Estimados
Netanyahu definió la dinámica israelí de Oslo no como un "toma y daca", sino como "dar y dar", prometiendo que él aplicará la reciprocidad. Los palestinos pagarán con concesiones cada centímetro de tierra: "Si dan, recibirán; si no dan, no recibirán".
Uno puede dudar de la seriedad que entraña la postura de Bibi, pero es innegable que tenía una lógica interna que todos podíamos comprender. Los territorios eran una moneda de cambio diplomática y él sólo aceptaría abandonarlos en caso de obtener una justa compensación a cambio. Una retirada unilateral, advertía Netanyahu, sólo proyectaría debilidad y tentaría a los árabes a exigir más de Israel.
Fiel a su concepción, Bibi exigió entonces que Arafat reformara nuevamente la Carta Nacional Palestina y, a cambio, cedió Hebrón. Se mostró esquivo a la hora de apoyar el plan de desconexión de Gaza de Sharón, votando a favor pero renunciando al gabinete en la víspera de la retirada. En la campaña electoral de 2006, calificó a Olmert de izquierdista capaz de retirarse de los territorios sin exigir nada a cambio. Al retomar el cargo de primer ministro descartó las propuestas de paz de su antecesor y se negó a tratar los temas centrales con los palestinos.
Ahora, Bibi se halla frente al mismo problema que sus predecesores. Su aislamiento internacional crece progresivamente y la presión del exterior empieza a influir en los asuntos internos. Ehud Barak le advierte de un "tsunami diplomático" en septiembre cuando la ONU decida el reconocimiento de un Estado palestino independiente.
La nueva iniciativa de paz israelí propuesta por figuras destacadas en la economía, la academia y la cultura socava la base central de Netanyahu, fundada en la concepción de que no existe un interlocutor palestino posible. La popularidad de Bibi sufre un duro golpe al verlo en Alemania ocupado en explicar sus lujosos viajes alrededor del mundo.
Netanyahu, desesperado, busca una salida y no duda en echar mano a las soluciones de sus predecesores. Pero Bibi considera la posibilidad de seducir a Occidente con la transferencia de territorios en Cisjordania a la Autoridad Palestina sin tocar los asentamientos. A cambio, piensa, EE.UU. y Europa aliviarían su presión, se abstendrían de reconocer un Estado palestino y convocarían una cumbre internacional más donde él sería presentado como hombre de Estado y líder pacifista y no como un político testarudo. La oposición se vería obligada a apoyarlo en sus concesiones. Su apoyo serviría para neutralizar la amenaza de elecciones bajo la sombra del jucio a Liberman. La izquierda terminaría alabándolo; la investigación sobre sus viajes al exterior sería descuidada y la derecha lo seguiría criticando pero se tragaría la retirada temiendo perder el poder.
Suena genial, pero hay un problema. La nueva política de Bibi carece de racionalidad. Si los territorios son tan importantes para Israel, como lo viene sosteniendo hasta ahora, ¿porqué habría de cederlos a cambio de un aplazamiento en la votación de la ONU o por una reunión con Obama? Y si, por el contrario, no son tan importantes, ¿por qué aferrarse a ellos? Si Mahmud Abbás, se niega a negociar y no ha hecho más que empeñarse en la incitación, tal como afirma Netanyahu, ¿cómo puede cederle más territorios? Y lo que es más importante: supongamos que Bibi llegue a septiembre y logre comprar el aplazamiento de una votación en la ONU con unos pocos kilómetros cuadrados, ¿qué va a hacer en octubre?
¿El mundo renunciará a su anhelo de que se ponga fin a la ocupación y se declare la independencia de un Estado palestino? ¡De ninguna manera! La presión sobre Israel continuará. No hay razón para llevar a cabo una retirada tan insignificante con el solo fin de comprar más tiempo; nadie lo vende.
No obstante, un proceso que cree un cambio sustancial en la práctica y termine por establecer una nueva frontera, tal como se hizo en Gaza, tiene su lógica. La población comprenderá y el mundo habrá de apoyar una retirada mayor que incluya la evacuación de docenas de asentamientos aislados y anuncie el fin de la ocupación, incluso manteniendo el control militar sobre el valle del Jordán.
Sin embargo, una decisión así requiere perspectiva histórica y habilidad política, algo para la cual no alcanza con ser sólo un buen especialista en discursos.
¡Buena Semana!