El trasfondo: Sharansky era uno de los fundadores del movimiento judío dentro de la organización de Derechos Humanos "Grupo de Monitoreo de Helsinki", de la que fue portavoz y por la que actuó desde la clandestinidad. En 1978 la URSS lo declaró culpable y lo sentenció a 13 años de prisión.
Su esposa Avital lanzó una campaña internacional para lograr su liberación. El 11 de febrero de 1986, hace 25 años, consiguió salir de la cárcel. Esa misma noche llegó a Israel.
En Israel continuó activando en pro de los judíos soviéticos, se dedicó al periodismo y a la actividad pública en pro de la inmigración y absorción de los recién llegados. Con ese propósito, fundó el partido "Israel B'Aliyá" al que representó en la Knéset entre 1996 y enero del 2003.
Sharansky fue ministro de Industria y Comercio, ministro del Interior, ministro de Vivienda y Construcción y vice primer ministro. En noviembre de 2006 renunció a su escaño parlamentario y en junio del 2008 comenzó sus funciones como presidente de la Agencia Judía.
"Sigo emocionándome al encontrarme con quienes lucharon por la liberación de los judíos soviéticos", dice en una entrevista especial antes de iniciar un recorrido por varios países de Sudamérica.
De prisionero de Sion a figura pública oficial
- El mes pasado se cumplieron 25 años desde que usted salió de prisión en la Unión Soviética y pudo emigrar a Israel, tras varios años nada fáciles por cierto. Hoy está en la pirámide de la institución judía e israelí abocada, ante todo, a la aliá, la inmigración judía a Israel. ¿Cómo combina los recuerdos de entonces con la responsabilidad de hoy?
- Ante todo, creo que debemos retornar todo el tiempo a los recuerdos de aquella lucha, para tener presente cuánta fuerza puede tener el pueblo judío unido. Recordemos que la Unión Soviética era un imperio poderoso, el más grande del mundo, y que quien se le enfrentó fue un grupo de judíos que retornaron a su judaísmo y descubrieron su vínculo con sus orígenes y con el Estado de Israel, apoyados por el pueblo judío. Lo que parecía en algunos momentos una lucha desesperada y carente de probabilidades de éxito, no sólo terminó con la victoria de esos judíos que querían emigrar a Israel, sino que llevó de hecho a la caída de la cortina de hierro, la salida de millones de judíos y el desmembramiento de la Unión Soviética. Eso muestra cuánto fortalece el vínculo con nuestras raíces, con nuestras fuentes, cuánta fuerza nos da el estar unidos y ser solidarios.
Hoy, cuando tenemos tantos desafíos con los que lidiar, es bueno que recordemos aquella lucha.
Pero hay que saber que además de la batalla por la aliá, es clave la que se libra después, por la absorción de la inmigración. No hay muchos ejemplos en el mundo moderno de estados democráticos, no totalitarios, que aumentan su población en un 20% de una vez, logrando tanta integración.
- Aunque no faltan problemas...
- Por supuesto que no. Claro que los hay, y no pocos. Pero si miramos hacia atrás, vemos que 15 años después de la llegada de más de un millón de inmigrantes, el resultado es un gran éxito. Evidentemente, el éxito es de los propios olim (inmigrantes), que llegaron con mucha ambición, con muchos conocimientos y voluntad de salir adelante, pero también del Estado de Israel, que estuvo dispuesto a abocarse a ello con tanto esfuerzo, y también del pueblo judío de la diáspora, que apoyó. Yo diría que el éxito fue desde un punto de vista político y de la propia inmigración. Y esto se concreta cuando evaluamos correctamente nuestra capacidad y nos organizamos bien de cara al futuro.
La identidad judía
- Y en ese futuro, ¿cuáles son a su criterio los principales desafíos?
- En primer término, si hablamos del tema de "kibutz galuiot", la reunión de las diásporas, hoy en día es menos común hablar de "salvar" judíos, aunque por supuesto seguimos con atención todo lo que sucede en diferentes partes del mundo, en lugares como Yemen, Irán, Venezuela, Turquía, Kirgistan... y estamos dispuestos a ayudar a todo judío que lo necesite. Dentro de poco traeremos a los últimos 8.000 de Etiopía. Pero en general podría decir que hoy no hablamos tanto de "salvar" judíos sino de fortalecer el vínculo con ellos. Del mundo libre la gente viene a Israel como resultado del fortalecimiento de la identidad judía, del vínculo con el Estado judío, de su sensación de que desean ser parte de él.
- Y está entonces la otra cara de la moneda; los judíos que se alejan...
- Por supuesto. El tema de la desjudaización es un gran desafío. Hay comunidades que se reducen y hasta desaparecen. Cada día hay 500 judíos menos en el mundo. Nosotros, los judíos soviéticos, casi desaparecimos, totalmente asimilados; crecimos sin saber nada, sin vínculos; muchos de nosotros sin saber siquiera que éramos judíos. Y cuando descubrimos que somos parte de una historia interesante, con raíces, parte de un pueblo, de una nación, eso nos dio mucha fuerza y nos llenó de emoción.
Siguiendo con los desafíos, hay un serio problema: los ataques a la legitimidad del Estado de Israel.
- ¿La Agencia Judía cumple un rol activo en la lucha contra ese fenómeno?
- Así es. Tenemos una presencia directa en los campus universitarios en Estados Unidos. Pero más que nada, mientras nuestros enemigos intentan deslegitimar a Israel y así alejar a los judíos del país, nosotros luchamos para darles sensación de orgullo por Israel. Y eso, nuevamente, se logra fortaleciendo el vínculo con el pueblo, con el legado judío.
- O sea que el tema de la identidad judía es clave en todos los "frentes"... si cabe el término...
- Por supuesto. Fortalecer la identidad judía es lo principal al lidiar con todos estos objetivos: en la reunión de las diásporas, en el fortalecimiento del vínculo con el pueblo y el país y en la defensa del lugar de Israel en la comunidad de naciones.
Entre Israel y la diáspora
- A pesar del vínculo estrecho que usted traza entre la identidad judía en el seno de las comunidades en la diáspora y el Estado de Israel, le hago una pregunta que quizás parezca de entrada contradecir el concepto. ¿Cree que ambas cosas son inseparables? ¿El Estado de Israel necesita a las comunidades judías en la misma medida que las comunidades necesitan a Israel?
- Durante mucho tiempo se consideró que la aliá y el fortalecimiento de las comunidades eran dos objetivos separados. Había gente que creía inclusive que la meta de "kibutz galuiot", de juntar a las diásporas, chocaba con la de fortalecer a las comunidades judías, alegando que el interés debe ser que los judíos quieran venir a Israel, no que se contenten con buena vida en sus comunidades. Y la verdad es que había comunidades que sentían que la aliá las debilitaba. Por eso en el propio trabajo de la Agencia Judía había a veces contradicciones, con enviados del Departamento de Aliá haciendo cosas en una dirección y los del Departamento de Educación, trabajando en otra. Los presupuestos estaban separados. Pero llegamos a la conclusión que de fondo, había un error. Ahora consideramos que las comunidades necesitan a Israel porque si desean sobrevivir como judíos, tienen que fortalecer su vínculo con el Estado. Ese es el origen del programa "Taglit" hoy tan conocido ("Birthright"): si se quiere que los jóvenes sean judíos orgullosos, hay que mandarlos a que conozcan Israel. Por eso hoy se desarrolla todo tipo de programas de "la experiencia israelí", para que jóvenes judíos del mundo lleguen y conozcan.
- Aunque no necesariamente decidan luego emigrar a Israel...
- No necesariamente, pero estoy convencido de que cuantos más jóvenes judíos conozcan Israel, más querrán venir. Estoy seguro que en los últimos años, el judaísmo de la diáspora comprende claramente que necesita a Israel para su propia supervivencia. Por otra parte, el Estado de Israel, al tener que lidiar con un ambiente tal de ataques en su contra y de intentos por quitarle legitimidad, ve en las comunidades judías a sus aliados más fuertes. Si el judaísmo mundial es nuestro principal aliado, es importante que sea fuerte. O sea que comunidades judías fuertes, tienen gran valor para Israel.
Creo en un proceso: las comunidades judías del mundo necesitan un Israel fuerte e Israel necesita que las comunidades judías también sean fuertes. Y en definitiva, no creo que eso choque tampoco con el objetivo de recibir inmigrantes, porque si hay más judíos orgullosos, habrá entre ellos quienes deseen venir a Israel.
Israel y los inmigrantes
- A veces decimos que Israel quiere a la aliá, como fenómeno social, no tanto a los olim; ¿qué le parece?
- En todo chiste hay a veces un fondo de verdad. Pero creo que en este caso, se refiere sólo al sistema burocrático, no al sentimiento del pueblo. Todos sabemos que hay dificultades diarias en el proceso de absorción y aclimatación. Hay burocracia, a veces hay choque de intereses entre los sabras nacidos aquí y los recién llegados. Podemos inventar muchos chistes sobre el tema. Pero de fondo, el hecho es que por un lado está la Ley del Retorno, pero por otro nunca hubo en la Knéset (Parlamento de Israel) ninguna iniciativa que sugiera, por ejemplo, que por razones económicas, queden cancelados los beneficios que reciben los inmigrantes. Eso, de fondo, refleja que en el sentir profundo del pueblo, los inmigrantes son importantes para Israel. ¿Dónde hay otro país que vive una situación similar a la de Israel, que recibió un millón de inmigrantes de la ex Unión Soviética, casi al mismo tiempo trajo a más de cien mil judíos de Africa, integrándolos a todos a la sociedad israelí? Algunos de ellos venían de sitios en los que vivían como en la edad de la piedra. Claro que hay problemas, pero el esfuerzo es enorme.
- ¿Y qué es lo que más une a todos, judíos que llegan de diásporas tan diferentes?
- Lo que tiene de bueno Israel es que por un lado, es indudable que hace posible una vinculación y una comunicación inmediatas. El hecho es que se siente que hay desafíos comunes, amenazas comunes, objetivos comunes. Somos todos parte de un mismo proyecto. Por otra parte, hay que recordar que las respuestas no siempre pueden ser inmediatas. Hay aquí una enmienda histórica. Usted llegó de Uruguay, yo de la Unión Soviética, pero seguramente a nivel de nuestros abuelos, todos venían del mismo lado más o menos.
- Polonia, Lituania...
- Exactamente, también los mios. Con los judíos del Yemen, los eslabones hacia atrás requerirán más tiempo para juntarse. Con los de Etiopía algo más todavía. Pero en algún momento vemos que todos salimos del mismo origen, del mismo "tikun olam", de las mismas fuentes; y aquí todos pueden tener la sensación de ser parte del mismo proceso histórico. Por mi experiencia personal puedo dar fe de lo que se siente cuando uno descubre que es parte de algo tan antiguo. Para nosotros, muchos de los judíos soviéticos, el éxodo de Egipto y "Exodo" de Leon Uris, fue algo que descubrimos juntos. Y esto lo da el vinculo con el pueblo de Israel, con Israel, la perspectiva histórica de la unidad del pueblo.
El viaje a Sudamérica
- Natan, usted está viajando a Sudamérica...
- Así es. Inmediatamente después de la fiesta de Purim.
- ¿Usted se disfraza?
- ¡Por supuesto!
- ¿De qué?
- Todavía no estoy decidido. En los últimos años, mis mejores disfraces fueron de cowboy y de Charlie Chaplin. Veremos qué decido este año. En mi sinagoga recibí el primer premio cuando me disfracé de Chaplin; así que quizás vaya por ahí la cosa...(risas).
- Pues después que se disfrace y quizás gane otro premio, se toma el avión y viaja por primera vez a Sudamérica como presidente de la Agencia Judía. Es bien sabido cuán apreciada es la aliá latinoamericana en Israel, cuán exitosa ha sido su integración. ¿Con qué espíritu viaja usted a ver a esas comunidades, concretamente a Uruguay, Argentina, Chile y Brasil?
- Cuando fui ministro estuve en Argentina y Brasil y conozco sólo un poco. Ahora, al llegar como presidente de la Agencia Judía, claro que podré dedicar más tiempo a las comunidades judías. Sé que son comunidades muy cálidas, muy sionistas y muy deportivas.
- ¿Deportivas? ¿Por qué lo dice?
- (Risa) Creo que sólo en Sudamérica hay lugares en los que la principal organización judía, o de las principales, es Macabi. Pero lo central es que es un judaísmo muy ligado a la vivencia del pueblo judío. Y como también allí se juntan todas las raíces de las que hablamos, no me sorprendería encontrar allí primos, como en Milwaukee y Toronto. Todos salimos del mismo árbol. Estoy seguro que sentiré allí una gran vinculación con Israel. Pero al mismo tiempo también allí ocurren procesos que nos preocupan. Si bien ha habido un aumento del 20% en la inmigración de América Latina, eso no compensa el proceso de alejamiento y desjudaización que también se da. Espero que mi visita ayude a ampliar y profundizar la cooperación.
Y algo sobre Uruguay...
- En Uruguay tendrá un encuentro especial con quienes participaron, siendo jóvenes bogrim del movimiento juvenil Betar, en la manifestación frente a la Embajada de la Unión Soviética exigiendo su liberación. Uno de ellos, Sergio Oberlander, se encadenó inclusive a las rejas exteriores de la embajada. Lucharon por usted, sin conocerle personalmente por cierto, como símbolo de la libertad judía y los derechos de los judíos como ciudadanos y como judíos dondequiera que estén. ¿Qué expectativa tiene usted de ese encuentro?
- Me resulta siempre muy emocionante recordar todo eso, aunque ya pasaron 25 años desde mi liberación. Me sigue emocionando aunque ya me acostumbré a que en casi todas partes del mundo - Estados Unidos, Canadá, Francia, Sudamérica - me encuentro con gente que participó en la lucha por los judíos soviéticos, gente que hasta ahora tiene brazaletes con mi nombre o con el nombre de algún otro prisionero de Sion. Siempre es algo especial porque muestra cuánta unidad hay en el pueblo, cuánta fuerza eso da, nos recuerda que somos parte de un pueblo muy especial. Aquellos que lucharon por nosotros también, creo yo, reforzaron su propia identidad, al descubrir la dimensión histórica de lo que nos une. Estoy seguro que eso fortaleció a todo el pueblo, los que ya estaban en Israel y los que desde otros sitios, aportaron a la lucha. Claro que lo importante es que la emoción no sea sólo nuestra, de esta generación, sino que pase a todas las venideras.
- Una pregunta más referente a Uruguay, relacionada por cierto a Israel. En Uruguay se recuerda con mucho cariño a Eli Cohen, que fue sheliaj de Betar allí hace muchos años. Hace pocos días presentó su dimisión como Director del Departamento de Aliá, tras 25 años de intensa actividad. De fondo, hay diferencias ideológicas respecto a la reorganización de la Agencia Judía que acaba de ser aprobada. ¿Qué derivaciones puede tener a su criterio esta renuncia?
- Eli Cohen trabajó en la Agencia Judía durante 25 años y en efecto ha sido sumamente exitoso. Tiene una experiencia impresionante e inclusive para este viaje me pude valer de la misma, porque conoce bien la zona. En el marco de la reforma (J.B: uno de cuyos elementos era la abolición del Departamento de Aliá en su estructura actual) le ofrecimos a Eli diversos cargos pero hace unos días me informó que tras 25 años de trabajo aquí había llegado al parecer el momento de abordar otras áreas. Intenté disuadirlo y lamento que se vaya. Pero por otra parte, estoy seguro de que haga lo que haga, será exitoso en cualquier camino. Pero no sólo eso: estoy seguro que seguiremos colaborando. Somos un gran pueblo y al mismo tiempo un pueblo pequeño y seguramente habrá vías de encontrarnos. Sea cual sea el campo en el que trabaje, no tengo dudas de que el tema de aliá y las tfutsot, las comunidades de la diáspora, seguirán estando cerca suyo y que por ende, habrá formas de cooperar. Seguramente sabremos seguir usando su experiencia para nuestra causa.
- O sea que habrá marcos conjuntos de trabajo con Eli aunque no tenga un cargo formal en la Agencia Judía...
- ¡Por supuesto! Eli logró inclusive que muchos israelíes trabajen en forma voluntaria en pro de la aliá, así que seguramente también él mismo lo hará ahora.
Su descubrimiento y lucha personal
- Volvamos a su lucha; pero antes, a su "descubrimiento". Decía usted antes que vivía apartado de su judaísmo y que en determinado momento descubrió sus raíces. ¿Cómo fue ese proceso que usted vivió?
- Yo era uno de los judíos totalmente asimilados. Crecí sin saber nada de nuestras tradiciones, fiestas, de nuestra historia. Nací en 1948, o sea unos pocos años después de la Segunda Guerra Mundial. Crecí de hecho en lugares en los que habían sido asesinados miles y miles y miles de judíos; pero no sabía casi nada al respecto. Las autoridades soviéticas lograron con su política incidir en ello, borrando parte de nuestra identidad. Sabíamos que éramos judíos porque en la cédula de identidad de nuestros padres decía "judío", algo que iba vinculado directamente a limitaciones especiales a los judíos. Pero no mucho más que eso.
- Hasta que alguien se lo recordó en forma activa...
- Justamente. En 1967, cuando la guerra de los Seis Días, la Unión Soviética fue humillada, porque tras haber enviado cantidades enormes de armas a Siria, Egipto y a varios países árabes, y tras planear ya grandes celebraciones de victoria, el resultado fue diferente del que habían planeado de antemano. Al verse humillada, la URSS comenzó una impresionante campaña contra Israel que influyó también en el trato a los judíos. Quedó claro que tanto los que nos querían como los que nos odiaban, nos vinculaban con Israel. Empezamos entonces, desde la clandestinidad, a leer y buscar el vínculo. Y comprendimos que era por error que nos habíamos visto como quien pertenecía a otra historia. Entendí que mi historia era la del pueblo judío y que había una continuidad desde la salida de Egipto.
Eso me dio mucha fuerza para luchar, para exigir mis derechos como judío y como ciudadano. Me convertí en portavoz de dos movimientos, tanto del movimiento sionista como de un movimiento general de lucha por los derechos humanos en la Unión Soviética. Y no había contradicción alguna entre ambas cosas. Todo lo contrario.
- Y presentó en determinado momento una solicitud de visa para emigrar a Israel...
- Así es. De inmediato fui despedido de mi trabajo, organicé manifestaciones y casi todos los días me reunía con representantes del exterior que llegaban a la Unión Soviética como turistas o periodistas. Todo era ante los ojos de la KGB que por supuesto me perseguía y seguía mis pasos 24 horas al día. Se convirtieron en mi rabo; todo el tiempo detrás mío. Luego de muchos problemas, me detuvieron y me acusaron de "traición a la patria".
- ¿Qué empuja a una persona a luchar por algo aunque tiene claro de antemano que con ello pone en peligro no sólo su libertad sino su propia vida?
- Creo que la conclusión clara de mi lucha es que todo ser humano tiene dos voluntades básicas: ser libre y ser parte de algo con lo que se identifica. Las dos cosas van juntas. Nosotros estábamos bajo una dictadura, pero cuando no teníamos una identidad clara, no teníamos fuerza de luchar para sobrevivir contra lo que nos oprimía. Cuando descubrimos nuestra identidad y sentimos la pertenencia a nuestra historia, el deseo de libertad se junta con los valores y da fuerza para luchar y combatir. El deseo de vivir con tu identidad, de ser una persona libre y de ser parte de tu pueblo, todo eso se juntó e hizo posible seguir adelante.
- En medio de los recuerdos de todo lo que usted vivió, de todas las dificultades físicas y emocionales con las que tuvo que lidiar ¿es posible decir qué fue lo más difícil de todo?
- Lo más difícil fue pensar, a veces, que quizás nunca salga de allí. Afuera estaba mi esposa luchando, y yo pensaba que quizás nunca más nos encontraríamos y no formaríamos una familia. Y todo el tiempo, la KGB se encargaba de recordarme que eso sería justamente lo que sucedería si no cooperaba. Y yo tenía todo el tiempo que volver cada vez a tomar la decisión de no cooperar. Y pasaba por mi mente el pensamiento que si ir a vivir a Israel y formar una familia con mi esposa es lo más importante, por qué entonces no transar con la KGB. En una situación así uno tiene que recordarse a si mismo que no puede aceptar términos medios y que la única forma digna de llegar a Israel y estar con mi esposa es esa.
- Claro que de por medio había fuertes presiones...
- Por supuesto. No digo que tuve que lidiar con estos pensamientos durante mis nueve años en la cárcel, pero sí, indudablemente, los primeros meses, cuando vivían advirtiéndome que si no cooperaba con ellos, me ejecutarían. Y en esos meses, a pesar del miedo que daba pensar que quizás no saldría de allí con vida, me tenía que convencer por qué no debía aceptar ningún término medio. Ese era el principal desafío moral. Y cuando uno ya se convenció a si mismo, todo lo demás es más fácil.
- Pero hubo sí no pocos momentos en los que realmente pensó "de esta no salgo"...
- Sí, claro, por supuesto. Justamente, para ganar esa guerra en la que yo estaba, tenía que decidir que la meta debe ser, aunque no logre salir, que no consigan quebrarme ni doblegarme. Si la meta es salir a cualquier precio, uno está perdido. Ellos, justamente, de lo que me querían convencer, era que mi objetivo debía ser salir de la cárcel a cualquier precio. Para que ellos no puedan tener éxito en este propósito, uno debe hacerse a la idea de que quizás no logre salir con vida.
La nueva vida
- Y ahora, 25 años después. usted está en Israel, como ciudadano ya por cierto muy veterano. ¿Qué es lo que más le gusta de Israel? ¿Y qué quisiera cambiar?
- (Sonrisa) Me gusta la gente, me gusta la naturaleza, mi familia. Me gusta ver el "cerebro judío". No me gusta nuestra burocracia y no me gusta ver que a veces hay cierta impaciencia entre nosotros mismos.
- ¿Y el futuro? ¿Cómo ve el futuro de Israel? Las preguntas sobre paz y guerra, calma e inestabilidad, inciden sin duda en las decisiones de quienes consideran si sumarse o no al destino de Israel...
- No sé cómo llegará finalmente la solución. Se le pregunta siempre a Israel qué precio está dispuesto a pagar para alcanzar la solución. Pero para pagar un precio tiene que haber alguien que quiera comprar. No es sencilla la situación. Parece a veces que negociamos con nosotros mismos. Yo siempre pensé que la paz verdadera debe surgir desde abajo, o sea que es necesario que haya reformas verdaderas del otro lado. Había quienes me decían que lo que los árabes quieren no es libertad y que ese no es un tema clave en su mentalidad, pero el hecho es que en las últimas semanas cientos de miles de personas en diferentes partes del mundo árabe salen a las calles porque quieren libertad. Creo que esa es una señal que inspira mucho optimismo.
Debemos recordar siempre que somos el único pueblo que combina su identidad con el tema de la libertad. Pero tenemos que hacer todo para que no seamos los únicos y para que también otros tengan esa oportunidad. Creo que hay esperanza. Pero en definitiva, el futuro de Israel depende de nuestra fortaleza por fuera y por dentro.
- Mientras los problemas persisten y el futuro de la paz en la zona sigue en una nebulosa, la situación no es alentadora para quienes piensan si tomar o no la decisión de venir a Israel...
- Claro que no es alentador, pero el hecho es que a pesar de todos estos problemas, no hay ningún otro lugar en el mundo que promete un futuro de vida judía para nuestros hijos como lo asegura el Estado de Israel. Quien desea influir históricamente sobre el futuro del pueblo judío y de sus hijos y nietos, debe recordar que el lugar más seguro para hacerlo, es el Estado de Israel.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay