Estimados,
En la pasada visita de Obama a Israel no eran muchas las expectativas que la Administración norteamericana tenía acerca de la misma. Desde esa perspectiva no se equivocaron. Es cierto que se trataron temas previstos pero lo más positivo fue finalmente el encuentro directo entre Obama y Bibi.
En cualquier caso, y tras una síntesis de los análisis de muchos expertos, la conclusión es que si uno de los objetivos principales que llevaba al mandatario estadounidense era sacar provecho de su capacidad populista y ganar adeptos entre la población israelí, no lo logró en demasía.
En el canal de TV que emite el Parlamento israelí se publicó hace una semana una encuesta en la que se expuso que la visita sólo fue vista con algo de interés por un 56% de la población, un 29% la siguió de cerca y a un 15% no les importó en absoluto. Mala estadística, desde luego, en un Estado tan pequeño al cual Obama llegó por primera vez como presidente.
Por otra parte, la misma encuesta confirmó que para un 60% de la población nada cambió tras la visita mientras que un 22% afirmó que fue positiva.
Otro aspecto que no logró Obama, y era previsible, es que puso de manifiesto la «incredulidad» de sus asesores al pensar que al dirigirse a la juventud israelí por encima de sus líderes mejoraría su imagen. No fue así. Israel no es América Latina, y el populismo, al menos en el Estado hebreo, no puede cambiar realidades bien establecidas.
Sin embargo, no todo fue negativo. No cabe duda que los contactos cara a cara son muy importantes y despejan inquietudes. Es en este sentido donde se despejaron dudas y, por lo tanto, aclarado conceptos que de otra forma se hubieran desvirtuado a pesar de las nuevas tecnologías.
Hoy en día los informes de inteligencia fluyen en todos los escalones pero siempre hay aspectos que sólo están en poder de los líderes máximos.
Sabíamos, por ejemplo, del programa nuclear iraní, que Bibi fijó una línea roja que si traspasaba podría implicar una acción militar inmediata. La inteligencia israelí consideraba en los últimos tiempos que se daban ya las condiciones para ese tan mencionado ataque.
Pero la relación directa con Obama le hizo cambiar de opinión y fue tras conversaciones privadas que Bibi reconoció públicamente que no era cierto que se hubiera alcanzado esa línea roja. Algo le habrá contado el presidente norteamericano que nosotros no sabemos.
Obama convenció a Bibi que es necesario dar a Irán un plazo de tres meses más para que en el transcurso de las reuniones que con este país mantiene el Grupo 5+1 se maticen bien las condiciones del tema nuclear. No obstante el líder de Estados Unidos fue bien claro al señalar que Irán debe saber que el tiempo de negociaciones no es infinito, que todo tiene su límite y que todas las opciones están sobre la mesa.
Lo que parece es que Obama pretende no presionar al régimen de los ayatolás hasta que saber los resultados de las elecciones presidenciales en Irán a fines de junio. con la esperanza de que a partir de ese momento se flexibilice la postura de Teherán. Ese es otro punto de la ya mencionada «incredulidad» de sus asesores.
La cuestión - para una gran parte del Parlamento israelí - es que con esa actitud lo único que se consigue, una vez más, es dar más tiempo a Irán para desarrollar armamentos nucleares.
Muchos israelíes que entienden que si el Estado judío existe en estos momentos es por la sencilla razón de que siempre se adelantó a las amenazas que se cernían sobre su seguridad, piensan que hoy no se está actuando de esa manea y presienten la amenaza.
En cualquier caso, es positivo que la diplomacia no agote sus posibilidades, siempre y cuando las informaciones que Obama tiene, y que se las pasó a Bibi, sean bien fundamentadas.
De ser así, y agregando la «disculpa» de ultimo momento de Bibi a Turquía, cabe evaluar que la visita de Obama a Israel no fue inútil sino todo lo contrario.
¡Buena Semana!