El Dr. Pablo Boksenbojm, uruguayo-israelí, Director del Servicio de Internación Ambulatoria y Vicedirector del Departamento de Anestesia en el Hospital Barzilai de Ashkelón, conoce hace mucho la realidad de los misiles disparados desde la Franja de Gaza entre tregua y tregua.
Poco antes de finalizada - por ahora - la última escalada de violencia entre Israel y Hamás, conversamos con él en su hospital. Eran días de alarmas, tensión, estallidos y mucha preocupación.
Este es su testimonio.
- Pablo; hemos hablado varias veces sobre esta situación en el transcurso de los últimos años, ¿No cambia nada?
- Esto no cambia y parece que la gente no tiene intención de que cambie.
- ¿Quién tiene que cambiar? ¿También Israel?
- Tiene que haber un cambio de los dos lados. Tienen que llegar a un acuerdo de que deben sentarse y hablar. Pegarse piñazos está fenómeno, pero llega un momento en el que lo único claro es que si solamente se golpean, lo único que va a haber es más golpes, y nada más.
- Claro está que los palestinos acusan a Israel por la situación. ¿En tu opinión, hay algo que justifique lanzar misiles hacia la población civil?
- Me parece que es una pregunta retórica. No hay nada en el mundo que justifique intentar matar a gente que son civiles, habitantes, que lo único que pretenden es vivir, trabajar, comer, alimentar a sus familias y terminar sus días en forma feliz. El problema acá va más allá; es de base. El problema es cuando del otro lado hay quienes ven como el motivo central no el vivir sino cómo morir como un «shahid”» como ellos dicen, mártir. Vi por televisión a una mujer de Gaza hablando de eso, de que también sus hijos tienen que morir. Y entonces uno entiende que les interesa el tema de poder matar para morir; no vivir. Otro hombre hablaba y decía «no tenemos lo que perder; obtenemos todo o morimos por honor». ¿Qué te puedo decir? Es muy difícil con gente así.
- A pesar de eso ¿la solución debe ser tratar de hablar?
- Siempre la solución será tratar de hablar. La solución es tratar de entregar cultura, de ofrecer a la gente otra forma de vida. En la Segunda Guerra Mundial alguien intentó otra cosa, pero el hecho es que todavía estamos viviendo.
- Pablo, tú vienes diariamente al hospital desde tu casa en Nes Tziona...
- Así es. Todos los días.
- Haces ese camino todos los días, entrando al área de alcance de los misiles y uno va en el coche con el corazón en la boca pensando qué pasará si suena la alarma, si podrá parar el coche y hallar resguardo a tiempo. ¿Cómo recorrés ese camino hasta el hospital acá en Ashkelón? ¿Tienes miedo?
- Sí. Obvio.
- ¿Cómo lidiás con eso?
- Uno tiene que aprender a manejar el miedo; derivarlo a formas que permitan actuar del mejor modo posible. Pero miedo uno siempre tiene. El hecho que yo, cuando vengo en el auto y hay una alarma, tengo que parar al costado, tirarme al piso, esperar a que pasen los diez minutos desde que sonó la alarma, como indican las instrucciones, y ver si me va a caer o no en la cabeza, es una ruleta rusa. Y claro que da miedo; por más que intentemos explicarnos a nosotros mismos que es un asunto de estadística, nada más, es muy difícil entender que también somos parte de la estadística.
- Uno va por el camino y va fijándose dónde se puede esconder si ahora suena la alarma, en cada momento…
- Claro. Ahora estamos en el Hospital Barzilai. Hoy, dos de los misiles disparados hacia Ashkelón no fueron interceptados por el «Cúpula de Hierro» y cayeron no lejos del lugar en el que estamos trabajando. Es un asunto fortuito… Cae allá o acá. ¿Quién sabe?
- Una de las características más notorias de los hospitales israelíes en todo el país, quizás especialmente notoria acá, en el Soroka de Beer Sheva, el Rambam de Haifa y el Hadassah de Jerusalén, es la cantidad de pacientes árabes que hay, pacientes palestinos...
- No sólo pacientes, también médicos. En el servicio en el que yo estoy tenemos un estudiante palestino que está especializándose en anestesiología, que vino de Cisjordania, del territorio de la Autoridad Palestina.
- ¿Qué me contarías sobre esa dinámica con los pacientes árabes; con este médico palestino?
- Es una dinámica curiosa. Es una situación que yo creo que ni siquiera Kafka la hubiera podido apuntar con su brillante pluma. Es una aceptación de unos y otros por necesidades. Ellos vienen acá porque quieren aprender y te dan a entender que no te quieren. Con el tiempo se van acostumbrando y ven que la gente aquí no se levanta de mañana y se toma un vaso de sangre palestina. Y van aprendiendo que las cosas son diferentes.
- ¿Vienen predispuestos a un mal trato?
- Vienen envenenados. Tienen desconfianza. Estaban esperando que los vayas a estafar, a matar, a aprovechar. Y se dan cuenta que no es así. Y entran en nuestra dinámica de vida. Pero todo esto duró un tiempo. Hace unos días este estudiante palestino que te comentaba, que está con nosotros, entiende todo, conoce todo, que todos estos últimos meses se agarraba la cabeza cada vez que había una alarma indicando que había un misil en camino y no entendía por qué caían los misiles ya que él también veía que no habíamos hecho nada… cuando se enteró que Israel había eliminado a Ahmed Jabari...
- El jefe del brazo armado de Hamás...
- Exactamente. Se paró, callado la boca, hizo dos minutos de silencio y se puso a llorar.
- ¿En serio? Si lo hace por civiles que mueren, puedo entenderlo ¿pero por Jabari?
- No; no lo hace por civiles que mueren; lo hizo por Jabari. Y nadie se lo pidió, nadie se lo dijo.
- ¿Y después? ¿Cómo se vuelve a hablar?
- Anoche estuvo de guardia conmigo en el hospital. Trabajó…
- ¿Hablaron del tema?
- No. Se esquiva. Son temas que uno intenta no tocar.. Muy probablemente cuando esta vuelta termine, sí vamos a hablar. Es lo que me dice la experiencia de todos estos años. Cuando se termina, se empieza a hablar, porque las cosas están más decantadas.
- Ustedes han tenido muchas veces pacientes de Gaza, pero en los últimos tiempos vienen menos ¿verdad?
- Así es; mucho menos. Ante todo, Hamás no les permite pasar con facilidad.
- Cuando alguien de Gaza recibe tratamiento acá ¿te parece que sale distinto? No digo sionista, pero sí habiendo visto otra cosa.
- Creo que probablemente la educación que él dará a la generación que viene detrás va a ser muy distinta. Es muy difícil que la gente que durante años recibió una educación determinada, una educación religiosa y cultural tan fuerte, cambie ahora. Pero quizás aprenda a mirar que las cosas son un poco diferentes. De modo que la generación de sus hijos también piense diferente. Así se va a ir cambiando, de a poco.
- ¿Y el futuro? ¿Cómo lo ves? ¿Se pierde la esperanza de normalidad cuando uno vive una y otra vez estas situaciones?
- ¿El futuro? Yo no voy a vivir con ellos; no los voy a meter en mi casa y ellos tampoco a mí en la suya. El futuro tiene que ser «vive y deja vivir». Ese sería un gran paso. Si se llega a un acuerdo así, va a ser un adelanto muy grande. El futuro puede ser que Egipto les abra las puertas, en lugar de Israel. No es lógico que se me obligue a mí, que yo, por mi frontera, los alimente y deje pasar a tipos que me tiran misiles todo el tiempo.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay