Israel todo se sumió en duelo, cuando el viernes de la semana pasada murió Daniel Tregerman, de tan solo 4 años de edad, alcanzado por la esquirla de un cohete disparado desde una escuela en el barrio Zaitún de Gaza.
El kibutz Najal Oz en el que vivía con sus padres Guila y Dorón y sus dos hermanitos menores, entró en estado de conmoción. Y varios kilómetros más al sur, en la zona conocida como «Pitjat Shalom», en el cementerio del moshav Sdé Avraham, donde viven sus abuelos paternos llegados en 1967 de Argentina, se llevó a cabo el funeral.
Daniel jugaba en una carpa en el salón de su casa , acostumbrado siempre a buscar «un lugar seguro». Su madre contó que esta vez, al oir la alarma, no alcanzaron a entrar al refugio.
«Daniel era muy disciplinado y sabía bien que al oir la alarma, había que correr de inmediato a resguardarse. Apenas entraba al cuarto protegido, decía 'ahora estamos seguros'. Pero esta vez no alcanzó. Y perdimos a Daniel».
Durante la «shivá», la semana de duelo por la muerte de Daniel, previa confirmación telefónica, viajamos a Sdé Avraham a entrevistar a Paulina y Marcelo Tregerman, los abuelos paternos, padres de Dorón, a los que hallamos rodeados de numerosas muestras de cariño, tratando de lidiar entre una sonrisa que parece ser característica suya y un dolor difícil de describir.
En medio de la entrevista sonó la alarma y todos los presentes se levantaron para resguardarse. Hace unos años, la casa de los Tregerman sufrió un impacto directo de un cohete. Simbólica situación.
Al llegar a Israel en 1967, Marcelo fue directo al kibutz Ein Hashloshá, del que fue miembro durante 10 años. Él y Paulina se casaron en Israel. Vivieron luego 4 años en Kfar Vitkin, al norte de Natania, y en 1981 llegaron a Sdé Avraham, donde viven desde entonces a 4.5 kms de Gaza.
En Israel tuvieron a sus cuatro hijos: Yoav (45), Tal (43), Nir (37) y Dorón (33), el padre de Daniel.
Les agradecemos que nos hayan recibido en estos días difíciles.
Este fue el diálogo con Paulina y Marcelo Tregerman en Sdé Avraham.
- Confieso que no sé por dónde empezar y me pregunto si no es muy banal preguntarles cómo están.
Marcelo: Estamos mal. Realmente no se puede decir que se pueda seguir adelante con el golpe que hemos recibido. Pero no nos queda otro remedio porque tenemos otros 11 nietos, 4 hijos y 4 nueras, por los cuales tenemos que continuar, recordando a Daniel y ayudando a sus padres. Para ellos el golpe es mucho más fuerte todavía y hay que seguir adelante, uno apoyando al otro.
- Le pregunto a la abuela, aunque sé que duele, pero al mismo tiempo es bueno tener tantas cosas lindas para recordar, ¿cómo era Daniel?
Paulina: Daniel era hermoso, muy sociable, muy inteligente, muy dado. Le encantaba jugar con rompecabezas, armar un juego de trenes que tiene. Siempre cambiaba el lugar de los rieles con puentes. Era muy pegado a sus padres, a su hermanita Yuval con la que tiene sólo un año de diferencia. Hacían todo juntos. Levantarse a la mañana, tomar el desayuno juntos, después cada cual iba a su jardín y al volver a casa seguían el día juntos, compartían su dormitorio en el cuarto de seguridad; era también muy cariñoso con el hermanito menor, cariñoso con su abuelo.
- Aquí colocaron muchas fotos preciosas de Daniel, y entre ellas hay una tuya Marcelo, con Daniel, él vistiendo su disfraz de Spiderman, el mismo que colocaron en su tumba...
Marcelo: Así es, él lo quería mucho, así que el disfraz entró con él a la tumba.
- Murió en circunstancias trágicas; siempre lo son cuando muere un niño, pero además, realmente él era disciplinado con el tema de las alarmas...
Marcelo: No hay duda alguna. Hace poco estuvimos haciendo compras en Beer Sheva. En el camino de vuelta al moshav, pasamos a visitarlos. Estuvimos en la casa, jugando con él, con los números y las letras.
Paulina: Él ya sabía escribir su nombre, conocía todas las letras.
Marcelo: Después de un rato, me dijo «quiero que me lleves al parque de los juegos», le dije que mejor no, que hace mucho calor, pero me insistió. Le pregunté a la madre, a Guila, prometí que lo voy a cuidar y nos fuimos juntos. Salimos, él tomó la bicicleta y le dije «Daniel, yo no voy a correr, vos viajás un poquito y esperás que yo llegue». Viajaba sin rueditas.
Paulina: En un solo día aprendió a ir sin rueditas, mantenía el equilibrio perfecto. Estaba feliz.
Marcelo: Así, de a poco, llegamos al parque de juegos, donde hay una «migunit», una estructura protectora, y un asiento. Daniel me dijo: «Abuelo, vos sentate acá y yo te voy a mostrar todo lo que sé hacer en todos los juegos». Subía, se trepaba, y en un momento, hubo «tzeva adom», alarma… En ese preciso instante bajó volando del juego, yo alcancé a levantarme, vino rápido hacia mí, me tomó de la mano y me llevó a la «migunit». Entramos y él me dijo: «Ahora estamos seguros acá adentro, sólo tenemos que esperar a oír la explosión». Cuando escuchamos el estallido, salimos. Le dije que ahora volvíamos a casa; él quería seguir jugando pero yo insistí en que quería que volviéramos, que él tome su «choco» con las galletitas que la abuela le prepara, que él las moja y las come mientras toma su chocolate caliente. Él quería quedarse y yo insistía más que nada porque imaginaba que Guila estaría nerviosa. Pero te cuento esto para que veas que él mostraba mucha seguridad. No tenía miedo. Pero al día siguiente, no alcanzó; en tres segundos fue la explosión.
- Todos conocen ahora a Daniel, como hincha de la selección argentina, aunque es nieto de argentinos, no hijo. Enseguida se dio a conocer su foto con la camiseta de Messi…
Marcelo: Así es. Él se sentaba conmigo durante todo el Mundial, pero especialmente en los partidos de Argentina, en el sillón, en su cuarto, y yo le explicaba quién es cada jugador.
- O sea que ustedes transmitieron un sentimiento por Argentina y al mismo tiempo, desde América Latina llegaron en esta guerra reacciones muy duras que condenaban a Israel y no decían nada de Hamás. ¿Cómo se sienten al respecto?
Marcelo: Sabemos que hay gente con sentimientos antisemitas. He dado hoy cuatro entrevistas a radios y televisiones de Argentina, de las cuales una sentí que era claramente antisemita. Lo que le importaba al que me entrevistaba, todo el tiempo, era «por qué matamos a más de 500 niños» y no prestaba en absoluto atención al hecho que Hamás usa a sus civiles para proteger a sus misiles, que coloca los misiles en escuelas, hospitales, mezquitas, que Israel no quiere atacar pero no le queda otro remedio.
Inclusive el cohete que mató a nuestro nieto salió de una escuela en el barrio de Zaitún. Israel no quería atacar esa escuela.
Israel podría, en una hora, borrar toda la Franja de Gaza, desde el punto de vista de su poderío militar. No lo hace por el precio que eso significaría para el otro lado.
Israel quiere paz. Queremos paz. El pueblo palestino, los ciudadanos palestinos, quieren paz. Son los terroristas quienes dominan y obligan a los ciudadanos, al pueblo, a poner su cuerpo para protegerlos a ellos.
- Y ahora, ¿cuál es el sueño?
Paulina: Hay que ver cómo podemos arreglar y lograr que haya paz en todo el mundo, que no haya problemas, hambre, que todos, blancos, negros, amarillos, musulmanes, católicos, judíos, todos, podamos vivir en paz, podamos seguir adelante, podamos dejarles a los nietos algo bueno, irnos sabiendo que los nietos podrán vivir tranquilos en un lugar seguro.
Hace un mes mi nieto mayor entró al Ejército. Yo pensaba que cuando a él le toque, cuando llegue a los 18 años, no que ya no tendría que ir al Ejército, pero que no estaríamos aún en estado de guerra.
Los años pasan, nos ponemos viejos como decía Mercedes Sosa (hasta mis hijos cantan sus canciones, aunque son todos nacidos en Israel) y seguimos con la esperanza de que al menos los nietos de nuestros hijos puedan vivir en paz.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay