Amir Ohana (40) es el más flamante diputado en el Parlamento israelí, en las filas del Likud, que ocupa su puesto desde hace pocos meses. Pero se maneja ya como pez en el agua e irradia un aplomo especial.
Ohana es abogado, oficial (Mayor) en la reserva, ex oficial en el Servicio de Seguridad encargado de la lucha antiterrorista y también el primer parlamentario de la derecha que es un homosexual declarado.
Sobre esto, su singular familia, y sobre todos los otros temas que le importan, además de la comunidad gay, es esta entrevista.
- Uno de los titulares centrales que le acompañaron en su entrada al Parlamento, fue el hecho que es usted el primer diputado de la derecha que es homosexual declarado. ¿Es problemático? Lo pregunto no por su condición de tal sino por el riesgo que al destacarse ese punto, se limite la visión de su trabajo, que es más amplio que el tema gay.
- Es cierto que soy el primer diputado declarado gay del Likud, pero soy mucho más que eso. Creo que es natural, por el hecho que soy el primero, que se destaque el tema de la comunidad LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), que eso haya estado en los titulares. Pero ese enfoque ya cambió. Lamentablemente, una semana después de asumir ya estuve dedicándome al tema de los atentados. Después del atentado en Dizengoff en Tel Aviv, anuncié que formo un lobby parlamentario que se dedique a elaborar una política clara respecto al porte de armas en Israel. Y comenzaron a entrevistarme sin mencionar siquiera el tema LGTB. Cuando trabajo - y seguro que lo haré, no poco - sobre el tema gay o sea LGTB, así como en otros, me tendrán que juzgar por lo que hago, para bien o para mal. Pero claro está que cuando no se conoce todavía mi trabajo, la etiqueta que me ponen es «el homosexual del Likud». Es natural y no lo critico.
- Evidentemente, no es nada que usted oculte.
- Para nada. Pero esa no es mi agenda central.
- Sin embargo, tiene en su despacho, junto a la bandera de Israel, la de la comunidad gay, el arco iris. Eso es muy fuerte.
- Bueno, yo encabezo el tema de orgullo gay en el Likud. Soy de los creadores del grupo gay en el partido y creo que no hay ningún problema con que una persona tenga más de una identidad, sobre lo que hablé también en mi discurso inicial. Creo que es lo correcto mostrar quien soy. Y cada uno decide cómo reaccionar. Yo soy judío, israelí, oriental, likudnik (miembro del Likud), bitjonist (con alta conciencia de bitajon, seguridad), homosexual, defensor del libre mercado. Todo junto.
- ¿En el orden que lo dijo, o eso fue casual?
- Todo va junto. Cuando acuchillan aquí judíos porque son judíos, pues soy ante todo judío. Cuando acuchillan a jovencitas en la marcha de orgullo gay en Jerusalén, pues ante todo soy homosexual. Cuando hacen volar un autobús en un atentado, soy ante todo israelí. ¿Qué va primero? Depende de las circunstancias. Desafortunadamente vivimos en un país en el que la amenaza de seguridad es la primera. Vivimos diariamente el terrorismo palestino y por lo tanto creo que combatirlo debe ser una prioridad ya que es un tema de vida o muerte. Antes de la calidad de vida, antes de igualdad de derechos. Es la vida misma. Por lo tanto, lo más natural es que me dedique más que nada a eso, también porque tengo en mi haber 12 años sirviendo en seguridad, 6 de ellos en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y otros 6 en el Shin Bet, el servicio de seguridad.
El conflicto con los palestinos
- Más allá de lo difícil de la época que se vive ahora en Israel, están las convicciones políticas que determinarán cosas también en el momento de nuevas negociaciones. Imagino que usted, como diputado del Likud, está a favor de los asentamientos y su fortalecimiento. ¿Ve también la dimensión problemática de ello, del hecho que si no hay separación entre israelíes y palestinos, Israel puede convertirse eventualmente en un estado binacional?
- Creo que hablar de separación de los palestinos es mentir y engañar, a menos que venga de alguien que apoya el «transfer». Judíos y árabes siempre vivirán aquí juntos. Aunque sea creado el Estado árabe número 23, viviremos aquí con árabes, en Yaffo, Haifa, Akko, en el Meshulash, en todos lados.
- No me refiero a ellos, que son ciudadanos de Israel.
- Pero se definen como palestinos. Y lo que pasa es que temo que luego de rendirnos, Dios no permita, al terrorismo que quiere echarnos de Judea y Samaria, venga el terrorismo que tenga como meta echarnos del Négev, la Galilea y otros lugares en los que hay concentraciones de población árabe. Eso no pasará. Ya cometimos una vez un error cuando se pensó en 2005 que si nos vamos de la Franja de Gaza, se detendría el terrorismo allí originado. En realidad, se intensificó. Quien pensó que los gazatíes construirían hospitales y universidades, que apostarían al bienestar social, la educación o la salud, vio que usaron su dinero en la construcción de túneles debajo de nuestros poblados y cohetes de mayor alcance, para matar más israelíes, aunque no hay ni un solo soldado israelí en la Franja de Gaza. Ni un soldado ni ningún otro israelí.
- ¿Y cómo ve la actitud de la Autoridad Palestina (AP)?
- Se decía que la OLP es «moderada». ¿En serio? Quien da a calles y plazas nombres de asesinos, no es interlocutor para el logro de la paz. Quien paga sueldos a los asesinos de bebés israelíes como Hadás Fogel de solo dos meses ¿puede ser interlocutor para la paz? No, no lo es. Cuando miro lo que pasa hoy en Oriente Medio, creo que no se puede hacer cambios ambiciosos. La tierra tiembla, todo cambia a nuestro alrededor. Gobiernos de Israel, desde siempre, han presentado propuestas de paz a los palestinos. Se les propuso el 97% de lo que querían pero igual lo rechazaron. Pero digamos, supongamos, que al final aceptan firmar la paz con Israel y que mañana Daesh (ISIS) toma control de Jordania y a través de ellos, de la AP. ¿Qué valdrá el papel en el que el acuerdo esté firmado? Tendríamos a Daesh a un kilómetro por aire del aeropuerto internacional Ben Gurión. Tenemos que mantenernos firmes, mientras combatimos al terrorismo. Esta época no es fácil, pero recordemos que ya hemos lidiado con serios desafíos. En la segunda Intifada hubo atentados en los que en una sola explosión tuvimos muchos muertos: 30 en el Hotel Park en Natanya en la noche de Pésaj, 26 muertos en el autobús 18 en Jerusalén, otros 22 en el cruce de Beit Lid; y muchos más.
Halcón liberal
- Amir, en general no se identifica a gente con posiciones conservadoras en temas de actualidad polítca…
- Puedes decir posiciones de «halcón», en la terminología israelí que habla de «halcones» y «palomas».
- Muy bien, pues en general la sensación es que no van juntas posturas de esa línea con un enfoque de vida liberal en general, que incluye por cierto la lucha por los derechos de la comunidad LGTB.
- No sólo de esa, mi comunidad, sino en general la lucha por los derechos humanos, derechos del ciudadano, derechos de la mujer…
- Usted es algo nuevo en este sentido en el mapa político israelí. ¿Cree que quitará un poco de protagonismo a la izquierda en este sentido?
- Pero aquí es básico ante todo aclarar que cuando se habla en Israel de derecha e izquierda, ello se refiere más que nada a las posturas en el conflicto con los palestinos. Por lo tanto no hay contradicción ninguna entre mis posiciones políticas y mi apoyo al liberalismo, la libertad, la igualdad. Me parece que el hecho que no había hasta ahora un diputado de derecha declarado homosoexual era una deformación de la realidad.
- O quizás usted sea el único valiente en la derecha…
- Vemos un fenómeno impresionante en la comunidad gay de gente que duda entre Likud y el partido de izquierda Meretz. Creo que no hay otro sector de la población que tiene esa duda. Lo que pasa es que hay gente que desde el punto de vista político y de temas de seguridad y economía, están con el Likud. Pero sienten que Meretz apoyó siempre las reivindicaciones de la comunidad LGTB, aportó y promovió sus posturas. Y entonces se sienten desgarrados entre esas dos opciones. Pero no hay más motivos para dudar. Uno puede ser de la derecha política y al mismo tiempo apoyar los derechos de la comunidad gay a través del grupo «Orgullo en el Likud» que nosotros creamos.
- Pero creo no exagerar si digo que como bloque, grupos más identificados con la derecha, han tenido en general posiciones más conservadorasa al respecto. También cuando usted prestó juramento como diputado, hubo quienes optaron por irse.
- Nadie se fue. El informe fue equivocado. Nadie se levantó y se fue porque hubo quienes de entrada no estaban allí.
- Evitaron entrar, me corrijo.
- Pero algunos de los diputados haredim, ultraortodoxos, incluyendo jefes de partidos, se acercaron a darme un apretón de manos, me felicitaron y me auguraron éxito en mi trabajo. Inclusive me dijeron que no crea lo que fue escrito en la prensa, que nadie me había boicoteado. Me lo dijeron tanto de Shas como de Yahadut Hatorá. Ahora, no dudo que tendremos discrepancias. Eso está claro. Y está claro que no conseguiré aprobar todo lo que quiera. Pero mi intención es hacer el máximo esfuerzo por las cosas que considero justas.
Fiel a mi mismo - Fuera del closet
- Usted salió del closet muy joven, a los 15 años. ¿Cómo ha sido su experiencia en la sociedad en términos de aceptación o crítica? Fue oficial en las FDI, sirvió en el Shin Bet cuando ya se sabía abiertamente que era homosexual. ¿Tuvo problemas?
- Debo decir que nunca tuve experiencias hostiles hacia mi por ser homosexual. Y en efecto salí del closet a los 15 años, o sea hace ya 25. Y creo que la razón es que siempre me sentí muy pleno conmigo mismo.
- Uno irradia hacia afuera lo que siente…
- Así lo creo. Jamás me escondí ni intenté ser lo que no soy. Me identifico con la frase que dice «prefiero que me odien por lo que soy, que ver que me aman por lo que no soy». Y es justamente así que me comporto. Creo que la visibilidad es la clave para los prejuicios y la homofobia. Recordemos que se desarrollan prejuicios sobre lo que no se conoce. Pero cuando uno conoce, ve a la persona que tiene enfrente suyo, ve que no tiene cuernos, que tiene deseos, aspiraciones, esperanzas, como todos, los prejuicios estallan y en lugar del odio viene el aprecio y el reconocimiento. Creo que hay aún trabajo legal para hacer, pero me parece que el problema central de la comunidad gay, no sólo en Israel sino en el mundo en general, es ante todo social, de reconocimiento. La palabra «homo» es el insulto más común en las canchas de fútbol, en las carreteras, en las escuelas. O sea, lo que para algunos es su identidad, se tira al aire como una palabra destinada a insultar a otra persona, a ofender. Y con esos problemas no se lidia a nivel de leyes sino haciéndose ver. Si se sale del closet entonces algunos descubrirán que su comandante en las FDI es gay, o el compañero de estudios y demás; y uno ve entonces que son buena gente; y entonces ya no te sientes cómodo de gritar «¡homo!», como insulto.
- Porque ahí la «etiqueta» ya tiene rostro…
- Exactamente. Por ahí pasa la solución. Y creo que inclusive si no logro hacer promulgar leyes en pro de la comunidad LGTB, por la composición de la coalición o por otras razones, de todos modos habré conseguido un logro para este grupo. Es que un jovencito de Yeruham de 15 años, cuya familia vota toda por el Likud, podrá ver al nuevo diputado de su partido, ver al primer ministro abrazándolo y diciéndole «te recibimos con orgullo». Y eso hace una diferencia. Hace toda la diferencia. Eso es más importante que leyes que pueda lograr.
- ¿Qué lo empujó a usted a salir del closet tan joven?
- Ante todo, la gran angustia que provoca el vivir con un gran secreto. Y más que nada dado que yo mismo no pensaba que estaba sintiendo algo negativo. Sabía que no había hecho nada malo que tuviera que ocultar. Para mí, a los 15 años, era muy simple: otros se sienten atraídos por mujeres, yo por hombres. Eso es todo. Y eso que en aquellos tiempos no se conocía el tema como hoy. No se hablaba de eso en la televisión y no se podía consultar Wikipedia. Yo no podía en aquel momento saber qué era eso, por qué me atraían los hombres. No sabía que existía un fenómeno así. Pero apenas crecí un poco y lo aprendí, rápidamente acepté la situación en paz conmigo mismo, sin remordimientos de conciencia y sin sentir que me pasó algo horrible.
- ¿Cómo reaccionó su familia?
- Bueno, ese es un tema del que no suelo hablar porque mis padres son muy celosos de su privacidad. Pero digamos que no fue fácil. Sin embargo, han recorrido un largo camino y ahora la situación ha mejorado.
El hogar
«Crecí en Beer Sheva, por si alguien no conoce, una ciudad en la periferia, en el sur. Soy el tercer hijo, el menor de la familia. Mis padres llegaron a Israel desde Marruecos. Mi familia es sefaradí, llena de amor. Tuve una niñez y una juventud bastante comunes y corrientes. Claro que después de salir del closet ya las cosas no fueron comunes realmente, pero siento que no perdí mi juventud y eso me alegra mucho. Viví la experiencia de los primeros amores, de las relaciones cercanas, a diferencia de otros que salieron mucho más tarde del closet y luego tuvieron para contar recuerdos de temores, encierros en si mismos, depresiones. Yo no lo viví así para nada. A los 18 años me alisté a las FDI, como casi todos los israelíes. Disfruté mucho mi servicio militar y por eso lo seguí más allá del tiempo obligatorio; y lo terminé finalmente con rango de Mayor, que tengo también hoy en la reserva».
Una familia distinta
Amir Ohana y su pareja Alón son padres de los mellizos David y Ela, hoy de medio año, que trajeron al mundo a través de una madre portadora, con la singularidad de que por inseminación artificial en una misma mujer, uno de los niños es hijo biológico de Amir y el otro de Alón.
«Para mí, esta es hoy la realización de un sueño. Desde los 24 años aproximadamente, siempre quise tener hijos. Años atrás, era mucho más difícil que ahora para los homosexuales poder concretar el sueño de formar una familia y vivir en pareja. Me alegra vivir en tiempos en los que esto es cada vez más posible para numerosas familias. Se ve cada vez más familias de este tipo. Puede parecer increíble pero en el complejo en el que nosotros vivimos, donde hay dos edificio, hay 17 familias compuestas por parejas del mismo sexo, con hijos».
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay