Dentro de pocos días llega a Uruguay por primera vez en su vida, un hijo de uruguayos que alcanzó una altísima posición en su actividad: Yair Seroussi (56), Presidente del Directorio del Bank Hapoalim, quien ya de muy joven se destacó en su carrera, siendo el jefe más joven en la historia del Estado de Israel, de la representación del Ministerio de Finanzas en Washington .
Tocando diferentes puntos claves del quehacer económico y financiero de Israel, satisfecho con la posibilidad de poder ejercer influencia, Yair Seroussi fue avanzando. Hace ya tres años que encabeza el Bank Hapoalim, tomando el cargo como plataforma para desarrollar lo económico y para aportar a través de ello a necesidades de la sociedad israelí.
Nos aclara que no menos importante que el éxito y la ganancia en ese complejo mundo, le era hacerlo sin perder lo que aprendió en el hogar en el que creció, junto a sus padres: el respeto al prójimo, sea cual sea su posición y su cargo.
Su padre, recientemente fallecido, era Rafael (Fifo) Seroussi, (Z"l), pilar de la vida latinoamericana en Israel, quien junto a su esposa Elisa tuvo a Yair y a otros dos hijos.
Al aprestarse Yair a viajar a Uruguay, combinando razones laborales y familiares, hallamos el momento justo para realizar esta entrevista. Le agradecemos su tiempo, en medio de una siempre apretada agenda.
- Yair, usted es hijo de uruguayos, los muy queridos Rafael, o sea "Fifo" Seroussi, de bendita memoria, y Elisa, hasta los 120. Nació en Israel, es sabra, pero en un hogar formado por dos uruguayos. No puedo, por lo tanto, dejar de preguntarle qué lugar ocupó Uruguay en su casa.
- Uruguay siempre ocupó un lugar central en mi casa. Mis padres, hasta el último día de mi padre, hablaban en español entre ellos. Nos hablaban a nosotros en español y nosotros, mis hermanos y yo, no actuamos con inteligencia y por eso les respondíamos en hebreo, como "sabras" que éramos. El resultado es que yo entiendo español pero no hablo. De fondo hay una historia familiar de mucha cercanía. A mi me pareció eso especialmente notorio del lado de mi padre.
- Los Seroussi, una muy conocida y destacada familia de la colectividad judía del Uruguay...
- Así es. Eran siete hermanos y papá fue el primero en venir a radicarse a Israel, ya en 1948.
- Con "MAJAL", una sigla que en hebreo significa "mitnadvei jutz laaretz", o sea los voluntarios que llegaron del exterior a luchar en la Guerra de Independencia.
- Así es. Además, papá siempre estuvo muy en contacto con olim, inmigrantes, por lo cual en casa siempre había alguien más que nosotros; alguien que se quedaba a dormir o alguien con quien papá se reunía para encontrarle trabajo, o mis propios primos, que en su mayoría fueron viniendo a partir del comienzo de los años 70.
- Hijos de hermanos de su padre...
- Exactamente. De los hermanos de papá, los dos que se radicaron en Israel eran Roberto y "Masho", o sea Mordejai. Y con esos dos tíos estábamos muy conectados. En la primera casa en la que vivimos, en el barrio de Hadar Yosef, yo diría que ellos vivieron bastante con nosotros. Yo me fui de allí a los 6 años de edad. Este año volví a esa casa por primera vez desde entonces. Recordaba en especial el árbol de mango en el jardín y cuánto nos gustaba esa fruta. Allí recuerdo cómo nos sentábamos en el jardín con mis tíos, hasta que Roberto se mudó al sur y fue el Director de la Central de Investigación Nuclear en Dimona... y con otro amigo de mi padre y sus hermanos... Itzjak Navón.
- Quien fue luego el quinto presidente de Israel había conocido a su familia cuando fue diplomático en la flamante embajada de Israel en Uruguay y se hizo amigo de su abuelo, Don Elías Seroussi...
- Así es. Y junto a mis tíos, recuerdo que muchas veces nos hacían "baby sitter", nos cuidaban. Pues volviendo a la casa que vi nuevamente hace poco por primera vez en tantos años, era sumamente pequeña. La reconocí de inmediato aunque pasaron más de 50 años y mucho cambió alrededor en el barrio. Pero en medio de toda la construcción, la casa en la que vivimos no cambió nada. Sentí la necesidad de ir, de ver dónde empezamos nuestro camino. Pues salió un hombre, le pregunté si había cambiado algo desde entonces, me dijo que no, y cuando pedí saber cuántos metros tiene la casa, me dijo que eran 50 metros cuadrados.
- Una casa chica, con mucho movimiento...
- Es que recuerdo que en ese espacio siempre éramos más que los que vivíamos fijo allí. siempre había alguien más; más que nada sudamericanos, aunque no siempre sólo uruguayos. O sea que el idioma español era clave. Hablábamos pues en hebreo, pero los cuentos antes de dormir siempre eran en español. Mis padres siempre recibían mucha gente en casa y hasta recuerdo, cuando ya vivíamos en Ramat Aviv, las fiestas que hacían. Venían uruguayos y argentinos, a veces juntos y a veces separados.
- Por las dudas.
- Por las dudas, exactamente. Y a veces también brasileños. Y simplemente bailaban tango. Recuerdo que al principio estaban sentados por separado hombres y mujeres; los hombres hablando de política y las mujeres de otras cosas, y luego bailaban. O sea que crecí en un hogar en el que la música de Gardel y otros era importante.
- Había mucho movimiento porque sus padres tenían muchas amistades, pero además, actuaban en pro de la sociedad, más que nada en el tema de los nuevos inmigrantes.
- Sin duda. Mis padres recibían olim y les dedicaban tiempo. Recuerdo que muchas veces fuimos a visitar olim los viernes, víspera de shabat, en donde fuera que se encontraban, en centros de inmigrantes, en sus casas. Algunos luego se convirtieron en amigos muy personales de mis padres. Pero ya antes de eso, el primer viernes después de su aterrizaje, recuerdo bien que íbamos a verlos, con una torta, una botella de vino; para hacerlos sentir bien.
- El Profesor Ernesto Lubin, otro querido amigo, me contó una vez que el primer viernes que él y su esposa Florita, con su hijo mayor, se encontraban en Israel, con la nostalgia natural por la separación de la familia y la dificultad de los recién llegados, suena el timbre y allí se apareció su papá, Fifo, con el vino en la mano y una amplia sonrisa en su rostro, para dar la bienvenida y desear lo mejor.
- Lubin era un amigo personal muy cercano de mis padres. De hecho era como el médico de la familia. En él siempre confiaban y sus diagnósticos siempre eran en español. Un dato más que puede ser interesante es que en la cocina de casa teníamos un mapa bordado de Uruguay; o sea que eso siempre estaba de fondo. Y en casa siempre se comía carne; mucho antes que empezara la tradición de los asados en Israel, en casa esa era la comida preferida. Y claro que está el fútbol.
- Infaltable...
- Recuerdo que vino a Israel el seleccionado uruguayo. Fuimos al partido en el estadio de Ramat Gan. La estrella era Abadi. Uruguay ganó 2 a 0. Fuimos al hotel de Ramat Aviv a visitar a la delegación y recuerdo que me regalaron unas insignias de Uruguay con las que yo andaba luego en la escuela muy orgulloso, haciendo alarde de mi vínculo con Uruguay.
- Veo que el tema de Uruguay, en su casa, no era simplemente el lugar de origen; el hecho que de allí llegaron sus padres. Había más que eso. Había mucho sentimiento...
- Por supuesto...Mi padre nació en Egipto y llegó a los 3 años a Uruguay, de donde se vino a Israel teniendo un poco más de 20, algo así. Terminó los estudios en Uruguay; aquí estalló la guerra y él vino como voluntario. A mamá no la dejaron venir en el mismo momento. Lo esperó y cuando terminó la guerra, ya en 1949, ella vino de inmediato. Y el 4 de enero de 1950 se casaron. Yo mismo cumplo hoy 25 años de casado; así que todas las fechas se nos dieron cerca.
- Yair; usted creció entonces en un hogar donde había mucho amor por Uruguay por un lado y por otro un gran sentimiento sionista. No hay contradicción entre una cosa y otra.
- Claro que no. En absoluto. Y te diré que con el tiempo aprendí cuán complejo es ser inmigrante. La familia de mi padre, en gran medida, gradualmente se instaló en Israel. Pero la familia de mi madre quedó en Uruguay. Y la separación no es fácil. También está el tema del idioma. Mis padres tuvieron y mamá sigue teniendo, por supuesto, el acento inconfundible al hablar hebreo.
- Claro, cuando uno no viene de chico, queda el acento. Y nos identifican de inmediato como "los sudamericanos".
- Así es. Otro punto que quería comentar es algo general sobre la aliá, la inmigración llegada de América Latina que en Israel siempre fue considerada muy exitosa, sumamente positiva. Hubo grupos a los que aquí les fue más difícil. Los sudamericanos se aclimataron sumamente bien. Además, siempre fue una aliá muy idealista. Y creo que una característica de los inmigrantes latinoamericanos es que en general vinieron con una gran sensibilidad social. Es una combinación muy clara. Muy sionistas en general pero con una concepción que daba mucha importancia a la sociedad.
Cuando falleció mi tío Roberto, que era el Director del reactor de Dimona, me encontré con algunos de sus colegas, que también habían sido directores, y me contaron que todas las mañanas, cuando llegaba al trabajo, iniciaba su día con una conversación telefónica, en español, con mi padre, su hermano, y cada noche cerraba su jornada de la misma forma. Había una relación familiar sumamente cercana. Ambos eran ingenieros químicos. Fue muy interesante ver cómo todo ese grupo se fue desarrollando en Israel.
A mí me gustó siempre muchísimo el grupo de amigos de mis padres, donde había muchos médicos, abogados, gente de profesiones libres, personas en general muy optimistas, gente que quería hacer cosas, empujar hacia adelante. Y mi padre era un modelo especial. Yo lo llamaba "energizer".
- La pila se quedaba corta a su lado.
- Es verdad. Cuando cumplió creo que 70, le hicimos un cumpleaños y dije que él no puede descansar nunca, que siempre está haciendo algo. Papá influyó mucho sobre nosotros, no sólo por ser nuestro padre y estar cerca de él, sino porque él predicaba con el ejemplo. Nos enseñó a mirar siempre al medio en el que vivimos, a la altura de los ojos, a todos por igual. Para él no había diferencia entre el director y el limpiador. Ante todo, nos enseñó que cada uno es un ser humano. Es lo primero que veía. Su punto de partida era el humano. Le importaba la gente. Y creo que esa actitud era algo especial en él, pero que también caracterizaba bastante a los llegados de Uruguay.
- Valores...
- Sin duda. Papá siempre hablaba de Uruguay como de la "Suiza de América", de una educación de muy alto nivel; tenía muchas cosas buenas para decir de Uruguay. En resumen, estábamos en el centro de la vivencia de lo que significaba ser inmigrantes, aunque nosotros mismos ya nacimos en Israel.
- Yair; usted destaca todas estas lindas cualidades de su padre, y yo pienso que lo central es que todo se hacía con sencillez, con humildad, sin alarde de nada.
- Es cierto. Papá era una persona muy cálida. Él sonreía, y parecía que todo estaba bien. Tenía una sonrisa que la gente recordaba. Le importaba. Pero al mismo tiempo era una persona que hacía cosas; no esperaba que los demás tomen iniciativa, ni el Estado ni nadie. No esperaba nada de nada. Si consideraba que había algo que hacer, lo hacía. Él ayudaba a buscar trabajo a los olim. Durante 25 años viajaba todos los días de Tel Aviv a Akko en el norte. Amaba su profesión, le encantaba la química. Se convirtió en un experto mundial en el tema de corrosión. Pero al mismo tiempo siempre dedicó mucho esfuerzo a la parte individual, personal, a ayudar a encontrar trabajo a los ingenieros. Hace poco me pasó algo impresionante. Cuando yo era muy joven, a los 31 años, me nombraron Jefe de la Delegación del Ministerio de Finanzas de Israel en Estados Unidos. Fui el más joven de la historia en el cargo. Pues al llegar, fuí a conocer los bancos israelíes. Se me acerca, justo en Bank Hapoalim, uno de los directores y me dijo: "Que sepas que tu padre me consiguió mi trabajo". Con el correr de los años me pasó muchas veces que me dijeron "gracias a tu padre estoy acá".
- Un hombre de iniciativa...
- Siempre. También se contó entre los fundadores de la Organización Latinoamericana de Israel. En la parte profesional, sabíamos que era muy conocido en su campo. Pero como era muy sencillo, no andaba buscando que su nombre se publique en diferentes lados. Recientemente, a raíz de su fallecimiento, organizaron una velada en su memoria los ingenieros especializados en el tema de la corrosión. Yo fuí sin saber qué esperar. Terminó siendo el evento más fuerte de los que se hizo en su memoria. Allí había varios ingenieros especializados en corrosión que fundaron ese marco que los une; hoy todos ya mayores. Y contaron cómo papá se preocupó de dedicar tiempo a todos y cada uno; cuánta dedicación dedicó a desarrollar la nueva generación; cómo sabía lograr concordancias donde había discrepancias. Y lo lograba porque todos sabían que él actuaba motivado únicamente por el bien del tema, nunca por ego. Y no eran uruguayos; gente que vino de todos lados; rusos muchos de ellos. Uno de los rusos dijo que papá era como un músico que sabía dirigir la orquesta de todos los ángulos posibles. Fue hermoso.
Un primer viaje a Uruguay
- Yair; con todo estos recuerdos y vivencias de fondo, usted está viajando ahora por primera vez a Uruguay, de donde llegaron sus padres. Con qué espíritu realiza este viaje?
- Ante todo, será esta la primera vez que voy a Uruguay. Las cosas se dieron que hasta ahora no llegué nunca a Uruguay aunque viajé mucho en mi vida. Todos los años me invitaron y mis predecesores fueron más de una vez, pero yo nunca pude. Ahora, en cierta medida por lo que pasamos a nivel familiar, al fallecer mi tío y luego mi padre, el tema del contacto con Uruguay y el origen de la familia ocupó un lugar muy grande en mi vida diaria. Y me dije que esta vez no dejo pasar la oportunidad, que me invitaron a un evento del banco en Punta del Este. Llegó pues el momento y viajo con mucha curiosidad. Quiero por supuesto ver un poco también a Montevideo. Lamentablemente es por muy poco tiempo, pero podré ver y me interesa mucho. Quiero ver dónde vivían mis abuelos; tengo dos primos del lado de mamá con los que me voy a encontrar. Claro que también me encontraré con clientes; pero sin duda, combinaré los dos aspectos.
El tema social
- Algo me dice que no le sorprendo si le digo que usted no irradia la imagen que uno suele tener, quizás el estereotipo, del banquero promedio.
- Uno se ve influenciado por la forma en que crece, sin duda. Yo siempre busqué dedicarme a temas que tienen un sentido de fondo. Vine del tema de los negocios y las finanzas; ya mencioné el Ministerio de Finanzas; estuve muchos años en Wall Street; he hecho cosas que se consideran grandes en la economía; pero quizás lo central es cuando se puede ejercer influencia.
- Y entiendo que no habla sólo de la economía.
- Claro que no. Por supuesto que la influencia directa es sobre la economía, pero también sobre la sociedad israelí. He estado en posiciones de influencia en distintos puntos, pero creo que mi cargo actual es especial, como Presidente del Directorio del Bank Hapoalim. Ante todo, es el banco más grande de Israel, con la mayor cantidad de sucursales en todo el país. Bank Leumí está muy cerca de nosotros. Cuando entré al cargo, los tiempos en el banco eran más difíciles. Pero hoy afortunadamente la situación ha mejorado mucho; las ganancias han subido y es hoy también en ese sentido el banco más grande de Israel. Además, nos hemos seguido desarrollando, y es el banco que tiene más clientes en Israel.
Y en nuestra calidad del banco israelí con mejor presencia y vocación internacional, queremos seguir siendo el banco israelí de las comunidades judías del mundo.
Pero hay otro aspecto que quisiera mencionar: es también el banco más grande del país en su aporte y actividad en pro de la sociedad, el doble que el que viene en segundo lugar.
- ¿En qué áreas?
- Antes estaba muy disperso, pero yo lo he canalizado al tema de la educación y la juventud, conectándolo además con la historia del banco. A mi modo de ver, la actividad empresarial en Israel no tiene sentido si no tiene un valor agregado que destaque de dónde venimos y adónde queremos llegar. O sea que tiene que haber algo relacionado a los valores de fondo. Cuando tomé la responsabilidad del banco, eché a andar un proceso gradual, que no fue fácil, destinado a dejar en claro que esto es una continuación de algo que comenzó en 1921.
Uno de los fundadores del Bank Hapoalim era el propio David Ben Gurión. Recordemos que "poalim" significa "obreros". Era el banco de los obreros. Yo mismo vine de un hogar en el que se veía a Ben Gurión como el líder más importante que tuvo Israel. Y de acuerdo justamente a su visión, el Bank Hapoalim es el que tiene más sucursales en el Neguev, en la Galilea y con ese despliegue se puede influir más.
Por eso digo que abordé el tema educativo y de los jóvenes, porque lo vi como una oportunidad de ejercer influencia en todo el sector empresarial y financiero en el que somos un factor clave, para que también aporten a esos temas. Y gradualmente, cada vez más empresas y directores de compañías tomaron el tema como algo clave en su actividad. Hasta diría que se creó un lobby al respecto. A tal punto que el año pasado ya tuvo incidencia presupuestal directa, se devolvieron fondos que eran importantísimos en la educación. No tengo dudas: apoyar a la educación, es aportar al futuro. Y el banco influye ya que por un lado puede mover a círculos del sector empresarial y por otro tiene a sus propios funcionarios, que trabajan en forma voluntaria a diferentes niveles, al terminar sus horas de trabajo.
- Eso no es común. ¿A qué se refiere?
- Hemos descubierto que ese intento de "reclutarlos" a actividades voluntarias, les hace bien, funciona excelente. También ellos quieren sentir que aportaron algo a la comunidad en la que viven. Vemos un aumento en la satisfacción de funcionarios que se ocupan también de ese tipo de cosas. La gente está orgullosa de ser parte de una organización que aporta a la sociedad de la que es parte.
En el pasado me dediqué enteramente a la economía pura, a los negocios. Hoy me dedico mucho también a la gente. En Bank Hapoalim trabajan hoy 14.000 personas. Cuando tienen hoy también un objetivo aparte, en lo social, el resultado es excelente, porque la gente está dispuesta a dar de su tiempo a causas comunitarias.
- ¿Me puede dar un ejemplo concreto?
- Claro que sí. Hace un año inicié un proyecto de liderazgo en el sur, en el Instituto de Estudios Ben Gurión, con jóvenes inmigrantes de Etiopía, de entre 16 y 18 años, que tiempo después tenían que entrar el ejército. Eso se hizo en 12 encuentros de fines de semana. Ahora, hace poco, fui a verlos, y la satisfacción es enorme. Vemos que ellos, que vienen de un mundo complejo, aprendieron en este curso cómo prepararse para el servicio militar, qué deben tener en cuenta, cómo anotarse para unidades en las que quieren servir; muchas cosas concretas que son una ayuda verdadera. Claro que todo esto incluye paseos con ellos por el Neguev. Todo esto es especialmente importante para familias que llegaron a veces en situación difícil y no a los lugares más fáciles de Israel.
Otro proyecto que a mí me significa algo muy especial es en la ciudad de Lod, que lidia con no pocos problemas.
- Toda su imagen se ha visto afectada en los últimos años; y eso es un círculo vicioso que no ayuda a la población a mejorar su situación.
- Justamente. Lod es hoy uno de los lugares más difíciles del país, con una población que lidia con numerosos problemas; muy dura. Nosotros trabajamos en varios proyectos educativos de la red ORT. Nos pidieron ayuda en una escuela con muchas complicaciones, quizás de las más difíciles de Israel. Hay allí judíos y árabes estudiando en una escuela que es producto de una unión entre otras dos. Encomendamos al departamento de tecnología del Bank Hapoalim el proyecto de esa escuela en Lod. Les dijimos que ellos se tienen que encargar. Pues allí fueron a conocer el lugar y el problema, vieron cuán compleja es la situación, cuán difíciles son allí los niños. Poco tiempo después de iniciado el proyecto, el director de la escuela me dijo que le habían cambiado totalmente el rostro.
La gente del banco fue allí a trabajar, les hicieron un jardín, les pusieron baldosas nuevas en los pisos, hicieron de todo en forma voluntaria. Les cambiaron todas las computadoras, mandaron gente del departamento a enseñar a esos jóvenes. Toda la situación y el estado de la escuela cambiaron completamente. Alguien estaba prestando atención a esos chicos. Y los funcionarios del banco estaban felices, sintiendo que le cambiaban la vida a alguien para bien.
Y yo creo que algo así es parte de la fortaleza. No trabajamos sólo para obtener ganancias materiales sino que hago algo más. Y esa combinación es muy importante.
- Es que entiendo que en estos proyectos el tema no es sólo dar dinero...
- Claro que no; es mucho más; es ir directamente y apoyar. Ahora estoy en un proceso gradual que está por completarse, que lleva a que cada sucursal del banco toma un proyecto comunitario en el lugar en el que se encuentra. Lo que quieran; alguna escuela, el tema de ancianos, lo que sea. Cada sucursal es responsable de uno. Si nosotros lo hacemos en 300 lugares, otros se contagiarán; cada negocio podrá aportar algo y así se va aumentando el efecto, intensificando la influencia social del sector empresarial.
Los bancos y la economía de Israel
- Volviendo al tema de los estereotipos. Todo esto suena muy diferente de la imagen que el ciudadano promedio tiene de los bancos. En general, se los odia, por decirlo en forma un tanto simplista.
- Eso existe en todo el mundo. La gente no quiere a los bancos. Claro que el servicio cuesta plata. Pero al mismo tiempo, no pocos negocios nos agradecen hoy porque recibieron en algún momento un préstamo que les permitió hacer un gran emprendimiento. Un ejemplo clásico es el de la familia Strauss, que son hoy algo muy grande, y que recuerdan que con un préstamo del Bank Hapoalim la abuela logró tener su primer tambo, desarrollar su producción lechera, y ahí comenzó todo.
- ¿Cómo es el nivel general de los bancos en Israel?
- Creo que es sumamente alto. El 55% de los funcionarios tienen educación universitaria. En muchos países del mundo, también Estados Unidos, en la mayoría de los casos que uno entra a un banco, el funcionario que lo atenderá no tendrá preparación académica. El 60% de los empleados de los bancos son mujeres. Y ellas son la mitad de los directores. Creo que en general los bancos son muy sofisticados; están muy desarrollados. Pero creo que lo que a la gente más le importa es sentir que hay estabilidad. Aquí se recuerda muy bien la gran crisis de mediados de los 80. Y ahora la gente no quiere que se liberen presupuestos en forma desenfrenada. Se espera que seamos responsables. Y sin duda creo que el sistema bancario israelí es considerado hoy bastante fuerte. No es que no hay lo que hacer; no es que todo es fácil; hay mucho que hacer; pero si miramos la mitad llena del vaso, vemos una economía muy adelantada, diversificada, con muchos logros, y que es básicamente fuerte.
Me parece increíble cuando analizo los logros de la economía israelí, tanto desde el comienzo del Estado como muy especialmente en los últimos 20 años. Se ha alcanzado mucho. Y es una economía basada en los conocimientos, lo cual creo que es una ventaja cualitativa que debemos preservar, yendo siempre al frente de los emprendimientos tecnológicos.
- ¿Cómo se equilibra entre esa economía fuerte que usted describe y el hecho que aumentan las diferencias y la polarización en la sociedad israelí? Si no pueden todos disfrutar de los frutos de la fortaleza económica del país, a la larga eso lo debilitará.
- Creo que la economía depende mucho de nosotros, claro está. Hoy estamos en medio de una crisis económica mundial Debemos garantizar que la situación del empleo sea muy buena, que la enorme mayoría de la gente tenga trabajo. Y claro que hay que ver cómo se sigue hacia adelante. En la población israelí hay sectores problemáticos. Por un lado está la población árabe, que se está desarrollando muy rápidamente, especialmente en la Galilea, cuyo nivel educativo va subiendo y cuyos ingresos también van mejorando. Está por otro lado el sector de los "haredim" ultraortodoxos y de por medio está la gran pregunta cómo incorporarlos en forma efectiva a la fuerza laboral. No pueden quedar fuera.
Por eso los promedios confunden, porque hay que tomar en cuenta estos sectores.
Y el centro de la clase media, que en su enorme mayoría trabaja, y que ahora, como país, debemos hallarle una dirección que permita empujarla para que suba. Y claro que donde los desafíos son mayores es en la capa más carenciada, donde lo principal es dedicarse a la juventud. Creo que se está intentando hacer varias cosas. Recordemos la comisión formada por otro sudamericano, el profesor Manuel Trajtenberg, que creo sugirió cosas en la dirección correcta.
- Claro que falta que el gobierno las implemente...
- A mí me parece que se ha pasado el punto de peor desigualdad, y que ahora todos aprenden la lección.
- ¿Le preocupa el tema de la desigualdad, las diferencias tan grandes de ingresos entre unos y otros?
- Sí; sin duda es un fenómeno preocupante. Hay muchos temas en la sociedad israelí que deben ser corregidos y que pueden serlo. No es que no hay qué hacer. Está bien, a mi criterio, que la economía sea capitalista y competitiva, porque el mundo es hoy competitivo. Ni China ni India nos esperan. El mundo corre hacia adelante. Pero tenemos que garantizar que cada vez más jóvenes sean parte del alto nivel, tanto en la educación como, luego, a raíz de esa educación, en su incorporación a los mejores lugares de trabajo.
O sea que hay mucho que mejorar y hay mucho que apreciar de lo logrado. Inclusive entre los grandes "tycoons", los grandes empresarios, hay gente que no vino de familias millonarias, que hace diez años no existían, y se abrieron camino.
- En parte quizás, dirán los críticos, porque los gobiernos de los últimos años les dieron muchas ventajas y ellos acumularon fuerza que no siempre redunda en algo positivo para el resto de la ciudadanía.
- Creo que tenemos que destacar el espíritu emprendedor, el hecho que gente que antes no estaba en ninguna posición destacada, logró subir mucho. Creo que la receta, siempre, es tratar de ser el mejor. No tenemos otra opción. Como israelíes, nos rodea una región no siempre muy agradable. No tenemos grandes recursos naturales y lo que tenemos lo logramos de la nada. Hay que saber preservarlo.
Y no tengo dudas: hay aquí mucha voluntad, en la gente, de hacer más, de empujar hacia adelante.
La cima
- Yair; para terminar, volvamos a lo personal. Usted hizo una gran carrera en el mundo de la economía y las finanzas. ¿Esto es lo que soñaba? ¿Diría que llegó a la cima?
- Sí; la verdad es que llegué a la cima. En cada etapa creo que se sueña otra cosa. Sin duda siempre me gustó la combinación entre los negocios y la influencia macroeconómica. Empecé en el ministerio de Finanzas, creo que hice cosas bastante grandes, y sentí que puedo combinar las dos cosas, estar en las dos canchas. Hoy estoy, hace tres años, en el Bank Hapoalim, en una posición en la que siento que puedo influir en la economía y la sociedad; un lugar con significado para empujarlo hacia adelante. Hay muchas revoluciones y tenemos que estar prontos para este nuevo siglo que exige competitividad, sofisticación, profesionalismo; pero que a mi modo de ver, es necesario que al mismo tiempo se mantenga el corazón. A los mejores los tomarán hoy en cualquier lugar del mundo. Pero yo quiero crear algo con valor agregado, que justifique el hecho que estamos acá.
- Muchísimas gracias por esta entrevista que tanto he disfrutado.
- Muchas gracias a tí.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay