Faltando un día para la reunión cumbre en el Vaticano, a la que el Papa Francisco invitó al presidente de Israel, Shimón Peres, y a su par de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, a orar por la paz, pedimos a una de las figuras claves de la vida cristiana en Jerusalén que comparta con nosotros su análisis.
Se trata del Fr. Pierbattista Pizzabala, el «Custos», o sea Custodio de Tierra Santa. Hace ya más de 23 años, cuando llegó a Israel de su Italia natal, recién había sido ordenado sacerdote. Hoy es una de las figuras más conocidas y respetadas de la orden Franciscana en Jerusalén, con su destacado cargo de «Custos», por el cual tiene responsabilidad por los Lugares Santos del cristianismo en la zona.
Oficialmente, su esfera abarca también territorios palestinos, Líbano, Siria, Jordania y Chipre, pero su actividad central es en Israel y los territorios.
En el marco de la Custodia de Tierra Santa hay actualmente 300 frailes franciscanos de 48 nacionalidades y 500 monjas tanto franciscanas como de otras comunidades. Tienen a su cargo 10 parroquias y 14 escuelas así como 30 santuarios cristianos desde el norte de Israel hasta Belén al sur, del lado palestino.
Con esa responsabilidad sobre sus hombros, Pizzabala fue una de las figuras que estuvo más inmersa en los preparativos locales de la visita papal y también más cerca del Sumo Pontífice en su estadía en Jerusalén.
Dado que domina perfecto hebreo, fue él quien ofició espontáneamente de traductor en la cita entre el Papa y los dos rabinos Jefes de Israel.
Nos recibió en su oficina en la Custodia, ubicada dentro del Convento San Salvador, y compartió su visión acerca de cómo resumir la reciente peregrinación del Papa Francisco a Tierra Santa.
- Unos días antes de la llegada del Papa a Jerusalén, usted y yo nos cruzamos en la Ciudad Vieja y le comenté que tenía aspecto de agotado ya antes de iniciarse la visita. Usted corrió mucho con los preparativos. Ahora que todo pasó ¿cómo lo resume?
- La verdad, debo admitir que antes tenía mis temores. Me preguntaba cómo sería, cómo se desarrollaría la visita, tomando en cuenta que acá todo es tan complicado y que hay que manejarse en una situación tensa. Pero ahora puedo asegurar que el resumen de la visita fue positivo. El Papa Francisco es una persona muy sencilla, en el buen sentido de la palabra, no se percató de todas nuestras complicaciones y actuó en forma muy libre con todos. Creo que así lo sintieron todos.
- Inclusive entiendo que hubo un almuerzo aquí en la Custodia, que no estaba planeado…
- Así es. Y salió muy bien.
- Tenía programado, el lunes de su visita, almorzar en el Centro Notre Damme, y su director, el Padre Juan María Solana, me contó que el Papa y toda la comitiva, al final, se pasaron para aquí. ¿Alcanzaron a prepararle un buen asado a último momento?
- No, lamentablemente no. Su condición era que no se cambie nada de lo que estaba planeado para el menú de ese día. Además, realmente no hubo tiempo.
- Dejando de lado el color, creo que está claro que lo más notorio al resumir la visita fue la intervención de cierto tinte político que tuvo el Papa al invitar a Shimón Peres y Mahmud Abbás a orar por la paz en el Vaticano. ¿Cuál es la lectura que usted hace de esa invitación?
- Fue un llamado inesperado. Algo interesante, nuevo. Sin precedentes. Hemos visto ya a todos los políticos reunidos para hablar, sin hablar, y no entro a juzgar a nadie. Ahora, el Papa Francisco, en su condición de líder religioso, los llama a orar. Es algo que nunca se hizo, al menos de esta forma. Estimo que cada uno, al menos los religiosos, habrán orado ya por el logro de la paz, pero esto es algo diferente. Quizás pueda ayudar a traer un nuevo espíritu a las negociaciones que, a ojos de mucha gente, parece haber muerto.
- Usted es una persona creyente y también muy realista, conocedor de fondo de la situación concreta en ambas partes. ¿Cree que esta invitación tan simbólica puede ayudar en algo concreto? Recordemos que más allá del impacto de su invitación, Shimón Peres está por terminar su período como presidente y de todos modos no es quien encabeza el Gobierno ni toma decisiones sobre el proceso de paz. ¿Esto quita quizás algo de lo grandioso del paso que dio el Papa?
- Sí, hay que ser prácticos. Este evento no traerá la paz de forma inmediata. Eso está claro. No tenemos ilusiones al respecto; o sea sí podemos tener ilusiones, pero está claro que la paz la tienen que hacer aquí, las dos partes. Lo que esta iniciativa pretende es traer un nuevo espíritu, un nuevo aire. Aún si es cierto que no debemos pensar que esto tendrá frutos inmediatos, sí creo que aportará a tomar conciencia nuevamente sobre la necesidad de lograr la paz. En todo el mundo, no sólo acá, cuando se habla del conflicto israelí-palestino, la gente está cansada y dice «no más, no otra vez».
- También nosotros acá.
- Claro que sí. Y creo que esto puede ayudar a que se retome la conciencia sobre la necesidad de resolverlo. Esto puede ayudar porque negociaciones no son solamente lo que hablan los equipos sino también conciencia sobre lo que se hace, medios, opinión pública. Y sí, también oración por su éxito.
- Claro está que el Papa Francisco es un hombre de oración, pero ¿usted cree que esa es la única intención del Sumo Pontífice? Un rabino argentino me dijo hace unos días que seguramente el Papa piensa que además de ir a rezar, deben hacer los deberes.
- Bueno; esto fue algo que vino del propio Francisco. Puede ser que sea una forma de decir a todos «hagan algo», pero no tengo dudas de que ante todo, viniendo de él, es un llamado a la oración, como hizo hace unos meses respecto a la situación en Siria.
- Le dije antes que usted conoce bien a las partes y la situación concreta en el terreno. ¿Cree que ambas tienen que cambiar algo?
- Eso está claro. No veo ninguna posibilidad de llegar a un entendimiento sin concesiones de las dos partes, sin que ambas renuncien a algo, sin negociaciones en las que puedan transar.
- Creo que la sensación generalizada en el mundo es que Israel es quien tiene que hacer, dar pasos dramáticos y transar. Y está claro que sin retiradas no se llegará a un acuerdo. ¿Qué considera que tienen que hacer los palestinos?
- Su pregunta es política y le responderé como una persona religiosa. El problema en las negociaciones, en este conflicto, es que las partes no se conocen, que no tienen conciencia realmente de que hay otra parte, de que el otro existe y tiene su vida. Lo veo en ambas partes. Se intentan concentrar en diferentes puntos concretos específicos, pero más allá de ellos hay algo muy de fondo: está el otro, pero no debería estar allí. No quiero abrir juicios políticos, pero como figura religiosa digo que no puede haber paz, no podrá haber paz, si uno no reconoce la existencia, la presencia, la vida del otro.
- Israel señala, por ejemplo, que cuando los palestinos hablan de «Nakba», catástrofe, en referencia a la creación misma del Estado judío, están mostrando que su problema no es con tales o cuales fronteras sino con la existencia de Israel. Y sostiene que ese es un gran obstáculo…
- Por eso es importante - y es lo que el Papa quiere - elevar el debate a otro nivel. De lo contrario, no saldremos de esto. Por eso, ante todo, hay que orar. Y también pedir perdón a Dios porque nosotros, como seres humanos, hemos pecado unos contra otros.
«Como un sueño»
- Una pregunta sobre otro aspecto de la visita, que quizás ante el mundo quedó un poco «tragado» por la iniciativa del Papa de la oración por la paz en el Vaticano, pero que de hecho, era el objetivo principal del viaje: la parte ecuménica. Se concretó el encuentro - fueron tres en realidad - entre el Papa, jefe de la Iglesia católica, y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, ortodoxo. Usted estuvo allí. ¿Cómo lo evaluaría? ¿Qué hubo más allá de lo simbólico?
- No fue solamente algo simbólico. Quien conoce a la Jerusalén cristiana, tan dividida, tan dura y cerrada en todas sus pequeñas comunidades, las dificultades dentro del Santo Sepulcro, quién hace qué, dónde y cuándo, sabe que haber visto este encuentro fue algo muy especial. Yo los miraba y me preguntaba «esto está pasando o yo estoy soñando».
- ¿Para tanto?
- Sí; sin duda. Es cierto que tampoco en esto el encuentro cambiará la realidad de todos los días. Pero nos dio la posibilidad de soñar, de que una mayor unidad no es sólo un sueño sino una posibilidad. La gente no debe solamente mirar a la realidad. También necesita sueños, tener una visión. Si no, seríamos animales. Y ese encuentro dio un impulso a nuestros sueños.
- Estimo que nadie espera que desde ahora los cristianos aquí festejen Navidad en una sola fecha, por ejemplo, y no en tres separadas para católicos, ortodoxos y armenios. ¿En qué, concretamente, podría manifestarse una mayor unidad entre las comunidades cristianas?
- Menos tensión. Podríamos llegar a acuerdos en distintos temas. Quizás en Jerusalén es más difícil, pero en otros lados podría ser más fácil. Hay procesos que se pueden hacer juntos. Pero también esto llevaría tiempo. Si todos estuvieran de acuerdo de inmediato, sería muy lindo pero no sería real. O sea que hasta diría que es bueno que no sea todo rápido. Pero el hecho es que el encuentro entre el Papa y el Patriarca tuvo lugar, y todos vieron, también los ortodoxos, que ambos hablaron de unidad. O sea que nadie podrá decir luego que no se comprometieron a tratar de buscarla.
- De eso se habla precisamente en la declaración conjunta que fue emitida después del encuentro ecuménico. Ahora... usted, como franciscano católico ¿es capaz de elevarse por sobre su propia condición, su propia afiliación, y decir que la culpa, o la responsabilidad por las divisiones, es algo compartido por todos?
- Eso está claro. Nosotros no somos mejores que los demás. Tampoco pecamos más que otros. Somos parte de esta situación. Este sistema del status quo nos coloca dentro de un mecanismo cerrado del que es difícil salir.
Israel y el Papa
- ¿Cómo resumiría la actitud del Estado de Israel ante la visita del Papa? Usted tuvo que estar en contacto con autoridades a diversos niveles.
- Israel, como país, actuó con mucho respeto y dignidad. Todos ayudaron y se portaron de forma muy correcta. No hay lo que decir al respecto. La seguridad fue demasiado estricta pero al final nos acostumbramos. Dentro de las limitaciones que había, todos trataron de ayudar. Al principio noté que los policías estaban muy tensos, pero al final como que se distendieron un poco. Me parecía que tenían rostros más tranquilos y sonreían más. Todo salió bien.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay