Esta semana se conmemora en Israel - de acuerdo al calendario hebreo - el día oficial de recuerdo de Itzjak Rabin, al cumplirse 20 años de su asesinato a manos de uno de sus propios compatriotas, el extremista Yigal Amir, que le mató a fin de detener el proceso de paz con los palestinos, que el entonces primer ministro encabezaba.
De cara a la fecha, pedimos a Dalia Rabin, su hija, de la que siempre se destacó su especial cercanía con su padre y hasta su gran parecido físico a él, que comparta con nosotros no sólo sus sentimientos, sino también su análisis.
Dalia, que ya fue diputada con múltiples responsabilidades y en el 2001 fue nombrada como la primera mujer viceministra de Defensa en la historia de Israel, no habla sólo como su hija, sino también con la responsabilidad educativa que supone encabezar desde 2005 el Centro Rabin.
«Aquí el mensaje es claro: las discrepancias se resuelven democráticamente, no con violencia», afirma.
Por cierto no con asesinatos, como el que sesgó la vida de su padre.
- Dalia, Israel conmemora el vigésimo aniversario del asesinato, que oficialmente se señala de acuerdo a la fecha hebrea, y se acerca también el 4 de noviembre, la fecha gregoriana en la que fue el magnicidio. Y me pregunto cómo separa usted el día recordatorio personal de su padre, que seguramente va de la mano de la nostalgia y un profundo dolor, del duelo oficial, nacional, por la muerte de Itzjak Rabin, el primer ministro y ministro de Defensa.
- Para mí Itzjak Rabin es, ante todo, mi padre. Un padre que me crió, educó, apoyó y acompañó en todas las estaciones de mi vida. Mi hija Noa lo expresó muy bien en su funeral: «Todos hablan de la pérdida del líder, de la figura admirada, del modelo. Nosotros perdimos a nuestro padre, a nuestro abuelo». El dolor y la carencia que su muerte dejó en todos nosotros, su ausencia, me acompañan todos los días. Están conmigo en cada decisión que tomo. Yo no necesito un día recordatorio oficial ni acto ninguno para sentir cuánta falta me hace mi padre.
- Cuando fue cometido el asesinato, por un lado estaba claro que era resultado de una incitación salvaje derivada de discrepancias políticas duras y, por otro, no sólo quien concordaba con su camino condenó el crimen. No sólo quienes estaban de su lado en la discusión pública lo lloraron. ¿Qué cree usted que hizo el asesinato a la sociedad israelí?
- Creo que un ejemplo excelente de ello es el acto central que se lleva a cabo este año bajo la conducción de la coalición de movimientos juveniles y el Centro Rabin. Este año, a diferencia de lo que se hizo en años anteriores, participan en el acto movimientos juveniles de todos los sectores de la población. Esto incluye a religiosos y árabes. Quiero creer que lo que hizo ese acto abominable, el asesinato, fue permitirnos despertar y comprender que se debe condenar el asesinato y la violencia, independientemente de las discrepancias y las distintas ideas que haya.
- ¿Cree que se puede decir que el camino de Rabin, en lo que se refiere a la lucha por la paz, se fue junto con él?
- Para mi profundo pesar no veo hoy la continuación del proceso que comenzó mi padre. En los últimos años siento que no hay un liderazgo valiente que nos guíe hacia el fin de este continuo conflicto.
- Usted era especialmente cercana a él. ¿Su padre compartió con usted sus dudas acerca del reconocimiento de la OLP y del encuentro mismo con su jefe Yasser Arafat? Lo pregunto porque está claro que por un lado, él entendía que no hay alternativa, que la paz se hace con los enemigos, pero creo no equivocarme si digo que tenía una especial repulsión respecto a Arafat, al que veía como terrorista. Lo que su «lenguaje corporal» manifestaba cuando en los jardines de la Casa Blanca, aquel 13 de setiembre de 1993, fue a estrechar públicamente la mano de Arafat, era bastante evidente...
- Mi padre no ocultó sus sentimientos, sus sensaciones y su profunda incomodidad de cara al encuentro con Arafat. Durante largos años era su enemigo y he aquí que iban a estrecharse las manos sonrientes frente a las cámaras. Mi padre comprendía con total claridad la dimensión de la responsabilidad que suponía estar al frente de Israel y desempeñar el cargo que tenía, considerando que su deber era garantizar para las generaciones venideras una vida en calma y seguridad, sacrificando inclusive su vida por ello. Así que se mordió los labios y le dio la mano al archiasesino Yasser Arafat. La paz no se hace con los amigos.
- No le preguntaré qué diría su padre si viera lo que está pasando hoy, ya que ese siempre es un enfoque problemático. Pero creo que sí puedo preguntarle si es especialmente difícil llegar al vigésimo aniversario del asesinato en medio de una situación como la actual, en la que está claro que no sólo la derecha tiene serias críticas al adversario o interlocutor palestinos.
- La pesada sensación que me acompaña es la de una oportunidad perdida. No tengo dudas que si mi padre estuviera vivo y encabezando hoy el gobierno, en unos años las cosas se verían diferente. Rabin entendió ya en aquel entonces que sólo hay una solución que puede hacer posible el fin del sangriento y continuo conflicto.
- Dalia, usted encabeza desde hace años el Centro Rabin, cuyo gran desafío es no sólo perpetuar su memoria sino también - y quizás ante todo - educar hacia la democracia y la tolerancia. ¿Qué se puede aprender sobre la sociedad israelí a través de las actividades que se realizan en el Centro Rabin?
- Recibimos en el Centro a jóvenes maravillosos, una juventud maravillosa, curiosa y comprometida. Pero también oímos, demasiado a menudo, a alumnos y jóvenes en el servicio militar, que justifican el asesinato o creen auténticamente, con su corazón, en algunas de las teorías de la conspiración. Creo que justamente el encuentro con quien está cargado de odio, o sufre de ignorancia, nos impone un mayor desafío y nos deja en claro cuán importante es el trabajo educativo que nos hemos colocado sobre nuestros hombros.
- ¿Cuáles son los mensajes principales que ustedes transmiten a los jóvenes que llegan al Centro Rabin?
- El mensaje central es que las discrepancias no se resuelven mediante la violencia, y que también en las discusiones más amargas debemos mantener las reglas de juego democráticas, sin cruzar líneas rojas. El proceso educativo que experimentan los alumnos y soldados que nos visitan, aspira a motivarlos a involucrarse, a actuar, sea en el marco de sus clases o sus unidades, o en círculos más amplios: la comunidad , la sociedad, el país. Al menos, les planteamos la pregunta sobre su propio papel en la sociedad israelí y qué pueden hacer para que haya aquí una sociedad más justa y una democracia más estable.
- ¿Es difícil lograrlo cuando esos jóvenes que llegan a ustedes nunca conocieron a Rabin, o sea ni habían nacido cuando él estaba al frente del gobierno y luego fue asesinado?
- Este es justamente nuestro desafío: lograr tocar también a la generación del futuro para la que el asesinato de Rabin puede ser simplemente otra página en la historia. El museo los hace encontrarse con la historia del Estado de Israel de modo interactivo e interesante, combinándolo con la vida de Rabin. Además del museo desplegamos una amplia gama de actividades en áreas variadas y con distintos grupos, con soldados, con el sistema educativo, con niños; y todo se adapta a las características de cada sector del público.
- Cuando se recuerda todo lo que precedió a aquella terrible noche en la plaza que hoy lleva su nombre, el punto central suele ser el tema de la paz dado que era en torno a eso que giraba la polémica principal. Pero no sería justo recordar a su padre y su aporte a Israel sólo en ese aspecto ¿verdad?
- Así es. A mi criterio, la parte central de su legado es el cambio en el orden de prioridades nacionales, la colocación de la educación en el primer lugar del orden del día del Estado de Israel, junto a la salud y el bienestar social. En su segundo gobierno fueron duplicados y triplicados los presupuestos en dichos rubros, de una forma sin precedentes. De la gigantesca dedicación hecha en aquel entonces en infraestructuras nacionales disfrutamos hasta hoy. Aún así, debo decir que esa gran revolución iba de la mano del proceso de paz. Creo que el haber comprendido que las cosas van interconectadas, es parte clave de su legado.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay