Estimados,
Los altos tonos del debate y los juegos de poder alrededor de un posible acuerdo entre Irán y las potencias mundiales por su programa nuclear, considerado un «error histórico» por Netanyahu, pueden conducirlo a una falla mucho mayor: perder el apoyo de Estados Unidos como socio estratégico vital para la seguridad del Estado de Israel.
Nuestra dirigencia parece haber perdido todos los controles del sentido común. Bibi «flirtea» con Hollande y Putin para mostrarles a Obama y Kerry que son «prescindibles». Liberman nos aconseja «buscar otros aliados»; la ultraderecha nacionalista religiosa propone anexionar unilateralmente Cisjordania «a pesar de lo que digan los norteamericanos».
Ni siquiera se escatima en el uso de la demagogia más irrisoria: «De cualquier manera, Israel se reserva el derecho de defenderse a sí mismo por sus propios medios ante cualquier amenaza», aseguran nuestros líderes, mientras se apresuran a recordar el bombardeo del reactor atómico de Irak, en 1981, como si desde entonces no hubiera sucedido ninguna otra cosa en Oriente Medio.
Los resultados están a la vista: Kerry recomendó al Senado «no escuchar a Netanyahu» ya que sus estimaciones son «inexactas, exgeradas y no se basan en la realidad». Además, canceló su visita a Jerusalén por preferir «pasar el día de Acción de Gracias con mi familia», como si los feriados en EE.UU se marcaran en la misma semana. Obama dejó de llamar a Jerusalén. Según «The New York Times», la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, afirmó que «Netanyahu fastidia y siembra histeria».
Veamos: La posibilidad de que un régimen islámico fundamentalista, que llama constantemente a la desaparición de Israel y promueve el terror internacional, consiga hacerse de armas atómicas, constituye, sin duda, una amenaza existencial para el Estado judío.
Pero tambien es verdad que todos los esfuerzos realizados en los últimos años, especialmente el pasado, por el Gobierno de Netanyahu para evitar que Irán desarrolle aún más sus capacidades nucleares, fueron en vano. Ello se puede observar en las actuales tratativas en Ginebra, en el fracaso de las actividades internacionales de aislamiento de los ayatolás, e incluso en la larga lista de operaciones encubiertas que Teherán atribuye a Israel y Estados Unidos.
Israel insta a las potencias mundiales a ampliar las sanciones económicas contra Irán. Sin embargo, y a pesar del grave daño que éstas producen, no parece que la República Islámica vaya a detener sus actividades nucleares. El esfuerzo por desarrollar capacidad nuclear en Teherán recibe suprema prioridad nacional y el régimen de los ayatolás está disuesto a pagar un muy alto precio con el fin de alcanzar ese objetivo.
Las recientes reuniones en Ginebra no albergan la esperanza de cambiar básicamente la situación. Es increíble que Israel pueda asumir que un foro internacional que incluye a Rusia y China no tendrá dificultades internas para tomar decisiones en contra de Irán.
Por otro lado, tal como sucedió en Siria luego del uso de armas químicas, Obama y Kerry ven como una pesada carga intervenir en el asunto nuclear iraní por medio de una invasión militar. Bajo estas circunstancias, no es de extrañar que durante las negociaciones Irán continúa su accionar para lograr sus aspiraciones.
Las reuniones con el Grupo 5+1 no corresponden con la sensación de urgencia israelí. Por el contrario, Teherán demuestra una gran complacencia, confianza en sí mismo e incluso desprecio por la capacidad de las potencias mundiales de causarle daño.
Netanyahu está totalmente decepcionado de la conducta del Gobierno de Obama. Sin duda, desde su punto de vista, existe una enorme brecha entre la dureza de las frases de la administración norteamericana con respecto a los ayatolás y la salida por medio de una vía diplomática prolongada y permanente con las nuevas y «sonrientes» autoridades iraníes.
Bibi fue expresamente claro en que los requisitos mínimos exigidos a Irán en Ginebra, están lejos de reflejar sus intereses, y el futuro presenta graves riesgos para el Estado judío. Un acuerdo «mínimo» del Grupo 5+1 con el régimen de los ayatolás, bajo el paraguas de la comunidad internacional, reduciría de forma dramática la legitimidad de Israel de actuar militarmente.
Pero eso no significa que llegó el momento del pánico y de arrojar todas las estrategias por la borda. Las relaciones con Estados Unidos no son corbatas que pueden cambiarse todos los días. Tanto Obama como Kerry conocen las consideraciones y limitaciones con que se enfrenta actualmente el Ejecutivo israelí con respecto a Irán y la cuestión nuclear. Durante su mandato, Obama reforzó las relaciones estratégicas entre Israel y Estados Unidos de una manera sin precedentes. El presidente expresó públicamente su determinación de proteger la seguridad del Estado judío y reiteró que su política contra Irán es de «prevención» en lugar de «contención».
Es evidente que el calendario de Israel con respecto a Irán es muy diferente al de Estados Unidos. Mientras que Israel acciona para detectar el período de tiempo disponible para él como muy corto, la sensación es que los actos de Estados Unidos se basan en un espacio mucho más prolongado.
Sin embargo, el pánico siempre lleva a ver las cosas peor de lo que son y a cometer lo que Bibi define como «errores históricos». La obligación del líder es liderar. El estado de enojo no es política. Llevar las relaciones estratégicas con Estados Unidos a un punto de ebullición irreversible es violar el orden de prioridades de Israel y poner en peligro la seguridad de sus ciudadanos.
No es la primera vez que Israel «muestra sus músculos», pero también los líderes estadounidenses son humanos y a veces pierden la paciencia.
Es sabido que James Baker, secretario de Estado de Bush padre, agotado por el ninguneo del entonces primer ministro Itzjak Shamir, le dio su tarjeta y le dijo: «Soy una persona ocupada. Aquí tiene mi número de teléfono. Cuando crea necesario, llame y deje un recado».
No debemos olvidar: no son ellos quienes arriesgan, sino nosotros.
¡Buena Semana!