El rabino argentino Sergio Bergman, hoy miembro del Congreso de la Nación, que conoce personalmente y de cerca al Papa Francisco de cuando era el Cardenal Jorge Bergoglio, siguió esta semana con emoción su corto pero intenso peregrinaje por Tierra Santa .
El rabino Bergman estuvo presente en la solemne ceremonia en Yad Vashem y esta fue una oportunidad para conversar con él, tratando de analizar lo que deja la visita del Sumo Pontífice en la región.
- ¿Cómo debemos ver la visita del Papa Francisco? ¿Qué importancia tiene?
- Francisco es un hombre de símbolos, de mensajes, a veces con pocas palabras y muchos silencios. Un hombre de oración, que de alguna manera es un gran maestro de sabiduría. Es un líder porque es jesuita; y ahora es un estadista.
Como jefe de Estado hace estos movimientos que parecen protocolares y para mí son espirituales y políticos en el sentido más pleno del término. En Argentina no estamos acostumbrados a este nivel de política.
Para mí, en lo personal, es muy significativo y emotivo porque él no solamente tiene un vínculo con la raíz judeo cristiana que respeta y venera, continuador de Juan XXIII, seguidor de Paulo VI, además hace un trabajo ecuménico de la iglesia. Fue el primero que estableció la recordación de la Kristallnacht en la Catedral Metropolitana. Es algo sin precedentes.
Esos son los antecedentes de que su llegada ahora aquí no es una ruta protocolar, sino una decisión de venerar esa memoria .Yo escribía estos días, por nuestra fecha patria (25 de Mayo), que esta es la Revolución de Mayo de Francisco.
- ¿Una visita de esta índole debe crear expectativas concretas o es solamente algo espiritual?
- Creo que esta visita va a ser muy significativa. Él va a tartar de derribar otro muro. Juan Pablo II derribó el muro entre el capitalismo y el comunismo, el muro de Berlín. Creo que Bergoglio, hoy nuestro Papa Francisco, va a tratar de derribar el muro entre israelíes y palestinos.
- Bueno; ya tenemos una foto fuerte de su visita a Belén, su oración en silencio frente al muro separatorio que Israel construyó, tal cual explica oficialmente, por razones de seguridad. Esa parada del Papa allí despertó polémicas…
- Es cierto que ese muro, que es motivo de una discusión, es un problema coyuntural. Pero Francisco va a algo más estructural: el muro donde no hay diálogo, el muro donde no hay encuentro, el muro donde se rompan esos paradigmas que dominan al mundo. Acá creo que hay que insistir el valor simbólico.
Creo que esa foto fue un gesto de solidaridad con el pueblo palestino, pero él tiene sentido práctico; entiende la razón de ese muro. No es el problema del muro porque mientras los israelíes explican que esa es una medida de seguridad, demostrada por las estadísticas de lo que sucedió con el terror, que tuvieron que hacerlo, al mismo tiempo todos sabemos que no trae ninguna solución. No se puede resolver estos problemas con un muro. Es una medida coyuntural por el tema del terrorismo, pero no es la manera de resolver el problema. La forma de hacerlo es la paz que va a derribar el muro cuando convivamos todos en paz. Así que creo que esta visita es histórica; es un punto de inflexión y, para nosotros, un momento de bendición.
- El Papa ha invitado a Shimón Peres y Mahmud Abbás a orar juntos por la paz en el Vaticano, una medida sin precedentes. ¿Quiere ser mediador? Quizás le va mejor que al secretario de Estado John Kerry…
- No tengas ninguna duda de que a él le irá mejor que a Kerry. Él es un estadista que no perdió ni la capacidad de liderazgo espiritual - no religioso espiritual - porque no le habla sólo a los católicos ni sólo a los cristianos, sino que nos habla a los judíos, les habla a los musulmanes, pero también a los no creyentes. Y no olvidemos que desde la creación de los estados modernos, la política y los estados se transformaron en la «religión secular». Y la figura del Papa viene a emular una conversación de pares en el sentido que son dos dimensiones de peso específico totalmente diferente.
No se puede comparar el peso del liderazgo espiritual de Francisco con cualquier otro jefe de Estado, pero él se pone en esa posición de diálogo, de pares, diciendo «yo voy a mediar».
Conociéndolo, en su formación jesuita, él dice «vengan a mi casa, que es la de ustedes, el Vaticano, a rezar por la paz. Pero entre oración y oración, hagan los deberes, hagan el trabajo».
- ¿Y eso es bueno?
- Creo que esto es muy sano porque ningún otro Estado puede tener la catadura ni la altura moral, espiritual y política que puede tener el Papa, el Vaticano. Para él, la trayectoria del diálogo interreligioso es un know-how. Entonces él propone lo que llama «cultura de encuentro». Él dice que si dialogamos sin la intención de reclutarnos ni de convencernos ni por ir al diálogo estamos intentando cambiar al otro ni mucho menos renunciar a nuestras verdades teologales. Si los que tenemos verdades teologales de fe dialogamos ¿quién no va a poder sentarse a dialogar, y más, si se trata de la paz?
Entonces creo que acá hay un sinceramiento entre los intereses y la política de la coyuntura; entre los intereses y un líder de la humanidad, que es Francisco.
- Muchísimas gracias.
- A ti.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay