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Kasher pero hediondo

Tzipi Livni Y Binyamín NetanyahuEstimados,

Netanyahu salió debilitado de las elecciones que convocó. Su partido, el Likud, que acudió a las urnas en una alianza con la ultraderecha nacionalista liderada por Liberman, consiguió 31 escaños, pero no logró el objetivo de sumar una mayoría absoluta junto con las facciones ultraortodoxas.

El panorama que se le presenta a Bibi para formar Gobierno no es fácil y, en todo caso, depende más que nunca del oportunismo político de los demás dirigentes.

Ese mismo oportunismo fue el que demostró Tzipi Livni - quien durante toda su campaña llamó a los partidos de centro-izquierda a formar un bloque para evitar que el «frente de los extremista Netanyahu, Liberman y Bennet consigan formar un Gobierno que nos arrastre hacia el aislamiento internacional» - a ser la primera en integrarse a dicha coalición.

Ahora, nuestra próxima ministra de Justicia, dirigirá las negociaciones con los palestinos - si es que éstos se dignan a dialogar - bajo la extricta vigilancia de miembros del Likud con quienes decidió pactar sólo para salvar su carrera política: Feiglin, Danón, Yaalón, Hotovely, Elkin, Regev, etc. Lo que se opuso a hacer Livni cuando lideraba Kadima con 28 escaños, pretende conseguirlo actualmente apenas con seis. Freud dijo una vez que los seres humanos viven, en general, el presente con una cierta ingenuidad; esto es, sin poder llegar a valorar exactamente sus posibilidades.

En un Parlamento aún más atomizado que el anterior, la sorpresa fue el ex presentador televisivo Yair Lapid, que, con un mensaje renovador, situó a su nuevo partido, Yesh Atid (Hay futuro, en hebreo) en segundo lugar, con 19 bancas, apenas una menos que las del Likud si se las aparta de las de Liberman.

Los comicios parecían haber dibujado un Israel dividido en dos mitades casi iguales. La derecha, sumada a los partidos de la ultraderecha, los habitantes de los asentamientos judíos en Cisjordania y los ultraortodoxos, con 61 escaños. El centro desde el mencionado Lapid, Livni, lo que restó de Kadima hasta la izquierda de Meretz y los partidos árabes, sumaron otros 59. Pero tanto Lapid, quien recomendó a Netanyahu para formar Gobierno, como Livni, que ni siquiera lo mencionó, rompieron el esquema; el primero para «salvar a la Patria»; la segunda para salvarse.

Netanyahu adelantó las elecciones ante las dificultades que tenía para aprobar el presupuesto nacional de 2013. Ahora, estas aumentaron y deberá seguir haciendo concesiones. Pero ¿hacia dónde y hacia quién?

Repetir un gobierno con la ultraderecha, después de haber perdido la mayoría que tenía en la Knéset, no parece lo más apropiado. Abrirse al centro de Lapid sería lo más aconsejable.

En las reuniones entre ambos, Bibi le ofreció elegir entre las carteras de Finanzas o Defensa, dos manzanas envenenadas para un recién llegado a la política que lo podrían eliminar del panorama en tan sólo pocos meses.

En Israel estamos acostumbrados a ver cómo se desmoronan estrellas fugaces que llegan al Parlamento y al Gobierno con las mejores intenciones y a quienes la toma de decisiones sepulta casi de inmediato. Y más en un país en el que por razones de supervivencia, sólo existen dos principios: guerra o paz. Lo demás son matices siempre negociables.

El problema para Bibi es ahora intentar unir en matrimonio los intereses de los ultraderechistas Liberman y Bennett con los del centrista Lapid, enfrentado el primero a un acuerdo con los palestinos y partidarios los anteriores de no hacer ningún tipo de concesiones o de anexar directamente Cisjordania a Israel sin abrirse a posibles pactos.

No menos difícil sera juntar a furibundos partidarios del ultraliberalismo en economía, mientras que Lapid propone políticas de igualdad. Dos mundos radicalmente distintos que al parecer no podrían llegar a compartir la mesa del Ejecutivo a pesar de sus intenciones.

Por esa razón también hay quienes aconsejan paciencia a Lapid para dejar que Bibi se queme con un Gobierno paralítico de ultraderecha y, al mismo tiempo, consolidar sus bases con las decenas de miles de jóvenes que le vienen apoyando desde hace un año y que esperan que emplee toda su energía en los cambios prometidos.

Parece razonable que este nuevo político se dé tiempo, pero es sabido que la juventud israelí tiene prisa en ver logros y una buena parte de la misma podría no estar dispuesta a concedérselo.

Mientras tanto, dos hechos juegan a su favor: El primero es la vergonzosa entrada de Livni a la coalición, después de haberse comprometido con sus electores de que su objetivo de regreso a la política era constituir un modelo diferente de Gobierno al de Netanyahu. El segundo fue la no menos vergonzosa nominación de Liberman como presidente de la Comisión de Exteriores y Seguridad del Parlamento cuando el ex canciller está siendo procesado por fraude y abuso de confianza.

Y estas movidas políticas suceden en el Estado judío y democrático que pretende ser una luz para los pueblos.

Cómo diríamos en hebreo: Kasher pero hediondo.

¡Jag Sameaj y Buena Semana!