Su característica más notoria, antes de que comience a hablar, es su largo cabello pelirrojo, que destaca su presencia a pesar de lo menudo de su figura. Pero cuando Stav Shafir comienza a hablar, lo evidente es la claridad de sus ideas, la fuerza de su pensamiento y cuánta fuerza emocional tiene esta joven israelí de 26 años, decidida a llevarse el mundo por delante, si es necesario, para cambiar lo que considera urgente en la sociedad israelí.
Nos reunimos con Stav en un café de Tel Aviv. Venía de una noche sin dormir; lo cual no es muy raro desde que comenzó en julio la protesta social en Israel, de la que es considerada una de las figuras principales. Suele no conciliar el sueño durante más de cuatro horas por noche, en el mejor de los casos, por la simple razón de que el día sigue teniendo 24 horas y ella siente que hay demasiado por hacer.
Este es un resumen del diálogo con una joven decidida a cambiar para bien su sociedad.
- ¿Estoy sentada ahora junto a una Stav diferente de lo que eras hasta hace cuatro meses?
- (Sonríe) No; soy la misma, aunque con menos horas de sueño. Sigo siendo Stav la periodista, música, activista social, que ha tenido la suerte de que al fin una manifestación importante que ayudé a organizar, tuvo éxito. Ahora estudio segundo título en Filosofía e Historia de las Ideas y Ciencia. Me dedico a solución de conflictos.
- ¿Cómo evalúas la protesta social de los últimos meses? Es que si bien todo parece tranquilo ahora, acá ha sucedido algo grande...
- Lo que está pasando ahora es un hito en la historia de Israel y la verdad es que no estoy segura aún de que he digerido lo que sucede. Parece increíble. Es tan difícil lograr cambios aquí; la sensación es de tantas cosas que requieren arreglo; muchas divisiones internas aún antes de llegar al tema de las amenazas de afuera; del hecho que todos vivimos aquí con miedo a los palestinos, a Irán, en un gran trauma; que no es fácil. Cuando parece que lo central es la seguridad, es muy difícil crear una protesta social. Cuando marchamos en Tel Aviv y oímos que empezaron a caer misiles en el sur, me sentí mal.
Pero al mismo tiempo creo que es una especie de ilusión, de engaño; porque no se puede separar las cosas en forma absoluta. A mi criterio, si el sistema de salud pública no funciona debidamente, si hay fallas en el sistema educativo y no puedo tener mi vivienda, no tengo seguridad. Hay que mirar hacia afuera y hacia adentro y creo que durante muchos años hemos mirado sólo hacia afuera. Creo que si la sociedad se desmorona, si aumentan las diferencias sociales, eso también es una amenaza existencial, aunque en la diaria no se lo perciba porque es lenta, todo un proceso. Creo que en 2011 la sociedad israelí ya debería estar en otro lado y que es urgente, realmente urgente, lograr los cambios para bien.
- ¿Te parece que es relevante ser consciente de que a pesar de los problemas, en Israel la situación es incomparablemente mejor que en otros países; por ejemplo en no pocos sitios en América Latina?
- Ya lo sé, pero el que otros estén peor no me consuela y no quiere decir nada. Hay muchas diferencias en la sociedad israelí y no tengo que llegar a situación de hambre en otros países para empezar a trabajar aquí a fin de mejorar las cosas.
- Y no dependerá sólo de vuestra protesta sino de la disposición del gobierno a hacer cambios...
- Indudablemente, el que debe cambiar la política es el primer ministro. Él deberá dar un paso valiente y hacer un giro. Pero el problema es que ello va totalmente contra su ideología. El problema es que aquí los jefes de gobierno no son electos por su ideología social o socio-económica, sino por la parte política y de seguridad. Puede que muchos estén de acuerdo con él en temas políticos, pero su política en asuntos socio-económicos es terrible; todo su énfasis en las privatizaciones. Él tiene la culpa. Pero en realidad, los verdaderos culpables somos nosotros, que no salimos antes a protestar hace 30 años; que no estamos unidos; que hay demasiadas fragmentaciones internas; tantas mutuas sospechas. Tenemos la culpa de tener miedo. Es que el primer ministro no está en su lugar porque lo puso allí la esposa, sino nosotros. O sea que somos nosotros los que tenemos que cambiar.
- ¿Y es posible, mientras se mantienen los problemas de seguridad?
- Creo que la gente comienza a entender. Creo que la gente comprende que nuestra seguridad no depende sólo de la situación relacionada a la defensa sino también a la sociedad.
- ¿Y cómo hallar el equilibrio entre cambios que permitan que quien realmente necesita ayuda pueda subsistir y la necesidad de mantener al mismo tiempo una economía que permita libre mercado para que haya competencia y desarrollo? Al socialismo puro está claro que ya no se va a volver.
- No queremos socialismo. No queremos volver a ideas viejas del pasado. Tampoco queremos comunismo. Muchas cosas fueron probadas y no tuvieron éxito. Si el kibutz tampoco es lo que era antes, por algo es.
- El ser humano cambia, el individuo en la sociedad...
- Así es. Hoy se vive en una sociedad abundante y la gente quiere otra cosa. Por lo tanto, también los métodos deben ser otros. Es difícil describir lo que no existe, pero supongo que sería una combinación entre una economía libre y el aumento del gasto público. Hoy en día el gasto público se redujo tanto que hay zonas en la periferia que dependen, en la educación, de filantropía. Eso es malísimo. También en temas de salud. La situación se deterioró mucho.
- ¿Cuáles son los objetivos de la protesta?
- Lo primero es el aumento del gasto público para dedicar más a educación, salud pública. Hoy en día, por ejemplo, hay una gran diferencia entre la educación en el centro y en la periferia y eso hay que reducirlo. Todos deben recibir una base digna, una educación moderna. Te doy un ejemplo: Antes de hacer el servicio militar trabajé como maestra en forma voluntaria, en Tiberíades. Tenía chicos que ya en 6º de primaria habían decidido por ellos que irían a escuela de peluquería, porque no eran suficientemente buenos en los estudios y consideraban que había terminado su período en la educación formal. Y no es que peluquería tenga algo de malo, pero que en 6º grado ya decidan eso por ellos, es un crimen cruel; es fijar su destino que quizás podría ser mucho más destacado. Lo que yo espero del sistema educativo es que aproveche el máximo potencial del niño, pero no sólo en Tel Aviv, Jerusalén y Haifa sino en todo el país.
Hay que poner fin a las privatizaciones. También hay que permitir empleos directos en instituciones públicas, no a través de contratistas en malas condiciones. Eso es irrespetuoso para con el trabajador. El sistema de vivienda pública se está desmoronando y debe arreglarse. Hay gente que queda en la calle. Y hay que fortalecer a la periferia, por ejemplo desarrollando un sistema de transporte público digno, que permita realmente una comunicación fluída.
- ¿Es la protesta de la clase media tal cual se la presentó?
- No; o mejor dicho, no sólo de la clase media. Nuevamente se divide, se separa, se fragmenta. Creo que tiene ser de la clase media, pero también de las clases bajas. De los judíos y de los árabes.
- ¿Cómo ves la combinación entre judíos y árabes en esta protesta?
- Últimamente he ido mucho a aldeas y localidades árabes, con los expertos, para elaborar propuestas, y me pasa mucho que los árabes me dicen "es una protesta de los judíos"; a lo cual yo respondo que no, que es de todos, que los judíos no tendrán éxito aquí sin los árabes y los árabes tampoco lo tendrán sin los judíos. Tenemos que trabajar juntos.
- ¿Y puede funcionar?
- Por supuesto que sí. Están pasando cosas impresionantes. En Yaffo por ejemplo, las carpas son de judíos y árabes que viven en los barrios. Entre los judíos hay inclusive mucha gente que vota Likud, de posiciones políticas muy de derecha, pero que están ahí con los árabes y piensan juntos como se puede conseguir viviendas públicas para todos.
- ¿Crees realmente que las cosas pueden cambiar de fondo?
- Creo que la prueba está en no rendirnos a la desesperación. Antes del comienzo de la protesta había aquí una gran desesperación. Y llegó la euforia, la alegría. En las marchas vimos gente con los ojos brillantes de esperanza y alegría.
- El participar en el esfuerzo hace algo; ya ayuda.
- Claro; pero es que aquí el tema no es sólo los resultados prácticos, sino que logremos cambiar la conciencia de la gente, la mentalidad. Si la gente está concientizada de otra forma, también el sistema cambiará.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay