El pueblo judío celebró días atrás su día más sagrado, Yom Kipur, el Día del Perdón. Para más de 2.500 familias en Israel, más allá de su observancia religiosa, la fecha es, todos los años, desde 1973, otro aniversario del dolor, en el que recuerdan a sus seres queridos caídos en la guerra que lleva justamente el nombre del día de ayuno y plegaria. Esos caídos se sumaron a los también numerosos de las guerras anteriores, y a todos ellos, lamentablemente, continuaron agregándose los nombres de los muertos en las posteriores, así como de víctimas de atentados, una lista que parece de nunca acabar.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), junto a sus diversas unidades de combate , a los encargados de Inteligencia, Tecnología, Computación, Educación y tantos otros aspectos que forman parte de su diario quehacer, dedican recursos humanos y económicos también a lo que en hebreo se llama «Maaraj hanifgaím», o sea el sistema relacionado a quienes murieron o resutaron heridos durante su servicio militar: un sistema que abarca el contacto con las familias de los caídos, con los heridos y desaparecidos en acción.
Hoy en día, quien lleva sobre sus hombros aún jóvenes pero ya de gran experiencia, la responsabilidad del contacto con las familias de los caídos, es la teniente coronel Inbal Kaplan, de 37 años. Tiempo atrás ocupó cargos en «JEN», un cuerpo dentro de las FDI que se ocupaba especialmente de las mujeres soldadas.
Desde hace 12 años Kaplan está en el «Maaraj hanifgaím». Fue oficial encargada del tema de los heridos en el Cuerpo de Infantería y Paracaidistas, más tarde trabajó con las familias de los caídos en unidades de élite y hoy es la jefa de la División de Familias.
Dado que ineludiblemente, al conversar con ella, surge también su vida personal, contaremos que está casada con Maor y que ambos son padres de tres niños: Amit de 9 años, Omer de 6 y Alma de un año y medio.
- Inbal, creo adivinar de antemano que esta entrevista no será fácil, pero lo también seguro es que tengo ante mí a una oficial que no ocuparía su cargo si sus superiores no tuvieran claro que tiene una gran fortaleza emocional. Es que de hecho, lidias con la muerte de gente joven y con el dolor y el vacío que esta deja en quienes quedan vivos…
- Así es. Claro está que cada cargo requiere su preparación, tanto lo relacionado a cosas técnicas como a conocimiento y adaptación desde el punto de vista de carácter. Pero realmente creo que más allá de la preparación que se recibe, uno tiene que tener de modo natural las características que le permiten llevar a cabo estas funciones. Antes de asumir el cargo, tenemos encuentro con psicólogos para estar seguros de que se trata de alguien apropiado. Es que todo acá es muy delicado, tan especial, tan complejo. Pero el tema es ver no sólo que haga bien el cargo sino que se preserve a la persona que lo hace, ya que no cualquiera puede tocar una puerta, entrar a la casa de una familia que perdió a un ser querido y notificarlo. O sea que acá hay que ver dos niveles.
- O sea que hay que saber trabajar pero, por otro lado, mantener la sensibilidad.
- Creo que no hay forma de perder la sensibilidad cuando uno se ocupa de gente. Esto pasa por si uno sirve o no para el cargo, y la verdad es que es algo que se nota rápidamente.
- Por otro lado, al entrevistar voluntarios que prestan ayuda por ejemplo en atentados, como lo he hecho muchas veces, dicen que tienen que hallar la forma de desconectarse un poco porque si no, luego de varios eventos, terminan ellos mismos internados. ¿Cómo se maniobra entre estas dos necesidades?
- Quisiera aclarar ante todo que se prepara a las oficiales que están en esto de modo muy profesional, con todos los estudios y apoyos necesarios. No esperamos en absoluto que se llegue a un momento de crisis sino que tomamos las medidas para tratar de evitarlas. Pero acá, en relación a tu pregunta, te diría que la diferencia entre esos voluntarios y nuestros oficiales, es que nosotros nos mantenemos en contacto con las familias por un tiempo o por largos períodos. Y aunque supongo que es evidente, por las dudas lo aclaro: aquí todo es voluntario. Nadie puede hacer algo así porque se lo impusieron. Ni en el servicio regular ni en la reserva (miluim).
La motivación, en casa
- ¿De dónde vino tu interés? ¿Por qué quisiste estar aquí?
- En mi caso particular parte de la explicación pasa por el hecho que mi padre es lisiado de las FDI, de la unidad Golani. Perdió una mano en una maniobra a raíz de una falla en una granada. Le ocurrió cuando tenía 18 o 19 años, un niño. Hoy tiene 68. Yo nací en una realidad en la que siempre supe que mi padre fue reconocido como lisiado por las FDI, lo cual significa que conocí este mundo. Siempre vi lo que las FDl significaban para él y lo que aporta el contacto con la oficial de su unidad o su batallón que se encarga de estas cosas.
El apoyo
- ¿Hay algo positivo que uno logra ver, claro que no de la muerte, sino de todo lo que se vive a raíz de la tragedia?
- Se entiende que junto al dolor, la vida continúa. Y nosotros tratamos de destacarlo también en las actividades que organizamos. Todos los años tenemos un evento que llamamos «Juntos, mano a mano», al que invitamos a todos los hermanos de los caídos y a los huérfanos de hasta 21 años de edad, con el resto de la familia, a un día de diversiones. Es un día en el que abrazamos a las familias; llegan todos los comandantes de las distintas unidades; es un evento muy especial. Y hay otros no menos especiales, por ejemplo para viudas de caídos y sus hijos. Y claro que uno puede venir y ver tanta gente y sentir un golpe en el corazón, pensar ¡cuántas familias perdieron seres queridos! Y es cierto, pero al menos tratamos de acompañarlos. Hay otro evento que se hace, una «kaitaná» de varios días, que incluye también cuidados para bebés para permitir que las madres que quedaron solas puedan descansar un poco durante el día.
Una situación singular
- ¿Alguna vez te detuviste a pensar cómo puede ser, por qué tiene que ser tan natural que jóvenes tengan que dedicarse a estas cosas? Tú estás hace 12 años en cargos relacionados a la muerte, a los heridos y al dolor que estas situaciones significan para las familias de los soldados…
- Sin duda no es algo común. Pensé en muchas ocasiones qué bueno sería poder dedicarnos solamente a cosas alegres, tanto en las FDI como en la vida civil. Pero también creo que hacer esto da mucho orgullo y satisfacción porque la ayuda que las FDI dan a las familias que perdieron a un ser querido, cómo las envuelve con apoyo y calor, no tiene parangón. Y uno de los momentos más especiales, que lo resume todo, es cuando una de estas familias te invita a un acontecimiento alegre que celebran, un casamiento, el brit milá de un nieto; y una llega y súbitamente se da cuenta que es parte de esa familia. Es algo sumamente emocionante. Recuerdo especialmente el caso de una pareja que perdió a su hijo, su único hijo. Quedaron solos y decidieron insistentemente traer otro hijo al mundo. Recuerdo la alegría cuando la madre quedó embarazada. Tuvo mellizos y me invitaron al brit milá. La alegría era indescriptible. Ningún niño sustituye al hijo caído. Eso no sucederá nunca. Pero un nuevo hijo trae una nueva luz, un motivo para seguir viviendo. Y por ende, trae felicidad.
- Volvamos atrás… Me imagino - no por buscar cómo arruinar lo que recién dijiste - que de fondo también debe haber una gran frustración, porque tú, al hacer bien tu trabajo, puedes aliviar un poco, ayudar, apoyar, pero sabes que no puedes nunca devolver la vida a quien cayó.
- Sin duda; lo absoluto e irreversible de esto, es sumamente frustrante. Al mismo tiempo, cuando uno puede, junto al color, brindar mucho apoyo y calidez a la familia, eso tiene su valor. Y hay familias que nos dicen «lo peor ya nos pasó, es un hecho, pero mientras lidiamos con esa situación que nos fue impuesta, conocimos gente buena, descubrimos cosas nuevas sobre nosotros mismos». Es algo muy fuerte y muy especial.
Indescriptible
- ¿Podrías darme algún ejemplo concreto de cómo se lidia con las dificultades inherentes a tu cargo?
- No puedo dar nombres, pero sí contarte alguna situación. Recuerdo el caso muy duro de un soldado que estaba haciendo su servicio de reserva, miluim, y cayó en un enfrentamiento en Gaza. Recibí el aviso y en ese mismo momento mi propio esposo, de la misma edad que ese hombre, también estaba de miluim en una unidad de combate. Él y su esposa, y nosotros, teníamos la misma cantidad de hijos, hasta de las mismas edades. Tuve que llegar a su casa con los comandantes. Hay siempre un oficial que es el encargado de golpear la puerta, de transmitir la terrible noticia y luego la oficial a cargo de estos temas entra con los comandantes. Es siempre una entrada sumamente difícil. El comandante cuenta a la familia lo que sucedió, cómo fue - en la medida en que se sabe ya en ese momento. Y en este caso, recuerdo que llegamos en el jeep del comandante, primeros, y veo al hijo del soldado que cayó, de la misma edad que uno de mis hijos, que le grita entusiasmado a la madre: «¡Llegó el jeep de papá! ¡Llegó el jeep de papá!». Para mí fue un momento desgarrador. Me costó mucho recomponerme. Es que no hay otro remedio, hay que lidiar con esas situaciones, estar allí para ayudar a la viuda, a los padres. También había allí una bebita, exactamente de la misma edad que la mía, que estaba en casa. Es una situación nada sencilla por el dolor mismo de esa familia, que yo sabía estaban viviendo, y porque uno entiende que le puede pasar a cualquiera, que lo mismo podría haber pasado en mi casa. Cada familia es un mundo entero; y uno entra al mundo de cada una y ve que cada familia es otro mundo.
El abrazo o el llanto
- Me imagino que eso se manifiesta también en la forma de reaccionar...
- Por supuesto. Hay familias que enseguida te abrazan y en esos casos, siento que es un poco más fácil lidiar con la situación. Son familias con un carácter que les permite entregarse más, abrirse. Y hay lugares en los que la reacción es muy contenida y cerrada, y ahí es mucho más difícil porque se escucha el silencio que penetra; es duro, duele. Pero realmente cada familia es un mundo y una aprende que en este cargo logra adaptarse a toda la variedad de reacciones, hallar la forma de abrazar y apoyar a cada familia según su necesidad. Se aprende a «coser el traje a medida, según las necesidades». Hay familias que nos precisan de modo mucho más intensivo a lo largo de los años, y otras que prefieren estar menos en contacto con nosotros. Y está bien. No imponemos nada.
- ¿Qué es más difícil, una familia que reacciona en forma muy contenida o con histeria, gritos, llantos?
- Aprendí en todos estos años, que no hay reglas claras, no hay leyes. Puede haber una familia que al principio grita terriblemente y que luego pase a ser muy cálida con nosotros. Depende también de lo que irradie la oficial encargada del tema. Recordemos que puede haber familias que están muy enojadas con las FDI, y que para ellos, la oficial que viene de nuestra sección representa a las FDI y a la unidad en todo sentido. Aquí no puede haber separación. Nosotros somos las FDI. Y puede haber familias que no quieran nuestra ayuda, pero en esto no nos rendimos y buscamos la forma de poder ayudar. Y en general lo logramos, porque las familias al final sí quieren este vínculo . Su hijo cayó durante su servicio militar, protegiendo al Estado de Israel, y eso es algo, creo yo, por lo cual al final sí quieren esta relación.
El momento que congela la sangre
- Recordemos que en todo esto, el primer momento, el más terrible, es cuando hay que notificar a la familia de lo peor…
- Por supuesto. Puedo darte otro ejemplo justamente de lo primero que mencionaste. A veces uno saca un equipo para avisar a la familia y luego te confirman que ya transmitieron el tan difícil mensaje. Recuerdo un caso en el que estaba esperando que los que salieron nos confirmen, una situación muy difícil, porque entre todo lo duro, uno quiere estar seguro de que no se cometió ningún error, ni el más pequeño. No me llamaban, pasaba el tiempo, y yo estaba nerviosísima. Entonces llamé yo y pregunté ¿qué pasa? Y el oficial que mandé me dice: «Inbal, están cantando las canciones de shabat... démosles algunos minutos más de gracia». Me dijo que estaba esperando del otro lado de la puerta y los oye cantando... y sabe que ese mundo que irradia alegría se desmoronará en cuestión de minutos, cuando reciban la terrible noticia... Y me pide que esperemos unos minutos más antes de cambiarles radicalmente la realidad en la que viven.
- Impresionante.
- Pero el rol del oficial no termina allí. En el 95% de los casos, son los oficiales que cumplen estas funciones, los que se encargan de coordinar todo lo relacionado a la «shivá», la semana de duelo, el funeral; les ayudan en todo lo que se puede en esta difícil despedida. Luego vienen las ceremonias recordatorias. Y los encargados de dar la dura noticia pasan la responsabilidad a los oficiales que tienen a su cargo el vínculo con las familias de los caídos; y en la enorme mayoría de los casos, todo termina con un fuerte abrazo, con palabras como «gracias por lo que han hecho por nosotros, por haber estado junto a nosotros».
- Se me ocurre ahora un elemento muy complicado y es el hecho que apenas aparecen en la puerta los oficiales encargados de dar la noticia, cuando la familia abre, ya entiende, antes de que se alcance a decir nada.
- Exactamente, lo cual exige que todo sea muy exacto, porque a veces la puerta se abre y uno no logra ni decir nada antes de que haya llantos y gritos. La sola presencia de estos oficiales en la casa, significa lo peor.
«Por lo menos, que esté herido»
- Aunque también pasa que les dicen “por lo menos digan que solamente está herido” ¿verdad?
- Así es. Si el aviso es sobre alguien herido, decimos de inmediato: “venimos a comunicar que está herido”, apenas abren la puerta. Es como disparar las palabras de inmediato para garantizar que no piensen otra cosa mucho peor todavía. Es distinto que lo que pasa cuando uno viene a avisar que el soldado de esa casa cayó y entonces tenemos que cerciorarnos primero quién es la persona que abrió la puerta, si es la madre, cómo se llama, si está sola...Tenemos que estar seguros de que comunicamos la triste noticia a la persona indicada.
- Aunque suene extraño, uno casi diría que al ver a los oficiales en la puerta, los padres, o la esposa, quien sea, ansían oir que su soldado está herido, sabiendo que la alternativa es lo peor e irreversible.
- Es cierto, pero por otro lado también esos comunicados son complejos, porque se va hasta la casa a transmitir el mensaje, cuando el herido se halla en grave estado. Si sufre heridas leves o de mediana entidad y está consciente, vamos a hacer todo lo posible para que aunque no pueda hablar mucho, llame a la casa y que lo oigan decir «mamá, soy yo»; y ya entonces nosotros seguiremos hablando y explicando. Pero si oyeron su voz y entienden que está vivo, es otra cosa. Y cuando nosotros tomamos el teléfono les decimos «su hijo llegó a tal y tal hospital, les estamos mandando un taxi, vengan , los esperamos». Pero cuando el herido está muy grave, a veces en estado desesperado, nos vemos obligados a ir personalmente a la casa a notificar a la familia. Y digo «obligados» porque esa ida a la casa es terrible. Lamentablemente también sucede que mientras los padres están en camino al hospital, su hijo fallece.
Aprender a valorar
- ¿Cómo han influido en ti estos distintos cargos que has ocupado relacionados a esta difícil temática?
- Creo que ante todo, esto me ha dado proporciones correctas de la vida; me ha enseñado cuánto hay que apreciar lo que uno tiene y perpetuar en su memoria, en su sentimiento, ciertos momentos. Claro que al mismo tiempo debo confesar que también provoca ciertas alteraciones. Por ejemplo, a veces me pasa que salgo de mi casa y me doy vuelta a mirar todo, pensando que quizás no vuelvo y que otros llegarán a avisarle a mi familia. Debo reconocer que aunque suene medio loco, a veces me pasan esos pensamientos por la cabeza, que salgo al trabajo y no puedo tener certeza de que voy a volver. Ya me ha pasado que me imaginé mi propio funeral, el de mi esposo, el de mis padres; es que vivo muchas situaciones de este tipo, me identifico y resulta inevitable.
- ¿Esto significa que también actúas como una madre especialmente preocupada?
- Trato de no serlo. Habrá que preguntarles más adelante a mis hijos. Realmente trato de no exagerar, pero me imagino que sí me preocupo más que otras madres. Sin embargo, cuando me pasa hago el esfuerzo consciente de dejar de pensar en peligros, de concentrarme en ver las cosas hermosas que la vida nos da, de no perder las proporciones.
- En español hay una buena expresión para eso: las pequeñas grandes cosas de todos los días…
- Así es. Y las tengo muy claras, los pequeños momentos de la vida diaria, que significan tanto.
- Muchísimas gracias Inbal por esta emotiva entrevista.
- Gracias a ti.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay