestro y tres alumnos que lo único que hicieron - aparte de ser judíos - fue pretender entrar en una escuela en Toulouse para enseñar o aprender, y en lugar de ello se transformaron en víctimas de una matanza absolutamente inexplicable.
Matar gratis. Una masacre en la que tres niños y el padre de dos de ellos murieron y otras cinco personas resultaron heridas a manos de un tal Mohamed Merah, el terrorista de turno que antes de morir aún pretendío cometer una matanza mucho peor para «vengar la muerte de niños palestinos y de musulmanes caídos en Afganistán».
¿Qué delito cometieron esos cinco inocentes? Ser judíos. Nada nuevo. Los judíos, y fundamentalmente Israel, llevan siendo la obsesión patológica del fundamentalismo islámico. ¿Las razones? Muy simples: Su educación en defensa de la libertad; ser la única nación verdaderamente democrática de la región; no linchar ni fustigar homosexuales; no lapidar mujeres; no asesinar a fieles de otras religiones ni condenar a muerte a ciudadanos sólo por el hecho de no someterse a los designios de un fanatismo religioso en un Dios único?
Más allá de la bronca que nos produce, este atentado nos debería formular muchos interrogantes que al final tendrían que circunscribirse en una misma conclusión. Este crimen nos demuestra, una vez más, la fragilidad de nuestra sociedad y de los valores que la sustentan.
Sin ir más lejos, un ciudadano francés educado bajo los valores humanistas de Voltaire, Rousseau y Sartre, se vanagloriaba de pertenecer a Al Qaeda y de integrarse en grupos terroristas de talibanes.
Pero, al mismo tiempo, el atentado es una derrota colectiva como sociedad. Porque cada persona aleccionada en el odio, ya sea en escuelas, familias, universidades, mezquitas o en la calle, es un fracaso sin paliativos. Y cuando la sociedad calla y mira para otro lado «porque ello no nos afecta», ella misma camina en marcha forzada hacia una muerte civil.
Sin embargo, asombra la distancia con la que se está analizando el asunto. ¿Puede un mundo civilizado loar o proteger a una ideología totalitaria cuyos únicos fines son objetivamente acabar con los sionistas y declarar la guerra a Occidente?
El asesinato de Tolouse lo estarán celebrando todas aquellas «criaturas inocentes» sometidas a un lavado de cerebro por líderes fanáticos de mezquitas radicales con el único objeto de convertirlos en «shaidim» (mártires) dispuestos a inmolarse por la Yihad (guerra santa).
Matar gratis ¿Cabe mayor maldad? Les inculcaron el odio, un corazón de hielo y, por supuesto, serán incapaces de vislumbrar el dolor en el rostro y el sufrimiento de familias de niños inocentes.
Esos monstruos jamás comprenderán que Dios no puede estar en medio de una locura político-militar financiada con millones de petrodólares destinados no a crear niños y ciudadanos libres e iguales, sino a seres humanos alimentados en la violencia, el sectarismo y el odio.
Hamás y Hezbolá, organizaciones terroristas a las que defienden con uñas y dientes selectos sectores del progresismo lunático, estarán más que encantadas con la «hazaña» de un terrorista en el corazón de Europa, masacrando a judíos inocentes y cometiendo una supuesta venganza en favor del pueblo palestino.
Seguro también que andarán exaltados esos salvajes que trataron de asaltar en Egipto la embajada de Israel gritando mensajes antisemitas y llamando a la matar a los miembros del servicio diplomático, como si en ello radicaran las soluciones a sus verdaderos problemas sociales y económicos.
Matar gratis. Ellos - y muchos otros - simplemente pensarán, como hace ya miles de años, que los judíos no pueden vivir como judíos, que no pueden vivir entre los gentiles o, tal vez, como una repetición del infierno profano de Auschwitz, que simplemente no pueden vivir.
«Matar gratis», dijo el presidente de Israel, Shimón Peres, al condenar el atentado en Toulose, además de afirmar que no puede entender que una persona se levante de mañana, tome su café y salga a matar niños.
Matan gratis quienes que en su furibundo odio a los judíos y a Occidente nos lanzaron un desafío a nuestra libertad. Una libertad que debería resultar innegable, pero que está más amenazada de lo que nos imaginamos.
¡Buena Semana!