El servicio militar obligatorio en Israel es un pilar de la sociedad aunque hace ya años que por un proceso sociológico gradual ha ido aumentando la cantidad de jóvenes que a pesar de la obligación formal que les impone la ley, logran esquivar su reclutamiento.
Actualmente, según datos que nos proporcionan en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), sólo el 76% de los jóvenes judíos en edad de entrar al Ejército realmente lo hace.
Pero hay un sector dentro de la población judía que durante décadas ha visto el no enrolarse como clave en su forma de vida. Se trata de los «haredim», término con el que en Israel se hace referencia al público ultraortodoxo, que si bien no es homogéneo, sí tuvo casi siempre una línea bastante uniforme en cuanto al rechazo del servicio militar, alegando que la prioridad debe ser estudiar la Torá.
No se puede generalizar, siempre hubo quienes sí se enrolaron - por ejemplo gente de Jabad -, pero como sector, en bloque, la diferencia entre este público y el resto de la sociedad - tanto la secular como la religiosa no haredí -, era clara.
El tema llevó por supuesto a fuertes polémicas, que si bien se dieron con altibajos, según las agendas políticas de turno, a nivel social siempre fueron motivo de choque y discusión.
A esta problemática del servicio militar - por la cual según la ley los jóvenes «haredim» pueden ir postergando si están estudiando en un seminario rabínico hasta que a los 27 años de edad quedan exentos definitivamente -, se agregan otros dos puntos complejos: el hecho que en las instituciones de la corriente ultraortodoxa casi no se estudian materias generales básicas en todos lados y que muchos hombres en edad laboral no salen a trabajar sino que viven de subvenciones mientras se dedican a estudiar las Sagradas Escrituras.
Estos dos temas enfurecen a la sociedad general, pero más que nada, perjudican a los propios «haredim», que no reciben una preparación adecuada para ganarse la vida.
En los últimos años ha comenzado un proceso muy paulatino de cambio.
En lo que al servicio militar se refiere, se han creado marcos especiales para jóvenes soldados «haredim», tanto en el así llamado «Najal Haredí» como en profesiones de oficina que, además, les pueden servir luego al finalizar el servicio militar.
En los últimos cinco años aproximadamente entre 1.300 y 1.500 haredim entraron al Ejército. No se puede comparar en general su servicio con el del joven israelí promedio que se alista a los 18 años, porque suelen entrar cuando ya están casados y a veces ya con hijos - por lo que hay que pagarles más -, y además ya deben hacer un servicio militar mucho más corto que el regular.
El nuevo gobierno está elaborando una ley destinada a regularizar el tema y la gran polémica por la que el ministro de Defensa no la quería apoyar es que incluye sanciones delictivas para quien, en determinado momento, opte por no alistarse y sea considerado desertor. Esta no es la forma, advierten algunos, mientras otros destacan lo cansada que está la sociedad general por la diferencia en lo que se llama la desigualdad en «la carga nacional».
En medio de estas polémicas, están los jóvenes que decidieron dar el paso, entrar al «otro mundo» y cambiar en parte su vida, sin dejar por ello la observancia religiosa. La continuación del proceso dependerá más que nada de la sabiduría con la que se intente intensificar el cambio.
Hace pocos días, entrevistamos conjuntamente con nuestro colega Elías Levy de la agencia EFE en Jerusalén, a dos soldados haredim. Hoy traemos el testimonio de uno de ellos, Yaakov Libman, de 30 años, casado y padre de dos hijos, residente en la localidad de Betar Ilit, que sirve en la unidad de Telecomunicaciones de las FDI como productor de multimedia, diseño y edición de video y gráfica, algo que aprendió en el Ejército y que le podrá servir luego en la vida civil. En el último Día de la Independencia de Israel, fue uno de los soldados sobresalientes recibidos por el presidente del Estado.
Su sueldo básico, como todo soldado regular es de 347 shekel (algo menos de 100 dólares) por mes, pero a ello se agregan casi 4.000 shekel por el hecho que está casado y tiene dos hijos y algo más de ayuda a su alquiler. En total recibe unos 4.900 shekel mensuales.
Yaakov estudió unos años en un seminario rabínico y desde que decidió alistarse hasta que entró al Ejército trabajó en una agencia de publicidad del sector haredí.
Este es su testimonio.
- ¿Por qué decidiste alistarte?
- Creo que para todo ciudadano es obligación hacer el servicio militar, pero la ley de hecho creó una situación diferente ya que permite al haredí ir postergando y al final parece voluntario, confiándose en que cuando se termine de estudiar, uno vaya a presentarse al Ejército. Postergué mi reclutamiento varios años. A los 27-28 años quise alistarme; hubieron algunos problemas porque el Ejército no me quería a esa edad, pero luché por mi derecho a entrar al Ejército y gané, lo cual me alegra, y espero que sea ejemplo para otros en la comunidad haredí. Esto demuestra que se puede hacer el servicio militar y al mismo tiempo mantener la forma de vida religiosa.
- Si sentías que era tan importante ¿por qué no fuiste al Ejército antes, como la mayoría de los jóvenes?
- Porque cuando no estaba casado y todavía no tenía hijos, no existían aún marcos apropiados para soldados haredim.
- ¿Qué significa marcos apropiados? ¿Qué te da hoy el Ejército por ser un soldado haredí?
- Hay comida kasher no solamente a la rápida sino cocina totalmente kasher. Tenemos tiempo para las plegarias y también una hora por día para una clase de Torá con un rabino que viene de afuera.
- ¿Lidias con problemas en la sociedad en la que vives por vestir uniforme?
- Personalmente no sufrí nunca ataques ni insultos, salvo una vez en la que niños sí trataron de ofenderme por llevar uniforme. Pero esta campaña contraria empezó en los últimos meses cuando el tema del reclutamiento de los haredim ocupó titulares por presiones políticas. Ahí fue que grupos marginales en la sociedad haredí reaccionaron en forma extremista. O sea que la incitación contra los haredim que no van al Ejército llevó a una reacción del otro lado, criticando a los haredim que sí entran. Hace medio año nadie nos atacaba dentro de la sociedad haredí.
- ¿Qué pasa con el servicio junto a soldadas mujeres?
- No hay mujeres soldadas en mi unidad. Hay interacción pero no trabajo conjunto. No hay problema en prestar un servicio relacionado a mi cargo a soldadas, pero el tema es que en la oficina, en el trabajo conjunto, no haya chicas con nosotros.
- En el marco de la polémica sobre el Ejército y el trabajo, se recuerda a menudo que también en Nueva York hay muchos haredim y todos trabajan. ¿Qué te parece la problemática de quienes optan por estudiar y no salir a trabajar?
- Creo que se distorsiona algo básico de la religión cuando hay haredim que dan a entender que hay que estudiar solamente y no se puede trabajar. No es cierto. Es una deformación. En el Shulján Aruj está escrito que una persona no puede estar todo el día estudiando sin trabajar porque «kol Torá she ein imá melajá, sofá betelá», o sea que el estudio de la Torá que no va acompañado de labores, al final queda neutralizado.
Claro que es bueno poder estudiar todo el día pero hay que recordar que el precepto de la persona religiosa también es trabajar y no solamente estudiar la Torá. El estudio de la Torá, eso sí, debe ser el valor superior. Pero en Israel, por la situación política y los presupuestos, se dio una coyuntura que al ir evolucionando llegó a que actualmente hayan 60-70 mil personas que sólo estudian todo el día. Se empezó por 400 y se llegó a esto.
- ¿Es mala esta situación a tu criterio para la población haredí?
- Claro. Creo que eso tiene que cambiar porque la situación en la población haredí es sumamente difícil. Y la realidad es que está cambiando. Por cada uno que entra al Ejército hay otros cuatro que salen a trabajar y cursan estudios superiores. Hoy hay instituciones que abren marcos especiales para los haredim, de contabilidad, abogacía, administración de empresas. Hay unos 8.000 estudiantes haredim por año, algo que hace cinco años no existía para nada. O sea que el público haredí esta viviendo un cambio significativo.
Si esto sigue así creo que dentro de diez años el 80% del público haredí trabajará y quien tenga que ir al Ejército irá. Esto, a menos que haya una incitación contra los haredim, lo cual llevará a su vez a los extremistas del lado haredí a reaccionar nuevamente en contra. Hay que lograr el cambio dejando que el proceso evolucione de forma natural. Si se intenta hacerlo mediante revoluciones, no funcionará, se detendrá.
- Otro problema es el hecho que los niños y jóvenes haredim no estudian las materias generales que todo alumno en Israel sí tiene en su programa. ¿Tú hiciste «bagrut», los exámenes de matriculación de secundaria en las materiales generales?
- No. No había ningún programa así para terminar. Estudié muy poco de las materias generales. Entre 2º año de escuela y 1º de liceo aprendí un poco de matemáticas, muy básico, creo que llegamos hasta fracciones decimales, nada más… algo de conocimientos del país, gramática, redacción. Inglés estudié luego en forma particular en un instituto y tuve que pagarlo por cierto, porque no había aprendido nada. Creo que ese es un error muy grave del público haredí. Eso va cambiando gradualmente. Sé que mi hijo ya estudia más que lo que yo estudiaba aunque también creo que es insuficiente. Oí que también en algunos seminarios rabínicos, en muy pocos, también se prepara para la matriculación de los exámenes de fin de secundaria, bagrut. Pero debe haber allí no más de 400 estudiantes en total.
- Tú decidiste cambiar de rumbo. ¿Cuán representativo eres de lo que está pasando en la sociedad haredí?
- Creo que represento un sector muy amplio de la corriente central en el sector haredí. En el último seminario rabínico en el que estudié, estaba en un grupo de 40 alumnos, 36 de los cuales hicieron servicio militar en los últimos cinco años. O sea que gradualmente el tema está entrando.
Hay movimientos en el marco de la población haredí que no son políticos en el sentido de participación parlamentaria, pero que sí están en la opinión pública, que aparecen en las redes sociales y que presionan para que se pueda estudiar las materiales generales explicando que son claves para la continuación de la vida en sociedad, que no se moleste a los que quieren entrar al Ejército.
- O sea que hay presión del público mismo… ¿Y lo que hay en juego es una guerra cultural, por la identidad?
- Creo que hay de por medio no una guerra por la identidad sino por el control. Quienes libran la guerra son los «askanim» haredim, los activistas públicos que están en el Parlamento o al frente de instituciones, que son seguidos por el público haredí como un rebaño sigue a su pastor. Votarán por quien ellos digan, comprarán el teléfono celular que ellos digan, leerán el diario que ellos digan… Eso les da control. Y cuando el público haredí abre los ojos, ellos pierden el control. Por eso libran la guerra. Y es una guerra que perderán.
- Pero semanas atrás hubo una gran manifestación de protesta en Jerusalén contra el reclutamiento de los jóvenes haredim; y hubo 30 mil personas por orden del Rabino Deutsch...
- El Rabino Deutsch sacó a 30 mil personas a la calle a manifestar diciendo que la guerra es por la identidad, pero todos saben que si el Rabino Shteinman, considerado el más grande de su generación, hubiera ordenado salir a la calle, 200 mil habrían salido. Y si el Rabino Ovadia Yosef lo hubiera indicado, salían 300 mil. Pero no llamaron a protestar y eso significa que están de acuerdo con los cambios graduales que se están dando, y de hecho ayudan a que se concreten al no oponerse activamente. Hay elementos extremistas como Neturei Karta que hasta se reúnen con fanáticos en Irán y Gaza, que se asociaron con alguna facción marginal; y si todo lo que lograron sacar a la calle fue 30 mil personas, quiere decir que nosotros ganamos, que la enorme mayoría está contra las posiciones extremas.
- ¿Llegará el día en que la mayoría exija un cambio a viva voz?
- Creo que sí. Pero tienen que permitir que el proceso se dé en forma natural. Si intentan acelerarlo mediante pasos políticos y con imposiciones, se arruinará, y empujarán a la gente a los brazos de los extremistas.
- ¿Qué dirías a haredim como tú que no se han decidido a entrar al servicio militar?
- El Ejército es muy importante para permitir que los haredim se integren al público general. Y es bueno que se da una profesión, aunque cueste dinero al Ejército, porque el tema no el caso particular de cada uno sino el hecho que se empuja así a tener profesión e incluirse en la sociedad. Sea como sea, quisiera destacar que diferencias siempre habrá, pero que lo principal es que el abismo se va reduciendo en lugar de ir ampliándose.
- ¿Puedes comprender a la sociedad secular o no haredí que durante años acumuló una sensación de profunda molestia por ver a los haredim por fuera, sin ir al servicio militar, sin participar?
- Claro que entiendo si alguien va al Ejército y se molesta por el haredí que no lo hace. Es algo de fondo, fundamental. Pero también digo que no se puede esperar que quien no es creyente entienda la limitación de quien teme entrar al Ejército pensando que perderá su vida religiosa. El problema central, claro, es que hay también quienes se aprovechan; pero espero que eso desaparezca o se reduzca al mínimo. Recordemos que también en la sociedad secular hay hoy jóvenes que no quieren hacer el servicio militar.
Lo que yo hago hoy en el Ejército no es algo en lo que había pensado antes. Hago edición y gráfica de multimedia, pero ahora que lo hago acá veo que será algo a lo cual podré dedicarme en la vida civil. Salgo con una profesión.
Hay corrientes que se oponen al sionismo y no entrarían al Ejército aunque fuera todo haredí, sólo hombres y kasher. Otros temen que realmente no puedan preservar su forma de vida haredí. Cuando ven que no es así, paulatinamente van entrando al ver que hay más programas para haredim. Y también hay quienes entienden que pueden aprovecharse de la formulación de la ley y no se alistan. Lo que empezó con 200 soldados haredim y en cinco años llegó a 1.300-1500, muestra que las cosas van cambiando y que la base de la sociedad haredí lo va aceptando y que con el tiempo irán entrando al servicio militar. No sé quién podía pensar que en cinco años todos iban a entrar. El proceso debe ser lento, ya que se da en una sociedad muy conservadora que muy lentamente va cambiando y abriéndose. Pero si hay intervención de afuera, eso va a arruinar todo.
Personalmente, me siento mucho mejor conmigo mismo, como ciudadano, desde que hago el servicio militar.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay