Hace pocos días, al declararse al fin la independencia de Sudán del Sur, seis años después de firmarse un acuerdo de paz con Khartoum y medio año después de un plebiscito por el cual los habitantes del sur se manifestaron a favor de la separación del norte, estallaron los festejos. En Jubba, la capital del flamante Estado ...y en Tel Aviv.
Cientos de hombres, mujeres y niños - no pocos de los pequeños, nacidos en Israel - salieron a las calles con sus banderas. Simbólicamente reunidos muy cerca de una estación de policía en el sur de Tel Aviv - lo cual dice mucho sobre su percepción de la actitud de las autoridades israelíes - celebraron la independencia de su país.
En Israel residen casi 2.000 ciudadanos de Sudán del Sur que huyeron de su país en los últimos años a raíz de la situación bélica que se vivía y que no se solucionó tampoco cuando fue suscripto el acuerdo con el norte, que los dominaba. Sudán del Sur, de aproximadamente 8 millones de habitantes, el 80% de ellos cristianos, siente que nada tiene que ver con el norte, predominantemente musulmán.
Su gente siente que tiene motivos para mirar al futuro con más esperanza, pero sostiene que es prematuro afirmar que todo está resuelto. Ahora comienzan los grandes desafíos. Y los sudaneses del sur esperan recibir ayuda también de Israel.
Durante el gobierno del primer ministro Ehud Olmert, Israel concedió ciudadanía a casi 500 refugiados de Darfur, en Sudán del norte, en su mayoría musulmanes que venían de esa zona también en guerra, donde se llevaban a cabo matanzas masivas a manos de las milicias "Janaweed" que actuaban por orden del gobierno central fundamentalista de Khartoum.
Pero el beneficio de la ciudadanía no tocó a los habitantes del sur de Sudán, donde se vivía otra guerra.
El primer ministro Binyamín Netanyahu anunció que Israel reconoce al nuevo Estado y se manifestó dispuesto a cooperar con Jubba para ayudarle en su desarrollo. En Tel Aviv, algunos de los sur-sudaneses establecidos en la ciudad esperando mejores noticias, exhortaron al gobierno de Israel a comenzar ayudando al nuevo país a través del otorgamiento de permisos de trabajo ordenados y la organización de cursos de capacitación profesional a quienes se encuentran en Israel, de modo que puedan prepararse para aportar a la construcción de Sudán del sur y así regresar a su país.
El ministro de Interior, Eli Yshai, del partido Shas, tiene otros planes y ya exhortó al gobierno a negociar de inmediato con Sudán del Sur para la repatriación de todos aquellos de sus ciudadanos que se encuentran en Israel. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos israelíes aclaran que ello no se puede hacer de inmediato ya que es imperioso evaluar primero la situación en el terreno en Sudán del Sur, dado que la experiencia en África indica que los pactos y pronunciamientos públicos no necesariamente son sinónimo automático de un cambio decisivo para bien en la situación.
Y en medio de todo esto, están las historias personales. Elegimos compartir con los oyentes una de ellas, la de Deng Awuok Menyeal, de 29 años. Deng dejó su país hace seis años, casado con Akur Dut Wol, hoy de 28 años. Llegaron a Egipto pensando que allí estarían mejor, pero se equivocaron. Hace cuatro años lograron entrar a Israel por la frontera del Sinaí. En Israel nacieron sus hijas Agor, hoy de 3 años, y Aluel, de un año.
Deng estudia en la Escuela de Gobierno y Relaciones Internacionales en el Centro Interdisciplinario de Herzlía y trabaja tres veces por semanas en un restaurante de Tel Aviv. La fuente principal de manutención es el trabajo de su esposa. Dicta conferencias a israelíes sobre la situación de los refugiados y el por qué de la llegada a Israel y ayuda en forma voluntaria a otros refugiados que no saben hebreo y tienen mayores dificultades que él.
La entrevista la hicimos en hebreo, que Deng domina a muy buen nivel, al igual que el inglés.
Este es su testimonio.
- ¿Por qué te fuiste de Sudán del Sur, de tu país?
- Dejé el país porque Sudán del Sur no era un lugar para mi. Era una zona de guerra. El entonces presidente de Irak, Saddam Hussein, usó armas químicas contra el sur, porque no quería nadie que se oponga a la condición árabe de Sudán. Se logró firmar el acuerdo de paz cuando él ya no estaba. No era lugar para que la gente viva. Vivíamos en los bosques porque la fuerza aérea de Irak atacaba y destruía todo. No había nada de lo que uno necesita para vivir: hospitales, escuelas normales, nada.
- Llegaste a Egipto pensando que allí mejoraría la situación, pero finalmente decidiste cambiar de rumbo ¿Por qué te fuiste de Egipto?
- Pasé allí dos años y la situación era sumamente difícil. En diciembre del 2005 hubo una gran manifestación de refugiados porque la ONU canceló la práctica de entrevistar a refugiados para reconocer su status como tales, alegando que se había firmado la paz entre Sudán del Norte y Sudán del Sur y que por lo tanto los refugiados ya no tenían que partir a Occidente, más que nada a Estados Unidos, Canadá y Australia. Dijeron que en unos años habría estado propio, después de la paz.
Pero los refugiados dijimos que en el terreno todavía hay guerra y que aunque se haya firmado un acuerdo entre el norte y el sur, en Darfur, por ejemplo, continuaba la guerra y aunque eso no es parte del sur, la situación general era de guerra. No era paz real.
De hecho, con tal de sacar a los refugiados del lugar en el que se habían instalado, durante mucho tiempo, frente a las oficinas de la ONU - aunque no era algo violento - el gobierno egipcio dio luz verde a que se mate manifestantes. Y hubo muertos, inclusive mujeres y niños, por disparos de la policía.
Cuando sentíamos el racismo de Sudán del Norte en nuestro propio país y decidimos irnos porque allí no se podía vivir, pensamos que en Egipto podríamos estar mejor, hasta que sea posible volver. Pero nos equivocamos. Es que el problema no era solamente con las autoridades sino también con la gente, con el pueblo. Allí hay muchos problemas económicos, falta trabajo, y todos nos acusaban a nosotros.
- De Egipto pasaste a Israel. ¿Qué sabías de Israel, qué habías oído?
- Por un lado, está claro que en Sudán no se sabe nada de Israel como país. En las noticias se muestran sólo los problemas, lo que pasa en Gaza; se dice que Israel atenta contra los derechos de la gente.
En los medios se muestran sólo las cosas difíciles. Pero conocimos gente que habla inglés, que había estado en el Sinaí, que conocía Israel y nos decía que es un buen lugar. Luego también conocimos directamente a israelíes que llegaban al Sinaí y que contaban, asegurando que es distinto de lo que se ve en la televisión.
- ¿Piensas que puede haber una buena relación entre Sudán del Sur y el Estado de Israel?
- Sí, por supuesto. Mi padre decía que si nos convertimos en un Estado independiente, y nos liberamos del gobierno de Sudán, tendremos relaciones con Israel. Recordaba la ayuda en la época de Golda Meir y decía que Sudán del Sur no tiene ningún problema con Israel. En realidad, la relación había empezado ya cuando Levi Eshkol era primer ministro. Teníamos un movimiento militar que luchaba contra el gobierno central de Sudán, el Ejército de Liberación de Sudán. Su representante se reunió en Nairobi con el embajador de Israel en Kenya y le entregó una carta para el primer ministro de Israel, en la que se explicaba que el sur de Sudán es de población mayormente cristiana, que está a favor de la existencia de Israel y que quiere tener buenas relaciones. El Embajador entregó la carta al primer ministro Eshkol pero poco después él falleció.
Golda Meir fue luego la primer ministro y sabemos que ella misma estaba de acuerdo con las relaciones con Sudán del Sur. Mi padre se había incorporado al ejército de liberación cuando yo todavía no había nacido. Él conoció un israelí que les enseñó cómo defenderse. Está ahora aquí, es un hombre de 76 años y participó estos días en nuestras celebraciones.
Cuando se firmó la paz en el 2005, nuestro presidente le dijo que él ayudó y no lo olvidaremos.
Y creo que si Israel realmente quiere ayudar a Sudán del Sur, lo mejor sería que entregue permisos de trabajo a los sur sudaneses que estamos acá y que organice cursos de capacitación profesional, así podemos aportar a nuestro nuevo país al volver.
- ¿Cómo es tu situación en Israel? ¿En qué status te encuentras?
- Yo soy un refugiado, me fuí de mi país porque allí no se podía vivir, había guerra. Pero no fui reconocido oficialmente como refugiado en Israel. Tenemos un problema similar al que había en Egipto en relación al status en el sentido que mientras se dio ciudadanía a refugiados de Darfur, no se concretó nada definitivo con nosotros, porque se estaba a la espera de lo que pasaría en Sudán del Sur.
No nos reconocieron como refugiados pero sí nos dieron visa que debemos renovar cada tres meses, que nos permite estar acá mientras tanto, pero no nos da derecho a trabajar. Es un problema. Pero mientras tenemos la visa, no nos sacan.
- Es un serio problema no poder trabajar...
- Por supuesto. De hecho trabajamos en negro, pero creo que las autoridades hacen la vista gorda, entienden que no podemos sin trabajar. Asociaciones de derechos humanos se dirigieron a la Suprema Corte de Justicia para protestar por la situación de los refugiados, diciendo que hay que darles permiso de trabajo. Los jueces ordenaron que el gobierno nos dé permisos de trabajo y le obligaron a cambiar la situación pero todavía no lo han hecho en la práctica. Sin embargo, dan a entender que si encontramos trabajo, no harán nada a los empleadores. Oficialmente en los papeles dice que no podemos trabajar pero en la práctica nos lo permiten.
- ¿Qué recuerdas de cuando cruzaste la frontera con Israel?
- Al llegar a la frontera en junio del 2007, me topé con una situación muy diferente de la que yo estaba viviendo. Nos trataron con calidez, nos dieron la bienvenida, había allí médicos para revisarnos. Eran todos soldados y policías de frontera. Nos dieron comida y agua; dieron zapatos al que no tenía; preguntaban cómo estamos. Nos llevaron a una base en la frontera y luego de una revisación, se contactaron con organizaciones de derechos humanos en el país y vieron dónde podían instalarnos. La sensación era que nos esperaban, que querían ayudarnos. Era muy diferente de lo que todos decían. Uno hasta se preguntaba por qué nos cuidan tanto, por qué nos dan comida y nos ayudan.
P: Al entrar ya al país, luego surgieron las dificultades ¿verdad?
R: El problema es que después, muchas cosas cambiaron, cuando ya estábamos dentro del país. En la frontera el trato fue excelente pero adentro fue otra cosa. Nosotros pensábamos que nos darían enseguida todos los derechos de poder trabajar aquí con normalidad; no pedimos ciudadanía, pero no la recibimos y nos decepcionamos, porque somos cristianos y apoyamos a Israel.
- Pero entiendo que no todo dependía del gobierno de Israel. El tema de los refugiados también pasa por las Naciones Unidas...
- Es verdad. No es que las cosas cambiaron de un día para el otro. Durante un año y medio, sí tuvimos permiso para trabajar con papeles de la ONU. Después, el gobierno israelí dijo que quiere revisar quién de nosotros puede ser peligroso, porque veníamos de Sudán.
- Que es un país enemigo de Israel; o mejor dicho, cuyo gobierno fundamentalista es sumamente hostil a Israel...
- Así es. El hecho es que nuestros papeles pasaron de la ONU al ministerio de Interior de Israel, que todavía no reconoció nuestro status como refugiados y por ende no nos da ni permiso de trabajo formal ni derechos de salud, y eso es un serio problema.
- Pero veo que de todos modos logran abrirse camino. Tú mismo estás estudiando en el Interdisciplinariode Herzlía, una de las universidades más prestigiosas de Israel...
- En lo personal todo está bien conmigo. También me ayudó mucho haber aprendido el hebreo porque eso incide en que la gente te vea como parte, como alguien que creció acá.
Y si bien hay problemas, como ya expliqué, la diferencia entre lo que vivimos acá y lo que vivimos cuando estábamos bajo el gobierno de Sudán y luego en Egipto es muy grande. Puede haber acá un 1 o 2% de la gente que se porte mal con nuestra comunidad, pero no la mayoría, en absoluto, que en general actúa bien. Así es en la vida, hay todo tipo de comportamientos humanos. Si unos pocos actúan mal, eso no es todo Israel.
- ¿Crees que hay racismo en Israel?
- La gente que dice que Israel es racista, es gente que está con los palestinos. Es que veo que nosotros tenemos algún problema con el status no reconocido, pero por otro lado gente que llegó al mismo tiempo, de Darfur, recibió ciudadanía israelí. A nosotros nos dicen que tenemos que esperar a ver qué pasa en nuestro país, pero en realidad nadie sabe lo que puede pasar en África.
- ¿Cómo te sientes ahora al saber que Sudán del Sur es independiente?
- Me emociona mucho lo que está pasando. En los medios habían aclarado que todo aquel que se iba a un país enemigo, no podría volver. Yo no sabía cómo sería mi futuro. Yo tenía claro que, por ejemplo, si terminaba aquí mis estudios pero Sudán del Sur todavía era parte de Sudán, no servirían de nada, ya que no los reconocerían. Pero ahora dicen que en dos o tres meses habrá aquí un embajador de Sudán del Sur en Israel. Esperemos que así sea.
- ¿Cómo es tu resumen de Israel? ¿Cómo explicarías a alguien de afuera tu visión del país y su sociedad, en la que entiendo que te topas con serias contradicciones?
- Mira, creo que el gobierno no trata hoy bien a los refugiados al no darles permiso formal de trabajo ni seguro médico ordenado. Por otro lado, hay organizaciones israelíes de derechos humanos que hacen todo lo que pueden para ayudarnos.
Creo que Israel es un lugar especial y por otro es igual al resto de los países en el sentido que como en toda sociedad, hay gente buena y gente que actúa mal. Cada gobierno tiene su política. Y es verdad que la gente vota por un gobierno pero el pueblo no tiene responsabilidad por lo que hace el gobierno y el hecho es que a menudo hay manifestaciones contra tal o cual decisión.
Yo siento que la sociedad israelí quiere la paz y ama la vida, no se opone a nadie así nomás y no busca matar a nadie, contrariamente a la imagen que se muestra afuera del país.
Y para mi, esta es también la tierra de Jesús. Nosotros, como cristianos, creemos en el Nuevo Testamento pero también en el Viejo y por lo tanto estudiamos ambos y conocemos la historia, que para nosotros no empieza con Jesús sino con la salida de los judíos de Egipto, lo que hizo Moisés, los profetas de Israel en los que nosotros también creemos.
- ¿Quisieras volver a Sudán del Sur?
- Quiero volver a mi país pero cuando termine de estudiar. Me quedan dos años todavía. Creo que todos los ciudadanos de Sudán del Sur quisiéramos volver. Es natural. Pero siento una gran lealtad por el Estado de Israel y por la nación judía.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay