Casi cinco años después de sucumbir a un fuerte derrame cerebral del que jamás se despertó, el ex primer ministro de Israel, Ariel Sharón, regresó a su casa en la “Granja de los Sicomoros” (Javat Hashikmim, en hebreo), a pedido de sus hijos Gilad y Omrí.
Sharón, uno de los políticos más fuertes y polémicos de Israel, se encuentra en coma desde enero de 2006, cuando tras un evento cardiovascular, que en un primer momento pareció pasajero, sufrió un derrame dramático del que no se pudo recuperar.Un día antes de su traslado, pudimos conversar con Raanán Gissin, quien fuera durante diez años una de las personas más cercanas a Ariel Sharón, su asesor estratégico y portavoz. Gissin trabajó con Sharón desde que éste fue nombrado ministro de Infraestructuras Nacionales en el primer gobierno de Binyamín Netanyahu, en 1996, hasta el derrame cerebral del que jamás se repuso.
- ¿Qué siente ahora que Sharón vuelve a su casa, aunque aún está en coma?
- Quiero decir, ante todo, que no vi a Sharón desde el momento en que entró en aquella habitación cerrada al sufrir el derrame. Podría haberlo visto, pero no quise porque para mí, Sharón es el líder activo, siempre haciendo algo, no Sharón en su lecho, con el cuerpo vivo pero sin poder reaccionar. Creo que el regreso a su granja es volver al lugar en el que creció, en el que se sentía más cómodo. Para mí eso es una especie de justicia poética. Si volver a su casa será lo que lo despierte, será algo importantísimo. Y si no, por lo menos que descanse tranquilo. Será el descanso del luchador.
- Él se sentía diferente en la granja… ¿verdad?
- Sin duda alguna. Su relación con la tierra era sumamente fuerte. El jueves antes del gran derrame y del ingreso al hospital, cuando estaba en la oficina del primer ministro, me dijo que al día siguiente viajaría a la granja. Le dije que había tenido un percance médico, que sería bueno que se quede en la residencia oficial a descansar. Me respondió: “Raanán, si no estoy en la granja, no tengo vida. Allí logro sentir serenidad. Doy vuelta entre las ovejas, entre las vacas, aspiro el aroma de los pomelos en el campo, siento el lugar… eso me da vida”. Recuerdo su gran sentido del humor. Solía decir, entre risas, que las ovejas se parecen a los miembros de la Knéset, a los diputados, porque van de un lugar a otro, pero con una diferencia: las ovejas son fieles.
- ¿Cuál es en su opinión su legado?
- Dicen que al final de sus días se convirtió en un “hombre de paz”, después de haber sido un “hombre de guerra”. Creo que ninguna de las cosas son ciertas. No era hombre de guerra y no es que se convirtió en un hombre de paz. Él sabía inspirar seguridad en la gente. Si alguien tenía que participar en una iniciativa, sea militar o política, sabía que podía seguirlo, que podía confiar en él. Lo que quería era seguridad para Israel.
- ¿La desconexión de la Franja de Gaza, en 2005, fue un vuelco político para él?
- No fue un vuelco político, sino que supo aprovechar la oportunidad, las condiciones geopolíticas, comprendió tácticamente la situación. No era un ideólogo que decía “no sacaremos ningún asentamiento” o nada similar. Tenía en la cabeza un mapa que consideraba era el necesario para permitir que Israel viva con seguridad. La desconexión, que fue tan polémica, fue algo que ningún otro habría podido hacer. Él consideró que era inevitable, que las 8 mil personas que vivían allí no podrían seguir eternamente en ese lugar. Pero esperaba recibir algo a cambio, no de los palestinos, sino en términos políticos, de Estados Unidos.
- ¿Creía que esa retirada de Gaza traería la paz?
- Sharón no creía que habría paz global. Bajo ningún concepto. Estaba convencido de que los árabes no reconocen el derecho histórico de los judíos a vivir en su tierra. Pero decía que si no es posible llegar a un acuerdo de paz permanente, por lo menos tratar de conseguir acuerdos interinos de largo plazo. Era un pragmático, no un ideólogo.
- La desconexión de Gaza no trajo tranquilidad en la frontera sur de Israel. ¿Qué cree que él habría hecho?
- Si él hubiera estado al frente, no habría permitido que la situación llegue a lo que llegó desde el punto de vista del terrorismo y las armas de Hamás. Él tenía líneas rojas que sin duda las habría implementado, pero quien lo sucedió decidió esperar y ver qué pasaba. Sharón ya había dicho: si hay terrorismo de Gaza, actuaremos con toda la fuerza necesaria para disuadir y frenar.
- Dijo que no creía en la paz global. Pero contrariamente a lo que se había pensado en un primer momento, él negoció con Arafat...
- Y lo hizo en serio, hasta que volvió a perderle totalmente la confianza. Él le dijo a Arafat que le iría transfiriendo cada vez otro territorio a su control soberano si combatía el terrorismo, pero luego vio que no le podía creer. Cuando todavía intentaba, mandó a su hijo, Omrí, a hablar con él. Yo le pregunté por qué lo hacía y me dijo que en la mentalidad árabe si uno manda a su hijo eso se considera como la máxima señal de confianza.
- Pero todo ésto, no era lo que más le preocupaba ¿verdad?
- No, la verdad que no. Cuando se encontraba con gente, no sólo acá, en cualquier lado, y le preguntaban qué es lo que más le preocupa, Hezbolá, Irán, el tema palestino… él decía que con esas cosas Israel sabrá cómo lidiar, pero que el problema que realmente le preocupaba es cómo vivirán los judíos dentro de 300 años. El pueblo judío era importantísimo para él. Una vez viajamos a Mongolia y hasta allí él buscó restos de judíos. Era un judío con los pies en la tierra, con raíces. Tenía una concepción de mundo muy clara, influenciado por sus padres. Decía que ellos le transmitieron que los derechos históricos en la tierra son del pueblo judío, pero que aquéllos que viven acá tienen derechos y hay que respetarlos y protegerlos.
- Recuerdo que dijo una vez, al convertirse en primer ministro, “Lo que se ve desde aquí, no se ve desde allí”, reconociendo que como jefe de gobierno, la visión de las cosas y la responsabilidad son diferentes… ¿Cree que realmente cambió?
- Creo que el tema es que él sabía aprender de sus errores. En 1982, en el Líbano, no coordinó nada con los norteamericanos. Había dicho que Tzáhal entraba a una franja de 40 kms en territorio libanés pero llegó a Beirut y sorprendió a Estados Unidos. Entendió que cometió un error y que debía coordinar las cosas.
- Pero me refiero más que nada a su voluntad de acercarse a los palestinos, de hacer concesiones...
- Él captaba el terreno, sabía leer y comprender la situación. No era dogmático sino pragmático. También cuando, en el 73, cruzó el Canal de Suez, sabía exactamente dónde se lo debería hacer, por qué lugar podría desmoronar al enemigo en su punto más vulnerable. Y eso, porque estudiaba el terreno y sabía luego empujar hacia adelante.
- Es inevitable recordar Sabra y Shatila, los campamentos de refugiados en el Líbano. Cuando se habla de Sharón en el exterior, enseguida saltan las acusaciones por la masacre que las falanges cristianas cometieron allí entre los palestinos, cuando Sharón era ministro de Seguridad de Israel. Y aunque Israel no entró a los campos, se le suele culpar a Sharón, no a las falanges. ¿Sharón le dijo alguna vez algo al respecto?
- Ante todo, Sharón tomó la responsabilidad y cuando la comisión Kahan, que investigó lo sucedido, recomendó quitarlo de su cargo, él dijo “me hago responsable” y aclaró que la responsabilidad no se divide. También Itzjak Rabin era así. Pero Sharón decía que al intentar marcarlo como a Caín, de hecho marcaban a Israel. Y ahí comenzó la campaña mundial de intentar quitar legitimidad a Israel, presentándole como asesino, como responsable de masacres de niños.
- ¿Le oyó alguna vez decir algo sobre lo que pasó dentro de los campos?
- Está claro; él pensó que las falanges controlarían la situación, no que harían lo que hicieron. No sabía que los cristianos entrarían allí a asesinar. El temor existía de fondo, pero él creyó que las falanges actuarían de otra forma.
- Ahora, cuando todo eso ya es historia, ¿tiene todavía la esperanza de que despierte?
- No se puede saber… Claro que hay esperanza que cuando una persona vuelve a su ambiente natural, algo suceda. Estimo que es algo que les pasó por la cabeza a sus hijos. Creo que su deseo es que lo devuelvan a la granja.
Fuente: Semanario Hebreo - Uruguay