Estimados,
A pesar de tener su reelección prácticamente asegurada, Obama está sufriendo las consecuencias de no haber sabido ejercer un liderazgo fuerte y coherente en Oriente Medio, donde el sentimiento antiestadounidense desembocó en una nueva ola de violencia en la región.
Algunas libertades conquistadas con gran esfuerzo durante la llamada «primavera árabe» dan el espacio necesario para que la población exprese sus opiniones y es en el contexto de estas aparentes democracias, donde resulta relativamente fácil que la intervención de sectores militantes estimulen y provoquen la indignación y la furia con cualquier motivo.
Más de una decena de personas, incluidos cuatro diplomáticos estadounidenses, murieron en violentas protestas en Egipto, Libia, Sudán, Túnez y Yemen a raíz de la difusión de un vídeo antimusulmán realizado en Estados Unidos. Algunos analistas temen que sin una posición más firme de Obama, la situación no hará más que empeorar.
Existe en Oriente Medio una desconfianza profundamente arraigada que gestó un antiamericanismo enardecido durante muchas décadas por amigos y enemigos de Estados Unidos. El persistente enfado por la invasión de Irak, ordenada por el predecesor de Obama, Bush hijo, y el fracaso del proceso de paz israelí-plaestino están entre los temas que causan más irritación.
Los esfuerzos para reanudar las negociaciones entre israelíes y palestinos fueron intentos bastante imperfectos para conseguir un acuerdo definitivo; unos de los menos serios que se vieron en las últimas dos décadas. La prueba está en que ahora ambas partes se desentendieron completamente del asunto.
La opinión púbica mundial se lamenta de que el liderazgo de Estados Unidos en Oriente Medio no es lo suficientemente fuerte y que no marca un camino claro. «Es más reactivo que otra cosa y a veces confuso», afirman varios analistas y dan como ejemplo el hecho de que Obama debería jugar un papel mucho más activo en lo que ocurre en Siria.
El mayor desafío en Oriente Medio sería encontrar una nueva manera de hacer las cosas que no consista en decir «este es nuestro hombre» o «estos grupos llevarán a la práctica nuestra posición». La región necesita, hoy más que nunca, un abordaje metódico y ordenado para ayudar a esas sociedades a desarrollar sistemas gubernamentales y economías que funcionen en beneficio de la población.
Lo más urgente es una política firme por parte de Estados Unidos en sociedades que se enfrentan a altos niveles de desempleo, ignorancia de derechos y las libertades individuales, dificultades económicas y décadas de mala administración, el perfecto caldo de cultivo para desarrollar el extremismo.
El derrocamiento de regímenes autoritarios liberó violentas fuerzas antinorteamericanas que los gobiernos anteriores mantenían bajo control. Las multitudes árabes y musulmanas fueron incluso estimuladas a dar rienda suelta a su ira y cólera contra el demonio estadounidense, de modo que ahora no están centradas en las injusticias sociales, en la increíble corrupción o en el paro, sino en protestar contra un vídeo idiota bajo la incitación de radicales fundamentalistas.
El mundo islámico se uniría aún más en la ira contra todo lo relacionado con Estados Unidos, si Washington ataca Irán, según un informe de inteligencia elaborado por generales retirados, diplomáticos y agentes de inteligencia estadounidenses que valoraron el impacto de un eventual conflicto. Según analizan, la participación de EE.UU en una posible guerra podría dar lugar a una ola de ataques contra norteamericanos por todo el mundo.
Los expertos llegaron a la conclusión de que una operación contra las instalaciones nucleares y militares de Irán, aunque sí obstaculizarían considerablemente la investigación en el campo nuclear, no podrían detenerla completamente. Según las estimaciones de más de 30 expertos que elaboraron el informe, una acción militar a gran escala podría debilitar la posición del gobierno local, pero no conduciría a un cambio de régimen en Teherán.
Además, los participantes del proyecto pronosticaron que el proceso de creación de armas atómicas se aplazaría varios años. Sin embargo, en caso de agresión, los iraníes tendrían una motivación más fuerte para construir instalaciones nucleares y, aunque sus Fuerzas Armadas tendrían pérdidas sustanciales, aún podrían llevar a cabo una serie de represalias, cuyas consecuencias sería difícil predecir.
Lograr el cese completo del programa nuclear de Irán y un cambio de régimen en el país requeriría una invasión terrestre y una ocupación de, al menos, una parte del territorio del Estado islámico. Dado el tamaño de Irán, su población y el alto grado de nacionalismo, tal operación requeriría más recursos de los que se gastaron en Irak y Afganistán en los últimos diez años, reza el informe.
A día de hoy, sólo en la campaña militar en Afganistán Estados Unidos gastó unos 566.000 millones de dólares y en Irak 806.000 millones, todo eso sin contar pérdidas humanas.
Como se puede ver, no es así nomás que en épocas de elecciones y, principalmente, en momentos de una profunda crisis económica y social, Obama no se apresura a acatar las exigencias de Netanyahu.
¡Jag Sameaj y Buena Semana!