Boris Rubaja, que no quiere elegir entre sus distintas expresiones artísticas en el escenario, aunque le fascina en especial la actuación misma porque le permite contacto directo con el público, continúa con la profesión que ama, pero en el marco de una nueva vida, desde hace nueve años, como ciudadano israelí.
En Argentina lo recuerdan como un "galán" de televisión, aunque su trayectoria incluye no sólo una serie de variadas novelas sino también roles interpretados en cine y teatro, además de su trabajo como director.
Nos recibió en su casa en Givataim y éste es un resumen del diálogo mantenido.
- Boris, desde Argentina me preguntan en qué andás hoy; algunos se preguntan si desapareciste.
- Te cuento que recibo preguntas casi a diario por Facebook, o hace poco, cuando estuve en Argentina, me preguntaban "¿Qué pasa, no trabajás más?", a lo cual contesté "Sí, trabajo, pero no acá". Boris Rubaja acá en Israel decidió armar el elenco nacional de Teatro en español.
- ¿Así, directamente, llegaste con esa idea?
- No. Cuando decidí venir a vivir a Israel pensé que iba a meter mi profesión en la valija por varios años porque no tenía nada de idioma. Me había puesto un plazo de cinco años. Pero me llevé una sorpresa porque vi que hay una comunidad de hispano parlantes muy grande, que no son millón y medio como los rusos, pero sí 200.000, y con una gran avidez de hacer teatro y de ver teatro profesional. Y también me di cuenta que hay muchos actores profesionales y que algunos inclusive hacen teatro en hebreo.
Así que empecé a trabajar con el proyecto para ver quién me podía apoyar. Estuve dos años golpeando puertas de aquí para allá. Cuando encontré finalmente quien me ayude, me dijeron que no me puede dar ayuda a mí solo, que necesito un socio. En síntesis, presenté el proyecto al ministerio de Absorción, concretamente al Departamento de Nuevos Artistas Inmigrantes (Omanut Olim) y al cabo de un año fue aprobado. Pero me dijeron que a mí, como persona física, no se me lo puede dar sino que hay que dárselo a una institución. Conseguí al teatro Givataim. Entonces, el elenco nacional de teatro en español que yo lo llamé "Hamivtá", que significa "el acento" , por el acento claro que tenemos al hablar en hebreo, está auspiciado en un 70% por el ministerio de Absorción y en un 30% por el Teatro Givataim.
- ¿Y vos dirigís el proyecto?
- Así es. Yo soy el director del proyecto y de las obras que hace el grupo. En eso estoy. El paso siguiente será hacer las obras en los dos idiomas; que las tengamos hechas en español y en hebreo. Pero primero hay una etapa intermedia, o sea hacer las obras en español pero subtituladas, como en el cine, como en la ópera. La diferencia es que en el cine los subtítulos están abajo y en la ópera y en el teatro, sería arriba.
- Me comentaste al principio que viniste decidido a tener la profesión guardada durante cinco años. ¿Cómo fue entonces que poco después de venir estuviste, como dijiste, tocando puertas dos años? ¿Qué pasó que decidiste ahí empezar a buscar tu lugar en teatro en español en Israel apenas llegaste?
- Cuando yo era chico e iba a la escuela, estudiaba la historia del pueblo judío y me contaron que llegaron al Mar Rojo, Moisés se paró, las aguas se abrieron y el pueblo pasó. Y yo me decía "¡Mirá si se van a abrir las aguas!". Cuando estuve en los estudios Universal en Los Angeles, en Hollywood, me mostraron dónde y cómo se había hecho ese efecto de las aguas abriéndose. Y yo me dije: "Es todo efectos". Pero cuando llegué a Israel, me convencí que seguramente aquello pasó, porque pareciera que este es el país de los milagros. ¿A qué milagro me refiero? Yo trabajé 26 años, hice más de 2.000 capítulos en más de 41 programas de televisión distintos, entre telenovelas y unitarios. Uno de los programas en los que trabajé fue "Chiquititas"...
- En Israel fue furor... No habrá niño que no vio "Chiquititas"...
- Pero "Chiquititas" fue cinco años, con más de 600 capítulos. Yo trabajé en unos 40 de ellos. Hacía de Ignacio, el padre de una chica mala. Yo lo había hecho como unos cuatro años antes de irme de Argentina. Ya me había olvidado. ¿Podés creer que a las dos semanas de llegar a Israel, pasan al aire en ese momento justo aquellos 40 capítulos en los que participé? Entonces, tan poco después de llegar, caminaba por la calle y los chicos me reconocían. Y parece que alguien le habrá dicho a algún papá, que "Ignacio, el papá de Soledad", vive en el Merkaz Klitá, el centro de absorción de inmigrantes. Y un día golpea allí una periodista de "Yediot Aharonot" y pregunta si ahí vive Ignacio, el actor. Nadie sabía nada. El director del Merkaz Klitá fue golpeando en cada clase del ulpán y preguntaba "¿acá vive un actor famoso que es el padre de Soledad de Chiquititas?". Yo no entendía al principio de qué hablaban, ya que hacía cuatro años que había filmado esos capítulos. Yo dije "soy actor, famoso en Argentina, pero no tengo hijo". En ese entonces no tenía, pero luego entendí. Me hicieron la nota, el director del Merkaz Klitá tradujo, y al final, lo que iba a ser una nota chica en un suplemento local del Yediot en la zona de Hasharón, fue nota de tapa en la sección espectáculos del diario nacional. Y encima, en el suplemento grande del viernes.
- Se abrieron las aguas...
- La verdad que sí. Y a partir del domingo, o sea a los dos días, empezaron a llegar llamadas, cartas de gente que me pedía abrir un taller de teatro. O sea que llegué a fin de mayo y a fin de setiembre abrí el primer taller de teatro en español. En setiembre de 2002 se enteraron en Raanana que yo estaba acá por la nota; me ofrecieron abrir el primer taller de teatro en español con casi 30 personas. En noviembre abrí en Hertzlía. En diciembre en Tel Aviv. En marzo de 2003 en Rehovot, Luego en Jerusalén; o sea que iba cada día a otro lado. Luego Natania, Hadera, Beer Sheva; y así estoy, hasta el día de hoy. Vivo de eso. Justo, pero vivo de eso.
- Qué gran cosa poder vivir de lo que a uno le gusta ¿verdad?
- Por supuesto.Pero te aclaro que trabajé en una estación de servicio casi un año; el primer año. También coloqué los techos del centro comercial grande Arena de Hertzlía. O sea que hice otras cosas.
- ¿Desde cuándo funciona el teatro en español y cuántas obras han hecho?
- Desde el 2008 y hemos hecho tres obras. Primero hicimos "El amante de su mujer", una comedia de un autor israelí, en el 2009, y luego se extendió hasta el 2010. Hicimos "Justo en lo mejor de mi vida", que es una comedia dramática que trata temas profundos de la vida y de la muerte, aunque tiene muchas situaciones cómicas, escrita por Alicia Muñoz, que en Argentina estuvo cinco años en cartel, y en el 2011 "Chumbale", un grotesco del año 71 en Argentina, que hablaba de las relaciones humanas, pero de un estilo que siento que no fue muy captado aquí en Israel.
- Boris, vos ya actuaste en Israel en hebreo ¿verdad?
- Así es. En 2006 hice una obra en hebreo, una hora y 20 en escena hablando en hebreo. Era "Estrellas de la Madrugada", una obra de un autor ruso. También hice cine y televisión. En televisión hice un ciclo que duró dos años que se llamó "Ahavá Beshalejet" con Lia Kenig y Yehuda Barkán, que es una hermosa historia de amor de gente de tercera edad. En vez de galancitos jóvenes, los dos protagonistas eran ellos, actores ya mayores. Era una vez por semana, tipo telenovela. Cada uno de ellos vivía en un geriátrico, se conocen, cómo se van enamorando, cómo él no se anima a declararse...
- ¿Y vos qué personaje tenías?
- La verdad es que era un personaje muy lindo. Actué en algunos capítulos, no los dos años. Yo hacía de profesor de español, cuya mamá llegaba a vivir a Israel. En la historia - y también en la realidad - hay una oficina de voluntarios en la que ayudaba a los olim, inmigrantes, y yo acompañaba a mi mamá para que la orienten sobre qué actividades puede hacer y adónde ir. La actriz Lea Kenig actuaba como voluntaria en esa oficina y como tal ayudaba a mi mamá. Pero cuando me mira, le pasa algo: le recuerdo a su difunto marido. Ella no puede creer lo parecido que soy a su difunto marido al cual todavía ama y extraña. Me pregunta qué hago y yo le digo que doy clases de español. Entonces ella, con tal de verme, viene a tomar clases de español, y me mira a mí y siempre ve a su marido. Hicimos una truca, yo dando las clases y lo que ella veía; me ponían una peluca y me maquillaban. Lo interesante es que Lia Kenig, la actriz, perdió en la vida real a su marido hace muchos años. Él también era actor. Y para maquillarme a mí lo hacían con una foto del marido. Ella no me vio a mí cuando hicimos la toma. Ensayé y me fui a maquillar. Cuando dijeron "¡acción!", yo entré - el director lo hizo a propósito - ella me vio y vio la imagen de la foto del marido. El director le puso la cámara fija y es impresionante ver lo que ella hace con la cara cuando me ve. Nunca le salió tan bien la actuación como en ese momento, cuando fue realmente una sorpresa.
- ¿Qué te gusta más, dirigir o actuar?
- Las dos cosas, pero lo que tiene actuar es el placer de estar frente al público. Es el estar y hacer. El año pasado me invitaron a participar en un festival de unipersonales en Ashdod y armé un espectáculo con tres llamadas telefónicas, tres monólogos muy divertidos. Tuvo un éxito bárbaro y ahora lo voy a hacer en Naharia y Eilat. Esta semana me invitaron a participar en el mismo festival de este año y voy a preparar un espectáculo que se llama "Dos por Chejov", dos obras cortas de Chejov. Estos días estoy trabajando en eso. Pero con el del año pasado, que fue tan exitoso ¡qué placer oir a la gente riéndose! Eso es lo que tiene la comedia, que escuchás la risa. Con el drama y la emoción rara vez escuchás un pañuelo. Hacer reir a la gente, es hermoso.
- Una vez le pregunté a Mario Vargas Llosa si tiene un libro preferido y me dijo que uno no puede elegir entre sus hijos amados. ¿Vos tenés un personaje preferido, de todos los que has interpretado?
- Tengo varios. Yo sí puedo elegir porque algunos me han gustado más que otros. Por ejemplo, el Enzo de "Justo en lo mejor de mi vida", es un personaje que amo. Amo la obra y el personaje. El personaje llega a un punto en el que se da cuenta de todo lo que le pasó en su vida y ya es tarde para cambiar y corregir las cosas. Se da cuenta de cómo fue con su esposa, con su hija, con su amigo, con su hermano; y cuando se da cuenta ya el tiempo pasó, no puede hacer nada; cuántas cosas que no supo ver; cómo la gente pasa por la vida sin prestar atención a los momentos. ¡Cómo la gente tiene el objetivo puesto en lo que va a cobrar a fin de mes y mientras tanto se pierde una entradita de una criatura que dice "hola papi"! Uno pasa por la vida, y en determinado momento ya es tarde.
- Y Boris Rubaja, el hombre, la persona, ¿aprendió algo de sus personajes?
- Siempre, siempre. Yo aprendí de los personajes y todos los personajes tienen cosas mías. Esa es la diferencia entre actuar, tocar música o hacer cerámica. En la música, en la plástica, el artista de expresa con otros elementos, mientras que el actor se expresa consigo mismo. Por ejemplo, "Justo en lo mejor de mi vida" la hizo en Argentina Luis Brandoni, durante siete años. Y seguramente el Enzo de Argentina es diferente del mío.
- ¿Tenés algún sueño, de algún personaje que quisieras interpretar, alguna obra que quisieras hacer?
- Y sí; son varias y muchos personajes. Me gustaría hacer Hamlet. Es como un desafío. Es más, después de "Dos por Chejov" pensé hacer algo como "Hola Willy", pequeñas escenas o monólogos de William Shakespeare. Para 2012 ya pasaré a otra cosa. Además, me gustaría realmente actuar en hebreo. Tabajando en español, hay una limitación. En "Justo en lo mejor de mi vida" hicimos 14 funciones, mucho para estar actuando sólo ante una colectividad. Pero si fuera en hebreo, podríamos hacer un año entero.
- ¿Por qué decidiste venir a Israel?
- Porque no estaba feliz en la Argentina. No me vine por falta de trabajo. Pero no me sentía bien. Veía que el clima de trabajo ya no era el que había logrado tiempo atrás, que la calidad de vida no era buena, que había injusticia, veía mucha inseguridad, y sentí que necesitaba estar un tiempo en un lugar donde me sienta mejor. Y así como los hijos y nietos de españoles e italianos tramitaron sus pasaportes para poder ir a Europa, yo recurrí a mi judaísmo para poder venir a Israel.
- Y ahora, estando en Israel, por un lado has tenido éxito en lo tuyo - y mucho antes de lo que pensabas - y por otro, claro está que la vida tiene muchos otros elementos... ¿Dirías que por ahora tu resumen es positivo?
- Muy positivo. Muy positivo. Sufro cuando veo qué lejos está la posibilidad de alcanzar la paz. No entiendo cómo de los dos bandos hay un extremismo que no permite aflojar las posibilidades. Pero mi resumen es muy positivo.
- Hay un fenómeno extraño en Israel. Por un lado siempre está latente el peligro de guerra y uno no puede saber cuándo hay un estallido, y por otro se capta una sensación de que acá hay futuro. ¿Te parece que realmente es así?
- Totalmente, totalmente. Acá caen las bombas y al día siguiente la gente va al cine, al teatro, a la playa. Eso es extraordinario. Cuando llegué, los primeros días que viajaba, cada vez que subía al autobús, tragaba vidrios. Yo vivía en Raanana, trabajaba en Tel Aviv y viajaba 40 minutos. Miraba a todo el mundo y me preguntaba cuál de los pasajeros sería el que iría a reventar. Pero poco a poco me fui acostumbrando. Me gustaría verdaderamente que se logre la paz, pero de verdad. En el lugar en el que se está creo que no hay posibilidades de hablar. Ellos tienen un concepto de que no tiene que existir el Estado judío y así no se puede comenzar a hablar.
- Con todos los pro y los contra de cada lado ¿dirías que tu realidad hoy en Israel supera los sueños con los que viniste?
- Sí, pero es que yo no puedo decir que vine con sueños. Yo no estaba bien conmigo, en mi interior, además de lo que conté que pasaba afuera. Buscaba otro lugar y vine a ver qué pasa. No es que vine con sueños y proyectos. Pero sin duda ahora estoy muy conforme. Si me llaman para trabajar en Argentina, para filmar una película, una telenovela o temporada de teatro, volvería. Pero no a quedarme. Hoy, me quedo a vivir acá e iría a trabajar allá, por el tiempo que sea, tres meses, seis, un año. Hoy me quedo a vivir acá. Mañana, dice Serrat, es un adverbio de tiempo. Pero hoy estoy acá. Mis hijos, están acá; y eso es mucho.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay