Manuel Trajtenberg (64) llegó por primera vez a Israel en 1967, cuando tenía 16 años, a participar en el programa ya entonces muy conocido, Majón de Madrijim, para jóvenes líderes en movimientos juveniles sionistas. Había llegado de su Córdoba natal, en Argentina.
Pasó la Guerra de los Seis Días, volvió a Argentina, trabajó en la comunidad en Mendoza y, finalmente, en 1969, viajó nuevamente, ya para radicarse en Israel.
Estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén, se licenció en Sociología y Economía; luego recibió un master en Economía; viajó a Estados Unidos a hacer su doctorado en Harvard y regresó a ser profesor de Economía en la Universidad de Tel Aviv.
Su carrera pública comenzó en 2006 cuando el entonces primer ministro Ehud Olmert le nombró como asesor especial para política económica.
El profesor Trajtenberg creó el Consejo Nacional de Economía del que fue su primer director.
Como asesor económico de Olmert lanzó varias iniciativas destinadas a reducir la pobreza y aumentar el empleo.
Cuando Binyamín Netanyahu asumió como jefe de Gobierno en 2009, solicitó a Trajtenberg que permanezca en su cargo. Él accedió, pero a los cuatro meses renunció y fue nombrado director de la Comisión de Planificación y Presupuesto de la Enseñanza Superior, cargo en el que se mantuvo hasta hace poco, al confirmarse que se postula para el Parlamento como candidato a diputado por el Partido Laborista unido con Tzipi Livni, bajo el nombre «Hamajané Hatzioní» (Grupo Sionista).
Si el jefe de la facción, Itzjak Hertzog, es llamado a formar el nuevo gobierno, Trajtenberg será el próximo ministro de Finanzas de Israel.
A su esposa, oriunda de Canadá, la conoció en Harvard. Con ella tiene tres hijas, de 20, 25 y 27 años. La mayor es doctora en Física, la segunda tiene un título en Sicología y la menor sirve en el ejército. Las dos mayores están casadas y de una de ellas tiene su primer nieto de un año.
En esta entrevista, ahondamos en algunos de los temas centrales.
De la protesta social a la política nacional
- Profesor Trajtenberg, en la academia y en la política económica usted está hace muchos años, pero sin duda, su nombre y su rostro se tornaron ampliamente conocidos en distintos sectores del pueblo cuando jugó un rol clave en la protesta social de hace unos años, cuyo tema central fue «el pueblo quiere justicia social».
- Así es. En ese momento, el primer ministro Netanyahu me pidió que encabezara la Comisión Nacional para tratar el tema de la protesta social. En 49 días escribimos un informe muy amplio, con muchas recomendaciones para tratar de combatir los problemas que surgieron con la protesta bajo el título de «Justicia social». Varias de esas recomendaciones se cumplieron, especialmente la de la enseñanza gratuita y universal para los chicos de tres a cinco años. Esa fue la medida más importante que se tomó. Realmente tuvo un efecto muy bueno tanto para los padres, ya que les alivió mucho el precio económico, como para los chicos en sí.
- Pero no todo se cumplió…
- Así es. Muchas otras recomendaciones no se cumplieron y desde mi punto de vista hoy en día lanzarme a la política es una manera de cumplir con la promesa que hice en ese momento, de que si el programa económico que presentamos en ese informe no iba a ser cumplido por los gobiernos, yo personalmente asumiría la responsabilidad de tratar de hacerlo desde adentro.
- ¿Le resultó natural entonces optar por ir a la política a nivel nacional?
- Ante todo no hay otra forma de hacerlo que a través de la política nacional. Israel es un país chico, los problemas son grandes y hay que atacarlos desde arriba.
La opción: Centro-izquierda
- ¿Y el Partido Laborista (PL) fue su única opción?
- El PL en sí no es lo que me atrajo sino la unión entre el PL y Tzipi Livni, porque estoy convencido de lo que hace falta es establecer grandes bloques, estables y con una plataforma clara. No cada vez otro partido y otro partido que surge hoy y mañana desaparece. Eso provoca una gran inestabilidad política. Así que para mí esto fue la conjunción de dos motivos. Uno, cumplir con la promesa que hice hace tres años y medio, y dos, ligarme a un bloque que surge de una unión y no de una fragmentación.
- Recordemos ante todo que Tzipi Livni, ex canciller, trae más que nada prestigio a nivel internacional que una gran presencia parlamentaria. Pero la pregunta central es si desde el punto de vista del enfoque socioeconómico, esa era la línea más natural para usted o la única posible.
- La línea socioeconómica yo la voy a establecer. Es eso lo que me pidieron tanto Itzjak Herzog, jefe del Laborismo, como Livni. Dijeron que voy a ser quien controle las políticas socioeconómicas y también el candidato a ministro de Finanzas. Pero lo que me interesa a mí es la primera parte, poder determinar cuál es la línea que vamos a seguir, Para mí este bloque es una plataforma, una base que tiene afinidad con mi concepción económica social, pero a mí me dieron la autoridad para establecerla.
- Pero me imagino que el tema no pasa sólo por el hecho que usted determinará la línea económica. Tiene que haber de fondo una afinidad con el enfoque socioeconómico del partido al que se ha sumado ¿verdad? O sea; si lo llaman de otro con una línea ultraconservadora y le dicen: «Venga con nosotros y usted va a determinar la línea», usted no iría...
- No, por supuesto. Estamos hablando de centro-izquierda. La afinidad uno la tiene que sentir no sólo en el campo particular económico-social sino también en el campo de la política frente a los palestinos y otros temas. En ese sentido, la conjunción de Herzog y Livni es en la cual me siento muy cómodo. Pero recordemos también que desde el punto de vista de la política socioeconómica en particular, el PL tiene una diversidad de opiniones; no es algo uniforme.
- ¿Cuál es en su opinión el común denominador?
- Lo que tiene de importante para mí, es la sensibilidad social; y esa sensibilidad social hay que traducirla a una política económica responsable, factible, sin prometer ni el cielo ni las estrellas, sino lo que se puede lograr. En resumen, siento una gran afinidad con ellos, también en cuanto a una actitud ante el conflicto con los palestinos, y en el campo socioeconómico está la base esa de sensibilidad social.
Liderazgo para resolver conflicto con palestinos
- ¿Cómo ve el tema del conflicto con los palestinos? Estarán las discrepancias con la política del gobierno; y si está ahora en el Laborismo, estimo que también ve la problemática en las actitudes árabes ante Israel…
- Claro. Creo que una de las tragedias de Israel es que las diferencias de opiniones entre los grandes bloques son mucho menores de lo que parecen. Lo que hay es un fracaso de liderazgo para poder realizar o llevar adelante lo que la gran mayoría de los israelíes quiere. Y no es que lo que en Israel se llama la «derecha nacional» haya asumido una ideología extremista, fanática, mesiánica. No es cierto. Hay algo de eso sólo en los márgenes. Lo que ocurrió es que ha habido una parálisis de liderazgo.
- Esta es una crítica a Netanyahu. O sea; él hace ya seis años que es primer ministro, además de haberlo sido antes, claro…
- Mi crítica a Netanyahu es que no se ha animado a traducir lo que creo que 65% o 70% de la gente quiere, que es llegar a un acuerdo. Por un acuerdo habrá que pagar un alto precio. Creo que el gobierno lo tiene claro. Pero el problema principal es que teme que el acuerdo no se cumpla y se convierta en una plataforma para atacarlo. Teme también que la opinión internacional vaya muy lejos en favor del otro lado y acá nos deje solitos, y mucho más.
- ¿Y ese temor le parece justificado?
- Claro. Pero es exactamente ahí donde hace falta liderazgo. Un liderazgo que sepa tomar las medidas necesarias para llevar adelante una iniciativa, pero que al mismo tiempo trate de aminorar los miedos. Cuando uno tiene miedo hace falta alguien en quien poder aferrarse y decir: «Yo confío en él». Ningún israelí va a estar dispuesto a firmar un acuerdo que entrega a Abu Mazen territorios por confiar en Abu Mazen. Pero uno estaría dispuesto a hacerlo si tuviera un Ben Gurion en el que confía. Uno tiene que confiar en el líder propio y no en el de otro lado. Eso es lo que hace falta en Israel.
- ¿Piensa que es factible llegar a un acuerdo en un futuro cercano?
- El punto de partida de cualquier iniciativa política en ese campo tiene que ser factible. Si ese no es el punto de partida, entonces la política que deriva de ello es como en su momento fue la de Itzjak Shamir. No hacer nada. Exactamente. No hacer nada. Sentarse y tratar de minimizar los riesgos inmediatos, pero sin que en el fondo se crea que algo puede salir de eso. Mi respuesta a ello es muy sencilla. Los conflictos de esta naturaleza son muy difíciles de resolver, pero la historia demuestra que se resuelven, pueden tardar más o menos años, pero se resuelven. Y cuando eso ocurre no sólo es porque las condiciones objetivas han madurado lo suficiente - y eso, en efecto, tiene que ocurrir - sino, antes que nada, porque se tiene una figura, un líder que esté dispuesto a hacerlo. En los años '60 del siglo pasado estaba claro en Francia que había que resolver el problema de Argelia, pero hasta que no vino Charles de Gaulle y lo hizo, corriendo el riesgo personal diario de que lo maten - recordemos que había una oposición muy violenta a ese acuerdo - no ocurrió. Pero cuando él decidió, lo hizo, y hoy en día, en retrospectiva, parece obvio, clarísimo, que eso tenía que suceder. En castellano decimos «No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo aguante». Al final se tiene que resolver, pero alguien lo tiene que hacer.
- Si usted eligiera el mensaje central para decirle a la ciudadanía israelí de cara a las elecciones, cuando tiene que decidir a quién votar ¿qué le diría?
- El mensaje central es que lo último que un pueblo tiene que perder es la esperanza y la voluntad para tornar la esperanza en hechos. Y lo que ha ocurrido acá, y lo que más lamento, lo que más me duele, es que se ha perdido la esperanza. Entonces, cuando las actitudes reflejan decepción, desilusión, pérdida de fe, todo eso, vemos lo que ocurre. Y lo que hay que encender de nuevo es eso, la esperanza. Nuestro himno se titula «Hatikvá» y nosotros lo cantamos, pero nos olvidamos del contenido; y eso es lo que hay que hacer, volver a cantar el himno prestando atención a la letra y no sólo a la música.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay