A Jaim Jelin (56) lo hemos entrevistado en numerosas oportunidades, casi siempre en relación a la situación en los poblados fronterizos cercanos a Gaza, que viven desde hace 14 años bajo el peligro de los cohetes lanzados desde el territorio vecino.
En su carácter de jefe del Consejo Regional Eshkol (alcalde) de la zona - al que fue electo en noviembre del 2007 -, las alarmas bajo las que vive la población no pueden amedrentarlo y la guerra no logra achicarlo. Es más, está convencido de que la lucha por una vida normal, sin amenazas, debe continuar, pero ha llegado a la conclusión de que desde ahora, debe librarla a nivel nacional.
Es por eso que cuando nos reunimos esta vez con él, hace pocos días, temprano a la mañana, en el comedor de su kibutz, Beerí, el tema era otro: su candidatura a diputado en las elecciones del 17 de marzo. Su marco: el partido Yesh Atid encabezado por el ex periodista y hasta hace poco ministro de Finanzas Yair Lapid.
Jelin es uno de los tres israelíes de origen argentino que participarán en esta contienda electoral. Los otros dos son el profesor Manuel Trajtenberg, en las filas de la lista conjunta del Partido Laborista y Tzipi Livni, y Dani Dayán, como candidato en Habait Haiehudí.
Este es un resumen de la conversación con Jaim Jelin.
- Jaim ¿por qué te postulas para candidato a la Knéset? No me parece que te falte actividad en el ámbito regional, en Eshkol…
- No, pero la política regional tiene un tope. En el esfuerzo para proteger a la población de esta zona, por ser su voz, hay un límite. Puedo hacer mucho, pero no puedo cambiar las cosas a nivel nacional. Si no estoy en un lugar en el que se puede entender los problemas políticos al máximo nivel, no se puede arreglar nada en el ámbito regional. Y todos me dicen: ese lugar es Jerusalén, el centro de la actividad.
- ¿Qué es lo que consideras que debe ser resuelto a ese máximo nivel?
- Lo que yo quiero es que se firme un acuerdo para que finalmente haya calma en esta zona. Y eso se puede lograr desde Jerusalén, con la política a nivel nacional, no desde Eshkol, con la política regional, municipal. Es que haciendo política local yo no hablo con nadie, no puedo hablar con los palestinos que viven en la Franja de Gaza ni con el primer ministro para tartar de ver qué hacer.
- ¿El tiene otro enfoque, distinto del tuyo?
- Su ideología es totalmente diferente de la mía, ¿por qué? Porque él ve a todo el país; yo veo únicamente a mi región. Y entiendo que para saber cómo arreglar los problemas se tiene que ver todo el país y entender cómo eso se trabaja en la Knéset; decidir para tratar de ayudar. Concretamente, quiero hacer lo mismo que estoy haciendo hace años en Eshkol, pero no únicamente a nivel regional sino nacional, en todo Israel, comprender cuáles son los problemas de la gente también en otras zonas, que también lidian con amenazas enemigas. Son dos cosas distintas aunque no contradictorias; una es ampliar la perspectiva y otra distinta es usar el ámbito nacional para servir major a tu región. Lo que yo quiero, exacta mente, es lo segundo para tener mejores herramientas para ayudar a mi región.
- ¿Y por qué en el marco del partido Yesh Atid, de Yair Lapid?
- Hace años estoy hablando con el Partido Laborista, opinando que ellos se fueron demasiado a la izquierda. En un país atacado todo el tiempo por el terrorismo no se puede estar todo el tiempo a la izquierda, ser como Jesús que da la otra mejilla. Eso, con el terrorismo, no existe. La derecha se fue a un lugar que para mí hoy es ultraderecha. Y creo que se creó un vacío en el centro , donde la gente entiende que lo necesario es que haya dos Estados para dos pueblos. Esto no existe en la ultraderecha y creo que en la ultraizquierda no podrán hacerlo como se debe porque allí también hay sionistas, sectores que hablan de un sólo país, para todos...
- Pero esa no es la postura del laborismo. Estás hablando de márgenes en la izquierda...
- Eso no es el laborismo, pero existe también esa postura. Te cuento que cuando estuvo acá, en Eshkol, la diputada laborista Shelly Yachimovich, que fue jefa del partido, le dije: «No puedes hablar únicamente de la necesidad de ser izquierda en lo social porque necesitas que haya comercio con el mundo y ahora, hagas lo que hagas, el mundo cree que Israel tiene la culpa; y si no explicas al mundo la situación aquí, y los soldados son los únicos que explican, en la práctica, cuando hay que salir a luchar, estamos en problemas». Es que con el terrorismo el diálogo es mediante la violencia, pero no se está dando lugar a la parte política, y eso no sirve.
- ¿Y qué tiene que ver esto con Yesh Atid? ¿En qué lo resuelve?
Yesh Atid entra exactamente en el lugar indicado. Entiende que si uno logra resolver un problema político de alto nivel, también se logra desarrollar más la economía, habrá más lugares de trabajo y un salario más alto, menos pobreza. Yair Lapid, de lo que yo he visto, es el único que combina la política internacional de Israel, que incluye la necesidad de resolver el conflicto con los palestinos, con el tema de la economía nacional. La izquierda no lo hace y la derecha tampoco.
- Yair Lapid habla de la necesidad de avanzar en el proceso de paz, pero por otro lado, tras las últimas elecciones, se alió con el partido Habait Haiehudí, que es la derecha ultra nacionalista...
- Eran dos partidos nuevos. Si le preguntaras hoy a Lapid te diría que quisiera hacer todo de vuelta, que no quiere repetir los errores que cometió.
- ¿Te dijo que fue un error aliarse en su momento con Naftali Bennett de Habait Haiehudí?
- No, pero dos días después de las elecciones, dijo que para el futuro, querrá ser primer ministro. Si recién entra a la política, no puede decir eso...
- Puso a Netanyahu en alerta, en su contra…
- Claro. Y otro tema, respecto a los «jaredim» (ultraortodoxos). Él no entró, como su padre, en contra de los religiosos sino que dijo: quiero que hagan el Ejército y entren al círculo de trabajo, pero no lo entendieron, no lo explicó bien.
- Lo veían como el hijo de Iosef (Tomy) Lapid, percibido como anticlericalista...
- Exactamente, ese es el problema; la gente etiqueta; te define.
- Pero yo me refería a la tendencia política, a lo que significó su alianza con Bennett...
- A mí no me gustó lo que él hizo; para nada, para nada. Él sabe también lo que yo pienso al respecto. Pero en cuanto a nuestro vínculo hoy, te diré que lo lindo es que él sabe de dónde vengo, que yo soy de izquierda en lo relativo a temas socioeconómicos, pero militante en términos de seguridad. En los temas de la seguridad, soy muy del centro. Quizás lo más claro para entenderlo, es contarte que nací en Ajdut Haavodá, con Igal Alón. Era gente que decía «queremos vivir en un país con mayoría judía, porque vivimos el Holocausto y necesitamos nuestro Estado», que tenía eso como prioridad, pero que como segundo punto, todo el tiempo trataba de hablar con los árabes. No hay contradicción entre ambas cosas.
Tu opción política es ir, pues, con Yair Lapid, aunque también consideras que cometió errores. ¿Se puede confiar en él?
- Sí; totalmente. En serio lo digo. Él me recibió como yo soy y me dijo «Sigue siendo lo que eres. Nosotros te queremos ahora porque eres derecho, eres sincero, y dices lo que tienes en tu corazón», eso es lo que él quiere.
- ¿Cómo surgió la conexión?
- Por la guerra. La verdad es que empezamos peleándonos. Cuando me llamó empecé gritándole. Le dije: «¿Qué haces? ¿Ahora me llamas porque hay guerra? Un año entero estoy tratando de ver cómo puedo reunirme contigo y tú ni apareces». Nos peleamos por teléfono.
- ¿Pero para qué te llamó? ¿Para expresar su solidaridad porque en Eshkol estaban bajo ataque constante de cohetes? Él, en la guerra, recordemos, era ministro de Finanzas.
- Sí; exactamente. Y me llamó por primera vez en la final del Mundial entre Argentina y Alemania.
- ¿Para desearle suerte a Argentina?
- No sé; él estaba también en un kibutz de argentinos y yo estaba en Ein Hashloshá. Había mucha gente. Yo empecé a gritarle porque no lo escuchaba y me decía: «¿Qué me gritas? A mí la gente no me grita». Después entendí que él estaba en el coche con su hijo mientras hablaba conmigo. Después contó: «Jaim empezó a gritarme; mis hijos escuchan que le gritan al padre... ¿qué puedo hacer?». Después ya todo fue mucho más fácil.
- Después él te sugirió venir a la política.
- No únicamente él; hubo muchas propuestas. Tzipi Livni, Liberman, todos, pero no únicamente porque querían que entrara a su partido sino en primer lugar para que entrara a la política nacional. Lo más duro fue decidir si ir o no a la política nacional; y luego hay que decidir adónde vas, con quién.
- Entiendo que dudaste si ir a la política. ¿Por qué?
- Porque es dejar lo que estoy construyendo hace siete años en el municipio, saber que alguien me va a tener que cambiar en mi cargo de jefe del Consejo Regional Eshkol; y que en la próxima guerra no voy a estar yo a cargo de esta responsabilidad, aunque mi familia y yo seguiremos por cierto viviendo en esta zona. No es sencillo.
- No sé si en política se puede hablar de «querer» a alguien, pero es indudable que la gente aquí, en Eshkol, aprecia mucho tu trabajo. El hecho es que estás desde 2007, porque fuiste reelecto hace unos dos años...
- Esa es la palabra' si se aprecia o no lo que uno hace. La gente entiende que tú trabajas para ellos. En política no hay cuestión de amor. Se valora lo que hago; eso sí lo siento.
- ¿Qué te llevás contigo de Eshkol al Parlamento?
- Diría que la decisión de querer pasar a la política nacional está directamente relacionada a la última guerra. Es que entendí que si no hacemos algo, vamos a vivir en Guerra cada año o cada dos años. No puedo permitir que eso pase; no quiero que eso pase. La gente entiende para qué voy; llevo conmigo una tonelada y media de problemas de los chicos, de los padres, de las familias que pasaron por la guerra. En la guerra, el Gobierno no estuvo con nosotros. En los últimos 14 años se sigue hablando en el mismo idioma, el de la guerra, por los dos lados, y no tratan de cambiarlo. Te cuento que durante la Guerra vino uno de los generales de la unidad de enlace con los territorios, y me dijo: «No podemos trabajar de guerra en guerra, tenemos que hacer algo totalmente diferente». Por primera vez escucho eso también del Ejército, de que hay que cambiar toda la situación, de que ellos, los palestinos, tienen que tener lugares de trabajo, si no, no van a tener futuro. No puede ser que si uno le pregunta a los chicos en Gaza cuál es el oficio del padre, te digan que su oficio es ser terrorista. Hay que cambiar toda esa situación.
- Creo que estás generalizando demasiado. Pero sin minimizar en absoluto la importancia de lo que dijiste y la necesidad de resolver el conflicto, no me parece que la situación en Gaza sea culpa de Israel.
- No, seguro que no. La culpa es del terrorismo. Pero justamente me pregunto si está claro que los terroristas de allí tartan de matarnos a nosotros, ¿cómo es que nos ven a nosotros como culpables? Hay que cambiar esta imagen; es un serio problema.
- Me acuerdo que antes de que Hamás tomara el poder yo entraba a Gaza, iba a menudo a entrevistar, y veía que miles de palestinos salían diariamente a trabajar en Israel.
- Claro. Todos entrábamos. Yo también. Íbamos mucho a Gaza, al mar, comíamos allí, hacíamos allí las compras. Ellos venían a trabajar acá. Eran amigos, no enemigos. Increíble que haya cambiado tanta cosa. Sea como sea, creo que las cosas pueden cambiar para bien. Y quiero tratar de incidir en ello en la política nacional. Al menos, lo intentaré.
El aporte del origen argentino
- ¿Sientes que hay algo de tu origen argentino que incide en tu forma de ver las cosas?
- Nací en Argentina y crecí bajo la dictadura militar, así que entiendo y aprecio el valor de la democracia israelí y de que uno pueda decir lo que siente, ser libre, que nadie te tape la boca. Esta es una de las cosas más importantes que hay en Israel. Claro que está además mi enfoque de mundo, viviendo en un kibutz socialista, en favor de un término medio, que no sea ni el capitalismo de Milton Friedman ni el marxismo. Te diré que a mí me quedó un trauma de Argentina, de la época en la que no podías estar en la calle después de las 21:00, la época del toque de queda. Me fui de Argentina a los 17 años, cuando ser judío y de izquierda significaba que corrías doble riesgo.
- ¿Cómo era tu vida en Argentina?
- Estudié en El Once, estaba frente a la AMIA, así que cuando llegué a Israel no llegué por un movimiento judío sino por la AMIA, porque podía venir a Israel durante seis meses como voluntario. Me quedé seis meses, después otros seis, y otros seis, y al final decidí no volver. De mañana estudiaba electrónica y por la tarde iba a una escuela judía en Buenos Aires.
- ¿Tienes también lindos recuerdos de Argentina o sólo lo difícil de la dictadura?
- Sí; muy lindos recuerdos. Siempre, si tengo tiempo para ir a visitar a mi familia, que toda está allá, o ir a pasear con mis hijos, para mí es lo más lindo que hay. Cuando puedo hacerlo, no opto ir a Estados Unidos, Bolivia o Perú, sino a Argentina.
- ¿Te gusta cuando acá te identifican claramente como sudamericano?
- Sí; ya no tengo problemas. Al principio me molestaba.
- Justamente en tu kibutz, Beerí, no hay casi latinoamericanos, lo cual es raro...
- Es cierto, no hay. Pero siempre sentí que la gente ve bien a los sudamericanos. Ben Caspit, el periodista, ya me dijo que le encanta hacer entrevistas a gente que viene de América Latina para poder escuchar el acento en hebreo.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay