Estimados,
La política israelí llegó a un nivel en el cual ya le será muy difícil, si no imposible, sorprender a alguien. Pasarán años antes de que seamos testigos de algo igual a lo ocurrido el lunes-martes de esta semana en la Knéset.
Mientras los diputados se disponían a votar la disolución del Parlamento y la convocatoria a elecciones para el 4 de septiembre, Shaul Mofaz y los 27 miembros del partido Kadima decidieron a último momento adherirse a la coalición gubernamental de Netanyahu.
No pretendemos tener la bola de cristal, pero he aquí algunos de los derivados que podrían resultar de dicha movida.
Binyamín Netanyahu: Ganó un año y medio más como primer ministro, convirtiéndose en el líder de una de las más amplias coaliciones de Israel. Ahora tiene la oportunidad - y ya no le servirán las excusas de que sus opositores dentro y fuera del Likud le impiden tomar decisiones - de abordar los principales temas serios que están a la orden del día: Irán, negociaciones con los palestinos, reformas económicas y sociales y un cambio radical del sistema gubernamental. Y todo eso antes de que halla un nuevo presidente en la Casa Blanca.
Shaul Mofaz y Kadima: Por un año y medio, más o menos, se salvaron de una posible muerte política. Pero un año y medio en la política israelí significa una eternidad. La credibilidad y el futuro de Mofaz se ven afectados por la movida, pero por el momento, el líder de Kadima tiene lo que necesita: tiempo para reconstruir su imagen. Si logra que los cuatro asuntos que puso sobre la mesa de Netanyahu se conviertan en leyes, todos lo elogiarán; de lo contrario será recordado como un episodio negro en la historia de la política israelí.
Shas, Eli Yishai y Arieh Deri: Mientras el rabino Ovadia Yosef gobierna el partido, las ganancias son para Yishai. El rabino Ovadia no quería saber nada de elecciones en estos momentos. Aryeh Deri se quedará rezando un año y medio más; y qué significa un año y medio más en Israel ya sabemos. Además, Shas es el principal obstáculo de Mofaz para cualquier reforma determinante en la «Ley Tal» que fue declarada anticonstitucional por la Corte Suprema. La nueva versión de la «Ley Tal» tendrá más cambios en su redacción que en la realidad; de lo contrario Bibi tendrá que elegir entre Shas y Kadima o llamar nuevamente a elecciones. En una situación así, las encuentas para Kadima podrían sólo empeorar.
Avigdor Liberman: Se oponía a las eleccinones y afirmaba que el gobierno debía concluir su legislatura. También quería ser reconocido como el «patrón» de la nueva «Ley Tal». Ahora, su participación en el Ejecutivo se verá mermada y su capacidad para amenazar con derrocar a Bibi también bajará de manera significativa. Su contribución a una nueva «Ley Tal» se reducirá al mínimo, ya que la legislación no pasará sin el aporte de Kadima. En lo que respecta a su posible acusación y juicio, sólo puede ganar. Si hubiese sido acusado formalmente, se vería obligado a renunciar a su cargo. Si su intención es llegar a un acuerdo con la Fiscalía, hará todo lo posible para conseguirlo después de las próximas elecciones. De habérsele iniciado un juicio hubiera tenido que permanecer fuera de la política durante cuatro años por lo menos.
Shelly Yachimovich y el Partido Laborista: Las encuestas le predecían cerca de 20 escaños en la Knéset. Yachimovich fue la diputada que más supo sacar provecho de las protestas sociales del pasado verano. Ahora le corresponde ser presidenta de una oposición parlamentaria insignificante y amorfa. Pero las manifestaciones sociales de este verano ya están a la vuelta de la esquina, y sin Kadima de por medio, Shelly, con sólo ocho bancas en la Knéset, tiene el camino libre para mostrarse combativa, profundizar su mensaje de alternativa gubernamental y mejorar aún más su imagen entre los «indignados» de las clases media y baja de Israel.
Yair Lapid: Sin duda la movida fue una verdadera decepción para el culebrón de estos comicios, que ahora dormitará en una larga temporada estival dando conferencias al estilo Obama con cada vez menos participantes y seguidores que ya veían los letreros de sus nombres en las bancas del próximo Parlamento.
En caso de que las reformas sociales se lleven a cabo, las ganancias serán para Bibi-Mofaz; de lo contrario, el rédito le corresponderá a Yachimovich.
Valdría mucho la pena que retorne a la televisión; allí su éxito está asegurado.
Tzipi Livni: Si la movida de Mofaz prospera, su futuro politico puede darse por concluido. Si en cambio falla, podría esperar su oportunidad y promover su reaparición en un marco ya existente o en otro nuevo.
Lo dicho: un año y medio en la política israelí es practicamente un siglo.
¡Buena Semana!