El historiador israelí Ehud (Udi) Manor nació en 1960 en el kibutz Nitzanim, cerca de la ciudad de Ashkelón y de la Franja de Gaza. Como muchos miembros de ese kibutz, sus padres son de origen argentino y Udi domina perfectamente el español.
En 1987, Udi creó junto con un grupo de jóvenes el kibutz urbano Tamuz, muy cerca de Jerusalén.
Manor es doctor en Historia egresado de la Universidad de Haifa; es titular de cátedra en el Seminario Pedagógico Oranim, en Kiryat Tivón, en el norte de Israel.
Udi se dedica a estudiar la historia social y política del pueblo judío y tiene siete libros publicados. Vive en el kibutz Ein Hashofet, está casado y tiene tres hijos.
Como hombre de la izquierda democrática, ve con preocupación que muchos gobiernos de América Latina sean abiertamente hostiles a Israel, pero no encuentra nada nuevo en esa actitud, que lo remite a los años '70.
Manor destaca que en Occidente la relación hacia Israel es diferente a la de cualquier otro país. Según él, el Estado judío todo el tiempo es juzgado por su mera existencia, no por sus acciones; y eso no tiene una solución simple.
Asimismo, advirtió sobre el problema que representa el islam con su mezcla de teología y política, algo evidenciado en la actualidad con el auge del Estado Islámico (EI).
- Países del Mercosur condenaron la política «genocida» de Israel…
- En América Latina entre los gobiernos de izquierda, hay una fuerte tendencia contra Israel, como se vio durante la guerra contra Hamás en Gaza. El Ejecutivo argentino firmó un memorándum inexplicable con Irán. Este fenómeno no existía hace pocos años. Como historiador no estoy de acuerdo con ello, pero es cierto que este es un momento muy difícil.
- No es nada nuevo. No es la primera vez que sucede. ¿te sorprende?
- Justo ahora estoy haciendo un trabajo sobre el canciller israelí entre 1974 y 1977, Ygal Alón, que tuvo que trabajar muy duro para desarrollar relaciones en América Latina. En México se peleó con el entonces presidente, Luis Echeverría, que apoyó la resolución de la ONU que consideró al sionismo como una expresión de racismo y justificó el terrorismo de Arafat. Este fenómeno de la crítica a Israel tiene dos explicaciones: uno es el petróleo, tal vez el argumento más flojo, porque no hay que caer en el simplismo petrolero; y luego el principal, que toca las 'venas abiertas', es el poscolianismo. Se lo ve a Israel como el último bastión del cololianismo occidental. Entonces es sobreentendido que se tiene que estar a favor de Irán, no por su política de represión hacia mujeres o homosexuales. Pero a nivel popular predomina esta visión.
- ¿Será que la hasbará (esclarecimiento) israelí no funciona como debería?
- Tengo alumnos árabes que están totalmente seguros, y no hay modo de convencerlos de lo contario, que el lobby judío en Estados Unidos controla al Gobierno de Washington. Puedo explicarles durante días cómo es la política norteamericana, cómo funciona allí el mecanismo institucionalizado de un lobby, por qué tienen una gran cultura política, mucho más desarrollada que la de Israel, pero no hay forma de convencerlos.
- El asunto es, como se dice en Israel, no querer tener siempre la razón sino obrar inteligentemente…
- Ben Gurión y Herzl, entre muchos otros, dijeron que debemos ser, además del 'pueblo elegido', un 'pueblo destacado', y lo logramos: desde la agricultura a la ciencia, y de allí a la medicina y a la tecnología, entre mucha otras ramas. Somos una buena democracia, no ideal pero aceptable. Israel es un buen lugar, y sin embargo nos odian.
- ¿Alguna razón especial o se trata de antisemitismo puro?
- La famosa frase de Herzl, que merecemos ser parte de la humandad, «un pueblo en la familia de los pueblos», no está avanzando y es muy frustrante. No es suficiente que Merkel y Obama, nos apoyen. A nivel de la opinión pública internacional estamos muy mal.
- ¿Consigues ver la luz al final del túnel?
- No veo una solución a corto y mediano plazo. El hecho es que las contradicciones permiten ser pesimista y optimista a la vez. El turismo en Israel está en permanente crecimento, Tel Aviv es una de las capitales gays. En el terreno científico, ni hablar. Por cada boicot de una institución académica europea hay 80 que se relacionan con Israel. La relación es muy fuerte en este terreno con India, Japón y China; en fin, hay otro mundo que hace menos ruido y que reconoce a Israel como un Estado más, y de gran capacidad.
- Pero en América Latina se está dando vuelta la tortilla…
- Los hechos negativos de los que hablé antes señalan el abismo moral e intelectual que están pasando los intelectuales en Europa, Estados Unidos y América latina. La bronca de los intelectuales latinoamericanos con Israel me habla más de ellos que de nuestro país. Pero mi «vacuna» es la Historia. Como dije antes sobre los años '70, y antes aún, en los '50, Israel estuvo aislado por los ingleses, el presidente Einsenhower, los soviéticos, que luego de comprender que no seríamos un país comunista se alejaron. Hoy estamos mucho mejor.
- ¿Ese aislamiento influye en la comunidades judías del mundo?
- El riesgo existencial, de dejar de existir como Estado, para muchos judíos en la diáspora está presente, pese a que en los años '50 y '60 Israel era mucho menos poderoso y estaba amenazado por ejércitos potentísimos. Recuerdo que mis tíos en Argentina, que ya fallecieron, me contaron que antes de la Guerra de los Seis Días (1967) llamaron a mis padres en Nitzanim para que «manden a los chicos»; a mí y a mi hermano. No era un pedido normal. «Mandén a los chicos» para salvarlos. Cuando se lee los diarios de esa época, de las semanas previas a dicha guerra, la preocupación era una amenaza a la existencia del país. Y hoy hay gente que aún tiene esa preocupación. Es que con Israel no ocurre como con otros países, que pueden ser objeto de críticas, como ahora México por el crimen de los estudiantes, por ejemplo. Nadie pone en duda, pese a esa violencia estatal y social, el derecho de México a existir. Con Israel es diferente. Todo el tiempo es juzgado por su mera existencia, no por sus acciones. Y esto no tiene solución simple, no sé cómo podrá terminar.
- ¿La crisis en el mundo árabe y musulmán juega a favor o en contra de Israel en ese sentido?
- Con la aparición del Estado Islámico y sus barbaridades, se ve que hay una problemática fundamental dentro del islam, que hay que reconocer que el islam facilita algunas ideas políticas, no religiosas, sino de la relación entre teología y política. Hay un problema con el islam, y esperamos que el mundo por fin lo vea y lo entienda. Nosotros lo enfrentamos ya desde los años 20 del siglo pasado. Gente de derecha decía entonces «aquí nos rechazan, no por la tierra, sino por algo que tiene que ver con la religión, con la ideología musulmana. Y es que rechazan la democracia, la igualdad», que, paradójicamente, son los mismos valores que sirven para que intelectuales como Eduardo Galeano, por ejemplo, nos juzguen hoy en día de mala fe.
- Pero Israel ocupa militarmente territorios de otro pueblo sin conceder igualdad de derechos o libertades individuales…
- Sin querer negar el asunto de la ocupación, hay un serio problema de seguridad y una total falta de confianza hacia los palestinos, en particular, y hacia el mundo árabe y musulmán, en general. Desde mi punto de vista, en derechos humanos, Israel todavía está del lado de los «buenos», no como Irán, Siria, Sudán, Libia o Yemen. Ahora, si se trata de lograr el petróleo de Chávez, es otra cosa, pero entonces hay que poner los intereses sobre la mesa. Pero la opinión pública se basa en argumentos, en valores e ideologías, y desde ese punto de vista hay una falta de coherencia de ese sector.
- ¿La reciente guerra de Gaza benefició al sector duro o al dialoguismo dentro del Gobierno de Netanyahu? ?
- En la política israelí hay dos tendencias: una, la activista, que puede ser de derecha o de izquierda, pacifista o belicista; y el otro camino, que es el de statu quo realista, que se basa en que la solución del conficto es tan complicada que lo mejor es manejarlo para que sea lo menos violento posible. Netanyahu es un clásico hombre del statu quo. La guerra en Gaza contra Hamás terminó con ambos lados clamando victoria. Israel triunfó, por ahora, porque hace un mes estamos sin que caigan misiles. Es como en Líbano luego de 2006: no hay un cambio de fondo, es un statu quo clásico. Hay un resultado momentáneamente satisfactorio, pero a la vez todo el mundo sabe que Hezbolá se está rearmando y que Israel se está preparando para la próxima ronda. La realidad de Oriente Medio cambia de manera inesperada. Con Siria, por ejemplo, nadie sabía en 1974 que se lograrían 40 años de calma. Un partidario del statu quo puede poner todo esto sobre la mesa.