Estimados,
«Si es necesario, Israel está listo para actuar solo a fin de impedir que Irán obtenga armas nucleares», afirmó Netanyahu, advirtiendo a la Asamblea General de la ONU contra las declaraciones del presidente de la República Islámica, Hassan Rohani.
«Israel nunca tolerará armas nucleares en manos de un régimen que predica su destrucción. Si Israel es forzado a actuar solo, Israel actuará solo», aseguró Bibi categóricamente a los líderes mundiales.
Desde julio de 1967, luego de terminar la Guerra de los Seis Días, los israelíes ya estamos más que acostumbrados a tonos amenazadores de líderes hebreos así como a informes de comisiones de investigación estatales, constituídas después de tal o cual guerra, que determinan una y otra vez que nuestra dirigencia - sea de derecha o de izquierda - decidió accionar militarmente a gran escala contra tal o cual país u organización terrorista sin evaluar de manera responsable cómo acabar dicha operación bélica.
Lo mismo sucede con Netanyahu. Bibi parece haber olvidado que las elecciones ya pasaron, que es él quien gobierna, y que su responsabilidad en el cargo no termina con amenazar y atacar sino con considerar las reacciones de la comunidad internacional a su accionar. Uno de los escenarios posibles que debería tomar en cuenta está dado por la firme posibilidad de una masiva presión internacional sobre Israel.
Ello consistiría básicamente en una presión ejercida por Estados Unidos - suponiendo, como afirma Netanyahu, que el ataque fuera llevado a cabo sin su aprobación - en contra del desarme de las supuestas armas nucleares que Israel posee (según fuentes extranjeras), o la adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y el sometimiento de sus plantas nucleares a la supervisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
La imaginación de un escenario así abandona el terreno de la especulación en vista del cambio en la posición que muestra la Administración Obama con respecto al problema global de las armas nucleares.
El ataque ejecutado por un Estado nacional, del que se sospecha ser poseedor de armas nucleares fuera del TNP, sobre otro, incluso si éste último pretende desarrollar armas del mismo tipo, sería exhaustivamente condenable en su totalidad.
Incluso, el número de expertos de la política de defensa de Israel que piensan que el Estado judío debería lograr un acuerdo para desmantelar nuclearmente Oriente Medio, liberándolo de las armas de destrucción masiva, juzgan este escenario como poco deseable, para decirlo en términos moderados.
Si Bibi soporta esa presión, podría encontrarse con que el estado de completo aislamiento internacional que lo llevó a atacar, no finaliza una vez que terminó el ataque. Todo lo contrario, continuaría con la carga de un probable embargo de armamentos, recursos y equipamientos de uso militar y civil. Si en cambio Netanyahu sucumbe a la presión, se verá forzado a renunciar a su ventaja estratégica para liderar un régimen de defensa regional que incluya una desmilitarización nuclear fiable a cargo de supervisiones y sistemas de monitoreo de acuerdo a los altos estándares de confiabilidad establecidos por la AIEA.
Una vez más se comprobaría que la política nuclear israelí es fundamentalmente errónea. No existe ninguna prueba de que la misma alcanzó alguno de sus declarados objetivos. No pudo prever los ataques sobre las ciudades durante la Guerra del Golfo, la Segunda Guerra del Líbano o desde Gaza. Una amenaza nuclear no puede utilizarse para evitar una Intifada. Los acuerdos de paz con Egipto y Jordania, en los cuales el potencial nuclear de Israel no jugó papel alguno, redujeron significativamente las habituales amenazas sobre el Estado hebreo. Y lo que es más importante aún, ahora, cada vez que alguien en Oriente Medio comienza a desarrollar armas nucleares, Bibi deja de creer en la disuasión nuclear y se dispone a destruir «solo» el potencial iraní.
Altos funcionarios expertos en seguridad determinan la existencia de evidencias que demuestran que el potencial nuclear israelí constituyó, al mismo tiempo, un incentivo y un modelo para los intentos de desarrollo de armas nucleares por parte de varios Estados en la región, el potencial químico y biológico de Siria, el Irak de Saddam Hussein, e incluso de Egipto. Si la ofensiva de Bibi fallara, o si es persuadido de contener su ataque, y si Irán logra un desarrollo de su potencial nuclear, otros Estados en la región, principalmente sunitas, podrían seguir sus pasos.
La realidad de un Oriente Medio desarrollado nuclearmente es cada vez más verosímil. El dilema que Netanyahu enfrenta últimamente se sitúa entre una región de nuclearización y otra de desmilitarización. O bien todos los Estados en la zona desarrollan armas nucleares, o ninguno.
La probabilidad de un escenario futuro requiere además de un nuevo examen sobe las políticas nucleares. En tal sentido, es necesario considerar una iniciativa israelí para la completa desmilitarización y desmantelamiento de armas de destrucción masivas en Oriente Medio.
Israel puede gobernar los esfuerzos encaminados a la consecución de un régimen de defensa, según sus propios términos, en lugar de continuar sujetándose a las presiones internacionales para un desarme unilateral.
Luego de la reciente Asamblea General de la ONU, la línea del horizonte nuclear no está tan lejos. Es tiempo de que Bibi empiece a considerar que hay más allá de ella.
¡Buena Semana!