Dov Avital (55), uruguayo-israelí, conocido antes como Eduardo Wachtel, está radicado en Israel desde 1975. Llegó en un grupo organizado (un garín) del movimiento juvenil sionista de izquierda Hashomer Hatzair al Kibutz Lehavot Haviva. Hace 21 años que vive en el Kibutz Metzer.
Hasta hace muy poco, durante siete años, fue el Mazkir - Secretario General - de Metzer, un período más extenso de lo que suele ser el común de permanencia en el cargo. Dov está casado y tiene tres hijos de 24, 22 y 18 años .
Con motivo de celebrarse el centenario de la fundación del primer kibutz, Degania, analiza los cambios que ha protagonizado el kibutz como institución, comenta qué le duele del proceso y observa la situación actual como un nuevo desafío. El kibutz, sostiene, está buscando un nuevo equilibrio. Él está convencido de que esta búsqueda, marca un camino apasionante.
Una experiencia personal
- Dov, empecemos por tu experiencia personal, antes de analizar el tema clave de los cambios en el kibutz. ¿Con qué expectativa viniste en aquel momento, cuando llegaste a Israel, respecto a la vida en el kibutz? ¿Y qué significa hoy para ti vivir en un kibutz?
- Pregunta interesante... En aquel momento tenía cierto aire revolucionario. Estamos hablando de los comienzos de los '70 en Latinoamérica, donde todo tenía esa inspiración. Hoy es totalmente distinto. Para mi hoy en día vivir en el kibutz es ser parte de una comunidad. Está también el aspecto judío, concebir a la persona como parte de una comunidad, ya que la comunidad está presente en casi todos los órdenes de la vida, a diferencia, quizás del anonimato en el que se puede vivir en la ciudad.
- Para bien y para mal...
- Claro, para bien y para mal. Eso es parte de lo que llevó a los cambios en el kibutz, donde la idea de una comunidad omnipresente en lugar de una ventaja se convirtió en algo opresivo. No tenías intimidad .Mi generación se formó un poco en un mundo ideológico de pertenecer. Tu pertenecías a una corriente ideológica, eras algún "ismo" y eso era parte de tu identidad. Hoy estamos viviendo un período totalmente diferente en el que la gente quiere elegir en distintos órdenes de la vida. No por vivir en un determinado lado uno quiere que todo el resto ya esté decidido. Creo que esa es una mejor definición de libertad personal que lo que pensábamos en los años '70.
- Sabemos que no siempre lo que uno espera es como lo que uno ve al llegar al país. Lo digo en el sentido de que lidiar con los problemas diarios y con una sociedad que, como todas, también tiene defectos, es diferente del sueño. Cuando uno llega al kibutz, como tú viniste hace 35 años, motivado por un ideal muy claro ¿el choque con la realidad puede ser más difícil o de hecho más sencillo porque el kibutz en sí es como un invernadero en el que te cuidan bien y te evitan golpes y no siempre estás expuesto a la "otra" sociedad israelí, la de afuera?
- Creo que es un marco que te protege. En ese sentido el kibutz correspondía bastante a lo que imaginaba. Y puedo decir que ya en ese entonces cuando vine, no era el Israel real.Y hoy menos todavía. Era como si estuviéramos desconectados del país, en una burbuja.
- Quizás en lugar de hablar de una burbuja desconectada de Israel, lo más apropiado sea decir que la explicación radica en el hecho que Israel no es ni todo bueno, como creen algunos judíos, ni todo malo, como creen enemigos de Israel...Hay muchas facetas.
- Sí, es verdad, es un mosaico con distintas facetas. A veces es apabullante cuántas faceteas hay, pero es parte del país. A mí me gustaría mantener un país donde cada uno pueda decidir en qué puede participar, dónde, en qué disfrutar, o sea un país de múltiples elecciones.
- ¿Serías capaz hoy de dejar el kibutz e ir a vivir en la ciudad?
- No es imposible pensarlo pero me es difícil imaginarlo, porque para mi es una forma de vivir, no sólo una elección ideológica. Además, los énfasis que pone el kibutz, por ejemplo en temas de eduación, medio ambiente, para mi son muy importantes como elementos claves en mi calidad de vida.
- Evidentemente, también con los cambios hay cosas muy atractivas, ya que el hecho es que muchos jóvenes que se habían ido, vuelven.
- Sin duda. En Metzer diría que estamos hasta apabullados y ya hemos perdido siquiera la posibilidad de hallar respuestas para todos. Creo que hay muchas cosas buenas. Lo que los jóvenes rechazaban antes era la burocracia que hoy yo llamaría un poco de "estilo soviético" en el sentido que el gobierno, el Estado, sabe lo que es mejor para la gente, y no al revés. Y eso es muy relevante hoy no sólo para hijos del kibutz sino para mucha gente joven.
Un experimento osado que cambia de forma
- ¿Cómo resumirías lo singular del kibutz? Si bien los cambios que ha habido en su estructura y manejo socavaron no poco el simbolismo del kibutz como institución y modelo, sigue siendo algo especial...
- Creo que el kibutz fue un experimento social muy osado y que encandiló en cierto momento la imaginación de mucha gente en el mundo. Luego, cuando terminó la etapa de las ideologías, entró en una crisis. Al no tener una meta concreta de querer demostrar algo, tuvo que encontrarse a si mismo. Pero creo que sigue siendo un experimento social audaz y que en la perspectiva del siglo XXI no trata ya de ser una sociedad utópica sino de demostrar que es posible crear una comunidad mejor para seres humanos. En ese sentido, creo que la mayoría del potencial de la idea del kibutz todavía está por realizarse. O sea que yo soy optimista.
- A pesar de que hubo cambios ¿qué es lo que todavía se puede alcanzar que sea mejor que la sociedad "común"?
- Si dijéramos que hoy en día el común denominador de lo que yo llamo la "ciudad anónima" es que los individuos están como aislados, hablar de una comunidad en la que hay verdaderamente interacción a nivel humano, no como experimento ideológico o económico sino para crear una comunidad humana solidaria y cooperativa - algo que también tiene un sentido muy judío -, eso ya es un logro. Es también algo universal.Yo sostengo que entre los dos polos, el totalitarismo ideológico que ve al ser humano como un peón y el capitalismo salvaje que lo ve solamente como un consumidor sin alma, tiene que haber una verdadera tercera vía. Y creo que en todas partes del mundo hay gente buscando el equilibrio adecuado que permita la vida del ser humano como un ser social, que vive en comunidad, y que esa comunidad no solamente le da beneficio particular, sino que sea también el beneficio general el que lleva para adelante.
- Y el kibutz después de los cambios ¿consideras que ya ha alcanzado ese nuevo equilibrio?
- No, el kibutz no logró todavía ese equilibrio. En este momento lo está buscando.Vuelve a empezar, vuelve a buscar. Tiene que demostrar que a diferencia del pasado no es un laboratorio sino que es algo que puede funcionar en condiciones normales de mercado competitivo y de sociedad abierta, lo cual no nos pasó en el pasado, y ese fue uno de los grandes errores, porque funcionábamos sólo bajo la tutela del Estado. Creo que estamos en el momento de pensar en una corriente que yo llamaría "comunitarismo": la comunidad humana como unidad base de la vida. Estamos realmente en el camino y me parece un camino apasionante.
El porqué de los cambios
- ¿El cambio fue impuesto al kibutz, en tu opinión, por el cambio en la sociedad de afuera que se tornó más individualista e inevitablemente influyó también sobre el kibutz, o se debió a que en el plano interno el kibutz consideró que se había equivocado en parte del camino?
- Hay que reconocer que en primer lugar el cambio se debió a un fracaso económico. Hubo una crisis económica terrible y el kibutz no lograba competir en la sociedad capitalista. Parte de la idea era poder sobrevivir en una sociedad abierta y competitiva. El error básico, que por lo visto proviene de la influencia del pensamiento soviético y de la forma en que el modelo soviético se impuso sobre todos los pensamientos socialistas, fue poner el sistema por encima del ser humano. Eso resultó siendo un fracaso. Cada comunidad que quiere seguir viviendo busca lo más importante, la felicidad del ser humano. Además, recordemos que desaparecieron los roles estatales. El kibutz ya no tiene que determinar las fronteras del país, ya no tiene que crear la agricultura del país... o sea que todo tipo de objetivos nacionales que justificaban poner al individuo en segundo plano, ya no están, porque ahora hay un Estado que las puede cumplir.
- Todo ésto no es algo que sucede en dos días, es un proceso...
- Por supuesto. Es un proceso que llevó aproximadamente dos décadas. Las nuevas generaciones son mucho más críticas y no aceptan los "ismos", el totalitarismo de una ideología. El kibutz siempre fue un modelo con las puertas abiertas y aquel que quería se podía ir. Y en efecto, muchos jóvenes se fueron, porque no les gustaba lo que estaba pasando, especialmente el haber incorporado burocratismos que hacían que el aparato del kibutz fuera más importante que la gente. O sea que buscar el equilibrio entre lo individual y familiar y lo colectivo es algo que obligó a replantearse todo. Y así hay varios tipos de experimentos que incluyen la privatización de ciertas áreas, como por ejemplo el consumo familiar. Hoy en la mayoría de los kibutzim, creo que el 70%, están privatizados, a diferencia del pasado.
El caso del Kibutz Metzer
- ¿Qué me podrías contar sobre la experiencia de tu kibutz, Metzer, en este sentido? ¿Cuáles fueron los grandes cambios?
- Pasamos mentalmente de un kibutz que tiene miembros a una colectividad de individuos soberanos, libres, que desean formar un kibutz juntos. Aquí cambia el orden de quién está arriba y quién está abajo, de un kibutz que tiene gente a gente que tiene un kibutz. Ese es el primer cambio conceptual.
- Interesantísima su descripción...
- En la práctica, el kibutz hoy en día no interfiere dentro del bolsillo de la gente y de la casa de la gente. De la pared hacia afuera, hay áreas en las que el kibutz decide: salud, educación, asistencia a la ancianidad, cultura, seguridad - que en Israel es algo muy importante -, medio ambiente, algo muy importante en Metzer, todo lo referente a ecología. Todo eso, lo hacemos juntos. Y en vez de algo que nadie sabía definir, qué es "cada uno de acuerdo a sus posibilidades", decimos "cada uno según sus ingresos" en una escala de impuestos creciente. O sea que el que gana más aporta más no sólo en dinero sino en porcentaje. Ese es más o menos el sistema.
- Salario diferencial... un cambio clave...
- Claro. Pero recordemos: está el impuesto que se deduce de lo que cada uno gana y es un impuesto progresivo destinado a financiar los gastos del kibutz para que todos, incluyendo quienes ya no pueden trabajar tengan lo que necesitan para vivir decorosamente; y se cobra en forma diferencial según el ingreso de cada uno. En otras palabras: el que gana más, paga más impuestos. Cada uno puede aumentar sus ingresos, pero la comunidad garantiza un conjunto de servicios esenciales básicos de alto nivel para todos, especialmente educación - que no haya diferencia entre los niños -, que todos tengan buen servicio de salud, tercera edad, todos los demás temas que antes mencioné, igual para todos.Y como cada uno tiene sus ingresos - después del impuesto que se paga al kibutz para mantener justamente esos servicios comunes a todos - con ellos decide qué hacer, qué consumir, cómo gastar y cómo manejar su hacienda familiar.
- No todos los kibutzim tienen el mismo sistema; hay hoy diferentes modelos.
- Así es. Aproximadamente 60 kibutzim mantienen el modelo tradicional; hay algunos que buscan mayor individualismo y hay lo que llamamos el tercer modelo, una combinación que determina un pago mayor de impuestos pero también un nivel mayor de servicios a todos.
Comparando con la ciudad
- ¿Dirías que el kibutz de hoy, aún con los cambios, es más igualitario, de todos modos, que la sociedad urbana "de afuera"?
- Sí, pero no es una igualdad mecánica porque entendemos que los seres humanos son distintos, sino igualdad de oportunidades e igualdad de servicios esenciales, con la educación y la salud en el centro.
- Y ese mínimo garantizado a todos ¿es más alto que el mínimo al que pueda acceder alguien que vive en la ciudad?
- Es mucho más alto.Si aseguro que no pueden faltar medicamentos y no puede faltar eduación al más alto nivel, eso no es lo que tiene la sociedad urbana. O sea que el mínimo garantizado es alto y es igualitario desde el punto de vista que no se puede "comprar" más salud o "más" educación; todos lo reciben igual, a alto nivel.
Del rol central a un futuro diferente
- Mencionaste antes las funciones nacionales que cumplió el kibutz en la historia del Estado de Israel. Sabemos claramente que su rol en el país superó en mucho su porcentaje en la población. ¿Crees que esa influencia desproporcionada y el hecho que el kibutz sea una de las imágenes principales de Israel en el exterior son señal de un gran éxito?
- La influencia por supuesto que fue mucho más dramática que su número.Es imposible imaginar a Israel sin los kibutzim, por la determinación de las fronteras, por haber sido parte del mito, por los grandes hechos tanto en la lucha militar como en la colonización de las tierras, la absorción de la aliá, todos éstos temas en los que el kibutz lideró. Es cierto que hoy en día tenemos un país con todo el aparato estatal armado, para bien y para mal, y no se precisa el voluntarismo de los kibutzim. Parte del problema fue no comprender a tiempo que esa misión de instrumento se había terminado y encontrar una razón de ser distinta. El volver a crear hoy una comunidad adaptada a las necesidades del siglo XXI, empieza a ser parte de ese encontrar una razón de ser. Pero creo que ya no va a volver a influir nunca en Israel como influyó en el pasado. Creo que va a ser una opción para pocos, una alternativa para pocos, no veo ninguna posibilidad que vuelva a tener tanta presencia en el discurso central de Israel.
- ¿Te duele este hecho?
- No por el kibutz sino por lo que sí queda del discurso central de Israel. Me duele porque pienso - tal como le dije una vez a un amigo de Gush Emunim - que por estar peleando por esta colina sí y esta colina no, o sea el cuerpo de Israel, hemos perdido el espíritu de Israel. Los dos movimientos centrales que el sionismo engendró - Bnei Akiva y sus allegados por una parte y los de "camisa azul" (símbolo de pionerismo obrero de izquierda) por otra - que fueron los que la mayor parte del tiempo en Israel determinaron los parámetros del diálogo nacional, perdieron relevancia. Quienes manejan hoy el país son nuevos ricos; hay entre ellos también corruptos, políticos de ínfima categoría, sin sensibilidad social y sin solidaridad social. Y nosotros seguimos peleándonos por qué colina sí y qué colina no y juntos perdemos a Israel. Los dos quisimos hacer un Israel con mejor contenido social, más allá del tema de las fronteras que es otro plano de la discusión ideológica. Y eso es lo que me duele, que se haya perdido la cohesión social, la compasión social y que el dinero tenga el rol que tiene hoy.
- Sin duda el Israel de hoy es muy diferente tanto del creado por los pioneros como del que existía cuando tú llegaste y también cuando yo llegué, pocos años después. ¿Pero no te parece un poco extremista tu descripción? Te lo pregunto porque paralelamente al mayor individualismo y al mayor materialismo, yo sí veo solidaridad social, y no sólo cuando hay guerra. Y están los corruptos, pero siguen siendo la excepción, no la norma. Hay carencias pero al mismo tiempo hay siempre iniciativas de grupos y gente que se organiza para atenderlas, para ayudar a necesitados...
- Es verdad. No quise decir en ningún momento que la gente haya perdido todo eso sino que el discurso central de Israel está usurpado, a mi modo de ver, por otra gente. Creo que la corriente central que está representada en la Knéset, el gobierno, los lobbies, no es esa de la gente que toma inicativas para ayudar y demás. Por supuesto que Israel está lleno de cosas maravillosas, de gente que hace y ayuda, pero no es el discurso central. Quisiera que lo fuera, que el voluntarismo fuera el centro.
Entre la guerra y la paz
- Dov, la primera vez que te entrevisté, años atrás, fue después de aquel terrible atentado en el que un palestino de una aldea vecina, del lado de Cisjordania, muy cercana a Metzer, entró y mató a varios javerim del kibutz, entre ellos una joven madre con sus dos hijos, cuando estaba haciéndolos dormir. Fue algo estremecedor. En aquella ocasión hablábamos del tema de la coexistencia pacífica que ustedes defienden no sólo en palabras sino en hechos, como algo posible, con los vecinos árabes. Pero a raíz de la segunda Intifada se perdió la mutua confianza que se había comenzado a ganar. ¿Cómo influyó eso en las relaciones entre Metzer y sus vecinos árabes israelíes?
- Hay un diálogo muy normal para nosotros, único en el mundo quizás, único en el Medio Oriente, entre israelíes y palestinos. Hay todo tipo de proyectos conjuntos. Lo que Metzer mantiene, que no es nada trivial, es el contacto entre judíos israelíes, árabes israelíes y palestinos, como personas, como seres humanos a nivel de igualdad, discutiendo nuestros temas locales. Intentamos cooperar a nivel local. Suelo decir que lamentablemente es visto como un gran logro que haya gente que no quiere ni matarse ni robarle la tierra al otro. La atmósfera general no es buena , especialmente con los palestinos, para proyectos conjuntos.
- La paz se ha alejado...
- Sin duda. Pero aquí tengo que hacer una precisión y creo que nadie que me conozca puede tener la sorpresa de que yo estoy a favor de este gobierno o de cualquier otro gobierno de Israel en los últimos años. Pero tengo que hacer una precisión: una enorme parte de la responsabilidad del deterioro de las relaciones, la tienen los palestinos. No quiero repartir porcentajes, pero si tuviera que hacerlo, diría que más que Israel. Y no solamente Hamás, lo cual es fácil ver, sino la propia Autoridad Palestina, donde no hay una declaración clara que dice "sí, vamos a hacer un acuerdo de paz para que haya un Estado que represente los intereses nacionales judíos y un estado que represente los intereses nacionales palestinos". No lo dice. Netanyahu está más cerca de decirlo que Abu Mazen. Netanyahu lo dijo de una manera distinta, pero se puede traducir lo que dice también de esa manera, pero la dirigencia palestina no lo dice.Y desde el momento que no lo dice, es un serio problema. Los proyectos de cooperación entre nosotros y nuestros vecinos palestinos están congelados por decisión de la Autoridad Nacional Palestina de no hacer ningún proceso de normalización mientras Netanyahu esté en su tesitura. Tratamos de explicar qué tiene eso con los pobres tipos que están tratando de mejorar la calidad de vida de su pueblo, de su sanidad, de su nivel de ingresos... pero es una cuestión de macropolítica.
- Y ustedes están empeñados a mostrar a las dos partes que puede ser diferente...
- Claro que sí. Ahora, con la creación de la ciudad de Harish en nuestra zona, la lucha contra la expropiación de tierras fue de judíos y árabes juntos, de nuestro kibutz Metzer y las aldeas árabes vecinas sin ningún tipo de problemas, aunque tengamos distintas realidades. Es asombroso y lamentable al mismo tiempo que relaciones normales entre judíos y árabes tengan que ser extraordinarias, vistas como tales. Pero para nosotros es una realidad. Vivimos como seres humanos. Así es con Meisir, con Umm el-Kattaf y todos nuestros vecinos. Y tenemos una clara obstinación a demostrar que no estamos condenados a matarnos ni a pelearnos y podemos discutir nuestros problemas y encontrar términos medios entre nosotros. Y podemos pelearnos y abrazarnos. Como gente. Como debe ser.