El sargento O., de 21 años, cuyo nombre completo y su rostro no pueden ser revelados dado que es miembro de una unidad élite dentro del cuerpo de paracaidistas de las Fuerzas de Defensa de Israel, siente una mezcla de alivio y orgullo.
Desde el hospital Hadassah de Jerusalén en el que estaba internado por la herida que sufrió en la espalda en un enfrentamiento con Hamás en la Franja de Gaza, nos cuenta sobre su vivencia en la zona sur, en Jan Yunes, y está seguro que su trabajo y el de sus compañeros, frustró a tiempo atentados de gran envergadura contra la población civil de Israel.
«Cuando nos dijeron que la situación en el sur se está calentando, caen cada vez más cohetes y que quizás hubiera que hacer algo en Gaza, no tuve miedo. Sentí que había llegado mi momento de aportar a la protección del país, de nuestra gente», afirma .
«Y finalmente, cuando tuvimos que entrar, nuestra misión era clara: hallar túneles subterráneos sobre los cuales teníamos información de Inteligencia, para que ya no puedan amenazar a la población», agrega.
Este joven, que vive en una población comunitaria en el norte de Israel, cerca de la ciudad de Afula, que ama los caballos y el campo, que aportó un año de su vida antes del servicio militar obligatorio para trabajar con chicos de trasfondo socio económico complejo y así poder ayudarlos, cuenta sobre su batalla contra Hamás, y tiene claro que podría haber muerto.
«Me decía que tengo que salir bien de allí, que tengo que luchar bien, tal cual me había entrenado, que no hay otra opción», asegura.
Preguntamos cuáles eran sus órdenes, y O es tajante: «Me dijeron claramente, no importa a quién ves, Hamás o civil; si no está armado y no te amenaza, no le disparas. A civiles no se dispara, no somos animales».
O. aclara inclusive que «la meta no era matar terroristas sino descubrir túneles, neutralizarlos e impedir disparo de cohetes».
El joven sargento cuenta horrorizado sobre las numerosas armas, municiones y granadas, que vio en casas de familia, en habitaciones de niños. «Todo en medio de sus civiles…», repite .
O. tiene casi cara de niño, pero habla con la firmeza que le da, al parecer, no sólo su personalidad, sino el saber que podría no haber contado el cuento.
Desde su cama en el hospital, cuando ya le falta poco para ser dado de alta, rodeado de regalos que familiares, amigos y desconocidos le llevaron, cuenta aún sorprendido, qué vio.
«Encontramos cinco bocas de túneles, todas junto a casas particulares, en los patios de casas de familia, debajo de depósitos; todos repletos de armas y municiones».
Su rostro se torna serio, aunque en general sonríe bastante y hasta habla con cierta picardía infantil.
«Es increíble; pensar en todo lo que Hamás habría podido hacer si no hubiéramos destruido esos túneles. No hay ninguna duda de que hemos frustrado varios atentados de gran magnitud», dice.
Y agrega: «Parece hasta irreal describir lo que los terroristas habrían podido hacer con todo lo que tenían allí. Es evidente que si no los hubiéramos detenido, habrían perpetrado atentados masivos, enormes. Ningún país del mundo permitiría que una organización terrorista, o quien fuera, lo amenace así».
Fuente: Seminario Hebreo de Uruguay