El Hospital Hadassah de Jerusalén les salvó la vida y ahora lo festeja. Con motivo de la festividad judía de Janucá, Hadassah organizó esta semana un evento para todos los niños de Jerusalén que deseen asistir, anunciando que sus invitados especiales, a los que se dará el honor de encender la vela de Janucá, serán Naor Ben Ezra, de 13 años, y Tahel Sofer, de 3. Ambos lograron salvarse, tras intensos tratamientos en Hadassah, donde fueron internados debido a las graves heridas que sufrieron en atentados terroristas.
Naor fue atacado a puñaladas hace dos meses, cuando salía de un negocio de golosinas y se disponía a subirse a su bicicleta para volver a su casa en Pisgat Zeev, al noreste de Jerusalén. Los atacantes fueron dos primos árabes de 13 y 15 años.
Tahel por su parte, sufrió serias quemaduras a raíz del fuego que envolvió al coche en el que viajaba con sus padres y hermanos, cuando jóvenes árabes lanzaron una botella incendiaria hacia el automóvil.
Ambos están ahora fuera de peligro, físicamente al menos.
Junto a ellos, sobre el escenario en el que se colocó el candelabro (janukiá), está también el profesor Eitan Kerem, director de la División Pediátrica del Hospital Hadassah, lo cual incluye tanto del Departamento pediátrico en Hadassah Monte Scopus como el de Ein Karem.
Ayuda a Naor a encender la vela. Semanas atrás, él y los médicos que lo atendieron en Hadassah del Monte Scopus, le ayudaron a seguir viviendo.
Kerem está visiblemente emocionado. Tranquilo, pero emocionado. Finalizada la ceremonia, cuando numerosos niños de Jerusalén invitados públicamente al evento, se divierten y festejan Janucá entre payasos, zancos y globos, nos acercamos a él a preguntarle cómo se siente, aunque no había que hacer ningún esfuerzo para adivinarlo.
«Estos niños que prendieron hoy las velas de Janucá, fueron heridos en atentados y llegaron a Hadassah en estado muy grave, pero tiempo después se recuperaron y lograron volver a sus casas», nos dice. «Es una sensación hermosísima cuando les damos de alta porque ya los vemos bien, aunque aún tendrán numerosos desafíos con los que lidiar». Con voz firme y una sonrisa, agrega: «Esto es algo que nos queda para siempre, nos convertimos de hecho en parte de sus familias para toda la vida. Nos invitan a todas sus fiestas, cuando hay Bar Mitzvá (cumpleaños de 13 de los varones), cuando hay casamiento... y estamos allí también en eventos menos alegres. Somos parte de ellos, para siempre».
Comentamos al profesor Kerem que cuando hablamos con Naor Ben Ezra, de 13 años, hoy ya recuperado físicamente, pensamos en las huellas emocionales que indefectiblemente debe haber dejado el atentado del que fue víctima. Y que lo notamos en lo intenso de sus bromas y risas mientras tratábamos de conversar con él y su padre, Shai. «Recordemos que súbitamente, se convirtió en una celebridad, al que todos quieren ver y entrevistar. Es algo nuevo para él», intenta explicar. «Pero todo esto pasará y lo que le quedará será que otro niño lo atacó con un cuchillo y lo apuñaló».
Naor no recuerda nada por ahora, según nos dijo. Sin embargo, su padre comenta que «no sale solo, tiene miedo». Y el hecho es que hasta enero, no vuelve a estudiar, aunque en Israel no comienzan ahora las vacaciones. Más allá de las risas, detrás de las bromas que hace sin cesar, está el dolor que en algún momento, inevitablemente, saldrá a flote.
«Es que hay aquí dos niveles», explica el profesor Kerem. «Una cosa es Naor, que fue atacado, algo que le quedará para toda la vida aunque se haya recuperado físicamente. Tendrá que lidiar con eso, recibirá ayuda, pero él tendrá que aprender a vivir con lo que le pasó». Y está el fenómeno más amplio, que afecta a los niños en general en situaciones de conflicto. Kerem no se olvida que cuando hay violencia, todos los niños sufren.
«Además de los casos particulares, recordemos que numerosos niños en toda esta zona, judíos y árabes, viven la sensación de violencia, de falta de tranquilidad y falta de seguridad personal. Es muy común ver casos de post trauma en niños de los dos lados. Alcanza con que vean la violencia en la televisión para que sientan inseguridad. Alcanza con que sientan la preocupación de los padres. Sienten lo que los padres sienten. Y el resultado es que niños crecen en un ambiente de violencia, terror y temor. Y eso tiene derivaciones tanto en la sociedad israelí como en la palestina».
Le comentamos que nos parece muy fuerte el hecho que piensa en los niños todos, sin entrar a repartir culpas y responsabilidades políticas entre los pueblos. Su respuesta es automática .
«Los niños no tienen la culpa de nada. Un niño es un niño. Somos nosotros los adultos los que convertimos a los niños en lo que son. Pero mientras son niños, tienen sensaciones similares, sean parte del pueblo que sea».
Recordamos que en Hadassah, así como en todos los otros hospitales israelíes, se atiende a pacientes judíos y árabes. Entre los propios médicos, también hay judíos y árabes. Sin ir más lejos, el jefe del Departamento Quirúgico donde estuvo internado Naor, es el profesor Ahmed Id, árabe.
«Nuestra realidad es muy extraña», dice el profesor Kerem. «En el hospital Hadassah nacen bebés judíos y árabes. Yo los veo en sus camas, uno al lado del otro, y me pregunto a veces cómo puede ser que esos bebés, que lo único que saben es llorar, crecen y en algún momento, algunos, llegan a odiarse. Y no tengo duda de que la responsabilidad recae sobre los adultos».
Afortunadamente, tenemos algo más agradable que recordar al hablar con el profesor Kerem. Cuando nos presentamos ante él diciéndole que sus palabras llegarían a Uruguay, sonrió ampliamente. Es que respondiendo a una invitación del entonces Embajador de Israel en Uruguay Dori Goren, Kerem viajó en 2011 a nuestro país en su calidad de director del Centro de Fibrosis Quística en Hadassah, acompañado por la Dra. Malena Cohen y la enfermera Shoshi especializada en el tema, que trabajaba con ambos. En un proyecto que contó también con el apoyo de B'nai B'rith, estos expertos israelíes participaron en seis jornadas especializadas dedicadas a tema de la Fibrosis Quística, para aportar de sus conocimientos en Uruguay.
Recordábamos su nombre desde entonces, por lo cual la conversación no podía dejar de lado el tema Uruguay.
«Me quedaron muy buenos recuerdos de Uruguay», aseguró Kerem. «La gente es cálida, maravillosa, los médicos son muy abnegados. Sentí en ellos, en las enfermeras, nutricionistas, en todos los equipos con los que me encontré, que trabajan con el corazón y quieren ayudar. Es gente que sabe también estar contenta, alegrar el ambiente; me gustaron mucho».
Y al despedirse, pide agregar: «Será una alegría ir de nuevo. Pero mientras tanto, por favor, transmite mis saludos de todo corazón».
Misión cumplida.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay