Elena Canetti (50), uruguaya-israelí radicada en Israel desde hace 30 años, abre caminos. Como experta en el tema de la transferencia de tecnologías, está convencida de que allí está el futuro de la investigación aplicada.
Aclarando que la difusión del conocimiento no choca con la ganancia que se puede lograr a partir de la comercialización de un producto surgido de diferentes innovaciones, está segura que también Uruguay puede hacerlo. Para aportar al respecto ha estado recientemente allí y vuelve pronto.
Le pedimos a Elena conocer cuáles fueron sus consejos. Pero antes, que nos enseñe sobre este mundo hoy imprescindible para el desarrollo de la economía y el avance de una sociedad moderna.
Este es un resumen de la entrevista que nos ha concedido.
- Elena, hoy lo más apropiado es presentarte como especializada en transferencia de tecnologías; pero tu camino comenzó antes; en algo cercano a ello...
- Así es. Mi carrera la hice en la Universidad Hebrea de Jerusalén sobre todo, donde durante más de diez años fui gestora de licencias, acuerdos de investigación entre la industria y la universidad. Luego me incorporé a una empresa privada que realiza lo mismo pero en el área privada. Este es el campo de lo que se llama transacciones de propiedad intelectual.
- En la universidad licenciabas patentes de sus investigaciones y ahora, en el sector privado, transfieres esas tecnologías a la industria. ¿De qué se trata?
- La transferencia de tecnología es un área en la cual lo que se hace es tomar tecnologías de la academia o de institutos de investigación científica, y transferirlos a la industria. Pero a veces también se hace entre empresas. Por ejemplo, una pequeña le transfiere la tecnología a una más grande, o una empresa en un país le transfiere la tecnología a otro. Todo esto se hace con fines económicos, no sólo por difusión, ya que para eso bastaría con publicar artículos científicos.
- ¿Esto significa que la universidad necesita ayuda de la industria para traducir su investigación en algo práctico?
- En general las universidades no tienen los suficientes recursos - tampoco es su objetivo - para desarrollar productos. Lo que hacen es investigar, hacer ciencia básica y a veces ciencia aplicada e inventar una nueva tecnología, un nuevo producto químico, un nuevo producto farmacéutico. Pero no tienen dinero como para desarrollar esa innovación desde el laboratorio hasta que tenga un producto terminado que pueda ser vendido.
- Y aquí está el rol de la industria...
- Claro. Por lo general es esencial que esa innovación sea transferida de la universidad a la industria. Generalmente es transferida en un estado más primario, la industria la capta y la termina de desarrollar en sus laboratorios, llevándola finalmente al mercado.
- ¿Y cómo es que esto te ha llevado a Uruguay? Has estado recientemente dando unas charlas.
- Así es. Yo llegué a dar unas charlas en INIA, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, y en la ANNI, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. Y ahí estuve tratando de promover un cambio de enfoque, de forma de pensar a nivel académico en Uruguay, tratando de llevar a los investigadores en las universidades y marcos académicos a ver la investigación no sólo como investigación básica y pura sino también aplicada.
- Y tenías consejos concretos para dar...
- Sí; por ejemplo, es importante saber que después que uno publica una invención, ya no puede solicitar una patente. Puede solicitarla solamente antes de que la publique. Por eso en las charlas yo les insistía que cuando hay una investigación aplicada que puede tener resultado en un producto que es comercializable, sea un nuevo producto farmacéutico, un nuevo material, un nuevo equipo médico, un nuevo programa de computación - son muchos los ejemplos - primero hay que solicitar la patente y luego publicar.
- Entiendo que tu impresión es que no se patenta lo suficiente y que tampoco se traduce suficientemente el conocimiento en productos prácticos...
- En Uruguay es importante cambiar el enfoque y proteger la innovación con patentes y transferir ese conocimiento a la industria en el marco del Acuerdo de Licencias. Yo estaba hablando de algo que es lo que mueve hoy en día a la mayor parte de las economías avanzadas: la transferencia del conocimiento. Y esto es no basarse solamente en la industria tradicional como textil, agro, ganadería, sino apuntar más a las de alta tecnología. Para eso es necesario tener universidades que inventen nuevas tecnologías y que transfieran esas tecnologías del marco académico universitario, a la industria. En Uruguay por ejemplo, la Facultad de Ingeniería puede desarrollar nuevos programas, nuevos mecanismos, nuevos devices y transferirlos a la industria, que puede ser la industria uruguaya, pero en el marco del Acuerdo de Licencias. Y aquí se trata de un tema puramente comercial. Te doy un ejemplo concreto; la Facultad de Ingeniería puede tener una tecnología en el área de las telecomunicaciones, le pueden dar una licencia a ANTEL y ANTEL puede hacer uso de esa innovación y hacer no sólo uso propio de ella sino también sub-licenciarla a otras empresas de telecomunicaciones en el exterior, creando así una nueva fuente de ingresos para el país. Y eso también crea una nueva fuente de ingresos para ANTEL pero también para la universidad. Es que en cuando le da una licencia a una empresa para desarrollar un producto basado en tu innovación, la empresa desarrolla el producto, lo lleva al mercado, lo vende y del dinero que recibe, te paga una pequeña regalía.
- ¿Dirías que el saber pensar en forma original y apropiada a la necesidad de cambios es para un país quizás no menos importante que estar tecnológicamente desarrollado?
- Creo que lo mejor para responderte será dar un paso para atrás y decirte qué estoy haciendo hoy en día en la empresa en la que trabajo. Ahora que estoy en «Marquera», una empresa privada, tengo la libertad de poder hacer negocios con gente de diferentes países, con tecnologías diferentes. Ya tomé dos tecnologías uruguayas para tratar de transferirlas a empresas de otros países. Y también he tomado de España, Colombia e Israel. Por un lado tomo tecnologías que me parece que tienen potencial y por otro lado les busco clientes que estén interesados en comprarlas. Lo que noté en Uruguay es que empieza a haber comprensión de la necesidad de proteger las innovaciones y las invenciones creadas en las universidades e institutos de investigación académicos e incluso en empresas uruguayas, pero todavía no se sabe cómo comercializarlas.
Si me preguntas qué es más importante, el desarrollo tecnológico o pensar «fuera de la caja», creo que estamos hablando de lo mismo. Un país tiene que poder ser competitivo para poder progresar, especialmente en este mundo en el 2012. No se puede seguir compitiendo con mercados mundiales sólo basadosen industrias tradicionales como es el caso de Uruguay. Hay que darle más empuje a las de alta tecnología. Y esas necesitan estar todo el tiempo a la avanzada. Es lo que se llama tener ventaja competitiva. Ésta proviene de nuevos desarrollos y nuevas invenciones. Uno de los lugares en los que se realiza la mayor parte de las invenciones, es en las universidades.
- Y eso para Uruguay, entiendo, es bueno...
- Sí, porque en Uruguay las universidades son muy buenas y además ahora no está sólo la universidad pública sino que también hay otras, privadas. Hay excelentes ingenieros de sistemas, ingenieros de computación, también excelentes agrimensores, médicos; o sea que hay muchas ramas de investigación y muy buenos científicos. Se puede aprovechar todo ese conocimiento y convertirlo de básico sólo para enseñar en conocimiento aplicado que pueda ser protegido y convertido en nuevos productos tanto para que sea usado por la industria nacional como fuera del Uruguay a través de acuerdos de licenciamientos.
Imagínate que el Instituto Pasteur de Uruguay o el Clemente Estable: inventan una nueva droga, un nuevo producto farmacéutico. Es evidente que ninguno de esos dos institutos van ahora a desarrollar el producto y venderlo. No es esa su actividad. Lo natural sería que vayan , por ejemplo, a una empresa farmacéutica multinacional y le ofrezcan esta innovación en el marco de un acuerdo de licencia. O sea, dan derecho a usar su patente y a cambio de ello, le pagan regalía. Esa puede ser una importante fuente de ingreso para la universidad, para poder hacer más investigaciones. Es un sistema que se retroalimenta.
- ¿Es posible resumir cuáles fueron los consejos prácticos que diste en tus conferencias en Uruguay? Me diste antes el ejemplo claro de que hay que saber que se pide la patente antes de publicar…
- Debo decirte que mis consejos fueron más sofisticados porque la gente con la que yo me encontré en Uruguay, son profesionales en la materia. Por ejemplo, gente de registro de la propiedad industrial, gente de la ANII, abogados que están en el área de propiedad intelectual. O sea con gente con mucho conocimiento. Yo te puedo decir entonces que mis consejos eran destinados a que los investigadores uruguayos tomaran conciencia de varias cosas: 1) Que la palabra patente no es una mala palabra porque no afecta la difusión del conocimiento. Ahora no hay mucha tendencia a patentar porque los investigadores piensan que el conocimiento es libre, que hay que difundirlo y publicarlo, que hay que compartir y distribuir todo con otros investigadores a nivel mundial. Pero yo les expliqué que se puede primero patentar una idea que es explicativa y luego, de inmediato, se puede publicar. La dicotomía entre publicar y patentar es errónea, falsa. O sea se puede publicar y así cumplir con la misión como docente de difundir el conocimiento, pero antes patentarlo. 2) que patentar no es mala palabra porque dar una licencia a una empresa para que aproveche una invención de la universidad es un beneficio para la sociedad, la comunidad y la propia universidad.
Me planteaban cómo puede ser que transferir una invención uruguaya a una multinacional extranjera sea un beneficio para la sociedad uruguaya. Y yo explicaba que si tú inventaste por ejemplo un nuevo producto farmacéutico, lo licencias a una multinacional y ella te paga varios millones de dólares por año en regalía porque ella vende el producto por un billón de dólares. Con ese dinero que vuelve a la universidad estás levantando el nivel científico de los laboratorios, estás ayudando a los estudiantes y revirtiendo a la sociedad.
Noté que a veces esto es difícil de comprender por la mala imagen que muchas veces con razón tienen las multinacionales extranjeras. Pero es indudable que las ventajas para la sociedad pueden ser enormes. Si el Clemente Estable, el Instituto Pasteur, la INIA reciben dineros de regalía eso significa que habrá más investigación y eso significa más puestos de trabajo. Más investigadores capaces significa que habrá más empresas que surgen de los institutos de investigación. Eso enriquece a la sociedad y al país.Y también el gobierno, al haber más actividad económica, puede recaudar más impuestos. El sistema se retroalimenta.
Y en tercer lugar, aclaré que no se puede patentar sólo en el Uruguay. Lo dije en forma muy florida, no sirve para nada…
- Porque es un país chico...
- Porque es un país con poca población, o sea que no tiene mercado. El Uruguay está muy enfocado a Latinoamérica, pero si tienes visión y tu mercado es el mundo entero - como sucede en Israel -, te posicionas con un enfoque internacional. Para poder llegar a una situación en que en Uruguay se pueda hacer investigación de primera clase, se pueda tener innovaciones que son «breakthroughs» (que abren caminos), se puedan poner buenas patentes y licenciarlas, tienen que estar solicitadas a nivel internacional. Por lo menos, les decía, tienen que solicitar patentes en Estados Unidos y Europa. Es lo mínimo.
- Y no es que hay que viajar para eso.
- No, para nada. Hay agentes de propiedad industrial en el Uruguay que tienen corresponsales en el extranjero, a los que se puede solicitar todo sin moverte de tu silla en la oficina. Claro que el problema es que cuesta muchísimo dinero, miles y miles de dólares. Entonces hay que tener muchos recursos para dar el puntapié inicial a este tema.
Aquí es donde creo que el gobierno uruguayo - también esta fue una recomendación mía - tiene que dar el puntapié inicial. Y lo hace a través de sus instituciones como el Ministerio de Industria y la ANII. Es que si no, no se puede pedir a la Universidad de la República o a instituciones pequeñas de investigación, que gasten esas sumas.
Y también hablé de la importancia que tendría que Uruguay sea parte del convenio PCT, Patent Convention Treaty; ya que eso daría muchas ventajas a los institutos que quieran patentar sus innovaciones. Lo hablé con instancias oficiales y vi que hay buena disposición al respecto. Este fue un tema importantísimo que le que puede dar un empujón enorme al tema de la solicitud de patentes en Uruguay.
- O sea que hay varias etapas en todo el proceso.
- Por supuesto. Es esencial tener buena investigación ya que si no, no tenés nada. Pero eso no alcanza. Hay que solicitar patentes y tener buenos profesionales que lo hagan. Creo que ya empieza a haber. Es necesario que haya en Uruguay una oficina de transferencia de tecnología que tenga profesionales especialistas en propiedad intelectual o en su comercialización.
- ¿Con quién te reuniste en Uruguay?
- Tuve reuniones , por ejemplo, en la Fundación Ricaldoni en la Facultad de Ingeniería, en el INIA, en el Instituto Pasteur y en el Polo Tecnológico de Pando. En todos lados encontré excelentes tecnologías. No decenas y centenas como sí hay en Israel, pero es que en Israel hace decenas de años que hace transferencia de tecnología. El Instituto Weizman creo que fundó a «Yeda» hace 50 años. En Uruguay recién se está empezando. Pero está comenzando a tener buenas tecnologías, especialmente en áreas de agro, de investigación de biomedicina, en ingeniería - sobre todo en software y telecomunicaciones -, inclusive en temas de energía limpia o de energías renovables. Y desgraciadamente, lo que sí encontré, es que a pesar de tantas buenas tecnologías, no hay casi ninguna solicitud de patentes y en muchos casos, sólo a nivel local, que no permiten hacer comercialización. El mínimo de lo mínimo sería tener una patente en Estados Unidos y una en los grandes países de Europa. Y en Argentina y Brasil, si el Mercosur es muy importante.
- Elena, estás en Israel hace años. Además de tu experiencia profesional por la cual al transmitir tus conocimientos en esta materia es un desafío importante ¿dirías que hay aquí, cuando vas a Uruguay, un valor agregado; que te inspira algo especial sentir que ayudás a dar un empujón en algo que puede aportar a Uruguay?
- Yo doy conferencias por muchos lados. Pero en Uruguay siento que va más allá de un tema comercial o de consultoría o de trabajo. Lo hago con mucho entusiasmo. Por eso, cuando estuve en Uruguay y el Cónsul Ron Gerstenfeld me preguntó si podría ir a hablar no sólo en lugares profesionales sino también en otros marcos para hacer divulgación más popular, acepté enseguida. Estuve en diferentes radios, fui a dar una conferencia a la Cámara Uruguaya de Tecnologías de Información. Estuve tratando de presentar mi mensaje en cuantos lugares podía.
Además estuve tratando de hacer matching entre empresas uruguayas e israelíes para que se presenten al Fondo de Investigación binacional Uruguay Israel. Ya logré hacer una combinación en este sentido y espero que haya muchas más.
- ¿Israel tiene mucho para ofrecer en este campo de transferencia de tecnología?
- La verdad es que Israel está considerado de lo mejor del mundo en esta materia. No es por orgullo sionista que lo digo sino porque Israel, justamente por ser un país que no tiene recursos naturales, ha apostado a la alta tecnología para poder sobrevivir, más que a la industria tradicional. Las universidades hace muchísimos años descubrieron el potencial enorme de poder proteger sus invenciones y licenciarlas. Fijate que la experiencia al respecto tiene mucho tiempo. Como te decía, «YEDA», del Instituto Weizman, dedicada a la transferencia de tecnología, fue creada hace más de 50 años. «Yisum» de la Universidad Hebrea, donde yo trabajé, otro tanto. También la Universidad de Tel Aviv, Haifa, el Tejnión, Bar Ilán; todas tienen oficinas muy buenas de transferencia de tecnologías.
Además esto no es sólo de la universidad a la industria sino entre empresas. Las empresas israelíes son muy ágiles y los pequeños start-ups muchas veces transfieren sus tecnologías a empresas más áreas. Por eso Israel tiene mucha experiencia en todas las áreas: solicitud de patentes para proteger la propiedad intelectual en la comercialización, o sea, en llegar a los clientes interesados en la negociación y firma de acuerdos de licencias; y tiene además excelentes abogados en el área comercial internacional.
- Muchas gracias Elena por introducirnos a un mundo apasionante. Y ojalá tus conocimientos aporten también a Uruguay.
- Ojalá. Gracias a ti.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay