Aproximadamente 20.000 turistas del exterior llegaron esta semana a Tel Aviv con un propósito especial: participar en la «Semana del Orgullo Gay», cuyo punto culminante es el desfile especial por calles y avenidad de la ciudad, que hace ya días está adornada con las banderas multicolores de la comunidad conocida como LGBT, siglas de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.
Tel Aviv sin duda es un destino singular, considerado de los mejores del mundo para lo que se conoce hoy como «turismo gay». Esto se traduce no sólo en las características especiales de una ciudad atractiva como esta, que ofrece todo tipo de entretenimientos a cualquier turista, a distintos precios y niveles, sino también en el hecho que hay mucha conciencia acerca de las necesidades especiales de una pareja del mismo sexo. Eso puede traducirse en el hecho que nadie haga una observación a dos hombres o dos mujeres si van abrazados en público y hasta en que si llegan a la recepción de un hotel a registrarse, no les pregunten si quieren camas separadas.
Pero quizás la clave al respecto es que si bien Tel Aviv es especialmente liberal y por lo tanto se concentra en ella un alto porcentaje de la comunidad LGBT del país, la situación de dicha congregación en Israel en general, es de las mejores del mundo. No es poca cosa si tenemos presente que el Estado judío es un país en el que la religión cumple un rol central.
Muchos de los cambios y logros obtenidos por la comunidad con el correr de los años no fueron producto de leyes promulgadas en el Parlamento, sino de luchas jurídicas y de decisiones muy liberales y democráticas de la Corte Suprema de Justicia, que fueron respetadas plenamente por los distintos gobiernos.
«Hay una especie de acuerdo no escrito con el Estado», dice Shai Doitsh (33), Director de «AGUDÁ», la Asociación que representa a la comunidad LGBT, considerada la Task Force de lucha por los derechos de esta gente. «Como es difícil promulgar leyes a nuestro favor en el Parlamento, el Estado sabe que apelamos ante la Corte Suprema de Justicia y luego el gobierno puede cumplir con lo que ésta determina. Y lo hace exitosamente».
«Hoy en día, los gays de Israel podemos hacer casi todo: casarnos, adoptar hijos, ir al ejército, trabajar en lo que querramos y vivir en libertad», dice Shai, contando que cuando llegan periodistas del exterior a cubrir los eventos gay en Tel Aviv, suelen comentar que esperaban verlos en la clandestinidad y ahora saben que nada más lejos de la realidad.
«Nuestros logros en Israel han sido continuos y sentimos que no se nos tolera sino que se nos acepta», agrega. Sabe que no todo es un paraíso y que «hay aún mucho por hacer». Pero al hablar, por ejemplo, del hecho que una pareja del mismo sexo, para quedar registrada como casada, debe contraer matrimonio en el exterior (él mismo lo hizo con su compañero hace un año, en Canadá), aclara que «esto es un problema civil en general en Israel, porque el Estado reconoce sólo el matrimonio religioso ortodoxo, o sea que no es algo que discrimina únicamente a los gays».
La asociación que encabeza Shai fue establecida en 1975 «cuando ser gay en Israel era formalmente ilegal, porque la ley del Mandato británico, heredada por Israel, así lo indicaba, aunque en la práctica nunca se la hacía entrar en vigencia, nunca se la imponía y por supuesto no se llevó nunca a nadie preso por serlo», relata. «En aquel momento, lo primero era luchar para cambiar la ley en Israel. También organizábamos pequeños eventos para la comunidad para que la gente se pueda conectar. Desde entonces mucho ha cambiado e Israel se ha convertido en uno de los países más avanzados del mundo en derechos de los gays».
Hitos claves en el camino
1988. El equipo legal de la AGUDÁ logró cambiar la ley por lo cual ya no era formalmente ilegal ser gay.
1994. El ejército permitió que homosexuales declarados sirvan en sus filas, de acuerdo a la autorización del entonces primer ministro Itzjak Rabín. «No hacer el servicio militar era un serio problema, ya que pasar por el ejército es parte esencial de nuestra cultura y de la vida en Israel», recuerda Shai, al destacar la importancia de ese cambio, y cuenta que en Estados Unidos eso se cambió recién hace unos meses. Hoy en día, agrega, hay incluso algunos transexuales sirviendo en el ejército.
1998. Israel ganó el concurso europeo de la canción - Eurovisión -, representado por una mujer transexual, Dana International, que había nacido como un hombre, Yarón Cohen. «Ganar ya habíamos ganado, pero esto fue algo especial. Una transexual representaba al Estado judío conservador de Israel. Y ese fue el comienzo de diez años fabulosos para la comunidad gay de Israel», comenta Shai con una sonrisa.
2008. Se abrió el primer centro comunitario gay en Tel Aviv. «No es algo singular que haya un centro así, pero creo que es el único en el mundo que es puesto en funcionamiento por la propia Municipalidad de Tel Aviv. Sus trabajadores reciben su sueldo de la municipalidad, lo cual es un gran logro para nuestra comunidad».
1.8.09. Fue cometido un atentado contra el centro de la AGUDÁ, el Bar Noar. Un hombre disparó hacia los jóvenes, asesinó a dos e hirió a 15. «Para nosotros fue un shock estremecedor, ya que nadie esperaba algo así. Acá no andan atacándonos por las calles. El peor evento «homofóbico» que sufrí fue una vez cuando un religioso me gritó. Nada más. Nunca había pasado nada más que eso. Sé que en Europa es otra cosa y que sí hay diversos ataques, pero en Israel no. Una semana después la policía dijo que podemos volver a la actividad normal, que no hay amenazas; y así fue. Actuamos en total libertad, en forma muy abierta».
Cabe destacar que el pasado miércoles, luego de cuatro años de investigación, tres sospechosos fueron detenidos por la policía en relación con dicho atentado.
Una vida normal
Shai destaca en especial que la propia Municipalidad de Tel Aviv avale los eventos de la Semana de Orgullo Gay, que destine a ello presupuestos y que los gays de Tel Aviv no tengan barrios separados, como ocurre en algunos países de Europa. «Nosotros no tenemos un barrio de gays, como hay en otros lados; no queremos nada que se asemeje a guetos. Gente que viene de Europa nos pregunta dónde está nuestro barrio gay, pero nosotros respondemos que no tenemos un barrio gay, sino una ciudad gay, en el sentido que aquí uno puede ir con su novio a cualquier bar, y no tendrá ningún problema. Será visto con normalidad, absolutamente».
Shai y sus compañeros no alegan que porque la comunidad haya conseguido tanto, todo está bien en Israel. «Por supuesto que no. No me olvido ni del conflicto israelí-palestino, ni de la ocupación, ni de varios otros problemas que existen en la sociedad israelí» - recalca - «Pero lo que está mal está mal y lo que está muy bien, pues está muy bien. Y no hablo sólo de Tel Aviv. Los gays en Israel viven en libertad».
Sabe que hay problemas en lo que llama las «comunidades en sus inicios», o sea homosexuales o lesbianas en sectores religiosos ultraortodoxos o entre los árabes, que de por sí son más conservadores y de marcos cerrados.
La AGUDÁ tiene una «hotline» a la que pueden llamar todos aquellos que necesiten ayuda, y sostiene que numerosos pedidos llegan de ciudadanos árabes o de palestinos de los territorios. Inclusive de otros países de Oriente Medio. «En muchos casos, lo que hacemos es simplemente escuchar, acompañarlos de esa forma, y es muy importante. En el caso de los palestinos, tratamos de conseguir a través de contactos con terceros, que puedan dejar los territorios y recibir asilo en el exterior para poder vivir con normalidad».
Shai vuelve al cuadro general. «Es verdad que los logros todos estos años fueron de las organizaciones y voluntarios que lucharon, pero eso se hizo posible sólo porque el Estado creó el ambiente necesario para ello», recalca. «Por lo tanto, estoy orgulloso de representar a Israel en el exterior cuando voy a encuentros de gays y explico nuestra situación. Y si de la cancillería me mandan a contar qué pasa aquí, lo hago con orgullo, porque no me indican qué decir. Si quiero decir que la ocupación es mala, lo digo. Pero sobre la situación de los gays y los derechos, hay muchas cosas excelentes para trasmitir».
Y quizás, lo principal: «El tema acá no es la comparación con el entorno árabe que nos rodea ni tampoco con Irán, sino que también en comparación con Europa y Estados Unidos, estamos muy pero muy bien».
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay