Estimados,
La cumbre Ginebra II se inició con escasas expectativas de cambio en Siria, sobre todo después de la exaltada intervención del ministro de Exteriores sirio, Walid al-Mualem, en el discurso de inauguración.
El régimen no está dispuesto a hacer concesiones como la salida de Bashar al-Assad, uno de los requisitos que exigió Estados Unidos para lograr un acuerdo. Así lo manifestó el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que excluyó totalmente la presencia del presidente sirio en un futuro Gobierno transitorio.
«No hay manera ni posibilidad de que un hombre que mató a su pueblo pueda volver a ser un gobernante legítimo», aseveró el jefe de la diplomacia estadounidense.
Kerry indicó que el conflicto se cobró ya más de 130.000 muertes y recriminó al régimen por dejar morir a la gente de hambre «como arma de guerra», además de emplear otras estrategias - armas químicas - que suponen «un ataque a la dignidad humana».
El canciller sirio, por su parte, no tardó en culpar a los aliados internacionales y regionales de la oposición de haber contribuido «a extender el terrorismo», en una clara alusión a Turquía por haber permitido el paso de yihadistas extranjeros que cruzan por su frontera, y a Qatar y Arabia Saudita por financiar la compra de armas a los rebeldes.
«El diálogo entre sirios es la solución al conflicto, pero mientras haya países en este foro que financien a grupos terroristas, éste no tendrá éxito», afirmó Mualem.
El ministro sirio arremetió también contra los delegados de la coalición opositora en el exilio, considerando que dicha alianza no representa al pueblo «tras haber fracasado en sus intentos de unir a la oposición».
Y es que la profunda división de la oposición siria frenó a la comunidad internacional a la hora de aportar ayuda y armas. Las luchas internas entre las distintas facciones que la conforman ponen de relieve las rivalidades entre los países árabes sunitas, que obedecen a Qatar y al bloque que respalda al jefe de la Coalición Nacional Siria, Ahmad Yabra, quien, al igual que Kerry, acusó a Assad de llevar a cabo crímenes de guerra al estilo nazi y demandó que la delegación del Gobierno sirio firme un plan para entregar el poder.
Todos los actores claves en este proceso - Estados Unidos, Rusia, la ONU y varios otros países - consideraron que no habrá un avance determinante en esta primera ronda de negociaciones, en términos de alcanzar algún acuerdo sobre una transición política, aunque sí se espera algún tipo de entendimiento en el terreno humanitario.
Podría tratarse de aplicar un alto el fuego localizado. También se habla de liberar o intercambiar prisioneros, lo que parece difícil de aplicar debido a que con una oposición está atomizada es imposible contar con un registro de sus detenidos, mientras que el Gobierno de Assad tiene prisiones secretas, donde diversas informaciones indican que se utiliza la tortura de manera sistemática.
Sería iluso pensar que la reunión de Ginebra II bastará para solucionar un conflicto que costó tanta sangre, donde intervienen tantos actores y donde están en juego tantos intereses. Pero el intento podría no ser en vano: la maquinaria diplomática bien concertada, que sólo cede en fuerza a aviones y tanques, logró emboscar a Assad y le obligó a participar de esta reunión, en las personas de sus representantes, para escuchar que su régimen no es legítimo y, al mismo tiempo, legitimar con su presencia a las fuerzas coligadas de la oposición. Si esto no es una jaula para el déspota sirio, no hay nada que se le parezca más.
No se sabe aún cómo serán los preámbulos del fin - si la diplomacia se anotará un gran triunfo evitando más sangre y logrando el establecimiento de un gobierno de coalición, o si prevalecerá la solución armada -, pero el final mismo es predecible: el Gobierno de Assad no sobrevivirá.
Pero el problema, después de tres años de infierno, continúa siendo la altenativa.
¡Buena Semana!