Estimados,
El discurso de Bibi fue genial. No omitió ningún gesto para agradar a los americanos: hizo bromas al estilo gringo, se refirió a su hermano muerto, y contó cómo él mismo estuvo a punto de morir en el Canal de Suez. Y sin embargo, dijo ¡No!
El primer ministro israelí no ofreció nada concreto y además le dio un gran No a Obama, a Europa y a todo el mundo. No presentó ningún proyecto ni hizo ninguna propuesta específica de trabajo.
El discurso ante el Congreso no fue ninguna sorpresa. Netanyahu no puede conectar con el nuevo espíritu renovador de estos tiempos. No se trató más que del ya conocido Bibi. No ha surgido un nuevo líder.
Mientras él cosechaba aplausos de una amistosa audiencia en el Capitolio, Obama viajaba por Europa para convencer a la Unión Europea de que no apruebe el reconocimiento de un Estado palestino en la ONU en septiembre. El presidente norteamericano sabe que no será capaz de asegurar un acuerdo de paz a corto plazo. Su lucha tiene como objetivo desviar a los palestinos de la ruta estratégica elegida y tratar de convencer de que Bibi no permitirá que el tren de la historia pase de largo sin intentar subir. Por ahora le va muy mal.
Obama esperaba solamente que Bibi pronunciara seis palabras precisas: "Acepto el modelo del presidente, pero..."; sin embargo, Netanyahu ni siquiera se aproximó. En cambio, presentó sus negaciones de una manera coherente, una tras otra.
La negativa de Netanyahu complica bastante las cosas. Ciertamente, la declaración del Estado palestino puede ser algo negativo para Israel, pero lo es también para EE.UU. Obama no puede permitirse el lujo de perder a Europa que se pone del lado palestino, mientras él se manifiesta en su contra.
El presidente aclaró el embrollo de las fronteras de 1967 y prometió que otra nueva habría de trazarse una vez que se verifiquen los intercambios territoriales. Bibi podría haberle dicho al Congreso cuáles son las cosas por las que está a favor; después de todo, se comprometió a delinear un futuro acuerdo, e hizo un largo viaje con el objetivo de convencer a la opinión pública de que su discurso será el presagio de magníficas noticias e innovaciones.
Sin embargo, esas expectativas terminaron convirtiéndose en una gran decepción: Con una opulencia verbal digna de un ilustre de las palabras y de un artista del lenguaje corporal, lo único que fue capaz de comunicar fue su deseo de ser admirado y de cosechar los aplausos de su auditorio. Un verdadero mago del sí pero no.
Netanyahu realizó un buen trabajo retórico, pero terminó desorientando a todos. Una vez que se apagaron las luces y el sentimiento festivo se disipó, nos quedamos con el mismo sabor amargo de otra oportunidad perdida.
Y en nuestra región las oportunidades perdidas se pagan con sangre.
¡Buena Semana!