Tal Ben Shajar (41) sólo tenía un objetivo en la vida: ser el primer campeón mundial israelí de squash. Así cimentó dos consignas inquebrantables: «nada sustituye al trabajo duro» y «cuanto más trabajo, más éxito tengo».
Tal asegura haber entrenado más horas y más duro que su amigo y campeón planetario, el pakistaní Jansher Khan.
Pero su obsesión juvenil terminó de la peor forma, o de la mejor, desde su perspectiva: una lesión múltiple acabó prematuramente con su carrera y lo llevó a la sicología positiva.
Y en esa vereda se transformó en profesor de una de las clases más exitosas de todos los tiempos en Harvard, donde adiestra a aventajados discípulos en algo que ninguna de las carreras de la universidad puede enseñar: ser feliz.
A una semana de viajar a Chile para participar de un Congreso Internacional, habló sobre las claves para ser feliz y sobre cómo la tecnología nos ha abierto nuevos mundos y contactado con antiguos amigos, pero nos está cerrando - a la vez - una de las puertas fundamentales para lograr satisfacción con la vida: las relaciones sociales cara a cara. Otro dato: nadie es feliz todo el tiempo. Mientras antes se aprenda eso, dice, más satisfecho estará con su vida, asegura.
«La tecnología tiene dos lados. Puede ser muy buena, porque ahora tenemos acceso a información como nunca antes en la historia. También, porque puedo estar conectado con personas con las que no podría de otra forma. Pero por otro lado, la gente pasa tanto tiempo frente una pantalla que pierde la capacidad de estar físicamente con otra persona». Un tema no menor, ya que en sus más de 10 años de estudio sobre la felicidad no hay nada que reúna más evidencia científica de cómo alcanzar ésta, que tener una buena red de amigos con quien relacionarse. Algo que - asegura - no es capaz de sustituir ninguna red social de internet.
«Para la felicidad, para la salud, para el desarrollo de la moralidad es importante estar alrededor de otras personas. Tener cientos de amigos en Facebook no hace esto. No es una forma de reemplazar las relaciones cercanas ni de ser feliz», dice.
Tanto es así, que las encuestas de felicidad revelan que la prosperidad económica no son sinónimo de felicidad. Por algo, muchos países ricos lucen peores cifras que los pobres.
En estos últimos las redes sociales son las que hacen la diferencia. «El camino hacia la felicidad no se construye mirando el PIB de un país. No digo que no sea importante, pero otra cosa es que eso sea lo que transforme a una sociedad en una más feliz», asegura. El dinero da felicidad, pero sólo en el corto plazo. El apoyo social, en cambio, es un soporte emotivo que entrega satisfacción duradera.
Cuando Ben Shajar comenzó a dictar su cátedra en Harvard, un alumno le planteó que sólo se apuntaría en ella si lo veía siempre feliz. «La felicidad no es siempre sentirse bien o experimentar bienestar todo el tiempo. Una vida feliz incluye dificultades, momentos duros, momentos arriba y abajo», dice el experto.
Por eso, afirma, es crucial, erradicar tanto la expectativa de que la felicidad es un estado permanente como el pavor al fracaso. «Uno de los grandes errores que comenten las personas sobre la felicidad es que piensan que ser feliz significa felicidad siempre. Por eso, cuando experimentan problemas, tristeza o rabia piensan que hay algo malo en ellos. Y no es así».